RESTAURACIÓN DEL IAPH PARA SEVILLA

18/06/2018


 

 
 
Estado final

 

El Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía ha finalizado la intervención en la imagen del Cristo del Buen Fin, obra del escultor Sebastián Rodríguez y titular de la Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santo Sudario, Santísimo Cristo del Buen Fin, Nuestra Señora de la Palma Coronada, San Francisco de Asís y San Antonio de Padua.

Fue realizada por el citado escultor en 1645 por encargo de la antigua hermandad del Santo Sudario y Madre de Dios de la Palma con sede en la iglesia de San Antonio de Padua del barrio sevillano de San Vicente. La hechura importó 150 ducados, siendo su material la madera de cedro tallada y policromada al óleo.

La imagen de este crucificado, como parte esencial del patrimonio de la Hermandad del Buen Fin, constituye un elemento determinante en la herencia devocional y cultural de la ciudad. Su importancia reside tanto en lo simbólico como en lo material, siendo fundamental su continuidad patrimonial, en permanente actualización, a través de las prácticas devocionales asociadas.

La actuación se ha llevado a cabo desde una perspectiva contemporánea del análisis patrimonial y de acuerdo al proyecto realizado por el IAPH en marzo del año 2017 y aprobado por la Hermandad del Buen Fin. Para lo cual se han realizado los estudios técnicos y las investigaciones analíticas correspondientes para definir la intervención y el tratamiento correspondiente.

En este sentido, el objetivo del proyecto de intervención ha sido mantener el equilibrio entre lo simbólico y lo material ya que es lo que incide directamente en la conservación de este tipo patrimonio religioso.

 

 
 
Estado final

 

Por todo lo anteriormente expuesto, los tratamientos aplicados se han adaptado específicamente a las necesidades que demandaba la obra, respetando los valores culturales y los simbólicos-devocionales así como la materialidad actual de la misma.

Las actuaciones han sido la limpieza superficial, la fijación del conjunto polícromo en las zonas de falta de adhesión y la revisión de los ensambles actuando en los que se ha considerado necesario. Por último se ha efectuado el estucado y reintegración de las pérdidas policromas.

El desarrollo del proyecto se ha llevado a cabo en todo momento con la participación y consenso de la Hermandad del Buen Fin mediante reuniones in situ.

La intervención ha sido abordada por un equipo técnico interdisciplinar compuesto por los siguientes especialistas: un conservador-restaurador en bienes culturales muebles especialista en conservación de escultura, un historiador del arte, un fotógrafo y un técnico en conservación preventiva.

La imagen ha permanecido en los talleres de intervención del IAPH entre el 12 de abril y el 18 de junio de 2018. Casi cuarenta años antes, en 1979, había sido intervenida por el escultor gaditano Luis Ortega Brú, quien reforzó los ensambles de la talla y limpió su policromía.

 

 
 
Retirada del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico

 

Discípulo de Juan Martínez Montañés, el cordobés Sebastián Rodríguez se adhiere al avance realista de su compañero Juan de Mesa respecto a las fórmulas escultóricas del maestro y realiza siguiendo los esquemas mesinos la única de sus obras documentadas que ha llegado por el momento hasta nosotros.

La efigie de Cristo, de 176 cm de altura, aparece fijada al madero por tres clavos, con la cabeza desplomada hacia el lado derecho y la corona de espinas labrada en el mismo bloque craneal. El rostro advierte del sufrimiento padecido por Jesús en vida mostrando las cejas fruncidas, los ojos semicerrados, los pómulos magullados y los labios entreabiertos, dejando ver en su interior los dientes esculpidos en la madera. Cabello y barba, partidos al centro, se hallan modelados con gran laboriosidad.

Pese a la notoria relajación postmortem del cuerpo de Jesús, los brazos se encuentran bastante alineados al travesaño del arbóreo madero -de corteza tallada y nudos dorados-, notándose aún la hinchazón de las venas y la flexión de los dedos de las manos. El vientre queda muy hundido y las piernas se alinean para no romper la marcada frontalidad del simulacro, montando el pie derecho sobre el izquierdo.

Las tostadas carnaciones de la figura, de clara influencia montañesina, ofrecen copiosas hemorragias en las llagas y las descarnadas rodillas, así como finos regueros de sangre causados por la corona de espinas que se extienden por el rostro, el cuello y los dos hombros.

Según documentación que obra en poder de la Hermandad del Buen Fin, esta imagen tuvo como precedente procesional en la misma a un crucificado de pasta de madera que recibía culto en la Iglesia del Salvador.

 

 
 
Estado final

 

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