NUEVAS OBRAS DE ANTONIO DÍAZ ARNIDO PARA SEVILLA Y ANTEQUERA

28/10/2011


 

 

 

En primer lugar, les presentamos una pieza en forma de cruz, realizada al óleo sobre tabla por Díaz Arnido, que representa las imágenes titulares de la sevillana Hermandad del Museo: el Cristo de la Expiración, obra de Marcos Cabrera (1575), y la Virgen de las Aguas, labrada por Cristóbal Ramos (1772).

La obra del artista sevillano toma como inspiración directa el soberbio retablo cerámico que preside la fachada de la capilla donde dicha corporación de penitencia tiene su sede canónica, una de las mejores muestras de esta modalidad artística que existen en la capital hispalense, realizada por Antonio Morilla en el año 1964.

 

 
 

 

Montada finalmente sobre otra tabla al aire, con decoración (también al óleo) de falso mármol (recurso propio del siglo XVIII, coetáneo a la magnífica Dolorosa modelada en terracota por Cristóbal Ramos), vemos una obra bastante original en cuanto a dicha presentación y sobre todo al formato.

Ha sido encargada a Antonio Díaz Arnido por la Hermandad del Museo como obsequio a la Orden Mercedaria y a la Hermandad del Santo Entierro de Sevilla; es por tanto, muestra de hermanamiento y gratitud hacia estas dos instituciones por los meses que permanecieron, entre los años 2008 y 2009, ambas imágenes de la popular corporación del Lunes Santo en la vecina Iglesia de San Gregorio Magno, sede canónica del Santo Entierro y de la propia Orden, con motivo de las obras de restauración en la Capilla de la Plaza del Museo.

 

 

 

Por otro lado, nos encontramos con un escapulario para la Virgen del Carmen que se venera en Antequera (Málaga), soberbia talla atribuida a José de Medina (hacia 1745) que preside la iglesia que lleva su nombre, último vestigio de lo que fue el conjunto Conventual de la Orden de los Carmelitas Calzados en dicha ciudad andaluza. Una sucesión de estilos, desde el mudéjar inicial hasta el barroco más puro, dan lugar a un templo único y de visita obligada; más aún tras la reciente restauración integral a la que ha sido sometido el edificio y todo el patrimonio mueble que alberga, entre ellos la imagen de la Virgen del Carmen.

Desde el primer momento el artista tuvo claro que la obra seguiría las ricas líneas de estilo barroco de la iglesia antequerana del Carmen. Partiendo de esta premisa, y del imaginario iconográfico mariano en general y carmelita en particular, comenzó a estudiar varios bocetos previos que dieron lugar al diseño definitivo.

 

 
 

 

El formato de la obra, alargado y vertical, propicia un gran eje central en torno al cual se vertebra toda la composición, realizada al óleo sobre seda salvaje de color marrón, el verdadero color carmelita.

En la zona superior aparece, enmarcado en una cartela, el escudo de la Orden de los Carmelitas Calzados que regía la mencionada iglesia conventual de Antequera. Dicha cartela está custodiada por dos aves exóticas, concretamente dos loros, que observan el escudo y simbolizan la fidelidad a María y a la Orden; así mismo, flanquean este escudo el Sol (símbolo de Cristo) y la Luna (símbolo de la Virgen), que además configuran la imagen de pervivencia de la Orden, a modo de Alfa y Omega.

Siguiendo el eje del escapulario hacia abajo, encontramos una urna de la que brotan elementos vegetales que se repiten por toda la pieza (además de algunos elementos arquitectónicos), bajo la cual, también en una cartela, vemos el anagrama de la Virgen María con una corona en la zona superior (símbolo del Dogma de la Realeza de María) sobre fondo de mármol rosado (el falso mármol pictórico es un recurso muy usual en el arte barroco del siglo XVIII, época en la que fue realizada la imagen de la Virgen del Carmen).

Inmediatamente después, y sujetos con dos lazos anudados, se encuentran dos cornucopias o Cuernos de la Abundancia, de las que brotan flores y frutos silvestres, y que simbolizan la fertilidad y la riqueza espiritual. Tras ellos el Lema en latín de los Carmelitas: "ZELO ZELATVS SUM PRO DOMINO DEO EXERCITVVM".

 

 
 
 
 

 

En el tercio inferior, jalonado por rosas de pasión, también muy presentes en toda la obra, vemos uno de los elementos más importantes de la misma: la escena de las Ánimas Benditas del Purgatorio. Esta iconografía, tan característica del imaginario cristiano, aparece indisolublemente asociada a la devoción a Nuestra Señora del Carmen, cuyo escapulario redentor es, según la doctrina, el verdadero salvador de las almas.

La escena está tomada de la célebre tabla realizada por el artista granadino Alonso Cano para el desamortizado convento sevillano de Monte-Sión (Padres Dominicos), concebida como banco de retablo (de ahí su tamaño y su formato: 150 x 50 cm, aproximadamente) y actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Como anécdota decir que las llamas y el humo del Purgatorio salen, con cierto toque naturalista, por encima de las hojas que rematan una tercera cartela, la cual enmarca dicha escena pictórica.

Por último, en la zona inferior, decorada con roleos y elementos vegetales compuestos por hojas, tallos y flores, vemos una jarra dorada de la que brotan tres azucenas (símbolo universal de María), las cuales sirven de ofrenda floral a la Virgen, de ahí que se encuentre situada a sus plantas. En una hoja, escondida entre sus formas, aparece esta leyenda: "A MI VIRGEN DEL CARMEN. A. DÍAZ ARNIDO, fecit. Sevilla, MMII".

 

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