DARÍO FERNÁNDEZ RECIBE EL XIII PREMIO LA HORNACINA

Jesús Abades (24/12/2019)


 

 

¿Cómo surgió el encargo de la obra ganadora del galardón?

Fue Jordi Fluxá Bru el que me llamó. Normalmente en una hermandad o en una agrupación es la primera persona que te llama quien suele mantener siempre las conversaciones, por teléfono o por correo electrónico, para discernir sobre cómo va a ser el perfil de una obra, independientemente de que luego conozcas y hables sobre el tema con el resto de los miembros de su junta de gobierno. Este también fue el caso. Tras plantearme Jordi la idea, le di un presupuesto y el encargo finalmente salió adelante. Ha sido un trabajo muy especial, muy bonito, no solo por la libertad que me dieron, sino también por dar con la tecla respecto a lo que a mí me gusta: una imagen con mucha unción, belleza y serenidad, dado el contexto del colegio en el que está. No podía, por tanto, ser una imagen dura ni sangrienta en exceso, debía ser para todos los públicos. Una imagen sobria para una hermandad sobria; aunque al final no pudo ser más austera de lo normal, como querían en un principio, porque se dieron cuenta que había niños, y entre otras cosas decidieron salir el primer año con agrupación musical, y no en silencio o con música de capilla como en un primer momento habían pensado.

Dentro de esa libertad que nuestro amigo Jordi y los demás fundadores de la hermandad te dieron, ¿te pusiste algún referente a la hora de concebir la obra?

Muchas son las cosas que me inspiran. En este caso concreto, Murillo, directamente. Jordi me lo mencionó como ejemplo, pero en ningún momento me dijo que lo tuviera que seguir. A mí Murillo me vuelve loco, fue como el Montañés de la pintura al crear unos tipos vigentes y cercanos, personalísimos, que nunca van a pasar de moda, de gran calidad técnica y a los que se les puede rezar perfectamente, como son por ejemplo sus ecces homos o sus inmaculadas. De hecho, me inspiré en un Ecce Homo suyo de cuerpo entero de Murcia que estuvo en la exposición del Bellas Artes de Sevilla a la hora de realizar la composición. También me inspiró el movimiento de un grupo escultórico de Maragliano sobre el mismo tema y el estilo en general de Miguel Ángel, un artista que tengo siempre presente, de ahí que me dijeran que mi obra tenía un aire renacentista.

Buscaste por tanto la serenidad pero también el movimiento.

Quería un Cristo abatido. Con dulzura pero a la vez con dramatismo, mansedumbre y aceptación. No quería una imagen estática que fuera simplemente dulce y bonita. Una figura que se estuviera desplomando, que diera la impresión de desprenderse con tan solo un golpe de aire, lo lógico en un Cristo que está recién azotado y coronado. Recuerdo que la hermandad nunca se metió en nada a la hora de abocetarlo, ni siquiera quisieron ver los bocetos, que yo siempre hago en barro porque me siento mucho más cómodo que haciéndolos en papel. Al final me lié la manta a la cabeza e hice cuatro o cinco propuestas.

¿Propuestas ceñidas solo al Cristo o te las pidieron sobre un grupo de misterio completo?

Ellos hablan en un futuro de un misterio. La idea es procesionar con un grupo escultórico, pero más adelante. No sé ni cuántas figuras ni de qué tipo, aunque imagino que de vestir, ni si con seguridad se hará ni si lo haré yo, aunque ellos quieren que así sea. Yo la imagen del Cristo la ideo como imagen única.

Supongo que preocupará más, por mucho que uno modere ciertos detalles, una iconografía pasionista integrada en un colegio que en otro lugar donde es mucho más constante el flujo de adultos que de niños.

Claro, porque ellos desde un primer momento están pensando en sus niños, que son prácticamente el foco de la hermandad. Yo también lo tengo presente, como en otros trabajos tengo presentes otras circunstancias. Siempre ideo una imagen en función de las necesidades de cada cliente. En este caso, al Cristo, si te fijas bien, hasta se le dibuja una leve sonrisa en la cara. Aunque los niños no se asustan de nada hoy en día, no he querido mostrar en ningún momento una imagen trágica.

