ARTE DE PROPIEDAD PARTICULAR (XXXV)

Con información de Juan Antonio Patrón Sandoval, Jesús Guerrero García y Jesús Garrido Pérez


 

SAN FRANCISCO DE ASÍS
     
     
     
     

Este busto de San Francisco de Asís pertenecía en origen a una imagen del santo, de tamaño natural y de las denominadas de candelero o de vestir, con brazos articulados y preparada para ser vestida con hábito de confección textil. De autor anónimo, no hay duda que se trata de una talla del siglo XVIII que bien podría encuadrarse, a falta de un análisis estilístico más detallado, como cercana a la escuela jerezano-genovesa de dicha centuria. Por su calidad artística y proporciones, apreciables principalmente en su perfil, debe corresponder a alguno de los mayores exponentes de dicha escuela.

     
     
 
     
     

Muy posiblemente pudiera haber sido en origen la imagen procesional de la Orden Tercera de San Francisco que existió en Tarifa (Cádiz) o bien una de las imágenes que se veneraban en el Convento de San Juan de Prado (http://www.tarifaweb.com/aljaranda/num54/art5.htm y http://www.tarifaweb.com/aljaranda/num55/art5.htm). Dicho cenobio franciscano, erigido en 1730 extramuros de la ciudad, volvió a trasladarse a su antigua casa hospicio junto a la iglesia de Santa María en el interior de la ciudad, donde permanecería hasta la exclaustración de los religiosos en 1835. Y no es sino en dicha iglesia de Santa María donde todavía se documentaba en el año 1919 la primitiva imagen de vestir de San Francisco de Asís.

Tras el cierre de esta iglesia tarifeña en la década siguiente del siglo pasado, sus bienes e imágenes pasaron al templo mayor de San Mateo, perdiéndosele la pista a la talla de San Francisco de Asís, cuyos restos fueron recuperados años más tarde de un acopio de madera para leña por un particular de la localidad gaditana, quien tras "restaurarlo" le dio el aspecto con el que la imagen llegó hasta nosotros en el año 2009, muy deteriorada por los repintes, abundantes lagunas y los cambios de temperatura y humedad que había sufrido en todo ese tiempo.

     
     
     
     

La imagen de aquel San Francisco de Asís de la iglesia de Santa María, por tanto, llega hasta nuestros días como busto presentado sobre peana, dispuesto para ser venerado en pequeñas capillas, hornacinas o vitrinas de forma particular. La precariedad del estado en el que llega a la intervención y las pretensiones de corregir las faltas de estas últimas transformaciones, obliga a hablar de recuperación artística, aparcando el término restauración.

Una pieza sacra a la que la ignorancia, primero, y manos poco expertas después, mutilaron parte de su historia material y que ahora ha sido tratada en pos de dotarla de una lectura formal y homogénea, para revalorizar su indudable calidad artística y devolverle su dignidad como escultura.

     
     
 
     
     

Para ello, su actual propietario encargó el pasado año 2010 la restauración del busto a Jesús Guerrero García, restaurador y conservador de obras de arte en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), quien ha intervenido sobre la misma devolviéndolo al estado que presenta en la actualidad, sometiéndola a un tratamiento de gases inertes para frenar el ataque de insectos xilófagos, a la vez que se le han resanado la madera que conforma su soporte material.

La falta de cohesión de la mascarilla ha posibilitado su separación del resto de la cabeza y el acceso al interior, donde se comprueba cómo, en una intervención anterior, se reponen los antiguos ojos de cascarilla por unas piezas de madera muy mediocremente policromadas. La metodología estructural planteada por Guerrero García ha partido de reconstruir toda la zona del busto y recrear la embocadura y capucha del hábito del santo franciscano con pasta de madera, a la vez que se han repuesto los globos oculares, en este caso de cristal. Finalmente, la recuperación cromática de la imagen es totalmente nueva. Las carnaciones están policromadas al óleo y los ropajes estofados al temple sobre oro. Como paso previo, ha sido estucado con preparación magra tradicional de sulfato cálcico y cola de origen animal.

     
     
 
     
     

Bajo el estuco se han respetado las escasas lagunas de color que presentaba la imagen antes de la intervención. Según el restaurador Jesús Guerrero García también se trate probablemente de repintes posteriores a la policromía original, pero que se han conservado bajo la nueva interpretación polícroma como dato de interés, como es el que el busto carecía de estuco o capa de preparación, de forma que la policromía original del siglo XVIII se aplicó, al menos en la zona del pelo y de la barba, directamente sobre el tallado menudo de estas partes del busto y sobre el mismo soporte, algo que nos viene de nuevo a referir el quehacer de algunos maestros genoveses de los que trabajaron en la provincia gaditana en el siglo XVIII.

     
     
CRUCIFIJO
     
     
 
     
     
Pequeño Crucificado (22 cm de altura) de impronta roldanesca, recientemente adquirido por un particular de San Fernando (Cádiz). Se trata, según el restaurador que lo ha intervenido hace unos meses, de una pieza de calidad que muestra un gubiado muy minucioso para las dimensiones tan reducidas que tiene. Parece ser que, en alguna etapa de su historia material, se le retiró el barniz que tenía (o incluso la policromía) para barnizarlo de nuevo.
     
     
 
     
     

La imagen es de madera de boj, y según su restaurador puede ser obra de un autor acostumbrado a tallar Crucificados en marfil. Como hemos apuntado, detalle que confirma personalmente su propietario, recuerda a las obras del barroco dinámico que se impusieron en la capital hispalense a partir de la segunda mitad del siglo XVII de la mano del artista flamenco José de Arce, seguidas muy de cerca y popularizadas por el sevillano Pedro Roldán y su escuela.

     
     
 
     
     

Representa a Jesús en el momento de expirar en la cruz. La estatuilla carece de los dos brazos a la altura de los hombros, así como de algunos dedos de los pies. Pero dejando a un lado esas pérdidas, que tuvieron lugar en fecha indeterminada, su estado de conservación es muy bueno, especialmente ahora tras haber recibido un excelente trabajo de restauración como en la pieza tarifeña, si bien en este caso las tareas del profesional se han limitado prácticamente a su conservación.

     
     
 

 

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