ÁNGEL PANTOJA

Jesús Abades


 

"Soy el primero en negar que soy un artista consagrado"

 

 

Tus dotes artísticas comenzaron a despuntar siendo muy niño, al parecer ya con las tizas en los primeros años del colegio hacías virguerías.

Con las tizas no, con la plastilina en la guardería. Modelaba muñecos que eran más avanzados que los que hacían los demás compañeros y la gente se daba cuenta de ello. A los diez años de edad mi padre me compró mi primera pella de barro y unos palillos. Diez años más tarde hice mi primera Dolorosa y aquí sigo, gracias a Dios, al pie del cañón y sin faltarme el trabajo.

Tu padre fue tu primer maestro y tu principal apoyo.

Sí, reconozco que he tenido una gran ventaja frente a la mayoría de mis compañeros. A diferencia de lo habitual, mi padre, que es muy aficionado al arte, especialmente a la pintura, me dio todas las facilidades del mundo y fue el primero en animarme a trabajar en esto. Siempre confió en mis capacidades y nunca quiso que estudiara medicina ni otras carreras más "tradicionales", por así decirlo, en el mundillo laboral porque siempre deseó proyectar en mí lo que él no pudo ser como artista.

Has estudiado en el extranjero, sobre todo en Italia donde incluso tienes una obra, presentada en su momento en La Hornacina, que recibe culto público, ¿qué tal fue el aprendizaje?

Siempre he tenido gran interés por el mundo del arte, algo que considero fundamental para mi trabajo. Gracias a una beca Leonardo estuve en Florencia cuatro meses trabajando en el equipo de restauración del Duomo. Fue entonces cuando hice ese relieve de la Madonna en mármol blanco de Carrara. Estuve también tres semanas en Nueva York y otras tres en Malta. En Nueva York, una ciudad donde la escultura española está muy presente, aprendí mucho en la Hispanic Society of America y en otros de los muchos espacios culturales que hay allí. De Malta me sorprendió la gran tradición imaginera del país. No he tenido ocasión, desde la Madonna florentina, de volver a trabajar el mármol, ya que aquí nos gusta más la madera para este tipo de obras, pero es algo que me encantaría y ojalá recibiera encargos de clientela que estuviese interesada en ello.

Además de tu versatilidad con los materiales, te gusta experimentar con distintas técnicas dentro de un mismo material, caso de la madera con obras tan dispares como el Beato Chaminade para Cádiz o el San Tarsicio jerezano que hemos presentado recientemente.

No tanto experimentar, porque en realidad no invento nada. Pero sí me gusta adaptar cada obra a sus necesidades, estudiar su ubicación y adecuarla a ella. El abanico de posibilidades realmente es muy amplio. En el caso de la escultura del Beato Chaminade, su destino era una iglesia moderna, un recinto muy sobrio de gran espiritualidad, por eso quise dejar a la vista el trabajo directo de la gubia sobre la madera.

 

 
     
     
San Sebastián
 
Hebrea

 

Después de la escultura sacra lo que más cultivas es la tauromaquia, ¿de dónde te viene la afición?

Me viene por la afición taurina de mi madre y de mi abuelo materno, que era todo un experto en el tema. Pero no es tanto la tauromaquia como la animalística en general. Soy muy amante de la naturaleza y los animales y eso siempre me ha gustado proyectarlo en mis esculturas, de ahí que mis figuras que representan a animales sean mucho más naturalistas de lo que suele ser habitual. Recuerdo que cuando era niño me apasionaban los documentales sobre animales e iba corriendo a plasmar en el barro o la plastilina todo lo que en ellos veía.

¿Qué te ha aportado El Puerto de Santa María como artista?

En El Puerto no hay muchos artistas, el más conocido fue sin duda Rafael Alberti. También tenemos a Juan Lara, que es nuestro pintor más famoso. Más que el espíritu artístico, mi ciudad me ha aportado el formativo, pues soy profesor de Escultura en la Academia de Bellas Artes. A mí me gusta mucho trabajar en mi tierra. En su momento me ofrecieron quedarme en Italia, pero preferí regresar a donde estoy más a gusto.

¿Y qué te ha aportado Ana Rey?

Cuando la conocí apenas llevaba tiempo en el mundo del arte. Nuestros enfoques artísticos pueden parecer muy distintos, incluso al principio yo mismo lo creía, pero lo cierto es que hemos acabado complementándonos muy bien. De Ana me llamó la atención desde un primer momento su concepción y sus medios a la hora de policromar, porque siempre ha sido muy distinta de la mayoría. Ana ha enriquecido mucho mi obra, no cabe duda. Y también me enriquece porque me aporta de forma muy directa un punto de vista distinto. Y creo que todo eso es mutuo, que se puede hablar de una mejora mutua en nuestro caso. También está su punto de vista como mujer, la sutileza, la delicadeza y el sentimiento femenino que para mí son muy importantes. Realmente somos muy felices, nos hace mucha ilusión trabajar y seguir trabajando juntos y queremos seguir aportando nuestro granito de arena a la imaginería contemporánea.

En la exposición conjunta que hace unos días clausurasteis, según nos contó Ana hiciste visitas guiadas para los estudiantes de arte, ¿cómo estuvo la experiencia?

Muy buena, ten en cuenta que la exposición estaba enfocada hacia ellos. Algunos, de entrada, tenían muchas preguntas e inquietudes; otros, que no conocían o conocían menos la imaginería no entendían al principio tan bien las explicaciones, pero al final casi todos acabaron igual de interesados en el tema.

 

 
     
     
Santa Ana con la Virgen Niña
 
Niño Jesús

 

Hay quien habla exclusivamente de talento, algunos de trabajo y más trabajo, otros de un don natural que hay que pulir trabajando... ¿Con qué opinión te quedas a la hora de describir la forja de un artista?

