BENJAMÍN DOMÍNGUEZ GÓMEZ (GESTIONARTE)

Jesús Abades (09/11/2021)


 

"Una ley de mecenazgos en España sería fundamental para una mayor financiación a la hora de restaurar su patrimonio"

 

 

Como director técnico de la empresa de restauración GESTIONARTE, háblanos de los inicios de la misma y de cómo surgió su fundación en el año 2005.

Yo había terminado la carrera en 2001 y había estado trabajando con la empresa SERBAL, que entonces la llevaban Enrique Gutiérrez Carrasquilla y Pedro Manzano; con ellos estuve de prácticas, y algunos años más trabajando, concretamente con Enrique. Entonces me surgió la oportunidad de hacer algunas restauraciones por cuenta propia, como todo el mundo cuando sale de la carrera, como las del Cristo del Amor de Morón de la Frontera (Sevilla), un Niño Jesús para la hermandad sevillana de la Vera Cruz, algunas restauraciones en la parroquia de la Victoria, también en Morón de la Frontera, etcétera. Asimismo, me surgió por entonces la oportunidad de dirigir o hacerme cargo de la restauración del retablo mayor de la parroquia de Santiago de Herrera (Sevilla), pues el ayuntamiento de la localidad estaba buscando profesionales para restaurarlo y entre ellos me presenté yo, y me lo adjudicaron. Al hacerme cargo de esa restauración para Herrera, los del ayuntamiento me pusieron el personal para trabajar, en concreto tres personas más, y yo me tuve que hacer cargo de todo: dirigir la intervención, comprar el material, gestionar los equipos, preparar la exposición que se hizo de difusión, la conferencia posterior a la intervención, etcétera. Durante el transcurso de esos meses, que creo fue en 2004 ó 2005, me vino a la cabeza la posibilidad de montar la empresa, por aquello de hacer las cosas a la manera de uno. Yo, al haber vivido ya esa manera y al gustarme la gestión de los proyectos de forma integral, en septiembre de 2005 decidí fundar GESTIONARTE.

Realmente es una empresa integral, porque aparte de la restauración y la conservación, dedicáis también un espacio a la tasación, a hacer gestiones para la tramitación de las últimas ayudas que ha aprobado la Junta de Andalucía, a gestionar exposiciones, a hacer embalajes de obras y transportes... No sé si de todo te encargas tú o hay más personas dependiendo de qué tarea se trate.

Desde que nació la empresa su pilar básico ha sido siempre la restauración, pero yo además planteé un proyecto mucho más ambicioso que comprendiera también la asistencia en el montaje de exposiciones. Incluso proyecté, y estuve muy cerca de abrir, un área de formación especializada para titulados. Pero bueno, algunas líneas de negocio se quedaron un poco en "stand by" por razones varias y el peso principal se quedó, al final, en la restauración. Realmente, esas otras tareas han sido muy minoritarias, porque cuando la gente nos ha llamado lo ha hecho para trabajos de restauración y conservación. No obstante, como he dicho anteriormente, hay pequeñas experiencias que hemos tenido, y cuando ha hecho falta hemos contado con profesionales colaboradores que habitualmente trabajan con nosotros, caso de historiadores del arte para el tema de las tasaciones u otro tipo de proveedores. Pero bueno, nuestro proceso principal es la restauración y la conservación, y yo, como responsable técnico, siempre he estado detrás de esas líneas.

Por tanto, ¿contáis con un equipo fijo o con un personal que va rotando según las labores?

Eso ha fluctuado mucho dependiendo de las épocas. En 2005 se funda la empresa y empiezan a incorporarse restauradores a la plantilla hasta alcanzar, en 2009, el momento más álgido previo a la crisis económica, con catorce personas trabajando simultáneamente; la mayoría en plantilla y algunos colaboradores externos. Luego llegó la crisis y, lógicamente, cuando llega el momento en que no hay proyectos que ejecutar, todo se viene abajo. Desde 2017, aproximadamente, somos un equipo bastante estable en el que estoy yo con dos chicas restauradoras, así como algunos proveedores habituales como historiadores del arte para la parte de tasación y otro para el tema de proyectos. Por otro lado, siempre he participado en las convocatorias de becarios y, en la medida de nuestras posibilidades, siempre hemos tenido en la empresa a uno o dos alumnos de prácticas o recién titulados para formarlos. Pero como ya digo, en la empresa somos unas cuatro personas.

