LA SEMANA SANTA 2012 A TRAVÉS DE SUS ESCULTORES (II)

Fotografías de Alfonso Vidán Díaz. Textos de Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 
     
     
Descendimiento (Cádiz)
 
Cautivo (Dos Hermanas)

 

Francisco Buiza Fernández

El Cristo del Descendimiento, tallado en madera de pino de Flandes, forma parte de una monumental escenificación del momento en que Cristo es descendido del madero por los Santos Varones. La hechura cristífera, tallada en 1977, mide 180 cm de altura y es una de las más sugestivas y depuradas del escultor carmonense, sigue su característico sello mesino y muestra un espléndido estudio anatómico y unas pálidas carnaciones, con abundancia de llagas y regueros de sangre para reflejar la crueldad del suplicio. La cabeza, sin corona de espinas, aparece enmarcada por leonina cabellera y desplomada hacia el lado derecho. Los ojos y las pestañas están pintados en la madera, la nariz es prominente, y los labios, desencajados, permiten ver en su interior la lengua proyectada más allá de ambas coronas dentarias. La barba, bífida, se hunde en el hinchado y ensangrentado tórax, al tiempo que el vientre queda rehundido y el pie derecho se superpone sobre el izquierdo, conservando pese al desenclavo la postura tomada en el leño. Las manos se muestran abiertas, con los dedos flexionados por la rotura de nervios y tendones. Los brazos se hallan desclavados, quedando el derecho sujeto por José de Arimatea y el izquierdo sostenido por la sábana. Toda la composición, como es habitual en su autor, es colosal y plena de fuerza expresiva. Respecto al sudario, se anuda en el costado derecho y deja al descubierto parte del muslo. Los Santos Varones fueron iniciados por Francisco Buiza, pero su fallecimiento provocó que fueran concluidos por su discípulo Francisco Berlanga de Ávila (1985); han sido restaurados por el escultor gaditano Luis González Rey (1998), quien les realizó nuevo cuerpo. También aparecen San Juan Evangelista y Las Tres Marías, todas ellas obras de González Rey (1991-1993). En la fotografía aparecen acompañados por la Dolorosa de la Quinta Angustia, obra catalogada de la escuela valenciana del siglo XVIII.

Antonio Illanes Rodríguez

La imagen de Jesús Cautivo del municipio sevillano de Dos Hermanas data de 1939. Destaca de la misma su rostro bello y viril, de acusados rasgos hebraicos, así como la caída de los oscuros cabellos, la sumisa inclinación de la cabeza y la perfección con la que el autor labró sus manos, atadas por delante del cuerpo. Se trata de una escultura de cuerpo entero y muy piadosa, que emula la talla dieciochesca del Cautivo de San Ildefonso que recibe fervoroso culto en la capital hispalense. Su peana fue restaurada por Salvador Madroñal en 1987. La Hermandad poseía otras imágenes, dos sayones y un romano, obras de Antonio Eslava que procesionaron desde 1975 a 1986, fecha en que fueron vendidas a la cofradía gaditana de la Salud, pues se dispuso que la imagen desfilara sola en su paso, ya que el misterio representaba el pasaje del Prendimiento y no el de Jesús abandonado por sus discípulos, caminando maniatado hacia el palacio del sumo sacerdote (con información de www.doshermanas.com).

 

 
     
     
Ecce Homo (Jerez)
 
Virgen del Buen Fin (Jerez)

 

Anónimo

El misterio jerezano del Ecce Homo está compuesto por la hechura cristífera, que aparece de pie, maniatada y situada en primer término. La interpretación de la cabeza es con corona de espinas, sobrepuesta e inclinada hacia el lado derecho. Porta entre sus manos una caña y un manto sobre sus hombros. Detrás, a su derecha, aparece Poncio Pilatos, que lo presenta al pueblo señalándolo con su diestra, y a su izquierda la figura de un soldado romano que lleva en su mano izquierda una lanza, y en esa misma muñeca lleva atada la cuerda con la que sujeta a Jesús, mientras con la mano derecha golpea al reo. Las tres imágenes del misterio son todas de talla completa. El Cristo es una singular talla de autor desconocido que data del siglo XVII o principios del XVIII, mientras que las otras dos figuras son del escultor Vicente Tena del año 1892 (www.lahornacina.com/articulosjerez.htm).

