LAS DOLOROSAS MÁS EMBLEMÁTICAS DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA

Con información de Jesús Abades y Sergio Cabaco (15/09/2017)


 

Si hay un evento que ha convertido la iconografía de la Mater Dolorosa en todo un referente, ese es sin duda la Semana Santa de Sevilla. Su evolución a nivel artístico y devocional es patente obra a obra, como podemos comprobar en este repaso que no pretende ser exclusivo ni excluyente.

Simplemente, hoy 15 de septiembre, día en que se celebra la festividad de la Virgen de los Dolores, el equipo ha escogido 15 dolorosas, de autores y épocas diferentes, que han convertido la Semana Santa más clásica y conocida del mundo en algo intransferible y nuevo a la vez.

Las obras han sido ordenadas por orden alfabético. No se acompañan de fotografías, sino, excepcionalmente, de creaciones pictóricas de artistas contemporáneos -cuyos nombres figuran junto a ellas-, lo que enriquece el matiz plástico al mostrar las visiones, muchas de ellas fotorrealistas, que otros autores tienen de ellas.

 

 
 

Virgen de las Aguas
(Manuel Peña Suárez)


Con un estilo y unos intereses dramáticos perfectamente definidos, el sevillano Cristóbal Ramos labró en 1772 esta dolorosa en terracota, el material que más utilizó junto al lienzo encolado. Las telas en este caso eran naturales y superpuestas, lo que facilitó sumamente la tarea de adaptarle un candelero erguido en la década de 1920. Unos suaves retoques de Sebastián Santos terminaron de configurar la estética de la que es quizás la obra más personal del autor.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Amargura
(Andrés Torrejón)


Faltó poco para que perdiéramos en dos incendios, uno fortuito y el otro intencionado, esta admirada imagen del taller de Pedro Roldán (hacia 1700), que en 1954 se convirtió en la primera dolorosa sevillana en ser coronada canónicamente. Tuvo que llegar también otro escultor -Benito de Hita y Castillo- para darle tiempo después su apariencia definitiva, integrándola con su imagen de San Juan Evangelista para dar la impresión de que camina apenada bajo sus indicaciones.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Concepción
(Esther Amo)


Repetir varias veces un mismo modelo desde diferentes puntos de vista es un procedimiento más o menos discutible que en manos de artistas geniales como Sebastián Santos se convertía en logros encantadores. Cada obra suya es un regalo dentro de la producción andaluza del siglo XX. Esta dolorosa (1950) fue sin duda uno de sus más preciados legados, especialmente para quienes gustan de la angustia solemne y recogida, sin aspavientos ni rebuscados gestos de aflicción.

 
 
 
 
 
 

Virgen del Dulce Nombre
(Antonio Díaz Arnido)


Partiendo de una idea propia basada en un modelo real, Antonio Castillo Lastrucci realizó con esta obra la primera de su larga serie de dolorosas basadas en un modelo caracterizado, entre otros detalles, por la frontalidad, el aniñamiento, la rasgada mirada y el peculiar modelado de la boca para simular un callado lamento. El mismo año de su ejecución (1924) retalló la mascarilla para conseguir el acierto total derivado del costumbrismo castizo de la pintura sevillana del XIX.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Esperanza de Triana
(Chema Riquelme)


Los confusos orígenes y las polémicas autorías acompañan muchas veces a las imágenes más veneradas de una ciudad. La dolorosa trianera es un buen ejemplo. Cuando todo parecía aclarado al documentarse la autoría de Castillo Lastrucci, quien en 1929 labraría nuevas manos y haría una réplica de la cabeza anterior -aprovechando elementos del busto y mejorando las facciones-, voces expertas reclaman la autoría de Juan de Astorga e incluso hay quienes afirman un origen en el XVII.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Esperanza de la Trinidad
(José Luis Castrillo)


Barroco y neoclásico, folclore y refinamiento cultural. Todo ello se mezcló sabiamente en esta dolorosa de 1820, que pasa por ser de las mejores de Juan de Astorga, un autor cuyas propuestas despuntaron enormemente en la irregular imaginería sevillana del siglo XIX. La pulcritud de su ejecución, el primoroso encanto de su belleza y su desfallecido llanto han hecho que se la relacione con el ideal romántico, basado en una sensibilidad emocional pocas veces igualada.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Esperanza Macarena
(Manuel Prados)