Has hablado de la crisis. ¿Qué te parece el paquete de iniciativas que está lanzando la Junta de Andalucía para las ayudas al arte sacro?

Las ayudas a la conservación y al inventario del patrimonio religioso han sido más que procedentes y están generando que se conserve mucho patrimonio. También están creando muchos puestos de trabajo y, sobre todo, están creando una conciencia de que los trabajos se deben hacer de forma seria y científica. Esto último me alegra especialmente ya que siempre nos ha costado mucho trabajo a los restauradores convencer a algunos clientes para hacer una inversión previa en la redacción de los proyectos. Como todo esto viene ahora recogido en las bases de las ayudas y, además, es obligatorio realizar una serie de pasos, los restauradores ya nos ahorramos tener que dar explicaciones, además de que los proyectos se están haciendo con un nivel de calidad mucho más importante, por lo menos hasta donde yo conozco: a la hora de redactarlos, plantear las intervenciones, documentar los proyectos con las correspondientes memorias, etcétera. Luego también, a nivel de presupuestos, evidentemente no hay una competencia desleal entre compañeros, por tanto se pueden realizar unos presupuestos ajustados a los objetivos del proyecto y no hay que mirar para tantos sitios. En fin, que ha venido a ayudar muchísimo a la conservación, pero, sobre todo y fundamentalmente, a la consolidación del sector. Es cierto que no podemos olvidar que no deja de ser una subvención, una ayuda puntual que, a lo mejor, se repite cada año. No es una solución definitiva a las muchas precariedades que sufre el sector de la restauración. Pero al fin y al cabo, es una ayuda coyuntural que, espero, se repita durante muchos años ya que, por lo menos, está creando puestos de trabajo y está ayudando a la consolidación de muchas empresas.

¿Cuál crees tú que sería una solución duradera a medio o largo plazo?

Pues a lo mejor que en vez de una convocatoria de ayudas concretas y cerradas, fuese una línea abierta de la Consejería de Cultura donde se pudiese solicitar un porcentaje de ayuda. Quizás no el 80 % como dan ahora, pero sí se podría financiar el 70 % o el 60 % y que el cliente, sea una hermandad, una parroquia o una hermandad, e incluso los profesionales, tuviésemos la garantía de estar apoyados o amparados por la Consejería de Cultura. Otra ayuda fundamental para el patrimonio, y esto ya no es solo para los puestos de trabajo sino para la conservación en general, sería una ley de mecenazgos. Quien ahora ayuda o da un dinero para una restauración, al final lo está dando a fondo perdido porque la desgravación es ínfima. Entonces una ley de mecenazgos, como pasó en Francia, donde el 70 % de la cantidad entregada se pueda desgravar, ayudaría muchísimo a que hubiese mucha más financiación de empresas privadas o empresas con importancia local que pudieran dar dinero para la conservación y restauración de su patrimonio. Y bueno, tratándose de patrimonio religioso, creo que sería conveniente que hubiera una normativa mucho más clara, más específica y más exigente desde cada una de las diócesis para que no se produzcan esos desmanes que, en algunas ocasiones, ocurren con intervenciones que se hacen de manos de personas no competentes, sin proyectos y sin la financiación adecuada. Yo creo que esos tres pilares resolverían muchísimo la cuestión que nos ocupa.  

 

 
     
     
Niño Perdido (Guillena, Sevilla)
Estado inicial y final

 

Lógicamente, tanto por tu formación como por tu entorno, el gran objetivo de tu labor ha sido la restauración y conservación del patrimonio sacro, como hemos mencionado varias veces, pero también has intervenido en otros proyectos y en otras intervenciones a priori muy distintas, caso de la realizada para la Alhambra de Granada. ¿Cómo se cambia el chip al tratarse de obras supuestamente tan distintas a otras como, por ejemplo, los retablos y la imaginería de la capilla sevillana del Postigo del Aceite que acabáis de restaurar?