Luis Álvarez Duarte

A diferencia de su otra Dolorosa jerezana, la Virgen de la O de la Cofradía de la Defensión, la Virgen del Buen Fin muestra una expresión más serena y concentrada en su dolor, a lo que contribuye su posición cabizbaja y el gesto ensimismado del bello rostro. Esta imagen de candelero para vestir remite a los modelos clásicos sobre el tema de la estatuaria sevillana del siglo XVII, y es titular de la cofradía jerezana de la Sagrada Lanzada. Fue realizada en 1969 con la idea de reemplazar a la Virgen de las Lágrimas, de la cofradía sevillana de la Exaltación (Los Caballos), una propuesta que, finalmente, fue rechazada de pleno por los hermanos de la corporación del Jueves Santo sevillano.

 

 
     
     
Sagrada Lanzada (Huelva)
 
Oración en el Huerto (Cádiz)

 

Joaquín Moreno Daza

La imagen del Cristo de la Sagrada Lanzada, realizada por el escultor palmerino en 1985, representa el momento en que Longinos acaba de atravesar con una lanza el costado derecho de Jesús, que aparece muerto en la Cruz, con la cabeza desplomada hacia el lado derecho. La corona de espinas, de ramaje muy puntiagudo, es superpuesta. Cabellera y barba se encuentran trabajadas mediante rizados y espesos mechones. Los ojos y las pestañas han sido policromados en la madera. La nariz es recta, y las mejillas se hunden demacradas en el lívido semblante. La boca, entreabierta, permite ver la lengua tallada. Los brazos aparecen colgantes del travesaño, y las manos, abiertas, taladradas por las palmas y con los dedos extendidos. El sudario se ciñe con una cuerda y deja al descubierto el costado derecho. Se halla fijado a un madero cilíndrico y arbóreo por tres clavos, montado el pie derecho sobre el izquierdo. Frente a la simplicidad de la testa, el tronco y las extremidades presentan un espléndido estudio anatómico y mayor interés artístico. Labrado en madera de ciprés policromada, con una altura de 185 cm, procesiona junto a las imágenes de vestir de la Virgen del Patrocinio, San Juan Evangelista, Santa María Magdalena y Longinos a caballo. Todo el grupo fue realizado por Moreno Daza (1987-1992). En principio, este misterio fue encargado a Luis Ortega Bru, quien incluso llegó a realizar el boceto a dibujo del Crucificado. Sin embargo, el fallecimiento del escultor de San Roque (Cádiz) impidió llevarlo a cabo.

Manuel Ramos Corona

Representación de la Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos, confortado por un ángel. La hechura cristífera de Jesús de la Oración en el Huerto, tallada por el escultor sevillano en 1989, aparece de rodillas, con la cabeza levantada hacia la derecha y la mirada proyectada al cielo, en la dirección señalada por la figura angélica. Cabellera y barba, negras y abundantes, se resuelven mediante pormenorizados rizos. El alargado semblante muestra las facciones crispadas por la violenta tensión anímica que sufre. Posee los ojos tallados y pintados en la madera, la nariz alargada, las mejillas descarnadas, espeso bigote y labios entreabiertos y anhelantes, mostrando claramente la lengua y la dentadura talladas. Los brazos aparecen alineados con el cuerpo y las manos, abiertas, en señal de entrega a su destino. El tormento interior se manifiesta en el sudor de sangre o hematidrosis, que perla la frente de rojizos regueros que se extienden hasta las cejas. La imagen, de talla completa, aparece revestida con túnica. Se acompaña en el misterio de los apóstoles Juan, Pedro y Santiago, dormidos, y el ángel confortador; este último obra también de Ramos Corona (1991), mientras que el apostolado fue tallado en 1995 por González Rey.

