Bajo el velo es un proyecto que Elías Rodríguez Picón comenzó hace un año para plasmar una visión de los estados de la vida humana a través de un largo velo negro. La intención del autor es conseguir entre 10 y 20 escenas que recreen momentos imprescindibles e inevitables en la existencia de mujeres y hombres.

Bajo el velo de la Libertad

El artista satiriza el emblema del sueño americano para trasladarlo al ámbito de las conquistas alcanzadas democráticamente en la lucha por la diversidad de género. En este caso, el velo que envuelve al protagonista parece diluirse con el propósito de visibilizar a todos los militantes que, independientemente de su identidad sexual, han logrado poner de manifiesto y superar tanto perjuicios como actitudes tendentes a la discriminación. Con esta obra, además, Rodríguez Picón reta al espectador a sentirse llamado a desempeñar un papel activo y comprometido con la libertad de cada individuo, sin importar roles ni tendencias. La Declaración de la Independencia se convierte aquí en una placa en la que se inscriben la bandera y las siglas de una comunidad que engloba, de forma general, a todas las personas que no sienten identificadas con una percepción tradicional de la sexualidad, de ahí que su funcionalidad nunca deba ser ni exclusiva ni excluyente. La antorcha, labrada en cedro policromado, aprovecha en su mayor parte una talla en madera realizada hace años por el autor.

Bajo el velo de la Lujuria

Fuera de la moral sexual, la lujuria no es un comportamiento reprobable. Muchos la consideran la sal de la vida e incluso algunas religiones la han deificado a través de iconos que, generalmente, se asociaban también al amor y la belleza. Esto es lo que pretende reflejar con esta obra Rodríguez Picón, si bien no olvida la postura del Catolicismo hacia la lujuria -definida por su Iglesia de Roma como uno de los Pecados Capitales-, de ahí la manzana mordida -símbolo de la Eva demonizada por los textos sagrados para evitar el libre pensamiento del género femenino- que sujeta una modelo a la que también vemos con otros elementos relacionados, fuera de su contexto habitual, con la lascivia. El autor también se inspira en Eyes Wide Shut (1999), filme póstumo de Stanley Kubrick; especialmente en la máscara que, como bien apunta la historiadora Ana Alonso Fernández, además de preservar el anonimato en un ámbito donde al ser humano no le guía la razón sino el instinto, es un reflejo del doble y una alegoría de la nueva persona, del deseo de evadir la propia personalidad.