Básicamente no hay que cambiar ningún chip porque nosotros, cuando estamos trabajando una obra en madera policromada, estamos aplicando los criterios de intervención y metodologías existentes para escultura en madera policromada; o sea, para un soporte en madera, el mismo que había la Sala de los Reyes de la Alhambra. Eso es un hándicap que muchas veces los cofrades y los clientes en general no entienden. También es una cuestión profesional, ya que, con independencia del significado de la obra o de la importancia que tenga a nivel social, a nivel cofrade o, incluso, a nivel devocional, nosotros tenemos una premisa muy clara, que es la de trabajar siempre al máximo nivel de calidad y exigencia sea la obra que sea y tenga la titularidad que tenga. Entonces, lejos de lo que se puede llegar a pensar, no hay que cambiar ningún chip por pasar, por ejemplo, de un arte religioso a profano o de hacer un retablo a los demás soportes de madera, porque, al final, la metodología de trabajo que hay que aplicar es la misma y los materiales de trabajo son similares. Eso sí, cada obra debe ser estudiada de manera específica, ya que cada obra es única y necesita un estudio concreto. Pero como he dicho anteriormente, metodológicamente hablando, no hay ninguna diferencia puesto que son los mismos soportes y, aparte, es nuestro quehacer diario.

Y aunque no se produzca, como dices, ese cambio de chip a nivel metodológico, emocionalmente hablando, ¿no condiciona la enorme importancia, por ejemplo, de la Alhambra, que es uno de los monumentos más importantes del mundo? ¿No hace presión el saber que estás interviniendo un elemento de ese calibre?

Hombre, claro, eso ya es otra historia. Evidentemente, cuando cae en tus manos un proyecto de mucho interés social o de mucha complejidad técnica, no cabe duda que eso te preocupa y te hace "atarte los machos" ante un reto de esa magnitud. La intervención de la Alhambra fue una oportunidad tremenda que nos dieron el Patronato de la Alhambra y el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico de colaborar con ellos en ese proyecto. Fue, tanto en lo personal como en lo profesional, un antes y un después porque, además, sirvió muchísimo desde el punto de vista del aprendizaje con profesionales que vinieron como asesores externos, la propia gestión del monumento, etcétera. En fin, que nos permitió aprender muchas cosas y nos reportó muchas satisfacciones, además del respeto que te produce un proyecto de esa envergadura.

¿Ha llegado alguna vez a GESTIONARTE algún proyecto que hayáis visto inviable debido a las lamentables condiciones en las que se encontraba tal o cual obra?

No recuerdo ningún proyecto que hayamos considerado imposible. Además, yo digo muchas veces, medio en broma medio en serio, que en restauración, todo tiene arreglo siempre y cuando tú lo pagues. Entonces bueno, los criterios de intervención están ahí, la metodología está ahí, se llega hasta donde se puede llegar y, de hecho, muchas veces, no llegar o no intervenir, también es una solución adecuada. Además, aunque a ojos profanos parezca que hay obras que no tienen solución o que están extremadamente degradadas, normalmente nosotros sabemos que son solucionables. Otra cosa es que hubieran diseñado algún tipo de anclaje específico o más complejo o que hayan usado un tipo de materiales menos habituales, pero al final, todo supone un reto y, como he dicho antes, la no actuación también es una solución. No recuerdo algo tan extremo como planteas. Sí han llegado, evidentemente, obras en un estado de deterioro altísimo, o con intervenciones anteriores que ponen de manifiesto una alta degradación, pero como ya digo, ante el restaurador, la no solución no es una respuesta porque, en el peor de los casos, al final lo que se hace es un tratamiento de conservación, una consolidación y se conserva la obra tal cual está. Nosotros no nos contentamos con el "esto no es posible restaurarlo".

Y en las restauraciones que llegan de intervenciones anteriores, ¿recuerdas algunos casos que os hayan llamado especialmente la atención en ese aspecto?

