SOROLLA EN PARÍS

06/12/2016


 

 
 

Fin de jornada. Jávea

1900
Óleo sobre lienzo
88 x 128 cm
Colección particular

 

Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923) es uno de los grandes nombres de la pintura española del siglo XX y una de sus referencias obligadas. Es el creador de una de las imágenes más rotundas y brillantes de la España luminosa y mediterránea, optimista y moderna. Junto con Diego Velázquez y Francisco de Goya, Sorolla es, probablemente, el artista español más querido y popular.

Desde los inicios de su carrera, Sorolla sueña con convertirse en un gran artista internacional. Con 23 años inicia su formación en Italia y visita por primera vez París, quedando deslumbrado por su ambiente artístico y declarándose seguidor absoluto del naturalismo pictórico que allí se imponía. Tras años de trabajo y preparación, el pintor comienza a presentar sus obras en el Salon des Artistes Français de París, y en los grandes certámenes internacionales de Múnich, Berlín y Viena, así como en la Bienal de Venecia, creados y prestigiados en los últimos años del siglo XIX como aliento y reflejo del cosmopolitismo en el arte.

Esta exposición narra la historia de este gran triunfo a través de las pinturas que marcan los hitos de la carrera internacional de Sorolla. De forma paralela, estas mismas obras descubren la evolución del artista, desde sus primeros trabajos de carácter social hasta sus osadas experimentaciones de luz y color en el mar. Nos enseñan asimismo a mirar a Sorolla desde el prisma de los estilos artísticos internacionales que convivían en 1900, y que combinaban el naturalismo, la brillantez y luminosidad del impresionismo, la instantaneidad de la vida moderna con la solidez compositiva, la elegancia y el prestigio de los viejos maestros.

Sorolla en París ha sido comisariada por Blanca Pons-Sorolla y María López Fernández. Previamente a su llegada al Museo Sorolla de Madrid, la exposición se mostró en la Kunsthalle de Múnich (del 4 de marzo al 3 de julio de 2016) y en el Musée des Impressionnismes de Giverny (del 14 de julio al 6 de noviembre de 2016).

 

 
 

Clotilde y Elena en las rocas

1905
Óleo sobre lienzo
89,7 x 126,5 cm
Colección particular

 

A partir de los años de 1890, Sorolla comienza a presentar sus obras en los grandes certámenes internacionales, especialmente en las exposiciones de Berlín, Munich y Viena, en la Bienal de Venecia y, por supuesto, en el Salón de París, el lugar donde todos los artistas acudían en busca de fama y prestigio. Las obras que Sorolla presenta se adaptan a los grandes formatos y a las elaboradas composiciones herederas del estilo académico, pero van imbricando las novedades estilísticas procedentes de otros foros artísticos más modernos. Partiendo del naturalismo de Bastien-Lepage, Sorolla introduce nuevas perspectivas degasianas, inspiradas por la fotografía y la estampa japonesa. El pintor experimenta la instantaneidad y luminosidad propia del impresionismo; su pincelada suelta, brillante y rica en matices se combina asimismo con la solidez compositiva, la elegancia y el prestigio de los viejos maestros, particularmente de Velázquez.

Los triunfos alcanzados por Sorolla en sus grandes exposiciones internacionales tienen como principal protagonista el mar Mediterráneo. Sus obras relacionadas con el mundo del trabajo muestran una clara preferencia por las actividades de los marineros en las playas de Valencia. Desde Pescadores valencianos, adquirida por la Nationalgalerie de Berlín hasta Fin de jornada, que recoge sus aprendizajes en los grandes certámenes hasta 1900, Sorolla resulta cada vez más osado en su experimentación a través de la luz y el color, verdaderos protagonistas de estos cuadros. Este aspecto alcanza su cénit en la serie pintada en la localidad de Jávea (Alicante) durante el verano de 1905, que produce algunas de las obras más importantes que configurarían su gran retrospectiva en la Galerie Georges Petit de París de 1906. Sorolla se libera de la corporeidad de las figuras para plasmar la fluidez cambiante del mar y los efectos de la luz sobre el agua, experimentando con un exaltado contraste de colores complementarios.