Con la última. Se puede tener talento, pero debe ser encauzado y pulido y hay que aprender también cómo aprovecharlo de la mejor manera. Soy profesor y veo cada día el mayor o menor talento en los alumnos de mi clase: gente que lleva dos semanas intentándolo y no hay manera, y gente que, en tan solo dos horas, te hace una escultura. Esto último es el auténtico talento, pero insisto en que la figura del maestro es fundamental. Ser autodidacta es algo que hoy día está más reconocido y apreciado por el público, pero yo lo considero aprender solo a base de tropezones. Se necesita un guía que sepa conducir el resultado de tu trabajo, alguien que te ayude a dar el salto y a seguir andando. Aunque Ana es más autodidacta que yo, lo que se nota en detalles como el tiempo del modelado, más rapido en mi caso, tanto ella como yo somos licenciados en Bellas Artes, por lo que tenemos una formación académica que nos ha evitado, por ejemplo, no tener reparos en presentar un busto al que han añadido unos rizos y unas barbitas como un Cristo completo, sin tener ni idea, no ya de policromía, sino de volúmenes ni proporciones. Eso sucede con algunos de los nuevos imagineros.

Hablas de formación, ¿crees que también se debe tener formación específica en Restauración, como en el caso de Ana, para restaurar una obra de imaginería?

A mí es que la restauración no me gusta demasiado porque carece de parte creativa. Restaurar una imagen es un proceso muy estricto y metódico en el que hay que seguir firmemente un protocolo en el que uno no puede inventar ni cambiar nada. Por supuesto que tengo los conocimientos y los criterios para restaurar gracias a mi formación artística, pero la restauración es algo totalmente opuesto a la creación, o al menos yo lo considero así, y por eso no es algo que me guste mucho. Entiendo que, en el caso de la imaginería, es un tema complicado, en el que yo personalmente defiendo mucho la figura del restaurador-conservador que no altera la apariencia original de una obra. Hace poco restauré la Virgen de la Soledad de El Puerto de Santa María, una imagen a la que estoy muy vinculado. En la hermandad han quedado muy satisfechos con el trabajo, y tras esta restauración y el documento que confirma la llegada de la imagen desde Madrid en el año 1634, se desmonta definitivamente la atribución a Gaspar Becerra. Ahora hay quien la relaciona con Manuel Pereira. Lo que te puedo decir es que le eliminé un repinte de los años 70 del siglo pasado que la desfiguraba bastante y le rescaté la policromía original, gracias a lo cual aparecieron los rasgos finos y castellanos originales de la Virgen, similares a los que muestran sus estampas y grabados antiguos. También le hice candelero y brazos nuevos, nuevas cogidas para las preseas y le coloque casco y petos de cuero para una mayor protección.

Con esto no quiero que pienses que infravaloro tu obra, pero es que a veces te nombran como un escultor consagrado y yo es que te veo tan joven y con tantos años por delante que recorrer...

Te entiendo perfectamente y soy el primero en negar lo de "artista consagrado". Yo estoy en un buen momento, pero en absoluto me considero eso. Cada vez que me preguntan por mi imaginero favorito, nunca digo uno en concreto porque de todos se aprende. Soy joven, me queda un largo camino por delante y espero tener muchas obras por hacer; en definitiva, quiero dar lo máximo en una lucha diaria, lo cual sé perfectamente que va a ser cada vez más complicado, pero es mi trabajo y me apasiona. Además ni uno mismo ni los demás pueden hablar de "artistas consagrados", son las propias obras las que ponen a cada cual en su lugar.

Por último Ángel, ¿cómo vives estos días de Semana Santa con la mayor parte de tus creaciones procesionando por las calles andaluzas?

Fue especialmente emotivo el estreno de las dos primeras figuras del Lavatorio de Jerez de la Frontera el pasado Jueves de Pasión, especialmente por la imagen del Cristo de la Bondad y Misericordia. Todos los comentarios han sido positivos y mucha gente se está apuntando a esa corporación movidos por la fe que le inspira la imagen del Cristo, que es precisamente para lo que se hizo. Está siendo todo un reto este misterio, tanto por tener un titular en una Semana Santa tan importante como la jerezana como por lo exigente que es el público de esa ciudad, que ha respondido hasta ahora de forma muy satisfactoria, mejor incluso de lo que esperábamos. Era un encargo el del Cristo muy engorroso porque es una imagen que se aparta de la iconografía tradicional, es un Cristo arrodillado sin signos de la Pasión y por tanto sin muchos recursos de los que echar mano. El hecho de que la gente haya quedado tan contenta te enorgullece y te da ánimos para continuar adelante. Una de las próximas figuras que presentaremos será seguramente la de San Juan Evangelista. Hay que mencionar en este y otros proyectos al diseñador David Calleja, cuyo trabajo es muy enriquecedor y nos aporta muchísimo al vestir con total acierto, gusto y tacto nuestras obras. Hemos tenido mucha suerte con él y ojalá se encargara de todos nuestros trabajos para vestir, pues el 50% del buen resultado de este tipo de piezas depende de la brillante labor de un vestidor. En el caso del Lavatorio, la corporación quería en principio un aspecto más tradicional, por lo que tuvimos que interceder para que David se hiciera cargo y ahora están muy contentos con lo que ha logrado. En nuestro taller, por lo menos, todas nuestras obras para vestir se van a presentar ataviadas por él de cara a los reportajes, luego que las hermandades decidan si continúa o no con su labor en las mismas.

 

 

Fotografías de Ángel Pantoja y Ana Rey

 

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