SOROLLA EN JÁVEA

Con información de Enrique Varela (22/10/2021)


 

 

En el otoño de 1896 Joaquín Sorolla visita por primera vez Jávea, entonces una pequeña localidad costera al norte de la provincia de Alicante. El pintor cuenta treinta y tres años de edad, su carrera artística está en un momento de consolidación, el año anterior había obtenido su primer gran triunfo internacional en el Salón de París con La vuelta de la pesca (logró la medalla de oro y la obra fue adquirida por el estado francés para el Musée du Luxembourg, hoy Musée d'Orsay) y en ese mismo año de 1896 obtiene nuevos reconocimientos en París y Berlín. Su vida personal también está también felizmente encarrilada: en 1888 se había casado con Clotilde García del Castillo (hija del prestigioso fotógrafo valenciano Antonio García Peris, en cuyo estudio trabajó el joven Sorolla) y entre 1890, 1892 y 1895 habían nacido sus tres hijos, María, Joaquín y Helena.

Sorolla viaja en el año 1896 a Denia y Jávea, poblaciones vecinas de la comarca de la Marina Alta, con el objetivo probable de realizar unos estudios, dado que había recibido el encargo de pintar unos paneles relacionados con el cultivo de la vid y la producción del vino para el viticultor, industrial, diplomático y político chileno Rafael Errázuriz. En esta comarca existía una secular tradición de cultivo de la uva moscatel y, desde mediados del siglo XIX, se había convertido en un importante centro productor y exportador de la uva pasa, con la localidad de Denia como principal puerto exportador.

Sorolla es bien recibido por la sociedad javiense, quien le acoge y ofrece todas las comodidades para que pueda pintar. Esos trabajos de la transformación de la uva en pasa llamarán la atención del pintor y le causarán una fuerte impresión, hasta el punto de que realizará numerosos dibujos, apuntes y lienzos plasmando esas tareas (escaldado, secado, encajonado) en escenas llenas de vida. Pero lo que más impresión causó a Sorolla fue el paisaje natural de Jávea. El entorno paisajístico que descubre tuvo para él un fuerte impacto, fue toda una revelación. Hasta entonces, Sorolla estaba muy familiarizado con los paisajes marítimos de las playas valencianas, donde desde joven había pasado largas jornadas tomando apuntes y pintando escenas costumbristas de gentes del mar: pescadores en sus barcas, pescadoras en la playa realizando faenas diversas, niños y niñas jugando en la orilla, bueyes arrastrando barcas, etcétera.

Sin embargo, Sorolla se encuentra en Jávea con un paisaje natural totalmente nuevo y distinto al de sus costas llanas, extensas y arenosas del golfo de Valencia. Allí descubre los espacios montañosos del imponente macizo del Montgó, con su prolongación hasta el mar en el cabo de San Antonio, o los acantilados majestuosos en torno al cabo de San Martín o el cabo de la Nao. Este litoral abrupto, con una orografía intrincada formada por cabos, acantilados, barrancos, islotes y calas, tiene como telón de fondo las inmensas y cristalinas aguas del mar Mediterráneo, unas aguas de un verde azulado intenso proporcionado por sus fondos marinos profundos y limpios; y aderezado además por las múltiples tonalidades de verdes ofrecidas por la vegetación existente en el paisaje natural del entorno. En definitiva, un panorama marítimo y terrestre pleno de belleza que cautivó al pintor valenciano. Prueba de ello son las primeras impresiones que traslada a su esposa Clotilde, vía telegrama, nada más llegar a Jávea, el 7 de octubre de 1896:

 

"Jávea sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar. Supera a todo. Estaré algunos días. Si estuvieras tú, dos meses». Y en una carta que le escribe ese mismo día, le cuenta: «Es el sitio que soñé siempre, mar y montaña, pero qué mar, nosotros los que vivimos meses en Valencia no podemos tener idea justa de esta grandiosa naturaleza, el cabo de San Antonio es otra maravilla, un monumento de color rojizo enorme inmenso, y un color en las aguas de una limpieza y un verde brillante, puro, una esmeralda colosal, y enfadado creo sea el acabose".

 

Sorolla se sintió profundamente atraído y emocionado por cuanto le rodeaba. En Jávea se sintió libre de ataduras y compromisos pictóricos. Encontró un paraíso escondido donde pintar al natural todo ese magnífico escenario marítimo que estaba al alcance de sus ojos. Prueba de ello son las diversas estancias que realizó entre 1896 y 1905 y la intensa producción pictórica que realizó a lo largo ellas; en especial la de 1905, sobre la que se articula la exposición Sorolla en Jávea, representa el apogeo de la pintura luminista de Sorolla.

Como muestra de este Sorolla en plenitud, cuyo arte se transforma en contacto con la belleza de Jávea, la muestra Sorolla en Jávea reúne una veintena de obras procedentes del Museo Sorolla y pintadas en varias de sus campañas pictóricas, sobre todo en la de 1905 como hemos apuntado, en un momento de madurez creativa al que pertenece "Nadadores" (imagen superior), y también "Rocas de Jávea y el bote blanco" (imagen inferior) de la colección Carmen Thyssen. Profundamente atraído y emocionado por cuanto le rodeaba, Joaquín Sorolla experimentó y evolucionó hacia nuevas propuestas plásticas ante las costas de Jávea.

Sorolla en Jávea, inaugurada hoy 22 de octubre, se podrá visitar hasta el 16 de enero de 2022 en el Museo Carmen Thyssen Málaga (Plaza Carmen Thyssen. Calle de la Compañía, 10), en horario de 10:00 a 20:00 horas (martes a domingo, lunes cerrado). El comisariado ha corrido a cargo de Enrique Varela, director del Museo Sorolla.

 

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com