La nueva valoración que adquiere la familia y el reconocimiento de los sentimientos experimentados dentro del hogar ocupan un lugar cada vez más importante en la obra de los artistas de fin de siglo. De forma paralela, el retrato infantil comenzaba a ser un subgénero cada vez más valorado dentro de la retratística oficial. Sorolla fue un hombre muy familiar y, desde los inicios de su carrera y de forma paralela a sus grandes pinturas, disfrutó retratando a su mujer y a sus hijos en obras de exquisita intimidad, que mostró fundamentalmente en sus exposiciones individuales en París, Alemania y Londres. Las nuevas soluciones estéticas que aporta a este género se combinan emocionalmente con sus sentimientos como marido y como padre. 

 

 
 

Antonio García en la playa

1909
Óleo sobre lienzo
150 x 150 cm
Museo Sorolla de Madrid

 

Sorolla había heredado, como artista español, un fervor reverencial por Velázquez, al que había empezado a copiar y a estudiar desde su primer viaje a Madrid en 1881. En esos años, Velázquez ya había sido catapultado por los seguidores de Manet como el gran antecedente del arte moderno, y Sorolla, a través de su amistad con Beruete y Bonnat, y de sus contactos con artistas como Carolus-Duran, Sargent o Zorn, aprendió a mirar al viejo maestro español bajo un nuevo prisma: el renovado espíritu velazqueño permitía mantener viva la gran pintura, fundamental para el estatus de la clientela, con modos y maneras que renovaban el género del retrato. En sus continuos viajes a París, se irá gestando el tránsito de Sorolla, desde sus retratos de interior, de sobria paleta velazqueña, hacia el gran pintor de retratos al aire libre en que se convertiría en su madurez. Durante su gran retrospectiva en París en 1906, realiza el retrato de Raimundo de Madrazo. La obra Antonio García en la playa, con moderna composición fotográfica y una pincelada suelta y brillante, confirma esta tendencia.

Tras su triunfo en París, Sorolla pasará el verano en la elegante localidad de Biarritz. Allí realizará exquisitos retratos de su mujer y sus hijas en la playa, en los que muestra su dominio de la luz y el color. Estas obras derrochan la distinción cosmopolita que Sorolla había alcanzado en su arte y en su vida. Son composiciones de tamaño mediano, en un momento en el que Sorolla ha consolidado su triunfo y abandona ya los grandes formatos y su presentación en certámenes abiertos en favor de espléndidas exposiciones individuales que recorrerán los principales escenarios artísticos europeos y americanos. En otoño de 1906, Sorolla se concentrará también en el paisaje español, con la intención de presentarlo en sus siguientes muestras monográficas. En su necesidad de reflejar un lugar concreto en un momento concreto, sus vistas de Segovia y Toledo combinan sus modernísimos enfoques con la calidez de la luz y la solemnidad de la arquitectura castellana.

De forma paralela a la elaboración de sus grandes lienzos, Sorolla trabajó de forma continua en obras de pequeño formato, realizadas bien como esbozo de cuadros de mayor envergadura, bien por el mero placer de pintar. A través de estas pequeñas "notas de color", como él mismo las llamaba, el pintor "soltaba" la mano y disfrutaba ensayando arriesgadas composiciones y efectos que observaba a su alrededor. En 1919, Sorolla presenta un conjunto de obras recientes en la que será su última exposición en París. Podrían entenderse como metáfora del camino recorrido por el artista desde sus grandes éxitos en París. 

 

 
 

Saltando a la comba, La Granja

1907
Óleo sobre lienzo
105 x 166 cm
Museo Sorolla de Madrid

 

Hasta el 19 de marzo de 2017 en el Museo Sorolla de Madrid (Calle General Martínez Campos, 37)
Horario: martes a sábados, de 09:30 a 20:00 horas; domingos, de 10:00 a 15:00 horas.

 

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