LA INFANCIA EN EL ARTE

31/05/2024


 

El arte, a través de la mirada filtrada por la historia de los creadores, tiene la prodigiosa capacidad de reflejar como un espejo todo ese universo, recordándonos que la infancia no es solo un punto en el pasado, sino una parte intrínseca de nuestra identidad presente. La exposición itinerante La infancia en el arte, formada por 38 obras y organizada por el Museo de Bellas Artes de Bilbao, recorrerá 32 municipios de Bizkaia hasta el próximo mes de diciembre para enseñar al público visitante a apreciar la inocencia perdida, a valorar la imaginación y a abrazar la nostalgia como un recordatorio de que, aunque el tiempo pase, el niño o la niña que fuimos nunca desaparece por completo.

 

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Mujer sentada con un niño en brazos (hacia 1890)


Los blancos en infinidad de matices, el color rosado de la piel del niño y la actitud de este, que recién salido del baño se recuesta en la mujer tocando el respaldo de la silla en un abrazo, transmiten una atmósfera de intimidad, serenidad y frescura. Esta cautivadora pintura es buen ejemplo de la exquisita habilidad de la artista para sugerir sensaciones olfativas y táctiles, así como sentimientos de afecto y apego. La imagen evoca la seguridad que nos proporcionan las conexiones emocionales de nuestros primeros años. Mary Cassatt (1844-1926) fue una de las pocas artistas mujeres que, a pesar de los prejuicios de la época, brilló con luz propia entre sus colegas impresionistas.

 
 
 
 
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El guiñol (hacia 1920)


El pintor polaco Eugène Zak (1884-1926) creó un mundo de seres irreales con proporciones alargadas y fisonomías clásicas. Es el caso de esta familia que asiste a una función de guiñol dirigida por uno de los niños. La propia disposición del espacio sugiere un escenario dentro de otro. Formado en la Escuela de Bellas Artes de París, Zak debutó en el Salón de Otoño en el año 1904. Su obra refleja influencias de Picasso, Modigliani y Chagall. Nada en esta pintura hace presagiar el trágico destino del autor y su familia: él falleció a los 41 años de edad debido a un ataque al corazón; su viuda, Yadwiga Kohn, quien fundó la renombrada Galería Zak en París, y su hijo Yannek perdieron la vida en Auschwitz.

 
 
 
 
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Cortejo infantil o La novia de Pentecostés (hacia 1605)


Esta pintura muestra una costumbre flamenca asociada a la celebración cristiana de la Venida del Espíritu Santo. Una niña adornada con flores y cintas -la novia de Pentecostés- se acompaña de una suerte de cortejo nupcial compuesto por numerosos niños que va de casa en casa entonando canciones sobre los berros ("cresson") de los prados mientras reciben pequeños regalos. Como en un proscenio flanqueado por dos casas, el fondo se abre hacia un paisaje de tonalidades azuladas. El punto de vista elevado permite apreciar con detalle los elementos representados. David Vinckboons (1576-hacia 1632) se estableció en Ámsterdam alrededor de 1591 y se dedicó principalmente a la pintura de género.

 
 
 
 
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El beso de la reliquia (1893)


Adoración y temor reverencial se entrelazan en esta escena impregnada de calma e intimidad. El sacerdote presenta a los fieles una misteriosa reliquia alojada en un recipiente tubular de vidrio montado en bronce dorado, casi reminiscente de un objeto de laboratorio. Los feligreses se acercan con respeto, mientras el monaguillo, calzado con abarcas, distribuye estampas bajo la mirada curiosa de una niña. Una jovencita de tez rosada besa el objeto con inocencia y candor en señal de fe. Con esta obra, premiada en exposiciones de París, Viena y Bilbao, Joaquín Sorolla (1863-1923) logró su primer reconocimiento artístico.

