LA VIRGEN DE LOS DOLORES DE CÓRDOBA
CON EL MANTO DE BOLILLOS

Jesús Cabrera Jiménez (10/10/2007)


 

Desde hoy, podremos admirar a la Señora de San Jacinto como muy pocas veces se ha tenido oportunidad. La última vez que se pudo admirar con este manto fue en la Semana Santa del año 1.916.

Los diversos mantos que a lo largo de la historia han ido engrosando el ajuar de la Virgen de los Dolores han sido también conocidos y valorados por el pueblo cordobés. Así, sus devotos los bautizaron como de las conchas, de Alburquerque o de las estrellas, de las palomas, de los dragones y de los alféreces, por orden cronológico. Pero hay uno, realizado en la segunda década de este siglo, que sólo procesionó una vez y que pese a haberlo lucido Nuestra Señora en el camarín algunos años es, hasta cierto punto, tan desconocido que quienes habían oído hablar de él pensaban que ya no existía.

El manto de bolillos, pieza frágil y exótica, fue sacado del arcón con cilindro que comparte con el de las palomas, para formar parte de la exposición de enseres de la Virgen de los Dolores que organizaron las hermanas de la Consolación con motivo del besamanos a Nuestra Señora del  año 1.995. Fue ésta la oportunidad en la que muchos cordobeses verificaron lo que habían oído a sus mayores. Pero junto a la singularidad de su confección, las circunstancias por las que fue a parar a la Virgen de los Dolores motivan la redacción de este artículo.

A comienzos del año 1916, la autora del manto -Rosario Díaz Seco- dirige una carta al hermano mayor Francisco Belmonte González Abreu en la que propone a la hermandad la compra de un manto que ha confeccionado de bolillos por "su precio de coste intrínseco" que es de 12.022 pesetas aunque la "cedía" a la hermandad por 10.827 pesetas por haber recibido del capellán del hospital Miguel José Jiménez Sillero la cantidad restante como resultado de una recaudación particular de donativos. En la misiva añade los plazos en los que se podrían satisfacer los pagos. La hermandad acuerda rechazar el ofrecimiento argumentando "ser de todo punto imposible tratar de la adquisición de dicho manto". Aquel año los ingresos de la hermandad fueron de 1368,15 pesetas.

No está zanjado el asunto, pues pocos días después la prensa anuncia la visita de la reina Victoria Eugenia a un taller madrileño de encajes fundado por la condesa de San Rafael en el que se expone "un manto con destino a una imagen de la Virgen, que ha sido vendido en 30.000 pesetas", realizado por "la encajera cordobesa" Rosario Díaz . La real visita se produjo el 20 de marzo y de ella se hicieron eco periódicos madrileños como La Correspondencia de España, La Época, El Universo y otros. Mundo Gráfico publicó un fotograbado de la reina junto al manto y su autora. En La Acción, escribe María Echarri que en la confección trabajaron treinta mujeres durante siete meses hasta culminar "un manto para la catedral de Córdoba".

Todas estas informaciones, contradictorias en cuanto al precio y destino del manto se refieren, no tendrían más objeto que crear en Córdoba un ambiente propicio para ambicionar la posesión del manto. A todo esto (visita de la reina, multitud de artículos en prensa, apoyo de artistas y políticos, etc.) Rosario Díaz utilizó los lazos familiares que le unían con el magistral Juan Eusebio Seco de Herrera para que la hermandad o el capellán adquirieran el manto . Ella llegó a explicar que en la Semana Santa de 1915 vio la procesión de la Virgen de los Dolores "y concibió el propósito de hacer para ella el manto que ahora le ha concedido en Madrid tan resonante éxito", obra que comenzaría el agosto de aquel año.

En medio de toda esta confusión, la prensa seguía elogiando el trabajo de Rosario Díaz Seco e insistiendo en que el manto sería lucido esa misma Semana Santa por la Virgen de los Dolores. Uno de los principales apoyos con los que además contaba la encajera fue el del ex alcalde Manuel Enríquez Barrios, quien hizo gestiones ante el entonces ministro de Instrucción Pública, el cordobés Julio Burell, y de la escritora Emilia Pardo Bazán, para que se estableciese en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba un taller de encaje.

