Se trata del típico misterio de la Natividad del Señor que surge a finales de la Edad Media y queda ratificado tras el Concilio de Trento (1545-1563); cuyos acuerdos eliminaron cualquier referencia al parto asistido por las comadronas, quedando la escena conformada por una Adoración al Niño Jesús por parte de sus padres terrenales: José y María, de la cual se afirma a partir de entonces que parió sola y sin dolor.

La obra, realizada para una colección privada de Cúllar Vega (Granada), alcanza una altura de 35 cm y ha sido íntegramente modelada en terracota. Quizás lo más llamativo de su ejecución -no en vano, sus autoras son también doradoras- sea el rutilante dorado al estilo barroco que muestran las vestiduras, llevado a cabo utilizando panes de oro fino para luego proceder a su estofado. La policromía del Niño Jesús ha sido aplicada al óleo, con patinas para un mejor acabado, al igual que las carnaciones de San José y la Virgen María.