Aunque son clientes muy interesados e influenciados por Sevilla, ¿ha habido alguna diferencia en este encargo para Elche respecto a otros de zonas de Andalucía o Castilla que te son más familiares a la hora de trabajar? ¿Te han pedido o te han planteado cosas distintas?

En este caso concreto de Elche, no. El grupo entero que está al frente de la hermandad conoce muy bien Sevilla, participa mucho en las hermandades y sabe muy bien cómo funciona todo esto. Muchos han sido partícipes, además, en la fundación de otras cofradías en su localidad. Aquí lo que ocurrió es que delegaron especialmente en Jordi, que es además el autor de la fantástica imagen de la Virgen, para todos los aspectos estéticos del Cristo y de lo que rodea a la imagen del Cristo, ya que sabía perfectamente lo que tenía entre manos.

 

 
 
 
 
Coronación de Espinas para Elche. Obra premiada

 

Desde que te hicimos la primera entrevista, ¿cómo definirías resumidamente tu evolución desde entonces?

Mira que ha llovido mucho desde eso, además, la evolución la tendría que decidir un historiador. He aprendido mucho evidentemente, nunca se para de aprender. Yo desde pequeño decía que quería ser imaginero, lo tenía muy claro cuando miraba imágenes como la de Jesús de la Pasión o el Cristo de la Quinta Angustia, aunque también tenía muy claro que nunca iba a llegar a eso, porque eso solo lo pueden hacer genios como Montañés o Roldán. Por lo menos quería en esa época intentar hacer imágenes que verdaderamente merecieran la pena. Recuerdo también que entonces una de mis principales preocupaciones de juventud era saber cuál sería mi estilo y qué cara tendrían mis imágenes. Ahora con los años me doy cuenta que eso es lo de menos, que lo importante es poner sobre la mesa qué quieres expresar y comunicar, y que, en función del cliente, vas a tener que decir unas cosas u otras. A mí hoy en día es lo que me parece más interesante de todo esto.

Cuando me preguntan por el pulso de la imaginería actual, siempre digo que antiguamente se han hecho maravillas, pero que actualmente estamos viviendo un pulso fantástico, porque hay buenísimos artistas de primerísimo nivel, tú lo sabes, pero además es que son muy variados, y eso enriquece el panorama, algo que veo muy positivo. Arteaga, Ruiz Montes, Romero Zafra, Miñarro... todos son fantásticos y a la vez distintos. Cada uno de ellos se expresa con un lenguaje común de imágenes de culto pero a la vez muy diferente.

¿Qué piensas entonces de las críticas hacia la imaginería actual? Hay quienes nos dicen que hemos ganado en cantidad y estética lo que hemos perdido en intensidad y emoción.

No creo que eso tenga que ver con la época ni con el momento. Ahora veo imágenes que conmueven y mucho. Es cierto que hay muchas que funcionan perfectamente y algunas que no tanto, pero eso depende también de la cultura y de la preparación de cada persona. Hasta hace unos años, solo estaban Luis Álvarez Duarte y mi maestro como cabecera; es verdad que había más autores, pero no tan productivos ni con la influencia que tenían ellos. Por eso a mí me parece tan interesante todo lo que hoy está pasando y que tengamos un panorama tan variopinto de artistas. La clientela también es diferente y cada vez más variopinta, cada vez hay más gente seria que sabe lo que quiere. Pedir presupuesto a 50 y quedarte con el precio más barato no me parece serio, pero como ya digo cada vez más son los clientes que saben lo que quieren y buscan a uno u otro.

Hace diez años tuviste una participación muy activa en la exposición The Sacred made Real que se celebró en la National Gallery de Londres y que supuso un antes y un después de cara a la repercusión de la imaginería española en el extranjero, sobre todo en los países anglosajones.