De eso hay mucho. Quizás no es cuestión de nombrar una obra u otra, un poco por respeto a sus propietarios, pero sí que es verdad que hay intervenciones desafortunadas que han causado más daño que bien a la obra. Desgraciadamente, de eso hay mucho, es casi una práctica habitual encontrarnos con obras muy deterioradas. Por poner un ejemplo, la Virgen de la Esperanza de la hermandad sevillana de la Redención, una obra que acabamos de terminar de restaurar con las ayudas. Es una imagen de Roque Balduque, parece que la crítica es unánime atribuyéndola a este escultor, a la que a finales del siglo XVIII, como tantas otras, se le elimina ciertas partes para poder vestirla. Entonces, evidentemente, vemos que nos ha llegado una imagen mutilada, pero lejos de parecernos inviable su recuperación, al final lo que hemos hecho ha sido recuperar la pieza y recuperar parte de esa policromía original del siglo XVI, lo poco que quedaba, así como unas repolicromías del XVII y del XVIII. Se ha podido documentar toda la pieza y se ha conservado tal cual nos ha llegado a nosotros. Ese es nuestro trabajo, conservar y documentar. Evidentemente no se le puede dar marcha atrás al reloj del tiempo, y sí que es verdad que podemos elucubrar pensando "qué bonita hubiera sido esta imagen si nos hubiera llegado a nuestros días sin mutilar". Pero bueno, tampoco debemos juzgar la historia y nos tenemos que limitar a conservar el patrimonio. En este caso concreto para la Redención, hemos quedado muy satisfechos, porque se ha recuperado y se ha puesto en valor una talla que, hasta el momento, estaba un poco olvidada en su altar, y actualmente está perfectamente estabilizada para unos cuantos siglos más.

 

 
     
     
Santo Domingo de Guzmán (Francisco Pacheco. Villamanrique de la Condesa, Sevilla)
Estado inicial y final (detalle)

 

Dicen que esas modas son tan peligrosas como inevitables, que responden a los gustos estéticos o artísticos dependiendo del periodo, pero yo creo que eso se puede también aplicar, no sé si estarás de acuerdo, a la restauración. Hay restauraciones de décadas atrás que hoy en día serían impensables pero, en su momento, fueron vendidas como intervenciones impecables. Actuaciones que estuvieron subidas en los altares y que luego han sido calificadas como calamitosas, por no decir unos auténticos desastres.

Es cierto, pero hay que tener en cuenta una gran diferencia entre las intervenciones anteriores y las actuales: antes no existía una legislación y unas cartas claras y precisas para indicar qué es lo que hay que hacer en cada momento, y ahora tenemos una ley de patrimonio estatal de 1985, la ley andaluza de 2007, las cartas del restauro de 1972 y de 1987, el decálogo del Ministerio de Cultura de 2007... En fin, tenemos un gran repertorio de textos sobre este tema, e incluso tenemos, referente al arte sacro, las conclusiones de la reunión de la comisión de patrimonio cultural de la Conferencia Episcopal de Tarazona del año 2008, donde se viene a indicar que el patrimonio sacro no es diferente, en criterios y metodologías, a cualquier otro patrimonio y que asume las cartas internacionales como las premisas a seguir. Todo esto no existía hace cuarenta o cincuenta años. Por supuesto, tampoco existía la formación de los conservadores-restauradores, entonces es de suponer que alguien, hace cincuenta años, utilizara unos materiales o una metodología con criterios que luego han resultado inapropiados. Era lo lógico si no había una formación ni una legislación adecuadas. Hoy en día no es tolerable, porque ya tenemos legislación, cartas internacionales, una formación y una metodología profesional que se estudia en la carrera. Hoy en día no cabe cometer ciertos errores que se cometieron históricamente, porque la ley y la normativa no lo permiten. Luego hay unos mecanismos de control, que, en algunos casos, es cierto, merecerían que fuesen más estrictos, pero, evidentemente, una consejería de cultura o una delegación de patrimonio de una Diócesis no va a autorizar intervenciones como las de hace cincuenta años. La diferencia fundamental es eso: que antes no existía un cuerpo normativo y ahora sí existe; por lo tanto, ahora no cabe cometer esos errores.

Sin embargo, Benjamín, pese a todo ese corpus legal y pese a todas esas autoridades que hay detrás, se siguen cometiendo muchas tropelías. A nosotros nos llega una multitud de trabajos, y vemos que se sigue remodelando, retallando, demoliendo, descuidando... es decir, que se siguen haciendo auténticas atrocidades en contra del patrimonio, y lo que es más preocupante, con el beneplácito, en muchos casos, de las autoridades competentes. Cuando comentamos todo esto con los restauradores, muchos hablan de endurecimiento de las penas y de una mayor formación, ya que esto alcanza a la ignorancia ciudadana y también a la esfera política. También hay quienes hablan de comisiones o de grupos de seguimiento para que estas cosas no sigan sucediendo.

El hecho de que exista una legislación o unas normas de obligado cumplimiento no nos exime que haya quien se las salte y no las cumpla. Existe un código general de circulación y un código penal y, sin embargo, todos los días estamos viendo accidentes de tráfico o viendo meter a gente en la cárcel.