 

 
 

Virgen de la Esperanza (Alcalá de Guadaíra)

 

Manuel Pineda Calderón

La Virgen de la Esperanza del municipio sevillano de Alcalá de Guadaira se entregó en diciembre de 1958, bendiciéndose el día 13 de dicho mes, con la concurrencia de muchas Hermandades del mismo título, entre las que figuró la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Macarena, de Sevilla. Se concibe esta imagen, tallada en madera de ciprés (cabeza y manos, siendo el resto de pino de Flandes), como un trasunto de dicha famosísima Dolorosa hispalense, reinterpretando el escultor sus bellas facciones, para lo que tuvo tres fotografías a tamaño natural, una de cada perfil y otra de frente. Su rostro se inscribe en un perfecto óvalo, quizá menos alargado que el de la imagen sevillana en la que se inspira, siguiendo los rasgos de aquella: frente lisa, grande y despejada; cejas finas y largas, de bella curvatura sinuosa, con rictus de dolor en el entrecejo, que se frunce; ojos grandes, de cristal, con pestañas naturales en el párpado superior y pintadas finamente en el interior; nariz recta, con los orificios pronunciados; la boca entreabierta, deja ver los dientes superiores tallados y el labio correspondiente con un bello recorte producido por la hendidura nasolabial; la barbilla apenas destaca, llevando en la punta una ligera insinuación de hoyuelo. Una brevísima papada da paso a un cuello cilíndrico y sin ninguna narración muscular. La imagen adopta una actitud totalmente frontal, con su cabeza derecha, mirando al frente. Las lágrimas, de igual disposición que en la Virgen Macarena, aportan un toque doloroso. La Dolorosa costó 12.000 pesetas y mide 162 centímetros de altura (GARCÍA GARCÍA, Juan Jorge. El Escultor Manuel Pineda Calderón (1906-1974), Sevilla, 2005, pp. 68 y 69).

 

 
     
     
Cristo de la Esperanza (Jerez)
 
Jesús del Amor Despojado (Cádiz)

 

Sebastián Rodríguez

Talla de tamaño natural con los caracteres de la escuela sevillana. El rostro del Cristo de la Esperanza, titular de la cofradía jerezana de la Vera Cruz, posee un realismo emocionante y dramático. Muestra ojos exoftálmicos, abertura palpebral curvada, cejas convergentes, pómulos prominentes, prognatismo, esternocleidomastoideos acusados, profundas oquedades axilares, caja torácica amplia, mamilas bajas, relieves costales muy dibujados, ángulo condral bastante abierto, epigastrio y músculos abdominales con destacado relieve, y gemelos con notorio volumen. La figura está inscrita en un triángulo, al estar sujeta con tres clavos. La corona de espinas es circular y rodea la bóveda craneana punzando la oreja, el arco superciliar y los parietales frontal y occipital. La expresión es de grandeza y monumentalidad, acercándose un poco a la dulzura montañesina. Un elemento importante a considerar es el paño de pureza, resuelto anudando a la derecha un paño que circunda las caderas. En las facciones se observa cierta rudeza, y los cabellos son revueltos y abundantes. El desnudo es más seco y acentuado que en Martínez Montañés. No buscó el imaginero la comodidad del tipo repetido, sino una nueva versión, una nota emocional distinta. Un sector de la crítica lo ha atribuido a Sebastián Rodríguez, posible discípulo de Juan de Mesa y artista activo en el segundo cuarto del siglo XVII. Recientes estudios han llevado a otra parte de la crítica a poder decir, casi con toda seguridad, que la autoría es de Sebastián Rodríguez, sobre todo por la gran semejanza que tiene con el sevillano Cristo del Buen Fin. Los ladrones del misterio son obras modernas de Francisco García de Lamadrid (con información de www.veracruzjerez.es).

Francisco Romero Zafra

Llama la atención de Jesús del Amor Despojado de sus Vestiduras el contraste entre la idealización del rostro -que, pese a las magulladuras y al cansancio tras el trayecto hacia el Calvario, conserva la belleza y dulzura típicas del autor- y el cruel realismo del cuerpo; auténtica figura de carne torturada donde se aprecian huellas martiriales de todo tipo: cortes, desgarros en la piel, cardenales, señales de apaleamiento, regueros de sangre con gotas de vidrio rojizo, uñas amoratadas y sanguinolentas, marcas de latigazos... Todo ello, acentuado por el gusto del detallismo de Romero Zafra y su pericia en las policromías, hacen de éste un simulacro estremecedor que lo acerca en parte al cruento estudio de las tallas gaditano-genovesas, propias de la ciudad para la que ha sido realizado. A pesar de la saña del suplicio, el escultor cordobés ha querido que el Varón conserve la dignidad ante el sacrificio y la poderosa anatomía que se desprenden de su divinidad, además de la mencionada belleza del rostro pese al pómulo fracturado y el resto de heridas que lo surcan. En el dorso de la gruesa corona de espinas aparece un caracol, símbolo de evolución que preludia la Resurrección de Cristo (www.lahornacina.com/noticiaszafra26I.htm).

