EL COLOR DE LOS DIOSES

Manuel Bendala Galán (26/01/2010)


 

 

La exposición es fruto de muchos años de investigación sobre el colorido originario de la estatuaria antigua grecorromana. Desde el Renacimiento se asentó en nuestra civilización el gusto por los modelos clásicos, con una fundamental referencia material y formal en la espléndida producción de la escultura griega y romana. Casi perdida la estatuaria de bronce, por el reciclado de su materia prima, y la de otros materiales más perecederos (madera, marfil, metales preciosos, etcétera), el grueso de lo heredado lo componen estatuas de mármol, mayoritariamente blanco, que generalmente han perdido el color con que fueron terminadas.

En el Renacimiento, el Barroco o el Neoclasicismo, se miró con delectación esa estatuaria en blanco, vista como la materialización perfecta de un mundo antiguo idealizado que se pretendía imitar. Pero algunas esculturas antiguas, rescatadas de la tierra, conservaban restos de policromía. Algunos científicos les prestaron atención, haciendo ver que la idea generalizada de la estatuaria en blanco era una ilusión. Descubrimientos del siglo XIX, llamaron definitivamente la atención acerca de la falsa visión que se tenía de la escultura antigua. Entre ellos, el de las esculturas arcaicas de la Acrópolis de Atenas, enterradas en la Antigüedad tras la destrucción por los persas de la capital griega, lo que hizo que conservaran excepcionalmente su brillante policromía.

 

 

Muchos, desde la ciencia o desde el pensamiento artístico, se mantuvieron apegados a la creencia en una estatuaria ideal en blanco o prestaron poca atención a lo que las evidencias demostraban. La multiplicación de esas evidencias y la mirada más objetiva de la investigación moderna, como la llevada a cabo por Vinzenz Brinkmann y su equipo, demuestran que la estatuaria antigua en mármol, griega y romana, era completada con color, generalmente muy vivo y expresivo. Y no sólo eso, sino que el color era parte esencial de la concepción escultórica, de sus contenidos y propósitos narrativos, expresivos, simbólicos y estéticos.

Los estudios realizados en bastantes esculturas antiguas mediante la aplicación de luz rasante o luz ultravioleta, la medición y valoración de los diferentes efectos de los pigmentos de color en la epidermis de mármol, variadas formas de análisis fisico-químicos y otros métodos aportados por la moderna tecnología, dan por resultado la reconstrucción del color y de su auténtica apariencia en la Antigüedad. Los ejemplos más expresivos se plasman en reproducciones que constituyen el cuerpobásico de la presente exposición.

 

 

La exposición se acompaña de un complemento relativo a la tradición cultural hispana. En esto, como demuestra la Dama de Baza, el uso del color en la estatuaria ibérica era nuestro filón más rico. Podía explotarse poniendo de relieve, además, determinadas formas de diálogo entre la estatua y la gente que la creó, la miraba o la incorporaba a sus prácticas ceremoniales. El color era, en efecto, un componente más de concepciones escultóricas estimuladas por el deseo de aproximar, animar o humanizar las imágenes, hacerlas vehículo de una relación con el público.

La tradición cultural hispana en la Antigüedad, por la personalidad de sus culturas protohistóricas (tartésica, feniciopúnica, griega, ibérica, etcétera), propició el recurso frecuente a las esculturas de madera de vestir, pensadas para un ritual religioso o social que ponía énfasis en su realismo, su “humanidad”, en el hecho de parecer vivas o que podían ser tratadas como seres vivos (vistiéndolas, adornándolas, moviéndolas, etcétera). De esta clase de imágenes de madera, o de su reflejo en esculturas de piedra inspiradas o influidas por ellas, se ocupa el complemento expositivo. Su tradición, poderosísima, se prolongó en los tiempos medievales y modernos, fundamentalmente en la imaginería religiosa, como brevemente se recuerda en la exposición.

Por otra parte, en las provincias hispanas del Imperio Romano proliferaron las esculturas realizadas en arenisca y caliza enlucidas y pintadas, que, insertas en ambientes arquitectónicos del mismo tipo, determinaron una parte importante de la apariencia de las ciudades, las necrópolis o los santuarios hispanorromanos.

 

Hasta el 18 de abril de 2010 en el Museo Arqueológico Regional de Madrid (Plaza de las Bernardas s/n, Alcalá de Henares)
Horario: martes a sábados, de 11:00 a 19:00 horas; domingos y días festivos, de 11:00 a 15:00 horas.

 

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