JUAN MANUEL MONTAÑO

Jesús Abades (31/12/2017)


 

"Nunca he regalado nada. Detras de cada obra hay un gran sacrificio que no siempre se aprecia"

 

 

Tu trayectoria artística ha sido, sin duda, el sleeper de la imaginería de los últimos años. Muchos incluso se preguntan de dónde ha salido Juan Manuel Montaño.

De la universidad. Yo me licencié en bellas artes en el año 2012, y nada más salir de la universidad, me llegó mi primer encargo, que fue la imagen de Nuestro Padre Jesús del Consuelo para el grupo de fieles Consuelo y Esperanza del barrio de Sevilla Este. Dicho encargo lo recibí a partir de un boceto en barro que colgué en la red social de Tuenti. Los cofrades de Sevilla Este vieron el boceto, les gustó, se pusieron en contacto conmigo y al poco tiempo se formalizó el encargo. Viendo que un trabajo de tanta importancia iba adelante, alquilé un local en la calle Mesones del barrio de Bellavista, mi barrio, que es donde sigo actualmente. Comentarte que mi primer taller, por así decirlo, fue una habitación libre que tenía mi hermana en su casa.

¿Estuvieron tus padres de acuerdo con que te dedicaras a la imaginería?

No en un principio. Desde siempre me ha fascinado la Semana Santa, era el típico niño que hacía cruces de mayo y pasitos con los amigos, y después, al ser mayor, tuvo muy claro que la imaginería iba a ser su trabajo. Mis padres querían que yo tuviera un trabajo estable y que a esto me dedicara como hobby, pero luego, cuando vieron la trayectoria y la consolidación laboral que iba adquiriendo, cambiaron de opinión, se concienciaron y hoy son un apoyo fundamental en mi trabajo. Aparte de que yo soy muy cabezón y, como te digo, siempre tuve claro desde un primer momento que yo quería comer de la Semana Santa, de lo que yo amaba.

Echando un repaso, las cifras realmente sorprenden. Unas treinta obras en solo cinco años, lo que viene a ser seis esculturas por año. Cifras que alcanzaron muy pocos y de eso hace ya algunos años.

Pues mira, hasta ahora que me has comentado esto, no he sido consciente del volumen de mi trabajo. La verdad es que nunca he dado un encargo por perdido, nunca he dicho a nada que no. Tampoco ha habido un encargo de imaginería frustrado en mi caso; solo una vez, y tampoco fue algo frustrado ya que se trataba de una Dolorosa para una agrupación parroquial de Cádiz, que finalmente se disolvió, y ahora es la Virgen del Silencio que finalmente se fue para la iglesia de San Francisco Javier, del barrio sevillano de Torreblanca. Ahora mi Virgen tiene hasta una calle, pues la antigua Calle Brunete pasó a titularse Calle Virgen del Silencio. Esto ocurrió cuando estaba haciendo el Cristo del Prendimiento para Villamartín (Cádiz), una obra que hice porque gustó mucho allí mi Cristo del Consuelo de Sevilla Este. Fue precisamente el párroco de Torreblanca quien, al venir a mi taller a hablar sobre otro trabajo, vio a la Virgen, le gustó mucho y se la llevó.

No solo sorprende el volumen, sino la envergadura de los encargos. Hablamos de iconografías tan codiciadas para un imaginero como la de Cristo Crucificado, la Oración en el Huerto o Jesús en sus Tres Caídas, y de destinos de primer nivel como las ciudades de Sevilla, Málaga, Huelva, Ávila, Segovia o Burgos. Misterios y destinos aún inalcanzables para compañeros tuyos que llevan el doble y el triple de tu trayectoria.

