LA SEMANA SANTA 2013 A TRAVÉS DE SUS ESCULTORES (II)

Fotografías de Alfonso Vidán Díaz. Con información de Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 
 

LA TERCERA CAÍDA

 

Marcos Cabrera y Antonio Castillo Lastrucci

Poco queda del sello original del Nazareno, atribuido por el historiador José Hernández Díaz a Marcos Cabrera por sus similitudes con el Nazareno del municipio sevillano de Utrera, tras la profunda intervención realizada en el año 1894 por Manuel Gutiérrez Reyes, quien sustituyó la antigua cabellera y la barba de pelo natural por otras realizadas en estopa y encarnó de nuevo la imagen. En 1929 fue restaurado por Antonio Castillo Lastrucci y en los años 1983 y 1989 por Luis Álvarez Duarte, que hizo nuevo cuerpo anatomizado y labró nueva peana.

Por fotografías antiguas podemos observar una escultura hierática, de arcaica impronta y postizos naturales, muy alejada de la estética neobarroca que actualmente presenta. Su relación con el escultor Marcos Cabrera, activo en Sevilla durante el último tercio del siglo XVI, nos parece un tanto aventurada y vemos más conveniente situarlo dentro del anonimato, entrada ya la centuria siguiente.

El popular misterio de la cofradía hispalense de la Esperanza de Triana muestra a Jesús portando una cruz de sección cilíndrica y arbórea sobre el hombro izquierdo, mientras su mano izquierda abraza el travesaño del madero y la derecha se apoya sobre el rugoso risco, en decidido afán por incorporarse ante las órdenes del centurión romano que le increpa. El piadoso Nazareno inclina la cabeza hacia abajo y ligeramente al lado derecho, interiorizando la súplica de fuerzas para continuar su andadura. El cabello y la bífida barba han sido minuciosamente modelados mediante rizados mechones que caen hacia la nuca, dejando visible la oreja izquierda y, parcialmente, la derecha por culpa de una guedeja que se desliza hacia delante. Los ojos son de cristal y se enmarcan bajo unas cejas trazadas con pincel y elevadas en pesaroso ruego. La nariz es recta y la boca, entreabierta, muestra tallada la dentadura superior. La corona de espinas ha sido modelada por Gutiérrez Reyes en el mismo bloque craneal y causa los escasos regueros de sangre que surcan el rostro del Varón, cuyo cuello se presenta suavemente crispado por el esfuerzo.

La hechura cristífera, representativa de una de las Caídas de Cristo, rodilla en tierra y sin perder demasiado el equilibrio por el impacto, aparece revestida con ricas túnicas de terciopelo morado, varias de ellas bordadas en oro. Posee potencias cinceladas en oro de ley por Orfebrería Villarreal (1987).

Además del militar a caballo que ordena continuar la marcha, acompañan a Jesús la imagen del Cirineo ayudándole a llevar el madero y un grupo formado por una mujer arrodillada y sus dos hijos que contemplan apenados la escena. Todas las figuras de misterio fueron labradas en el taller de Castillo Lastrucci (1938-1941), donde también se llevó a cabo la figura de un esclavo de raza negra que fue cedido a la cofradía sevillana de Jesús Despojado. El conjunto fue restaurado por José Francisco Rodríguez Fernández (1994-1995).

 

 
 

PREPARATIVOS DE LA CRUCIFIXIÓN

 

Ignacio López y Ramón Chaveli

Pocos años antes de su muerte, el escultor Ignacio López realizaría las imágenes titulares de la hermandad jerezana del Desconsuelo. Sabemos que el 7 de abril de 1713 se bendice el grupo de la Dolorosa y San Juan Evangelista, elegante representación de la Sacra Conversación en la Calle de la Amargura. Finalmente, el 24 de abril de 1714 se hace lo propio con el expresivo Cristo de las Penas, obra que sintetiza de nuevo esa impronta de José de Arce y Pedro Roldán que envuelve por completo su estilo.