Evidentemente, el problema que tiene el patrimonio es que a quien atenta contra el mismo no le pasa nada. Si una institución autorizase a un escultor a cometer una de esas atrocidades, como una repolicromía o un retallado, o si decidiese demoler un edificio, y los responsables de la tutela de esos bienes fuesen llamados al orden pues, evidentemente, las cosas no serían como son ahora mismo. Conocemos casos muy sangrantes que han sucedido en la provincia de Sevilla con imágenes titulares, con retallados y repolicromados, y realmente no ha pasado nada, absolutamente nada, ni siquiera se ha exigido la dimisión de la junta de gobierno ni la destitución de un párroco. Simplemente, en el mejor de los casos, se ha pedido perdón, o se ha argumentado que, desde la Consejería de Cultura, han dicho que, si no era un BIC o no era un bien inventariado, la administración pública no tiene porqué intervenir, y desde las otras instituciones que correspondan se ha buscado, una justificación "buenista" a lo que es un atentado contra el patrimonio. Incluso aunque el código penal contempla penas para la degradación o destrucción del patrimonio, creo que no hay muchas sentencias condenatorias en este sentido. En verdad dañar el patrimonio sale muy barato, y por ello profesionales del patrimonio no actúan debidamente, escultores se comprometen a restaurar sin la debida formación, e incluso aficionados se meten a restaurar obras de pintura, escultura o arquitectura, pues, como he dicho antes, sale muy barato, por no decir gratis. Y ese es el problema, hace falta control y también una virtud punitiva, pero no hay medios, en el caso de Andalucía ni la Consejería de Cultura ni las diócesis tienen medios de control.

Creo que haría falta una oficina técnica, igual que en la administración pública, en las diócesis. No solo un comité asesor o un responsable, sino una oficina con técnicos que trabajen a diario en ella y se dediquen al control de ese tipo de aspectos: que los proyectos realmente se supervisen, que vayan a los talleres a vigilar qué es lo que se hace y cómo se hace, que pidan contratos y altas en la Seguridad Social... en definitiva, que haya un control por el bien de todos: patrimonio, trabajadores, instituciones… Pero para eso hace falta tener intención, dinero, medios, y un largo etcétera. No es fácil, el control en esos aspectos, no es nada fácil.

Se dice que en este país se restaura muy bien pero se conserva muy mal. ¿Estás de acuerdo?

Pues sí. El concepto de conservación es el que realmente debe predominar en la tutela de los bienes culturales. Además, es el único que exige la ley. La ley no exige restaurar, exige conservar, preservar al futuro, pero establecer medidas de conservación preventivas o hacer tareas rutinarias de limpieza de cubiertas o aspiración de polvo de los retablos, vende poco, y una foto delante de eso, realmente no vende nada. Sin embargo, los trabajos de restauración, como vemos habitualmente en la prensa, son muy atractivos, se prestan a las fotos para su publicidad, y bueno, es comprensible; para los medios también es muy atractivo presentar una restauración o un trabajo de investigación, con todo lo que eso conlleva para su difusión, que un simple trabajo rutinario. Yo creo que eso, unido a la falta de financiación, hace que la tendencia de las instituciones sea restaurar obras o proyectos concretos, y no establecer medidas de conservación preventivas de forma rutinaria y extendida en el tiempo. Quizás esto no sea tan atractivo y sea una losa o un lastre presupuestario que las instituciones se echan en lo alto, creo que ello puede ser la única explicación que tenga. Las soluciones son establecer medidas expresamente para eso: tareas de control, subvenciones para tareas rutinarias de conservación, prevención... en fin, quizás también sea cuestión, un poco, de didáctica y concienciación.

 

 
     
     
San José (Hermandad de la Veracruz, Sevilla)
Estado inicial y final

 

Dentro de las obras que habitualmente recibe GESTIONARTE, sea quizás el retablo de las más complejas por su estructura, escenografía, etcétera, a no ser que consideréis otras obras más complejas que un retablo.