Nuevamente surgen los controvertidos orígenes al intentar acercarnos a una dolorosa que constituye no solo una de las señas de identidad de la ciudad, sino un fenómeno sociológico a nivel mundial, lo que provoca en muchas ocasiones que el mito empañe los intereses puramente artísticos. Aunque todo indica una relación con el taller de Roldán (hacia 1680), no son pocas las voces que imponen paternidades distintas, tanto anteriores como posteriores pero siempre dentro del barroco.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Estrella
(Aída Carvajal)


Para un sector de la crítica es quizás la mejor. De lo que no hay duda es que es de las más singulares por su dramatismo, no muy aceptado en un entorno donde siempre se ha querido dulcificar tanto la tragedia. Su estremecedor rostro, tan bello como torturado por el dolor, va parejo con la calidad de sus manos. Sobre su origen barroco nuevamente hay discusión, desde Juan de Mesa y su entorno a Pedro y Luisa Roldán, ya sea como obra nueva o fruto de una gran remodelación.

 
 
 
 
 
 

Virgen de Guadalupe
(Rafael Franco)


Un clásico moderno. La obra mariana más celebrada de un autor que la talló en 1966 siendo casi un niño, tomando como referente los modelos de sus maestros Eslava y Buiza. Las posteriores intervenciones del propio Luis Álvarez Duarte no solo fueron fundamentales para definir una impronta idealizada que es la quintaesencia de su arte, imitado tanto por coetáneos como por miembros de generaciones posteriores. Solo por ello merece el homenaje que tanto se está haciendo esperar.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Hiniesta
(Israel Adorna)


El modelo establecido con la Virgen del Dulce Nombre quedaría consagrado trece años después con esta popular dolorosa. Fue la segunda que Castillo Lastrucci labró para sustituir a la destruida en 1932, atribuida con dudoso criterio a Martínez Montañés. La que Castillo hizo al año siguiente, desaparecida en 1936, se inspiraba más en la anterior, pero con esta obra mezcló el casticismo instaurado con el Dulce Nombre, lo que dio como resultado una creación más personal.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Quinta Angustia
(Joaquín Ossorio)


Solamente por la afortunada representación de María en su Quinta Angustia que realizó en 1934 -basándose en la primitiva dolorosa roldanesca- para la corporación sevillana del mismo nombre, merecería Vicente Rodríguez-Caso figurar entre lo más señero de la imaginería sevillana del siglo pasado. En ella se observa la sobria técnica del escultor, discípulo de Joaquín Bilbao, de gran solemnidad y pureza de líneas que evoca también las fórmulas clásicas de Montañés.

 
 
 
 
 
 

Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos
(José Tomás Pérez Indiano)


La opinión más generalizada es que se trata de una obra realizada en el taller de Pedro Roldán a finales del siglo XVII. Pero avezados historiadores ya establecieron hace tiempo que dicho encargo consistió solamente en una profunda remodelación y que el origen de esta popular dolorosa hay que buscarlo en la década de 1570, probablemente dentro de la producción del escultor Jerónimo Hernández, autor del primitivo grupo de misterio de la popular Cofradía de Montesión.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Soledad de San Lorenzo
(José Carlos González Muñoz)


Una restauración descubrió que era una talla completa -ello también se baraja para la titular de Montesión- arrodillada al pie de la cruz y con ropajes policromados y estofados. Sería en el último tercio del XVII cuando se le colocó un candelero, brazos articulados y un mecanismo que permitía vestirla como obra letífica, para lo cual se disponía de otra mascarilla. A esas, hoy en día, peculiaridades hay que sumar su cautivador rostro orientalizante y el recogido aspecto de sus manos.

 
 
 
 
 
 

Virgen del Valle
(Jesús Caballero)


Considerada una de las dolorosas más sobresalientes de la Semana Santa sevillana, su fisonomía actual obedece en gran parte a la remodelación efectuada en 1909 por José Ordóñez sobre una imagen atribuida a Juan de Mesa que resultó muy afectada por un incendio fortuito. Ordóñez recompuso la mascarilla, aunque conservó los ojos de cristal bajo los actuales de característicos tonos verdosos. El espléndido juego de manos que presenta es del siglo XVIII según el IAPH.

 
 
 
 
 
 

Virgen de la Victoria
(Jonathan Sánchez Aguilera)


La última restauración confirmó que fue ejecutada entre 1611 y 1628, cuando Mesa y otros artistas de mérito desplegaban sus facultades en el antiguo Reino de Sevilla. Considerada la más aristocrática de las dolorosas, por su empaque y dignidad frente al tormento, fue intervenida por Astorga en 1803 para colocarle ojos de cristal, romper la frontalidad del busto y aplicarle una policromía que ha sido retocada posteriormente. Las manos actuales son de Juan Luis Guerrero (1916).

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com