El recuerdo de la talla trianera del mismo título, realizada por el escultor flamenco en el año 1655, es evidente. Pero poco queda ya de esas formas monumentales y rotundas del Barroco de José de Arce, que se hacen con Ignacio López más fluidas y movidas desde sus primeros trabajos conocidos y que quedan resumidas a la perfección en esta obra postrera. Cristo, sentado sobre una peña, espera angustiado en el Monte Calvario a que concluyan los preparativos de la Crucifixión.

El Varón, restaurado en el año 1984 por José Guerra Carretero, eleva la imponente testa hacia el lado izquierdo y dirige la suplicante mirada al cielo. El rostro, de rasgos afilados, muestra la boca entreabierta en pesaroso ruego. Las manos aparecen entrelazadas, insistiendo el autor en el carácter implorante del simulacro, tomado como el del flamenco Arce de los grabados de Alberto Durero. El paño de pureza es un lienzo que cubre con varias vueltas su cintura, anudándose en la cadera derecha. Suele llevar un juego de potencias cinceladas en plata dorada por los talleres de Orfebrería Ramos (1994).

Procesionan con el Señor de las Penas dos sayones preparando el madero para la Crucifixión, un centurión y dos soldados romanos rifándose la túnica de Jesús, y un niño hebreo que porta la prenda. Son obras de Ramón Chaveli (1938-1940), realizadas en talla completa con ropajes de telas encoladas.  

(www.lahornacina.com/articuloslopezmorales6.htm)

 

 
 

CRUCIFIXIÓN

 

Ramón Chaveli

El escultor valenciano, afincado en Jerez de la Frontera, talló para la Semana Santa de 1941 el Crucificado del Amor, bendecido el 23 de febrero de ese mismo año. Cobró por esta obra alrededor de 2.500 pesetas, cantidad sufragada por el cofrade Aurelio Segovia. Ramón Chaveli toma como inspiración el espléndido Cristo de la Buena Muerte que recibe culto en la iglesia gaditana de San Agustín. Fue restaurado por su hijo Tomás Chaveli en 1955 y en 1983 por José Guerra Carretero, autor del madero.

El Cristo, titular de la cofradía jerezana que lleva su nombre, tiene sudario cordelífero con dos lazos. La imagen adopta la tipología de un Cristo con tres clavos, fijado a una cruz de sección cilíndrica y arbórea. La perfección de su anatomía va unida a la rigidez post mortem, destacando la belleza de su rostro sin dramatismo. La cabeza, caída e inclinada hacia la derecha, posee gruesa corona de espinas labrada en bloque, en la línea del arte barroco. Llaman la atención también la contracción del vientre y la tensión en brazos y piernas.

Completan el misterio la Virgen de los Remedios, San Juan Evangelista, las Tres Marías y dos soldados romanos; uno de ellos, el converso San Longinos. Todas las figuras son anónimas (siglo XVIII), salvo María Magdalena, obra de Antonio Eslava (1959) y los romanos, entregados el 1 de abril de 2011 por Antonio López Ramírez y presentados en La Hornacina el 6 de abril de ese mismo año. La Dolorosa ha sido relacionada por el historiador jerezano José Manuel Moreno Arana con el quehacer de Francisco Camacho de Mendoza.

(DE LA ROSA MATEOS, Antonio. El Escultor Ramón Chaveli Carreres (1879-1947), Jerez, 2005, pp. 53-54).

 

 
 

MUERTE DE JESÚS

 

Anónimo

En los orígenes de la Cofradía de la Vera Cruz del municipio sevillano de Dos Hermanas, procesionaba un crucifijo portado preferentemente por un hermano clérigo que iba acompañado de una trompeta tañendo de dolor. En la actualidad dicha hermandad dispone de dos crucificados.

La imagen del antiguo Cristo de la Vera Cruz es una de las joyas de la Semana Santa nazarena. Se halla confeccionado en papelón y es obra del siglo XVI de autor desconocido. El tronco y los miembros presentan un notorio arcaísmo frente a su cabeza, mucho más trabajada. Durante mucho tiempo se le cubría con un sudario de tela y se le tocaba con cabellera de pelo natural.

Fue restaurado por Manuel Pineda Calderón en 1945 y 1950, por Juan Abascal en 1977 -bajo la dirección de José Hernández Díaz- y 1982, y en 1989 por Francisco Arquillo -autor de la actual cruz (1997)-, que abrió al Cristo para vaciarlo, limpiarlo y confeccionarle una caja interior nueva procedente de un arca del siglo XVIII.