Los retablos son obras de por sí complejas. De hecho, cuando en la facultad se intenta hacer un proyecto lo suficientemente complejo o se intentan ver varias tipologías, al final el retablo es un proyecto recurrente precisamente por eso: porque se vincula con un edificio, por sus elementos estructurales, por sus esculturas o sus pinturas, porque a veces hay orfebrería o tejidos... Entonces el retablo es como un compendio de muchas técnicas, materiales, alteraciones y problemas. Eso, unido a su gran superficie, a sus problemas estructurales, físicos, etcétera, hace del retablo un elemento muy complejo. Además, la propia intervención de un retablo también reviste mucha complejidad desde el punto de vista organizativo: si se hace dentro de un templo, tienes el montaje de los andamios, hay que tomar decisiones acerca del espacio que vas a ocupar ya que, a veces, hay que trasladar el presbiterio y la zona de culto a otro sitio, también tienes que tener en cuenta las imágenes que reciben culto en un retablo y las celebraciones propias del templo que se van a realizar... en definitiva, son muchos elementos a tener en cuenta para la planificación, y esto también es complejidad para el proyecto que se quiere llevar a cabo. Un trabajo de esta envergadura exige mucho conocimiento y profesionalidad. Nosotros hemos trabajado bastante la tipología del retablo, a mí personalmente me gusta mucho; de hecho, mi tesis doctoral iba sobre la conservación de retablos. En efecto, es uno de los bienes más complejos de intervenir.

Hablabas antes de la Virgen de la Esperanza, una de las últimas imágenes que habéis intervenido. Quería preguntarte por la complejidad de intervenir piezas de imaginería sacra, ya que tienen un alto valor devocional y, frecuentemente, engloban las disciplinas de la escultura y la pintura a través de su coloración. Además, suelen ser las intervenciones más polémicas ya que suscitan juicios muy variopintos: hay quienes dicen que deberían de ser intervenidas por los restauradores, quienes defienden su restauración por parte de los propios imagineros, quienes piensan que debería de haber un imaginero en todas las restauraciones de imaginería, aparte del restaurador o de la restauradora, quienes apuestan por la intervención de varios profesionales para cada una de esas disciplinas, y hay también quienes dicen que, aunque el autor esté vivo, no debería restaurar su obra. Dentro de todas estas opiniones, me gustaría saber cuál es tu opinión, en general, sobre este trabajo.

Bueno, para empezar, la conservación de las obras compete a los conservadores-restauradores, a excepción de la intervención en las obras de arte contemporáneo. La imaginería contemporánea compete a su autor. Y eso no lo digo yo, lo dicen las leyes de patrimonio y de propiedad intelectual. Es decir, si hay que intervenir una obra, por ejemplo, de Juan de Mesa, la interviene un conservador-restaurador, pero si alguno de los magníficos imagineros que tenemos ahora mismo en ejercicio, quiere y tiene el deseo de intervenir sobre su obra, tiene derecho a hacerlo según establece la ley de propiedad intelectual. Otra cosa es que sea más o menos conveniente que lo haga o, como ya digo, que por defecto, lo haga el conservador-restaurador, pero se podría dar el caso. De hecho hay jurisprudencia sobre ello, como el caso de la Virgen de las Mercedes de la hermandad sevillana de Santa Genoveva, que aun estando vivo su autor, el juez consideró que no estaba capacitado para intervenirla por la edad, etcétera, y por tanto la justicia le dio la razón a la hermandad y fue el conservador-restaurador quien intervino la imagen, porque, como te decía antes, la ley dice que el restaurador es la persona competente para ello, es la persona que se ha formado y realiza su labor conservando el patrimonio.

Partiendo de esto, y partiendo de que el patrimonio religioso, desde el punto de vista de los criterios de intervención, de la metodología, de la legislación, no es distinto a cualquier otro patrimonio, además de que la propia Iglesia asume los criterios internacionales de conservación y restauración como propios, no debería haber discusión, puesto lo que hay que hacer es aplicar los criterios de intervención.