Participé con un encargo muy concreto en el que había que señalar cómo se hacia el proceso de una imagen. Yo no estuve allí trabajando, como se han creído algunas personas. El busto se explica solo y está inspirado, porque yo una copia no quise hacer, en el San Juan de la Cruz de Ruiz Gijón que tienen en Washington, una obra que también participó en la muestra de Londres. Mi obra servía para que el público visitante viese cómo esa obra de Ruiz Gijón podía ser por dentro, de ahí la petición de que, al menos, estuviese inspirado en ella. Fue como un ejemplo técnico, visual y sencillo, muy bonito expuesto, de todo el proceso, con una mitad terminada y la otra no en la que se veía el embón como si se estuviera desbastando, la madera, la primera mano de yeso o engrudo, la primera base de policromía, la segunda, la tercera y así hasta la última.

Para Londres precisamente hiciste un espectacular Calvario que se presentó en Sevilla.

El Calvario podría funcionar perfectamente en España, incluso en Sevilla aunque sea de talla completa. Cuando lo expuse en el Ayuntamiento de Sevilla me dijeron que era muy castellano, pero yo creo que eso fue porque es de talla completa y no lleva oro. Los clientes ingleses eran católicos, así que fue muy fácil tratar con ellos. Lo único que me pidieron es que fuese un Calvario austero, acorde con su entorno en el que abunda mucho el bronce y la piedra. De hecho en un principio querían realizarlo en bronce o en madera vista, aunque al final se decidieron por la madera policromada con la única premisa de que no llevase oro ni atributos.

Me alegra que hables de Londres o Washington porque son dos destinos de esos países angloparlantes donde la imaginería española viene siendo especialmente valorada en los últimos años; hasta el punto de que las piezas antiguas que llegan allí, a veces de forma fraudulenta como a punto ha estado de pasar recientemente con la última talla conventual de Granada que ha sido expuesta para su compra, se convierten en las "joyas de la corona" de los museos y las instituciones que las adquieren.

Aquí todavía, gracias a Dios, tenemos mucho. Y eso que también hemos perdido mucho. Muchas obras no están conservadas como Dios manda, aunque afortunadamente no paran de restaurarse piezas, como ha ocurrido ahora con la exposición de Montañés o con la restauración del Descendimiento de San Vicente. Pero es que todavía queda mucho por hacer. Y sí, es verdad que fuera valoran una barbaridad las obras buenas de España que se muestran, cosa que aquí no ocurre porque las tenemos como de andar por casa.

 

 

Has cultivado hasta la fecha una iconografía muy extensa y variada en la que conviven grupos escultóricos, obras marianas, hechuras de Cristo, etcétera. ¿Cuál de ellas ha sido la creación más compleja?

Difícil es todo. Ya desde los tiempos de la escuela, cuando me decían "qué difíciles son las manos" o "qué difícil es la nariz" yo pensaba que difícil era todo. Los mismos profesores también coincidían en eso y yo lo corroboro. Un buen escultor tiene que saber esculpirlo todo porque si mañana, por ejemplo, viene alguien a encargarme un buda, pues yo tengo que hacer un buen buda, aunque no sea habitualmente lo mío. Sí es verdad que, dentro de esa dificultad, me he encontrado con trabajos más especiales y complejos, ya sea por el número de figuras en talla completa, como me ocurrió con la Coronación de Espinas, o por ir en horizontal como el Cristo de la Piedad de El Viso del Alcor, una obra que me dio mucha tarea, quizás por ser la primera que hacía de esas características, y a la que además tuve que adaptar la imagen de la Virgen, que no la tuve en el taller. También el Beato Ceferino tuvo su dificultad. Tengo que decir también que siempre me preocupa que el trabajo se vea sencillo, que no parezca difícil, que entre fácil y se haga rápidamente la vista del público a la obra.

Con el Beato Ceferino para los Gitanos de Sevilla introdujiste además una iconografía pionera.