Este Crucificado volvió a procesionar en 1990, después de 20 años sin poderlo hacer debido al mal estado de conservación en que se encontraba. En lugar de la imagen de papelón procesionaba un Cristo de Manuel González Migolla (1931), restaurado por el artista alcalareño Pineda Calderón.

(con información de www.doshermanas.com)

 

 
 

DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ

 

Antonio Eslava

La imagen del Cristo del Sagrado Descendimiento (1941) es obra del imaginero carmonense y hermano de la Cofradía de la Quinta Angustia de Carmona (Sevilla), Antonio Eslava Rubio, quien realizó igualmente las de San Juan Evangelista, San José de Arimatea, Nicodemo -ambos de tamaño algo menor del natural-, María Salomé y María Cleofás (1943 y 1947). También compuso la figura de María Magdalena acoplando candelero y manos a una cabeza anónima del siglo XVIII. Por último, aparece en el misterio la Virgen de las Lágrimas, una Dolorosa dieciochesca atribuida con escaso fundamento a Benito de Hita y Castillo que fue titular de la desaparecida cofradía de la Vera Cruz y es cedida cada año para la procesión.

Aunque se afirma que la hechura cristífera, primera imagen titular de Eslava para su localidad natal, sustituyó a una de papelón que se encontraba en pésimo estado y, según antiguos documentos, "era de mala calidad y ridícula postura", los cierto es que durante los años anteriores a la realización del Cristo actual, la hermandad procesionó otras tallas como la imagen del Cristo de la Vera Cruz, de la extinguida cofradía a la que hemos hecho referencia, o un Crucificado también de papelón perteneciente a la Sacramental del Salvador, hoy cedido a la Hermandad de la Esperanza donde recibe culto bajo la advocación de los Desamparados.

Destaca el bello rostro de Jesús, lleno de nobleza y mansedumbre. Eslava huye del exceso de realismo y crudeza para ofrecer una representación más idealizada y un contraste entre la serenidad del rostro y la dramática escena que se escenifica. La obra posee detallada anatomía, policromía oscura, y escasos regueros de sangre y amoratamientos. El cuerpo presenta los síntomas de la rigidez cadavérica, sobre todo en las piernas. El brazo derecho se halla sujeto por la sábana a la altura del codo, dejando caer pesadamente el antebrazo, mientras que el izquierdo, también desclavado, figura aún extendido y sujeto a la altura de la muñeca. El sudario también sujeta el cuerpo a la altura del abdomen. La posición no es la ideada por Eslava, que pretendía que el Cristo fuera algo más bajo para recrearlo recogido por sus allegados al pie de la cruz; sin embargo, es de suponer que ello restaría vista a la imagen, por lo que se optó por colocarlo más elevado, siguiendo todo el grupo los populares esquemas del misterio que procesiona la cofradía sevillana de la Quinta Angustia.

A excepción del Cristo y la Virgen, todo el conjunto fue restaurado hace unos años por Carmen Montes Rojano y María Victoria Torres Becerra, quienes recuperaron los encantos polícromos -en la imagen de María Magdalena fue imposible rescatar la encarnadura original debido a importantes daños derivados de una desafortunada intervención realizada en los años 80 del siglo XX- y detalles escultóricos del autor gracias a un minucioso proceso de consolidación, limpieza, eliminación de repintes, reintegración de lagunas y barnizado.

(con información de Felipe Bermudo; MONTES ROJANO, María del Carmen y María Victoria TORRES BECERRA. "Informe de conclusión de la Restauración de las imágenes del Misterio", publicado en el boletín Angustias, Carmona, 2009, pp. 58-59)

 

 
 

QUINTA ANGUSTIA

 

Diego Roldán

Según el historiador jerezano José Manuel Moreno Arana, muy estrechas similitudes con el estilo de Diego Roldán presenta el grupo de la Piedad de la Hermandad de la Quinta Angustia de Utrera (Sevilla). En este sentido, llama la atención la acusada semejanza compositiva con otra obra de la misma iconografía conservada en Jerez de la Frontera, concretamente en la iglesia de San Francisco, atinada atribución reciente a Diego Roldán por Pomar Rodil y Mariscal Rodríguez.

