NUEVAS OBRAS DE PINTURA SACRA

Con información de José Manuel Torres Ponce y sus autores (25/06/2015)


 

 
 
 
 
 

 

Manuel Peña Suárez

La obra está realizada a pastel sobre tabla, con unas dimensiones de 50 x 70 cm. En ella, el prestigioso artista ha vuelto a representarnos una creación muy personal, con el sello que lo caracteriza y del cual el resultado es una vez más la fusión del estilo hiperrealista, en lo que respecta a su obra figurativa, con ese sabor añejo en lo que respecta a las técnicas del dorado y estofado.

La obra representa a la venerada virgen de Valme, concebida con total precisión y delicadeza, dejando ver parte de su mano portando la delicada y peculiar flor de ganchillo, y a su Niño, también presente. Sobre fondo dorado con láminas de oro, posteriormente velado y estofado, aparece la imagen mariana en su carreta, envuelto todo ello por los ornamentos góticos que la talla mariana posee en sus ropajes.

Peña Suarez ha querido no solo manifestarse una vez más con su precisa técnica y combinación de estilos. Para Valme ha querido engrandecer aún más si cabe a la gran protagonista de su romería, representándola en un primer plano, luchando (según palabras del autor) por conseguir al mayor detalle su peculiar y personal rostro, esa sonrisa y mirada enigmática que, desde un principio, encandila al que la ve, de ahí que nos la recrea tal cual es, sin encajes ni manto bordado, para que sea todavía más cercana y más divina. Mostrarnos en un mismo momento, en una misma obra, a las dos Valmes: la Valme del recogimiento y rezo, cuando esta cobijada bajo el altar de la gloria, su iglesia; y la Valme del color, de la alegría, de su romería, que también está presente en veladores pasteles, en la que vemos a su virgen pasear en su carreta.

El artista ha fusionado el estofado de la talla gótica con el fondo: cenefas a ambos lados dan continuidad al cartel, rodean y enmarcan la imagen principal, la escena de la carreta, para ello así conseguir su propósito.

 

 

Jesús Caballero

La ejecución del cartel anunciador de las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Fuensanta, de la localidad jienense de Alcaudete, supone un soplo de aire fresco y personal en el panorama cartelístico andaluz. De nuevo, Jesús Caballero argumenta la composición en el discurso artístico-simbólico, aplicándole a la apariencia figurativa un concepto abstracto, basado en teorías artísticas como las de Duchamp y su ruptura con la ''pintura retiniana'' en favor de la ''pintura-idea'', o la basada en el ''espíritu abstracto'' de Kandinsky.

La obra es un conjunto de técnicas que combina óleo, pastel, grafito, collage y laminado en pan de oro sobre tabla de 50 x 70 cm. Sobre el fondo pastel, a base de tonalidades rosáceas y azules, se enmarca la representación del Niño Jesús. A través de la fusión del collage y el grafito, Jesús Caballero construye la imagen del Niño sobre el poema de San Juan de la Cruz que lleva por título " ¡Qué bien sé yo la fuente que mana y corre!", estableciendo, de este modo, una clara simbiosis entre el agua y la figura de la Divinidad como fuente y origen de vida, aludiendo con ello a la advocación e historia de la Patrona.

La imagen de la Virgen, situada en la zona izquierda y con un mayor protagonismo visual, se exhibe ataviada con una serie de elementos concebidos con técnicas muy dispares. Hay que destacar el rostrillo, estofado en pan de oro, que supone un homenaje estilístico a las Vanguardias artísticas (Art Nouveau, Klimt y modernismo). La amplia gama cromática resuelta a través de caprichosas y ambiguas formas, encuentra su interpretación simbólica en el color protagonista durante la noche del 14 de agosto: a través de los típicos fajines, las carrozas, las flores los cánticos... se forma una luminosidad etérea que rodea las plantas de la Fuensanta de forma sutil y sublime. Es por eso que, al igual que en esa noche, a través de esos elementos, el color rodea de una forma masiva, pura y elevada a la Virgen; el rostrillo, como objeto tangible que rodea la mascarilla, persigue la misma finalidad simbólica: sumergir al espectador en una experiencia cromática total que le sugiera ese color evocador, presente y protagonista en la víspera de la Asunción.

Por último, el pecherín ha sido desprovisto de todo elemento que conllevara una desviación o pérdida de protagonismo de la Señora para reducirse a un espacio donde los obsequios y joyas entregadas como muestra de devoción, se transforman en las plegarias y ofrendas que, de igual modo, se ofrecen a la Virgen durante su novena y que, a través de la técnica del collage, conforman el dintorno ornamental del bordado.

José Manuel Torres Ponce

 

 

Nuria Barrera Bellido

El pasado 5 de septiembre comenzaron los actos conmemorativos del 450º Aniversario Fundacional de la cofradía gaditana de la Vera Cruz, con la presentación del programa de actos, el cartel anunciador -ilustrado por una obra de Nuria Barrera Bellido- y un vídeo-spot promocional realizado por Pablo Santiago Guerrero.

La obra de Barrera Bellido es una pintura al óleo sobre tabla con unas medidas de 170 x 70 cm. Según la autora, hablamos de una creación que muestra tanto el abismo del negro más profundo que cada Semana Santa visten los hermanos de la cofradía, al más blanco sudario que va impregnado de los ruegos y gracias de los mismos. Un paño de pureza que envuelve a la ciudad andaluza protegida a sus pies.

La artista muestra a un Cristo envuelto en color, azules y verdes del mar del que nace un Emperador dormido, vestigio de un Cádiz esplendoroso o que ya pasó en el tiempo.

Un Crucificado interminable, alargado, como un árbol gótico y seco por la muerte, donde su azulada encarnadura nos lleva a un rostro lleno de paz y serenidad. Y el rojo de su Pasión sentencia con letras a sangre su nombre, del que según Barrera Bellido lo dio todo por nosotros, el de la Vera+Cruz.

 

 

Manuel Prados

La obra, titulada Esperanza Macarena de Hebrea, ha sido realizada por el artista granadino mediante la técnica del óleo sobre lienzo con unas medidas de 92 x 73 cm. La venerada imagen aparece con el atuendo típico que suelen llevar en Cuaresma las dolorosas andaluzas, creado a principios del siglo XX por el diseñador y bordador sevillano Juan Manuel Rodríguez Ojeda para la desaparecida Virgen de la Hiniesta Dolorosa.

En una primerísima vista, la Macarena, retratada de medio cuerpo con suma fidelidad, se yergue majestuosa sobre el atardecer rojizo de Sevilla, de ahí el tono bermejo que adquiere en general la composición. Un pequeño halo dorado emana de la cabeza de la Señora como señal de su divina luz. A la izquierda, en un discreto segundo plano, vemos la torre-campanario de la catedral, la popular Giralda que simboliza la ciudad.

 

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