Había poco, pero no fue su primera representación escultórica. Estaba, por un lado, el famoso cuadro que lo retrataba y, por otro, la escultura de los Gitanos de Utrera, en la que se le ve solo. Yo lo hago con el niño por primera vez, basándome para ello en una biografía suya en la que aparecían varias fotografías, todas ellas muy malas. Era un tipo de hombre muy rudo que estaba medio inventado y, por supuesto, idealizado. Yo me quedé sobre todo con su historia de tratante de ganadería que iba siempre vestido con su traje, propio de la época en que vivió, y al que siempre quise darle presencia a la hora de llevarlo a un altar, entre otras cosas porque ahora es beato pero algún día será santo. Eso costó mucho. Ya sé que es una obra que no va a gustar nunca como un San Francisco o un San Antonio, pero por lo menos quedó digno.

¿Qué tiene el arte de Martínez Montañés que no vemos en el arte de los demás?

Aparte de su maravillosa calidad y de su dibujo, que es renacimiento puro a principios del barroco; de hecho, es el quien lo arranca, tenemos la imposición de unos tipos, sobre unas iconografías creadas, que se han venido repitiendo y se siguen repitiendo: la Inmaculada, el Cristo de la Clemencia, el Niño Jesús del Sagrario... Él mismo repitió sus tipos una y otra vez. Era también un gran retablista.

¿Para dejar marca como dejó Montañés o como dejó Leonardo, del que también hemos celebrado este año su aniversario, siempre hay que arriesgar?

Desde luego que sí. Leonardo era otro grandísimo artista, maravilloso. Ahí están sus dibujos. Era un pensador y un científico. Genios como esos se dan a cuentagotas.

Tenemos que hablar de tu maestro, que antes lo has mencionado, don Antonio Dubé de Luque, toda una institución que nos dejó recientemente.

A mí me abrió las puertas de su taller y de su casa sin fecha, día, hora ni lugar, con todo el tiempo que yo quisiera, y más teniendo en cuenta que hablamos de su mundo, de un espacio privado, no secreto, pero sí íntimo. Y encima me lo enseñó absolutamente todo, sin ocultarme nada. Por todo eso yo le estaré súper agradecido siempre. Era una persona graciosa, simpática, aparte de un gran cofrade. Se lo debo todo.

 

 
 
 
 
Detalles del estudio del escultor en la calle Viriato de Sevilla

 

En tu taller veo obras que se apartan de la escultura sacra, como un precioso boceto de tipo monumental. ¿Te gustaría cultivar más esta faceta en tu trabajo?

Lo que ves es el boceto del monumento a Juan de Mesa, para el que se convocó un concurso. Yo es que soy escultor, o al menos me siento escultor, y por eso yo no puedo rechazar nada. Gustar me gustan muchas cosas, pero estoy sometido a mis encargos y, evidentemente, no puedo hacer siempre lo que quiero. Soy feliz como estoy ahora mismo, y como me muevo en el círculo sacro con mis obras; de forma que unas van proyectándose sobre otras y sobre otros clientes que están en el mismo círculo, al final prácticamente el cien por cien de lo que produzco es escultura sacra o imaginería. Una vez hice un retrato y ahora tengo en vista un monumento, que no sé si saldrá o no, porque ahora los ayuntamientos no están mucho por la labor. También la pintura me vuelve loco, pero todo no lo puedo llevar adelante, no soy Leonardo ni Alonso Cano. Me gustaría tener más tiempo para otras facetas, incluso la música, que también me encanta.

Ya veo, con la ópera de fondo que tenemos ahora mismo en tu estudio. ¿Te inspira mucho la música?

Totalmente. Y nunca he estado en un conservatorio, ni he tocado nunca un instrumento, ni he cantado, pero es que la música me vuelve loco. Yo lo primero que hago al llegar es poner música. El silencio también en ocasiones me arropa y me abriga, pero prefiero la música. Me gustan mucho la clásica, el blues, el jazz, y de vez en cuando también pincho mis marchas.

Entre tus proyectos se encuentra un maravilloso Cristo Resucitado que está actualmente en fase de talla. No sé si será el único del que podrás comentarnos más detalles.

