NUEVA OBRA DE DOLORES FERNÁNDEZ Y BORDADOS CLARÓS PARA MÉXICO

06/08/2022


 

 
 

 

Con motivo de la procesión de Nuestra Madre Santísima de San Juan de los Lagos el próximo 15 de agosto, el cabildo de la catedral-basílica donde recibe culto decidió encargar un nuevo conjunto de manto y vestido para la venerada imagen, la segunda más visitada en México después de Nuestra Señora de Guadalupe.

Sin fecha que lo precise un documento, hacia 1542 el franciscano de origen italiano Miguel de Bolonia, evangelizador en tierras del Virreinato de Nueva España que ahora son el estado mexicano de Jalisco, entregó al pueblo indígena de San Juan Bautista la imagen mariana, que fue colocada en el altar de la capilla del hospital. En 1666 dicha imagen fue proclamada como Inmaculada Concepción.

Miguel de Bolonia probablemente mandó tallar la imagen al escultor de origen castellano Matías de la Cerda, que por entonces trabajaba en los talleres del obispo Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán y también originario de Castilla. La imagen está labrada en caña de maíz, endurecida con pegamentos vegetales, y bañada con veneno de orquídea para evitar la corrupción de la pasta. Mide 33, 5 cm y pesa 321 gramos. Es de bulto redondo, tallada para ser una Inmaculada, y se halla sobrevestida con ricas telas.

La razón de sus reducidas dimensiones obedecía a querer presentarla el fraile colgada de su pecho como "Gran Protectora" durante su proceso evangelizador. De hecho, la Virgen de San Juan de los Lagos es también conocida como Cihualpilli, término indígena que significa "Gran Señora".

 

 

Para el proyecto del nuevo terno, se decidió realizar un conjunto de manto y vestido cuyo diseño uniera la tradición mexicana con la tradición del bordado en oro a realce sevillano; aportando la primera la ornamentación y las formas, y la segunda las técnicas de ejecución.

Teniendo como eje vertebrador la temática de la Inmaculada Concepción, al ser la iconografía original de la Virgen de San Juan de los Lagos, se decide elegir el tema de la Visión Apocalíptica, muy recurrida en el arte colonial, para articular toda la iconografía del conjunto: "Una gran señal apareció en el cielo, una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está en cinta y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz" (Ap 12, 1-2).

 

 
 
 
 

 

Centrándonos en primer lugar en el manto, adaptado a la silueta de todos los que conforman su ajuar (108 cm de boca por 70 cm de largo), parte el conjunto de una cenefa perimetral con un perfil de piezas completamente al aire para la cual se emplean joyas típicas prehispánicas, en concreto el uso de narigueras estilizadas para poder ser trasladadas al bordado. Las narigueras eran joyas para ser prendidas en la nariz, como símbolo de distinción y poder, existiendo distintas tipologías de ellas. En este caso, se toman como modelo las que tienen forma de greca escalonada rematada por rayos (asociadas con el sol) y las que tienen forma de media luna (asociadas a los dioses del pulque). Es por este motivo por el que se decide trasladar este elemento al conjunto, sirviendo como nexo entre la religión del mundo prehispánico y el cristianismo.

Dentro de dicha greca perimetral se articula todo el conjunto del manto, simétrico en el eje, pero no en los motivos. A modo de toca de sobremanto (símbolo de pureza virginal) se emplea una media luna estilizada, que da paso a una triada de estrellas, como símbolo de la Santísima Trinidad, y al motivo central del manto, en el que se deciden colocar a modo de medallones cinco letanías lauretanas: en el centro la fuente o "Fons Signatus" ("Cantar de los cantares IV", 15) y a sus lados el ciprés o "Sicyt Cypres in Syon" (himno litúrgico), el pozo o "Puteus aquarum viventium" ("Cantar de los cantares IV", 15), la torre de David o "Turris Davidica" ("Cantar de los cantares IV", 4) y la palmera o "Palma in Cades" (himno litúrgico), respectivamente, reservando otras de ellas para el vestido que trataremos a continuación.