Tampoco soy consciente de ello. Yo al principio, creía que todos los imagineros tenían el mismo volumen de trabajo que yo. Lo veía como una cosa normal. Pero luego, cuando hablé con varios compañeros y me contaron sus encargos, muchos con mucha más madurez y experiencia que yo, hasta me asusté. Una persona que había salido de la nada, con tan poca experiencia y tantos encargos. Recuerdo que un día, de visita en la facultad donde estudié, hablé con uno de mis profesores y me dijo que no me preocupara por eso, que si ahora en estos tiempos tan críticos tenía tantos encargos, el trabajo nunca me iba a faltar. Espero que así sea.

Ese volumen de obras requiere una gran intensidad en el trabajo. Supongo que contarás con ayudantes.

Mi único ayudante es mi padre, que es un manitas y se dedica a las tareas de carpintería y a realizar algún que otro desbaste. Me adelanta mucho trabajo. Además, se ha jubilado este mismo año, por lo que ya lo tengo a jornada intensiva en mi estudio. Incluso me organiza también ahora el trabajo. Mi padre es una persona muy estricta y se ha colocado casi como jefe del taller. Realmente, es mi mano derecha.

 

 
     
     
Judas Iscariote y San Juan Evangelista (Sevilla)

 

Aparte de tu formación universitaria, ¿tuviste un aprendizaje práctico en el taller de un escultor?

No. Nunca he sido capaz de entrar en el taller de otro escultor por timidez y vergüenza. Mi maestra ha sido la Universidad. He tenido como reflejo a escultores de cabecera como Martínez Montañés, Pedro Roldán y, sobre todo, Ruiz Gijón, aunque ahora estoy más con los maestros de la escuela granadina como José de Mora.

Aparte de esas referencias clásicas, es evidente que en muchas de tus obras se observa la influencia de artistas sevillanos contemporáneos como Navarro Arteaga y, sobre todo, Fernando Aguado.

Aguado es un escultor que me vuelve loco. Su trazo en el barro es impresionante. Aguado trata la imagen como si fuera un cuadro. Me fascina su estilo. De Arteaga me llama la atención la majestuosidad, la impronta y el porte que tienen sus imágenes. De Miñarro también tengo influencias por haber sido profesor mío en la universidad. Miñarro es el artista sevillano que más lleva este oficio al nivel escultural, yo pienso que es un escultor que está fuera de la imaginería. Miñarro sigue la estela de Ortega Brú, un artista que rompió la estética a la que estábamos acostumbrados en la imaginería sevillana, una estética de imágenes más lisas y devotas como las de Castillo Lastrucci. Brú se atrevió con imágenes más rugosas y mucho más expresivas.

A nivel general, ¿en qué ha cambiado Juan Manuel Montaño tras estos cinco años de carrera?

He vivido puñaladas traperas de las que me he enterado meses después, tanto por encargos que me han pisado como a la hora de meter mierda en mi vida y en mi trabajo para llevarse el encargo. Pero bueno, eso pasa en todos los trabajos. Lo más triste es cuando eso lo hace gente que son buena trabajando y que no tiene necesidad de ello. Mi madre al respecto dice que yo me paso de bueno, y que espabile un poco porque yo me creo todo lo que viene de la gente. A nivel artístico, creo que en mi obra hay ahora más expresividad, más estudio del natural, del gesto y de la expresión. Busco referencias de todas partes, de la calle e incluso hasta de la televisión. Lo que me gusta se queda en mi mente, me lo guardo y luego intento reflejarlo en la escultura.

No veo mucho cambio en los grafismos de tus obras. Mantienes, por ejemplo, los rasgos faciales casi desde el principio, sin apenas variar ya sea una u otra iconografía.

