Chernobyl es una ciudad olvidada que nadie debería olvidar. El 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la planta de Chernobyl estalló por una combinación de fallos técnicos y humanos. Se esparcieron al aire 200 toneladas de material radiactivo, entre 100 y 500 bombas como las de Hiroshima.

La nube tóxica se extendió por media Europa, especialmente Ucrania, Bielorrusia y Rusia, matando a miles de personas en los meses siguientes. Su legado de muerte y radiación aún amenaza la vida de millones de personas. Esta exposición pretende adentrarnos en Pripyat, la ciudad fundada en 1970 que albergaba a los trabajadores de la planta. Una ciudad actualmente visitada sólo por investigadores, científicos y militares.

Hoy es una ciudad fantasma que sigue inalterable e inhabitable. Un reloj detenido en el tiempo. Un camión oxidado durmiendo un sueño perpetuo, abandonado entre un mar de cunas vacías. Una noria gélida, congelada, cuyos fantasmas hablan en susurros cuando el viento hace chirriar sus canastillas.

A través de las instantáneas tomadas por el fotoperiodista algecireño Antonio Benítez Barrios, en la muestra Chernobyl+25, organizada en el Centro Andaluz de la Fotografía (CAF) por la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, podemos ver edificios, casas, escuelas, teatros, guarderías, jardines y campos, signos anacrónicos de propaganda soviética. Todos fantasmas del pasado. Un pasado muy presente.