NUEVA OBRA DE FRANCISCO JAVIER LÓPEZ DEL ESPINO

Eduardo González Cano (22/02/2022)


 

 

En la noche del pasado sábado tenía lugar la bendición del Santísimo Cristo Yacente, perteneciente a la Cofradía del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, de la ciudad de Barbastro (Huesca), obra del escultor Francisco Javier López del Espino, de Lucena (Córdoba).

La iglesia barbastrense de San Francisco acogía este acto solemne donde se presentaba al público cofrade este Cristo Yacente que, tal y como vamos a describir, rompe algunos parámetros habituales a la hora de ejecutar esta compleja obra, dentro de la iconografía sacra.

La imagen muestra un exquisito estudio anatómico, expresado a través de la gubia y de su extraordinaria policromía, uno de los puntos fuertes en la trayectoria de López del Espino. No podemos tampoco obviar la belleza, la unción y la fuerza que transmite esta escultura a pesar de su complejidad artística a la hora de plasmar la muerte en un cuerpo tan martirizado como el de Cristo.

La testa del redentor se nos presenta de una forma muy original, ya que no reposa sobre ningún elemento tradicional, sino que cae hacia atrás con una resolución en la posición y en el pelo, donde vemos el trato delicado y cuidado del escultor a la hora de trabajar esta zona esencial en este tipo de obras, que en su mayoría no se aprecian debido a su posición en altares, capillas o los propios pasos donde procesionan.

El Cristo Yacente tiene unas proporciones naturales, siendo su medida de 1,78 metros en madera de cedro policromada. Es una obra exenta divida en dos piezas, por un lado el Cristo y, por otro lado, la piedra donde yace el Señor. Para el estudio anatómico el escultor se ha servido de modelos al natural con el fin de buscar la maxima perfección. A la misma vez, tanto en las extremidades, manos, pies y torso, vemos como hay un elaborado estudio tanatológico utilizando diferentes tipo de tono de sangre, cada uno de ellos dependiendo de las partes del cuerpo en los instantes posteriores a la bajada de la cruz y traslado al sepulcro. Derrames en manos y pies, "rigor mortis", signos de la flagelación y la crucifixión perfectamente detallados.

Todo eso, unido a la belleza en la testa y cabellos del Yacente, así como a un estudio pormenorizado, logra la conmoción en el espectador por parte de nuestro escultor, que nos presenta un cuerpo sacrificado, lleno de heridas y martirizado, pero que al mismo tiempo, plasma la belleza y divinidad del Redentor.

Un estudio igual de pormenorizado de la losa donde descansa el cuerpo del Cristo Yacente, que queda integrado en la misma a la perfección, nos permite completar la visualización de una obra que, a pesar del traumático momento, nos deja en los ojos y en la belleza del Señor el presagio de una inminente Resurrección.

 

Nota de La Hornacina: Eduardo González Cano es Catedrático de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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