 

 
     
     
Jesús de la Vía-Crucis (Jerez)
 
Virgen de la Piedad (Jerez)

 

Ramón Chaveli Carreres

La imagen jerezana de Jesús de la Vía-Crucis fue bendecida el 11 de agosto de 1940. Su precio ascendió a 1.500 pesetas, siendo pagada en dos veces, y entregándose a cuenta el 10 de marzo 1.000 pesetas. A este precio hay que sumar 500 pesetas de la cruz de salida. Mide 180 cm de altura, y está realizada en madera de pino. Chaveli se inspiró para su talla en la magnífica escultura sevillana de Jesús de la Pasión, obra de Juan Martínez Montañés. Está firmada en la parte trasera superior derecha del sudario. En la Semana Santa de 1941 procesionó por primera vez. El Nazareno erguido y cargado con la cruz en su hombro izquierdo, destaca por su andar seguro y majestuoso, con su zancada firme y el pie izquierdo adelantado. Por su rostro dulce y dolorido corren discretos regueros de sangre. La gruesa corona de espinas está tallada en el propio bloque craneano y lleva potencias. Añadiremos que no lleva las primitivas manos, que se encuentran en la Casa de Hermandad y fueron sustituidas por las actuales de Tomás Chaveli, hijo del autor. Posiblemente nos encontramos ante la obra más expresiva y la mejor de la producción del escultor valenciano, afincado en Jerez de la Frontera. Un gesto desgarrador se mezcla con la expresión de un dolor íntimo y contenido, logrando un equilibrio de naturalidad, ternura y sufrimiento. Ha sido restaurada por el matrimonio Navarrete en 1997 y 2000. Para la salida procesional de 2005, Miguel Ángel Segura hizo una nueva cruz, sustituyéndose la tradicional de madera (DE LA ROSA MATEOS, Antonio. El Escultor Ramón Chaveli Carreres (1879-1947), Jerez de la Frontera, 2005, pp. 44-48).

Ignacio López

La Virgen de la Piedad fue relacionada en su momento por Fernando Aroca Vicenti con las Dolorosas jerezanas del Mayor Dolor y del Desconsuelo. En el año 2007, José Manuel Moreno Arana las atribuyó al artista sevillano Ignacio López. Se sabe con certeza que la Virgen de la Piedad fue labrada en 1712, un año antes que la titular de Los Judíos de San Mateo, analizada en la anterior entrega. Por fotografías antiguas, podemos observar que ha llegado hasta nosotros con ciertos retoques, principalmente en su policromía, habiendo variado un tanto su aspecto sin desvirtuar su noble impronta primitiva. Su última restauración corrió a cargo de Francisco Arquillo (1980). La bella titular de la Cofradía del Santo Entierro es la única Dolorosa bajo palio que procesiona acompañada de San Juan Evangelista, Santa María Magdalena, Santa María Salomé y Santa María Cleofás, formando una composición en el paso tan abigarrada como sugestiva. El resto de tallas son parejas a su estilo y a su fecha de ejecución, habiendo sido atribuidas también por Moreno Arana a Ignacio López, discípulo de Pedro Roldán que llegó a afincarse en la localidad gaditana de El Puerto de Santa María. El grupo, según el historiador jerezano, es un ejemplo de la habilidad de Ignacio López para crear escenas llenas de teatralidad; no en balde, tan emotivo conjunto fue ideado para formar parte de la escenografía de la ceremonia del Descendimiento, que cada mañana de Viernes Santo organizaba dicha cofradía jerezana.