Las hermandades, a la hora de hacerte un encargo, se basan mucho en los trabajos que haces con anterioridad. Quieren tener una cosa similar a lo que ya has hecho antes. Muy pocas dejan al imaginero total libertad para hacer lo que quiera. Por ejemplo, los rostros de mis cristos les llaman mucho la atención por detalles como las policromías, el gesto o el cabello, y yo siempre me amoldo a lo que quiere la hermandad. Con mis vírgenes sucede algo similar. No lo veo como una repetición, sino como una reiteración de mi estilo, de mis volúmenes, de mis trazos, de mis proporciones, etcétera. En una ocasión hasta me pidieron una copia exacta de una imagen mía, una Dolorosa, cambiando solamente algún detalle. A eso sí me negué porque me pareció una falta de respeto para todo aquel, hermandad o particular, que quiere tener una obra exclusiva mía.

¿Te ves capaz de abordar otro tipo de escultura?

Sí, claro. Además me encantaría realizar un proyecto ajeno a la imaginería. Hace poco, precisamente, estuve a punto de realizar un encargo para una pedanía cordobesa llamada La Montiela, pero finalmente se lo ha llevado otro escultor. Se trataba de un monumento a las personas que levantaron ese pueblo en el siglo pasado. Yo estoy abierto a todo tipo de escultura, aunque ahora la mayor demanda que tengo es de escultura religiosa.

 

 
 
Trabajando en el Crucificado de la Buena Muerte de Cornellá de Llobregat (Barcelona)

 

No cabe duda que tu encargo más importante hasta la fecha fue la terminación del grupo de misterio de la Hermandad del Dulce Nombre de Bellavista con las figuras de los apóstoles Pedro y Judas Iscariote. Dos imágenes para Sevilla capital que, curiosamente, no realizó el artista encargado al principio de hacerlo.

Sinceramente, desconozco qué problema hubo con el anterior imaginero, nunca me han comentado nada ni yo he preguntado nada. No me interesa. A mí el encargo me llega entre los años 2013 y 2014, cuando hice un boceto para los cofrades del Dulce Nombre, que además es mi hermandad, la hermandad de mi barrio. Con ellos estuve charlando varias veces sobre el tema, haciéndoles varias propuestas a nivel informal. Hace dos años la cosa se puso seria, plasmándose el boceto a lápiz de la trasera del misterio. Por una serie de problemas el trabajo se atrasó y no fue hasta el año pasado cuando me dijeron que ya, finalmente, salía adelante, con lo cual yo me puse como en una nube, pues el sueño de todo imaginero es trabajar para Sevilla, que es el escaparate donde se refleja todo el mundo. Es cierto que hubo mucho estrés y que todo el día tenía en mi cabeza las dos imágenes de Judas y Juan, sin descuidar nada de los demás encargos, pero teniendo también muy claro que estaba cumpliendo mi gran sueño y que ello implicaba una enorme responsabilidad. Una motivación añadida fue la exhibición de las figuras en la exposición de estrenos del Círculo Mercantil de Sevilla.

¿Esperabas esto con solo 29 años?

Sinceramente, creo que el momento de trabajar para Sevilla no iba a llegar nunca. Creo que ni yo mismo soy consciente de que dos de mis figuras están hechas para la ciudad. Estoy satisfecho con el resultado. Dentro de algunos años, posiblemente, con el paso del tiempo y con la experiencia adquirida, algo les veré. Pero creo que sí, que tienen su nivel artístico para procesionar en la Semana Santa de Sevilla.

Por tu edad y tu generación, Internet ha sido una herramienta fundamental en tu trabajo.

Claro. Los presupuestos llegan ahora por Internet, sobre todo por las redes sociales. Ya muy pocos los recibo por correo electrónico. Tú tallas una imagen, la publicas en la red cuando la acabas, y mañana la están viendo hasta en Filipinas. Eso te abre muchísimo el mercado laboral.

Tu nivel de encargos no solo se ha mantenido, sino que hasta ha aumentado. Ahora mismo te encuentras realizando dos ambiciosos grupos escultóricos para Lebrija y Villamartín.