El Resucitado estará para la próxima Cuaresma. Es para la Hermandad del Calvario de Alcora, la cual se encarga también el Domingo de Resurrección de sacar la imagen de Jesús Resucitado, y con otra hermandad que saca a la Virgen hacen un Encuentro. Es el día grande de Alcora.

También podemos hablar de los cuatro relieves para el paso del Museo, que se van a estrenar este año si Dios quiere, y la policromía y el estofado de tres cartelas para Sanlúcar la Mayor que hice sobre los años 2004 y 2005. Ya para el año que viene tengo el misterio del Cristo Caído que hice para Filipinas, que se compondrá de tres figuras: un Cirineo, un romano y un sayón que tira del Señor.

¿Y qué proyecto que nunca has llevado a cabo te gustaría tener entre esos encargos?

Una iconografía que me apasiona es la Flagelación, lástima que no se suela encargar mucho. Ahora se encargan mucho más los Cautivos, e incluso los Crucificados, que también se están empezando a ver más en los últimos años. Otra iconografía que me gustaría mucho es la Piedad a ser posible de talla completa. El Cristo Yacente es otro palo que no he tocado y también me gustaría.

Darío, para terminar, darte nuestra más sincera enhorabuena por un galardón cuya acogida ha sido magnífica y que, como siempre decimos, es un reconocimiento por parte del público que nos encargamos de transmitir. Un trabajo que nosotros siempre hemos apreciado muchísimo y que transmite una sensibilidad tan especial que es muy difícil de ver en el arte que se hace hoy en día.

Eso es un empuje para seguir trabajando y para seguir luchando por lo que siempre has apostado y has creído. Con lo difícil que es este trabajo, que es muy técnico y exige muchas horas, y en el que se sufre mucho más que se disfruta. Encima, con lo que yo me machaco y me exijo, cada día sufro más. Soy feliz con mi trabajo, gracias a Dios estoy desarrollándome en lo que he decidido ser, pero reconozco que un día de estos me va a dar algo. Veo a los grandes y me apabullan, sobre todo si eres responsable y si eres realmente consciente de lo que se ha hecho en la historia del arte. Al final uno tiene que representar en su obra, o intentar representar en su obra, lo que uno siente y lo que uno cree. Y ya está, Jesús, es tan sencillo y complicado como eso.

La verdad es que siempre has tenido fama de ser muy concienzudo, muy meticuloso y de estar siempre muy metido en tu taller concentrado en tu trabajo.

Me llevo muchas horas, Jesús, porque lo necesita el trabajo. La verdad es que sí, que yo me llevo el día entero aquí y siempre se me queda corto. Quiero tener siempre el timón, llevar las riendas y que no sea el tiempo el que me domine. Eso sí, intento cuidarme y no estar estresado, algo que hace tiempo no me pasa. No me sobra el tiempo, porque una obra siempre te pide más y más, pero tampoco me falta. Mis domingos y mis sábados por la tarde son de guardar, además claro está de mis vacaciones. Pero los días de trabajo son días enteros. Dedicación absoluta. Yo podría venir menos y acelerar, pero entonces las cosas no saldrían igual, el resultado no sería el mismo. Es un trabajo muy complejo, con muchas facetas, que incluye un modelado, un trabajo en la madera, las terminaciones, los yesos, la policromía... Con una sola obra te puedes llevar muchos meses. Antiguamente cada faceta la hacía una persona distinta, o al menos policromaban otros, y con eso los escultores se quitaban la mitad del trabajo, pero los escultores ahora lo hacemos todo. Como decía Picasso, que te coja trabajando la inspiración y que te coja en el tajo, porque si no, las cosas no salen. Muchísimas gracias a vosotros.

 

 

Nota de La Hornacina: Nuevamente damos las gracias a todos los internautas que, con su participación, han hecho posible la concesión de este premio. Las fotografías son de Francisco J. Gilabert y Darío Fernández (obra) y de Jesús Bermejo Herrera y Sergio Cabaco (estudio).

 

Detalles del Premio y la Encuesta en este

 

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