Yo soy restaurador, pero también soy cofrade, creo que conozco más o menos bien la problemática, y siempre he comentado, cuando hay que tomar decisiones al respecto, que el valor cultural y religioso de las obras, o ese tipo de excusas que a veces se ponen, o esos ases que, en ocasiones, algunas hermandades o compañeros se sacan de la manga para argumentar criterios que no son correctos, no dejan de ser un valor cultural más dentro del que ya posee la obra; algo que no le resta, ni mucho menos, al contrario. Una obra de carácter religioso, desde mi punto de vista, tiene más valor que una obra que no lo tiene, porque posee un hándicap en su uso litúrgico, en una tradición que le otorga unos valores culturales sensacionales, y precisamente, en ese objetivo y en esa actividad de culto radica su propia esencia como bien cultural. Entonces, lo que hay que hacer es aplicar los criterios y la normativa, los cuales tienen, a veces, ciertas horquillas, como todas las profesiones liberales, en las que hay que tomar decisiones sabiendo que ciertas normas pueden no permiten ciertas soluciones. Es ahí donde hay que pararse a pensar y ver qué es lo que en verdad demanda la conservación de la obra, no el gusto de fulano o de mengano, ni enmendar la plana al autor como pasa muchas veces, ni intentar reescribir la historia.

La obra de arte es un libro escrito de sí misma. Falsearla, como yo digo a mis alumnos, es como borrar frases de un documento de archivo y escribir otra cosa. Pues en la imaginería religiosa es igual: si quitamos una policromía, si retallamos, si repolicromamos... al final es como si estuviéramos reescribiendo el Cantar del Mío Cid o El Quijote. Por lo tanto, hay que respetar la obra basándonos siempre en las cartas internacionales que están más que testadas, y que insisto, la propia Iglesia asume como propias.

Como eres cofrade, voy a tirar un poco más de la cuerda y te voy a preguntar por el tema de las copias, no ya por las de las imágenes procesionales, sino también por las de sus enseres, como pasos, palios o mantos. Estas piezas se sustituyen con frecuencia, muchas veces sin reproducir otras anteriores de gran valía; sin embargo, ello no suele causar tanta polémica como todo lo que se refiera a copiar o reemplazar a las imágenes titulares.

Habría que ver cada caso específico de forma concreta porque no se pueden dar soluciones genéricas. La copia es una solución, o una solución menos mala para ciertos casos y en ciertas circunstancias. Se estima como un criterio adecuado que, si hay un elemento de culto como una prenda o un manto que está muy degradado y que no puede seguir cumpliendo la función para la que se hizo, en este caso procesional, que se haga una réplica y que el original se guarde, porque ese original, si se sigue usando, vamos a terminar perdiéndolo. Pero claro, ese sería un lado de la balanza, en el otro está el hecho de que el patrimonio cultural goza de su máximo sentido cuando cumple la función para lo que fue hecho, y en el caso de los enseres procesionales, su uso es como su quintaesencia. Un paso de palio se hace para salir a la calle, y cuando está en la calle, en esa recreación que forman no sólo los elementos materiales, sino también los inmateriales de la fiesta, es cuando el significado y el valor religioso de esas obras de arte toman más sentido.

También la norma dice que las obras han de estar en el lugar para el que fueron concebida, por lo tanto ahí se produce el debate de meter la obra en una vitrina y no usarla más o seguir usándola con el riesgo de que se degrade. Es entonces cuando entran dos opciones, por un lado valorar bien el estado de conservación de la obra y las posibilidades de conservación y restauración reales, como por ejemplo sucedió con el Giraldillo, que se volvió a subir a la Giralda ya que habían posibilidades reales de conservarlo y de realizarle una intervención que siguiera permitiendo su uso, y luego por otro lado el valor devocional, ya que puede ser difícil rezar a una copia de la obra original, aunque en otras épocas de la historia había imágenes llamadas "vicarias" que son las que salían en la procesión, no las imágenes titulares, que presidían el templo durante todo el año. Esto, en la sociedad actual, ha caído en desuso y es difícilmente justificable, si bien técnicamente se podría hacer, lo que pasa es que sería muy complicado explicarlo a la sociedad, o habría que plantearse si es conveniente en base al uso y a la utilidad que la imagen tiene.

 

 
 
Retablo mayor (Herrera, Sevilla)
Estado final

 

En Sevilla hay dos elementos muy mediáticos y conocidos sobre los que ha habido controversia respecto a su sustitución. Uno es el palio de la Virgen del Valle, el más antiguo de la ciudad en lo que se refiere al exterior, y su reemplazo por una copia o por otro de nueva creación. El otro es el proyecto de reforma del interior de la basílica del Gran Poder con un diseño completamente novedoso. Como restaurador y conservador, no sé si piensas que el cambio por algo innovador y distinto en ambos casos, sería conjugar arte clásico y arte contemporáneo o bien pervertir un poco la tradicional esencia artística que los caracterizan en origen.