Sí, en el caso de Lebrija son seis figuras para acompañar al Cristo Atado a la Columna, el Cristo titular de la hermandad de la Virgen del Castillo, la patrona de esta localidad sevillana. Sustituyen a otras de muchos años que no iban en consonancia con el Cristo: son dos sayones que lo flagelan, aunque uno también se encuentra hablando con un centurión que apunta los azotes infligidos, un soldado de escolta con un escudo en el que aparece un senatus, y otros dos romanos en actitud burlesca. Para Villamartín estoy haciendo dos guardias judíos para mi Cristo del Prendimiento, unas figuras que, al igual que las seis anteriores para Lebrija, se estrenarán en 2018, y para 2019, probablemente, el misterio se completará con San Pedro y Malco.

¿Notas que has recibido más encargos desde las últimas obras realizadas para Sevilla?

A nivel de encargos sigo manteniendo el ritmo de años anteriores, lo que sí se ha doblado es el número de presupuestos desde entonces. Hay también más presupuestos para grupos de figuras de misterio.

 

 
     
     
Jesús de la Bendición (Huelva)
 
Virgen de las Angustias (Burgos)

 

Aparte de los mencionados, ¿qué otros encargos tienes ya firmados?

Una copia de la Virgen del Rocío para Barcelona. Será una obra que copiará con exactitud a la patrona de Almonte (Huelva), incluyendo las medidas. Alcanzará los 140 cm de altura, aproximadamente. También para Jerez, Valencia y Almería hay proyectos de los que te hablaré más adelante.

Dices que copias para tus obras expresiones, actitudes y gestos que tomas del natural y retienes en tu memoria. ¿Has utilizado también modelos en tu estudio?

No, nunca. Te cuento una anécdota: hace poco contactaron conmigo por una imagen de la Virgen con el Niño que hice en 2014 para un particular. Lo hizo una persona por el tremendo parecido que mi imagen tenía con una amiga suya, pero fue casualidad pura y dura. Creo recordar que hasta esa chica quiso comprar la imagen a su dueño, sin éxito, porque realmente es casi un retrato suyo. Pero ya te digo, fue algo totalmente casual.

Aunque han cambiado las cosas en los últimos tiempos, Bellavista sigue siendo un barrio formado mayormente por ciudadanos humildes y trabajadores. ¿Eso te hace ser más solidario con los presupuestos?

Sí, sobre todo a la hora de ayudar a hermandades de otros barrios humildes o de pueblos muy pequeños, que también suelen andar muy escasas de presupuesto. Son hermandades que ingresan muy poco, la mayoría a través de loterías, rifas, etcétera. Soy muy comprensivo con ellas y con todos, pero nunca regalo nada porque creo que los trabajos hay que cobrarlos y yo además tengo que comer. Por cierto, aprovecho la oportunidad que me da La Hornacina para decir que las imágenes de Bellavista no fueron ningún regalo. Es algo que sé que se ha comentado y es totalmente falso. El único regalo que les hice, por así decirlo, fue mantener el presupuesto de dos años antes a su hechura, pues como te he dicho el proyecto se retrasó. Yo nunca he regalado nada, ni como costalero del Dulce Nombre ni como imaginero.

¿Qué ofrece Juan Manuel Montaño a quienes se interesen por su arte?

Lo primero, la humildad. Lo segundo, el sueño de llegar a donde he llegado, algo que creo se refleja en mis obras, tras las cuales hay mucho esfuerzo y trabajo. Me gusta que la gente vea que una imagen no es solo una imagen y punto, sino que tras de ella hay mucho sacrificio y dolores de cabeza que no siempre se aprecian. También ofrezco el cariño que le tengo a este oficio y que espero ejercer por muchos años.

Esta entrevista se publica el último día del año 2017. ¿Qué esperas de 2018?

Que sea, como mínimo, como este año que acaba, además de salud para mí y para mi familia, y no parar nunca de trabajar, porque trabajando es como se aprende. Quiero desear también un feliz año a todos los internautas de La Hornacina y decirles que aquí en la calle Mesones de Sevilla tienen su casa para lo que quieran.

 

 

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