 
 
 
 
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La Sagrada Panterela (hacia 1634)


En esta composición repleta de personajes del linaje de santa Ana, destacan los niños en primer plano. En el centro, entre la Virgen y santa Isabel, aparece el Niño Jesús abrazando a su primo san Juanito. A la izquierda están Santiago el Mayor y san Juan Evangelista, con túnica rosada, hijos ambos de María Salomé. A la derecha se ubican los que posiblemente sean los hijos de María Cleofás: Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo. Sobresalen el hermoso colorido y la técnica suelta, que revelan la habilidad de Francisco Herrera el Viejo (hacia 1590-1656), uno de los más notables representantes del naturalismo sevillano.

 
 
 
 
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Desposorios místicos de Santa Catalina (1588)


Santa Catalina de Alejandría fue martirizada en el siglo IV debido a su compromiso con la fe cristiana, simbolizado aquí a través de su desposorio con Jesús. Este aparece como un niño ya crecido, algo poco frecuente en esta iconografía y extremadamente anómalo en las representaciones de Cristo. Sofonisba Anguissola (hacia 1535-1625) realizó esta versión a partir del original de otro pintor, Luca Cambiaso, aportando una especial dulzura e intimidad a la escena en la que ambos personajes intercambian anillos. Esta pintora singular destacó en un ambiente artístico dominado por hombres, una rareza en su época, e incluso alcanzó el reconocimiento de Miguel Ángel o Van Dyck.

 
 
 
 
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Virgen con el niño y Retratos (segunda mitad del siglo XVII)


Discípulo de Alonso Cano y admirador de Van Dyck, Atanasio Bocanegra (1638-1689) desarrolló una intensa actividad en su ciudad natal, Granada. En 1686 acudió a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey. Dedicó casi toda su producción a la temática religiosa. En esta pintura representa a dos niñas -una de ellas con la cabeza rapada, algo insólito- y un tercer infante de larga cabellera cuya casaca corresponde a la indumentaria de un varón. El cortinaje, de un magnífico color escarlata, ayuda a diferenciar el espacio divino, romboidal, donde se hallan la Virgen y el Niño, y el terrenal, en el que se sitúan los pequeños donantes.

 
 
 
 
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Chiquilín, Artiach (1935)


En la década de 1930, los hermanos Artiach aprovecharon el apodo "Chiquilín" con que se conocía en España al actor infantil Jackie Coogan -protagonista de la película "El chico", dirigida por Charles Chaplin en 1922- para convertirlo en la marca de sus populares galletas. Así, encargaron diversos carteles publicitarios con personajes traviesos y rebosantes de vitalidad -como este de Emili Ferrer i Espel (1899-1970)-, plasmados en actitudes dinámicas y con colores alegres y contrastados. La imagen fresca y dulce del muchacho quedaba así asociada al producto, transmitiendo un mensaje claro y muy efectivo desde el punto de vista promocional.

 
 
 
 
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Composición de buitre con niño (hacia 1904-1936)


La escena representada en este montaje fotográfico remite a los temores del inconsciente colectivo: miedo primigenio a caer procedente de cuando habitábamos en los árboles o miedo a la muerte, representada en el ave carroñera. Es una imagen propia de los terrores nocturnos infantiles y alude acaso a la niñez perdida -quizá robada-, como un momento de la existencia que jamás retorna. Felipe Manterola (1885-1977), natural de Zeanuri (Bizkaia), reflejó en una extensa colección de fotografías la sociedad rural de su entorno, que en ese momento experimentaba un importante proceso de cambio. Entre los paisajes, los retratos de grupo y las escenas costumbristas de fiestas y de niños jugando, dejó esta insólita imagen.

 
 
 
 
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Los vagabundos (hacia 1868-1869)


En la década de 1860 los artistas franceses sintieron gran atracción por todo lo español, considerado entonces exótico. Reflejo de aquella moda es esta obra en la que la visión enaltecida de los personajes, con porte erguido y casi orgulloso, no evita que los niños sean presentados como víctimas de un entorno marginal. Gustave Doré (1832-1883), reconocido principalmente por su trabajo como ilustrador, publicó su primera litografía a los 15 años y fue extraordinariamente prolífico. Fruto de su viaje a España en 1862 son una serie de ilustraciones que aparecieron en la revista de viajes Le Tour du Monde. En su pintura, caracterizada por los colores terrosos y la textura empastada, se detecta la influencia del Barroco español.

 

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