En el caso del palio de la Virgen del Valle, la hermandad acertó plenamente en hacer un tratamiento de conservación en las piezas originales, se vayan a usar más o menos. Pienso que, a medio plazo, al final se terminará haciendo una reproducción de las bambalinas, porque, al fin y al cabo, la degradación que unas piezas tan interesantes y tan antiguas sufren en la procesión, llevará a hacer una réplica de las mismas. A veces, estas réplicas pueden, además, permitir resolver ciertos problemas técnicos sin tocar las obras originales; por ejemplo, cuando se hacen los pasados de un bordado y se enriquecen sus dibujos o se cambian sus proporciones, algo que no es aceptable en una obra original y sí en una de nueva factura.

Respecto al tema de la basílica del Gran Poder, a mí no me parece que el arte contemporáneo agreda nada ni que sea perjudicial para el culto; todo lo contrario, hay iglesias de nueva factura que tienen premios de arquitectura y son totalmente aptas para la oración. Lo que sí es cierto es que en esa basílica debe entrar en juego la armonía de las partes, algo fundamental. La Hermandad del Gran Poder debe valorar y decidir qué tipo de templo o qué tipo de ornamentación va acorde y en armonía, no solo con la imagen de Jesús del Gran Poder que lo preside junto con la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso y el San Juan Evangelista, sino con el uso que se hace de ese templo. Para mí no hay nada más estridente que un montaje efímero de una cofradía al más puro estilo barroco sevillano en un edificio de una arquitectura extremadamente contemporánea; son dos lenguajes plásticos totalmente distintos, unos más contemporáneos y minimalistas basados en una serie de principios y otros pertenecientes a la exuberancia barroca de un altar de cultos. Lo mismo podríamos hablar de la vestimenta de las imágenes y otras tantas cosas. La ornamentación de la basílica del Gran Poder no es más que buscar una ornamentación acorde con los usos que se van a hacer en los cultos, en el montaje de los pasos o en las celebraciones litúrgicas que allí se realizan, y, por supuesto, acorde con la imagen que lo preside.

¿Crees que se engaña a la gente al venderles copias por originales? ¿Alguna vez, como restaurador, has visto una obra que se vende como antigua, cuando realmente es casi o absolutamente contemporánea?

No se me ha dado el caso de forma concreta, pero es cierto que el mercado de antigüedades está lleno de falsificaciones, y lógicamente, hay personas que creen tener obras de mucha más valía de la que realmente tienen. Hay muchas pátinas artificiales y muchos daños provocados de manera intencionada que lo que pretenden es enmascarar esa obra, que no es un original. En el culto público o en las hermandades, cuando una imagen ha sido profundamente transformada, se ha retallado o se ha modificado la anatomía de su cuerpo, si eso lo distribuimos en porcentaje de superficie, habría que plantearse cuánto volumen actual de la obra es, por ejemplo, del siglo XVII y cuánto del restaurador del siglo XX o del XXI. A veces, nos sorprenderíamos si hiciésemos un despiece de algunas piezas significativas de nuestro patrimonio. Nos daríamos cuenta de que, del XVII o del siglo que sea, si acaso la pieza conserva un 15 % o un 20 %, siendo el resto toda una recreación con materiales nuevo y demás. Sé que es un discurso un poco técnico, porque estamos hablando de un porcentaje de material en el volumen de la obra, pero si consideramos que la originalidad responde a la materialidad de la pieza, pues sí que hay algunas, no vamos a decir muchas porque son minoritarias, pero sí algunas que han sufrido tanto las intervenciones, que ya su paternidad artística no se puede atribuir al artista que la realizó, sino al segundo que la transformó, desgraciadamente.

Y por último, al hilo también de la Virgen de la Esperanza, habéis tenido muchos proyectos muy importantes y numerosos, por lo que nos gustaría saber qué os aguarda para los próximos meses.

Estamos a la espera de que salgan las resoluciones acerca de las ayudas de este año, ya que tenemos presentados varios proyectos. Parece que esas resoluciones van a salir antes de que acabe el año. También vamos a intervenir otra imagen que, como la Virgen de la Esperanza, se conserva en la iglesia de Santiago, así como imágenes de la hermandad sevillana de San Isidoro, con la que hemos trabajado este año.

 

 

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