 

 
     
     
Cristo del Perdón (Utrera)
 
Jesús del Soberano Poder (Alcalá de Guadaíra)

 

Anónimo

El utrerano Cristo del Perdón es un Crucificado de bella factura que mira al cielo con expresivo rostro, dotado de gran realismo. La imagen, documentada a inicios del siglo XVII, manifiesta un gran estudio anatómico y psicológico del momento representado. Sus ojos abiertos se muestran suplicantes, ayudado en ello por la boca entreabierta en expresivo gesto. La nariz es de raza judía, y su barba es puntiaguda, sin hacerse bífida en el mentón, aunque sí llena de pequeños rizos. La postura de su cuerpo aparece totalmente relajada. Al mantener más recta la pierna izquierda, exonera notablemente la derecha, provocando en las caderas una inclinación hacia este lado y en el torso hacia el contrario como compensación. Su paño de pureza queda resuelto en una moña sobre la cadera de la pierna recta, la izquierda. Su técnica, la de los paños mojados, pues aparece muy en contacto con la parte que cubre sin exagerados pliegues. La representación del simulacro que estudiamos atiende a la interpretación realizada por el escultor con la intención de captar el momento más expresivo de la Pasión, al exclamar Jesús mirando hacia el Padre: "Dios mío, perdónalos porque no saben lo que hacen" (MAYO RODRÍGUEZ, Julio. "Hermandad Obrera de Apostolado y Penitencia del Santísimo Cristo del Perdón y María Santísima de la Amargura", en Crucificados de Sevilla, volumen IV, Sevilla, 2002, pp. 367-368).

Juan Manuel Miñarro

La imagen de Jesús del Soberano Poder del municipio sevillano de Alcalá de Guadaíra (2005) presenta una altura de 179 cm. En la expresión de su rostro y en los detalles más destacados de su figura, sintetiza magistralmente los dos aspectos que definen la figura de Jesús: el ser divino y el ser humano. El giro de su tronco, adelantando la pierna derecha, responde a la debilidad de un hombre que se ve maltratado por los que le rodean y necesita apoyarse para no perder el equilibrio tras ser empujado o recibir un golpe en la espalda. Aunque se enfrenta y planta cara al tribunal, su condición sobrenatural no puede superar el dolor psicológico de quien inclina la cabeza para refugiarse en sí mismo. Esta mansedumbre del ser humano también carga sobre sus hombros y un cuello que se vuelve lánguido. Sus manos atadas, que recaen hacia el lado contrario de su mirada, duelen por la soga que las envuelve y aprieta, ofreciendo una tensión que perfila vigorosamente sus arterias y pareciera que su espíritu interno pudiera romperlas y liberarse. Todo ese Dios que se enfrenta y se sobrepone aparece de nuevo en la expresión de su portentosa cabeza y de su rostro. De nuevo, sutilmente, se produce esa maravillosa transición entre ambos aspectos: afirmarse y vivir muriendo, o negarse y morir viviendo. Las cejas no se alinean suavemente, sino que se contraen y se pliegan, configurando un marco de severidad y profundidad a su mirada. Es como si la pregunta de Caifás la interiorizase y la respondiese con una mirada que transmite la fuerza espiritual del hombre más poderoso. Sin embargo, si descendemos por el perfil prominente de su nariz, la severidad da paso a la dulzura de unos labios propios de una persona indefensa, cuya firmeza vuelve a reencontrarse en el contorno de su barbilla y en las valientes palabras que está a punto de pronunciar. Todo el conjunto procesional es obra de Miñarro (con información de www.soberanoalcala.com).

 

 
 

Descendimiento (Jerez de la Frontera)

 

Luis Ortega Bru

Colosal y arriesgado misterio del Descendimiento, fruto del gran talento del escultor sanroqueño Luis Ortega Bru, quien modeló un Cristo según las raíces castellanas de imaginería y presentó las figuras de los Santos Varones ejecutadas en talla completa, siendo el resto del misterio (la Virgen de las Tristezas, San Juan Evangelista y las Tres Marías) concebido para vestir. El conjunto, realizado entre 1950 y 1957, merece situarse entre los mejores grupos procesionales andaluces del siglo XX. Su autor se aparta de los usos de la escuela sevillana, plenamente dominantes en la zona occidental de la región durante la pasada centuria, para ofrecernos un conjunto de tallas innovadoras, de rasgos recios y expresiones atormentadas, donde se busca más la tragedia que la estética y la compasión del espectador que su agrado ante unas imágenes bellas. La imagen de Jesús, corpulenta y gubiada con dureza, se relaciona con su homónimo malagueño, labrado también por el prestigioso artista. Procesiona sobre una andas neobarrocas, talladas por Manuel Guzmán Bejarano y Luis Jiménez Espinosa (1958), con capillas labradas también por Ortega Bru, quien remató así una de sus obras más personales y completas.

 

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