Si el pasado 7 de febrero publicábamos una noticia sobre las nuevas figuras del escultor e imaginero Alberto Pérez Rojas, rondeño afincado en Sevilla, para el nuevo trono procesional del Santísimo Cristo del Perdón, hoy le toca al turno a los profetas mayores del artista Suso de Marcos, malagueño de adopción nacido en Boimorto (La Coruña) y autor del crucificado titular de la Hermandad de los Dolores del Puente (Málaga).

Motor de la cultura y el arte cuando aún la ciudad de Málaga dormitaba en ese terreno, Suso de Marcos apuntala este trono con las cuatro sensacionales obras que representan a Ezequiel, Isaías, Daniel y Jeremías. El hecho de que Suso de Marcos haya intervenido en el trono significa mucho: además de aportar su valía como uno de los mejores conocedores de la madera a nivel nacional, supone sellar su vínculo con el conjunto procesional formado por el Cristo del Perdón, San Juan Evangelista y Dimas y Gestas crucificados, que esculpió entre los años 1985 y 1999, así como las manos y el candelero de la dolorosa con la advocación de María Santísima de la Encarnación, cuya cabeza se atribuye al antequerano Antonio del Castillo (1680-1700).

Con la ejecución de los profetas, Suso de Marcos eleva el caché de la pieza y, con su inconfundible grafismo, logra establecer relaciones entre trono -abajo- y paso -arriba- para seguir subrayando el valor de ese patrón que debe mantener siempre una corporación de penitencia para ser reconocible.

De este escultor también son los marcos de talla ornamental que rompen con el carácter rectilíneo del trono y lo enriquecen enormemente. Su propuesta decorativa se basa en recursos dotados de movimientos explicables, orgánicos y creíbles, propios de un maestro que conoce el comportamiento de la naturaleza y que ha enseñado a innumerables alumnos a comprenderlo. Dichas volutas atrevidas son una secuela de los tronos de la Málaga de siempre, pero con acabado moderno y respetuoso con la propia vida y antojo de la madera; esa madera que Suso de Marcos dignifica en sus obras. El perfecto contracanto a la sobriedad general de las andas.