NUEVA OBRA DE JOAQUÍN MAYANS

Antonio Bernabéu Quirante (01/04/2019)


 

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La Resurrección de Cristo es el fundamento de la fe cristiana, los discípulos de Jesús fueron testigos de este acontecimiento y a su vez se enfrentaron a una experiencia de difícil asimilación. A su vez este relato se halla rodeado de un gran misterio. La Resurrección de Cristo representa a su vez una nueva manifestación en la dimensión humana de Cristo y a su vez del hombre. La imagen artística a través del tiempo se ha ofrecido como un recurso eficaz para hacer visible lo que la palabra no podía explicar.

La Resurrección de Cristo indudablemente es un hecho histórico trascendental y de difícil documentación. Los evangelios afirman un modo nuevo de existencia de Jesucristo después de su Pasión y Muerte. Esto contribuyó a que el desarrollo artístico e iconográfico de la Resurrección resultase complejo y expresivo a la vez.

Es a partir del siglo XI cuando el arte se centra en el hecho de la Resurrección. El arte medieval acudió a una gran variedad de soluciones icnográficas diferentes que tenían como representación recurrente la imagen de Cristo incorporado o saliendo de un sarcófago. Muchas veces, ángeles, soldados y discípulos acompañan la escena. El Concilio de Trento llevó algunos cambios en esta iconografía y se centró buscando la fidelidad de la Sagrada Escritura con la representación de Cristo Triunfante solo ante el sepulcro y mostrando las llagas.

Inscrito en una línea clásica, Joaquín Mayans se une a las diferentes representaciones de esta iconografía dentro del Levante español. El escultor e imaginero alicantino realiza un Cristo saliendo del sepulcro, con los brazos extendidos mostrando las llagas de su Pasión, para la Parroquia de San Vicente Ferrer, del municipio alicantino de Sant Vicent del Raspeig. La imagen tendrá la función de presidir las celebraciones pascuales.

El rostro del Resucitado es bello y sereno. Posee una anatomía bien definida y articulada sobre la madera de cedro tallada y decorada al óleo. Mayans, intencionadamente, utiliza este tipo de madera porque el árbol del cedro, simbólicamente a través de la historia, ha hecho alusión al mismo Cristo. El artista ha intentado crear una simbiosis entre el cuerpo de Cristo y las telas que lo envuelven, desarrolladas en pliegues paralelos con formas muy geometrizadas que a su vez muestran la anatomía y cierto movimiento de toda la figura.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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