De estos medallones entrelazados con narigueras parte un conjunto de rayos de luz sobre malla a modo de áurea solar que irradia y simboliza esa visión de San Juan Evangelista a la que nos referimos (Ap 12, 1-2), rayos de sol que se convierten a su vez en siete dagas o puñales, símbolo de los Siete Dolores de María.

Circunda todo el manto la serpiente antigua o dragón (Ap 12, 9), "la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero", el cual queda sometido por María, por lo que la daga central atraviesa este símbolo del mal, de la tentación y de la envidia, y María se convierte así en la Nueva Eva, redimiendo el pecado original cometido por Eva, pareja de Adán.

Enfrentada a la serpiente en la parte del forro, aparece la misma criatura diabólica pero sin ser abolida, acechando la figura del Niño Jesús en el vientre de María, que veremos representado en el vestido.

Con respecto al conjunto de vistas, se articulan en simetría a través de una segunda cenefa, que precede a la ya citada de narigueras, y que se ubica en el propio soporte y toma como modelo una greca geométrica tomada de la cornisa del patio de la actual Casa de las Ciencias de Sevilla. En cada una de las vistas se inserta un rosetón de cuatro lóbulos el sol con el doble significado "Electa ut sole" ("Cantar de los cantares VI", 9) y la media luna como símbolo del principio femenino, opuesto y complementario al sol, que sería el masculino y que en la cosmología cristiana se identifica con Jesús.

Atendiendo al resto ornamental de la pieza, se toma como modelo un conjunto de lazadas y volutas que van uniéndose entre ellas entrelazando pequeños grupos de hojas estilizadas que se alternan con pequeñas perlas como emblema de virginidad, pureza y, en distintas tradiciones, también de fertilidad.

 

 
     
     
 

 

Centrándonos en el vestido de la imagen, se proyecta a modo de saya con una gran cenefa en su parte inferior, dividida en dos grecas que muestran los mismos elementos ornamentales que figuran en el manto, tanto geométricos como en volutas, para ser montadas completamente al aire, las cuales delimitan una malla de la que penden un nuevo conjunto de narigueras.

Superpuesta a estas grecas aparece una nueva guirnalda a modo de medias lunas de la que emergen los motivos florales que se ubican en la parte superior de la saya, a base de azucenas (símbolo de pureza) y lirios (como preludio pasionista) que sirven para dividir los tres ejes en los que se articula esta última parte del vestido, un eje central con un rosetón de ocho lóbulos en el que se inserta el Divino Infante a la altura del vientre de la Santísima Virgen de San Juan de los Lagos, siendo acechado en la parte inferior (parte inferior del forro del manto, como hemos dicho) por la serpiente anteriormente citada.

A cada lado del referido motivo central, se cierra el conjunto de letanías con la palma y la rama de olivo, completando de este modo toda la iconografía elegida para el conjunto.

 

 

El diseño del conjunto está realizado por Bordados Clarós. Su ejecución ha corrido a cargo del taller de Dolores Fernández. En cuanto a la parte técnica, su soporte es de moaré de máxima calidad, eligiendo los colores inmaculistas de azul para manto y blanco para vestido y forro, arquetipo de Alonso Cano y Murillo.

Toda la obra ha sido bordada en oro a realce, para el que se ha empleado especialmente el uso de hojilla y de las cartulinas con el fin de dar efectos de volumen y brillos que recuerden la orfebrería, haciendo especial hincapié en vistas, rayos y dagas, en los que se busca dar realce y contraste con el resto de partes que van bordadas en punto cetillo sobre el soporte sin relleno alguno con la idea de dar efecto de estampado o brocatel.

También destacamos el uso de escamados de lentejuelas en el perfil de las narigueras, con la intención de dar distintos destellos de luz, o el de mosqueta doble para el soporte de los medallones, entre otros puntos que conforman la totalidad de tan espléndida pieza.

Por último, destacar la incorporación de malla manual en partes puntuales del soporte, tanto del manto como del vestido, buscando enriquecer la pieza y dar contraste de texturas.

 

 
 

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com