NUEVAS OBRAS DE PINTURA SACRA

Con información de sus autores (16/03/2016)


 

 

Jesús Caballero

A través de una equilibrada composición, Jesús Caballero ha sido capaz de superponer una serie de planos jugando con los conceptos de bidimensionalidad y tridimensionalidad generando un juego de luces y sombras como forma de construir pictóricamente la obra. En la misma, se explora y reflexiona sobre el concepto de Estación de Penitencia como vía de expiación a través de un ejercicio de reflexión y autoexploración. La traducción plástica del concepto, se muestra con la realización del collage en papel, situado en la parte superior del formato, y que rescata de la memoria los vestigios de aquellos artistas cubistas que rompieron la tradición académica incorporando nuevos materiales para explorar nuevas ideas.

Dicho collage se compone con fragmentos escogidos a tenor de la Hermandad del Dulce Nombre de Málaga, salmos y oraciones como elemento tangible de la acción cristiana de orar tras la aceptación y arrepentimiento de las flaquezas y faltas. El papa Francisco cita que la oración "es la purificación de los ojos de nuestro espíritu, para prepararlo a la vida eterna", por lo tanto, la oración manifestada a través de ese collage, evoca parte del camino que el cristiano construye con la penitencia en favor de su redención.

La vida eterna es también representada como concepto a través de las formas geométricas situadas en el centro de la composición; inspiradas en los razonamientos de la ''Geometría Sagrada'' y ejecutadas siguiendo los preceptos teóricos de los manifiestos suprematistas. Las lecturas simbólicas que históricamente han tenido las formas geométricas, sitúan al triangulo como representación de la Trinidad, mientras que el círculo ha sido, por su parte, era símbolo de perfección, al ser la línea sin inicio ni fin: paradigma de lo divino.

Y por encima de todo, la Virgen del Dulce Nombre, obra del escultor cordobés Antonio Bernal, retratada en grafito sobre una tabla superpuesta a la base y con un hiperrealismo inusitado que la aleja de toda idealización. La forma, alargada y rematada con un bocallave en forja, juega formalmente con la tradicional definición de pintura pues incorpora la tridimensionalidad y las nociones de la conocida ''pintura matérica'' dentro del diseño y la ejecución, haciendo de las luces y sombras que se originan por la elevación de la tabla, así como por las irregularidades intencionadas del collage, parte de la propia identidad de la obra.

En el plano conceptual, la representación de la dolorosa sobre la segunda tabla, separada de la base, tiene una traducción simbólica: Como se citaba al principio de esta descripción, la penitencia suponía una mirada proyectada a la eternidad; siendo las Estaciones de Penitencia el camino que nos conducían a ella; es por eso, que las Hermandades, y en este caso el Dulce Nombre, juegan un papel fundamental en el proyecto de construcción salvífica que esperan los cristianos, siendo las mismas (a través de las estaciones de penitencia) la puerta que les abre a la vida eterna. Pues con la imagen (como objeto devocional), encontramos un aliciente directo, una conexión física que apunta directamente a la dimensión celestial.

 

* Texto de José Manuel Torres Ponce

 

 

 

José Tomás Pérez Indiano

Las obras han sido expuestas en la muestra Miradas de Silencio y Amor, que organizada por la Hermandad del Silencio de Sanlúcar de Barrameda reúne hasta el 17 de marzo, en el centro cultural La Victoria de dicha localidad, 42 obras pictóricas -pinturas de colecciones particulares, cartelería y también obras que se podrán adquirir mientras dure la muestra-, relacionadas con las imágenes titulares de las hermandades sanluqueñas y pertenecientes a 24 artistas de las ciudades de Cádiz, Sevilla, Huelva, Málaga y Elche.

Estas en cuestión del artista José Tomás Pérez Indiano representan a los dos titulares de la citada corporación de penitencia: el Nazareno es una obra de autor desconocido, de finales del siglo XVII o principios del XVIII; la Dolorosa del Amor, de excepcional calidad artística, fue tallada en torno al año 1752 y pertenece a la producción del artista sevillano Diego Roldán, percibiéndose en su semblante, elevado hacia el cielo en gesto de súplica, grandes similitudes con la Dolorosa jerezana de la Esperanza (Yedra), obra también de Diego Roldán.

 

 

Luis Orquín

Paño que portará la mujer Verónica durante la procesión del Santo Entierro de Cantillana (Sevilla). Un Viernes Santo histórico en el que la Cofradía de la Soledad de dicha localidad recuperará el paso del Sepulcro, el paso del Calvario y otros elementos que fueron propios de la misma durante siglos; es el caso de la presencia de figuras alegóricas como las Virtudes Teologales o la Santa Mujer Verónica.

La tradición medieval cuenta que la mujer Verónica fue la mujer que, en la calle de la Amargura, tendió a Cristo un velo, lienzo o paño para que enjuagara el sudor y la sangre. En la tela quedaron milagrosamente impresas las facciones del Redentor (el Santo Rostro). Esta leyenda no se encuentra en la Biblia. Se le rinde culto por su vinculación con la figura de Cristo, y es muy común su representación pictórica o escultórica portando el paño.

La etimología del nombre Verónica ha sido interpretada popularmente como proveniente del latín "vera icon", que significa "imagen verdadera", aunque en realidad procede del griego Βερενιχη (Berenice), forma dialectal macedonia de Φερενιχη (Ferenice), "portadora de la victoria".

El autor del paño ha querido representar en el mismo el rostro del crucificado de la Agonía, una imagen del siglo XVI que, procedente del extinto convento cantinallero de San Francisco, se venera en el Santuario de la Soledad, siendo objeto de una gran devoción en el municipio. Por lo que de esta forma, la imagen que habitualmente no recibe ningún culto público, formará parte de la Estación de Penitencia de la Cofradía.

 

 
     
     
 

 

Juan Fernández Robles

Pinturas para los cultos de los titulares de la cofradía hispalense del Buen Fin, el Cristo del Buen Fin (Sebastián Rodríguez, 1645) y la Virgen de la Palma (anónimo sevillano, original de principios del siglo XVII). Se trata de cuatro ángeles pasionistas concebidos a modo de antiguo simulacro barroco.

En las fotografías inferiores podemos contemplar las piezas en el estudio del artista estepeño, y en la inferior el resultado final en el altar efímero montado con motivo del último besamanos de la Dolorosa, flanqueando sobre columnas la talla del Crucificado titular que se vislumbra al fondo.

 

 

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