El rostro mariano sigue el modelo femenino habitual de este imaginero hispalense, que parte de obras documentadas como la Virgen de los Dolores de Lebrija (Sevilla). Lo mismo ocurre con las manos de la Piedad, inconfundibles por el carácter prácticamente seriado con que eran ejecutadas en el taller del artista, mostrándonos grafismos tales como los nudillos rehundidos por esquemáticos hoyuelos.

Su impronta también se percibe en las proporciones poco esbeltas y el discreto estudio anatómico del cuerpo de Cristo, que concuerda incluso en su acabado polícromo con otra de las más seguras atribuciones de su más que posible autor, el también jerezano Cristo de la Lanzada.

En el año 2003 el simulacro fue restaurado por Enrique Gutiérrez Carrasquilla para devolverle todo el esplendor de su estado primitivo. En la procesión es acompañado por las imágenes de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, ambas del artista loreño Juan Ventura (2005).

Es interesante destacar que este grupo escultórico procede de la iglesia de los jesuitas de Utrera, donde fue venerada con el título de Nuestra Señora de la Buena Muerte en un retablo que hoy se conserva también en la Parroquia de Santa María de la Mesa y que posee un Tránsito de San Francisco Javier que, igualmente, creemos de Diego Roldán. La procedencia jesuítica de la obra incide aún más en la atribución que proponemos, pues la documentada e intensa actividad del escultor en la iglesia jerezana de la Compañía puede explicar que recibiera estos encargos de los miembros de la misma orden en Utrera; una localidad que, a diferencia de Lebrija, se hallaba fuera del área de influencia artística de Jerez de la Frontera.

(con información de http://laesculturabarrocajerezana.wordpress.com)

 

 
 

SEPULTURA DE JESÚS

 

Juan Manuel Miñarro

La imagen del Cristo Yacente, titular de la Cofradía del Santo Entierro de Dos Hermanas (Sevilla), data de 1995 y es obra del escultor hispalense Juan Manuel Miñarro. Sustituyó a una obra de 1952 adquirida en los talleres religiosos de Olot (Girona), la cual a su vez reemplazó a un Yacente articulado que ya aparece documentado en la hermandad en el año 1724. Esta última efigie se perdió a consecuencia de la desafortunada restauración a la que fue sometida tras el asalto que sufrió el templo nazareno de la Magdalena en 1936.

Lejos todavía de los yacentes gubiados por Miñarro según la Sábana Santa, los cuales reflejan sus doce años de estudios del rostro y el cuerpo del Hombre de la Síndone -utilizando el escultor técnicas antropomórficas y forenses que han llevado a considerarlos las esculturas más cercanas a la famosa reliquia-, el Yacente de Dos Hermanas se acerca a los populares modelos de Gregorio Fernández sobre el tema, hasta el punto de ser calificado como "el más castellano de mis Cristos" por su propio autor.

Labrado en madera de cedro ensamblada en hueco, con policromía al óleo y acabado al pulimento, para su anatomía Miñarro se sirvió de la experiencia adquirida en su tesis doctoral, relativa a consultas y apuntes sobre cadáveres. Como en los yacentes castellanos de Fernández, deudores a su vez del estilo de Francisco del Rincón, posee un realismo sorprendente que refleja la atrocidad de la Pasión y un dramatismo conmovedor que expresa la obediencia de Jesús a la voluntad del Padre hasta su muerte en la cruz.

La imagen pertenece al tipo de obras que procesionan en una bella urna; en este caso de cristal y plaza que bebe de los estilos renacentista y barroco y fue repujada y cincelada por el taller de Hijos de Juan Fernández (1970), siendo restaurada y plateada por los mismos autores en 1995. En los extremos de la urna, cuatro bellos ángeles turiferarios con incensarios, y en su remate un pelícano abriéndose el pecho con el pico para alimentar con su sangre a sus crías, símbolo del amor y el sacrificio de Cristo por la redención de sus fieles.

(con información de Juan Manuel Miñarro López y www.elsantoentierro.es)

 

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