EL ARTE SACRO DE PROPIEDAD PARTICULAR (II)

Juan Cristóbal Jurado Vela


 

Por el especial interés que nos han suscitado, vamos a centrar este segundo especial de arte sacro en dos piezas pertenecientes a la colección que Antonio Manuel Peña Méndez posee en Vélez-Málaga. Ambas son obras antiguas, de una calidad artística apreciable y prácticamente desconocidas fuera de su entorno.

 

     
     
 
     
     
 
     
     

     
     
 
 
     
     

 

El Doctor en Historia del Arte y Profesor Titular de la Universidad de Málaga (UMA), Juan Antonio Sánchez López, ha relacionado recientemente esta imagen de la Virgen Dolorosa con la vasta producción del taller antequerano de los Hermanos Márquez. Datada entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, está realizada en madera tallada y policromada, con ojos de cristal y pestañas postizas.

Originalmente, se trataba de un busto al que en fechas no muy lejanas se le incorporó una devanadera. Las manos actuales son de terracota, antiguas también, y de una proporción algo menor a la de la talla de la imagen. Pertenecieron a una Dolorosa que recibía culto en la Iglesia de Santiago. Mide 165 cm de altura, mientras que desde la cintura hasta la cabeza alcanza los 60 cm.

Recibió culto en la Parroquia de Santa María de la Encarnación, habiendo sido cedida tras la Guerra Civil por parte de la familia a la que pertenece. Actualmente, recibe culto privado en el domicilio de su propietario.

 

 
     
     
 
     
     
 
 
     
     

 

Esta talla completa de San Francisco de Asís, cuya fecha de ejecución es desconocida, ha sido relacionada tradicionalmente y por atribución familiar a las gubias de Alonso Cano. Se trata, como se puede pensar, de una atribución popular sin fundamento documental alguno, sino consuetudinario.

Sus dimensiones son de 75 cm de alto más otros 10 cm de peana, midiendo la cabeza desde la barba 12 cm. Está realizado en madera tallada y policromada. Le falta parte del cordón que cuelga, que debía ser postizo en otros materiales. La cabeza es independiente del resto del cuerpo, separada de éste y encajada en la capucha.

Esta talla ha recibido culto en el domicilio particular de la familia Peña, en una urna de madera y cristal sobre una consola. En varias ocasiones, especialmente en las primeras décadas del siglo pasado y en los años 40 y 50 del mismo, recibió culto público en la iglesia del Convento de San Francisco para los actos de su festividad, en octubre, pues se cedía a la comunidad para ello, dada la estrecha vinculación de la familia con la Orden.

Su antiguo propietario, José Peña Segovia (bisabuelo del actual, apodado "Fraile Peña"), era terciario franciscano y fue uno de los notables de la ciudad que recogieron en el año 1916 a los frailes cuando retornaron al convento desde la desamortización. La talla del santo se salvó en 1936 de la destrucción que conllevó la Guerra Civil escondiendo la cabeza separada del resto del cuerpo, bien envuelta, en una lata de gasolina que se enterró en el estiércol del corral de una casa de la calle Salvador Rueda ("La Coronada").

 

Fotografías de Antonio Manuel Peña Méndez

 

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