A partir del 1 de abril de ese año el manto es expuesto en un comercio de Córdoba. En el establecimiento de Sánchez Hermanos, situado en la calle del Paraíso, se muestra tan polémica pieza. Según la prensa fueron muy numerosos los cordobeses que acudieron a conocerlo de cerca, deduciéndose que la opinión popular sobre el manto no fue muy favorable.

Desde hacía tres lustros la hermandad alternaba en las salidas procesionales del Viernes Santo los mantos de Alburquerque y de las palomas, con lo que satisfacía los deseos de quienes querían contemplar ambas piezas. Pero en la junta general del 11 de abril, convocada con carácter urgente "para ocuparse y resolver un asunto de excepcional interés para la misma" en la que se debía aprobar dicha cuestión y tratar del manto de bolillos, el capellán advierte de que se debe suspender toda resolución hasta saber la opinión del magistral y de su prima ya que, afirma, "era gusto e interés [de ambos] que este año lo llevara puesto la Virgen en la procesión del Viernes Santo y que él por su parte estaba dispuesto a que lo llevara". En aquel momento se inició un violento y largo debate entre los veinticuatro cofrades asistentes -entre ellos, tres sacerdotes-, por una parte, y el capellán, por otra, en el que la hermandad mostró su rechazo a tal presión concluyendo que la Virgen no tenía por qué llevar un manto prestado que "no ha gustado a la opinión pública" y que este año luciría el de Alburquerque.

Una semana después de esta junta general la prensa afirma que la Virgen de los Dolores llevaría definitivamente el de bolillos. Las presiones ejercidas surtieron su efecto. Como ocurre cada vez que esta dolorosa imagen estrena manto, la lluvia hizo acto de presencia en la tarde del Viernes Santo de 1916. La procesión oficial del Santo Entierro se disolvió en la catedral, donde quedó el paso guarecido del agua.

Al día siguiente un periódico local informaba que tan polémica pieza "ha sido donada por su autora [...] a la Santísima Virgen de los Dolores. Así consta en un documento que autorizado por don Ramón Agulló, esposo de dicha señora, obra en poder del alcalde, señor Santolalla, quien lo entregará a nuestro dignísimo prelado". Esto no sería así pues tres días más tarde comienzan a publicarse listas con los donativos para su adquisición.

El responsable de la suscripción es el capellán Jiménez Sillero, y pese a la existencia de nombres tan conocidos como la condesa de Cañete de las Torres, Manuel Rodríguez Manolete, la marquesa del Mérito, Rafael González Madrid Machaquito, Rafael Giménez Amigo, etc., sólo se logró la cantidad de 1.784 pesetas que casi coincide con la mencionada por la autora y que descuenta del precio del manto en la carta dirigida a la hermandad a principios de este año. Al final el manto quedó en poder de la comunidad servita de San Jacinto sin que la hermandad volviera a utilizarlo en salida procesional alguna de la Virgen de los Dolores.

El manto está realizado en sedas moradas e hilos de oro y plata así como tisú de ambos metales en las aplicaciones. Es de camarín y en el interior de la greca que lo circunda con motivos pasionistas destacan dos medallones: el mayor representa a San Rafael y el interior es el escudo de la ciudad, habiendo sido todo dibujado por Daniel Díaz Redondo. Se utilizaron en total catorce clases de punto, desde el primitivo de bolillos hasta dos completamente nuevos, siendo uno de ellos el que lleva el nombre de Reina Victoria.

Al lucirlo la Virgen de los Dolores se colocaba sobre un viso oscuro que le daba mayor solidez aunque, en su época, se afirmó que "constituye una idealización del manto de la Virgen; es decir que, estando embellecido por el arte, no es rígido como los que se suelen usar, sino que se recoge y ciñe en airosos pliegues, sosteniendo la sensación del natural, volviendo a la realidad en la disposición de las vestiduras de la Virgen".

Las últimas veces que se procesionó fue cuando se prestó a la hermandad de la Esperanza para que lo luciera su Virgen en las primeras salidas de la cofradía.

 

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