EL ARTE SACRO DE PROPIEDAD PARTICULAR (XVIII)

Con información y fotografías de Pedro Fernández Valcárcel y Luis Sánchez Domínguez


 

 
     
     
La primera de las dos Dolorosas que les vamos a presentar en esta entrega lleva por título Nuestra Señora de los Dolores. Es una pequeña imagen para vestir, procedente de una casa señorial de Córdoba. De tipo devocional, tiene su más clara inspiración en la Virgen de los Dolores de la capital cordobesa, famosa imagen labrada por Juan Prieto (1719) que se venera en la Iglesia del Hospital de San Jacinto. Muchas de estas piezas marianas de culto privado eran encargadas a escultores, bien para reproducir el icono más venerado de la localidad en cuestión, bien para llevar solamente su título, dejando al artista una mayor libertad creativa a la hora de llevarlas a cabo.
     
     
 
     
     
La cabeza y las manos de la Dolorosa están realizadas en plomo policromado, siendo el cuerpo un candelero de madera. El rostro se halla muy retocado, a diferencia de las manos, que poseen su encarnadura antigua, acristalada por el paso de los años. Ello dificulta sobremanera su datación, aunque bien pudiera haber sido ejecutada a finales del siglo XVIII o principios del XIX. Sus actuales dueños cuentan que la intervino el conocido escultor e imaginero cordobés Juan Martínez Cerrillo, amigo de la antigua familia propietaria de la imagen. Ello es visible en la fisonomía que presenta hoy en día su semblante. La Virgen posee enaguas antiguas, así como ráfaga y corazon de siete puñales, símbolo de su advocación, cincelados en plata y de la misma época que el manto y la propia talla. Actualmente se encuentra en el Oratorio Particular de la familia Fernández-Valcárcel, en Lucena (Córdoba).
     
     
 
     
     
La siguiente Dolorosa, venerada en el municipio onubense de Zalama la Real por la familia Sánchez Domínguez, coincide en muchos aspectos con la anterior: es de factura popular, posee reducidas dimensiones, es imagen de candelero para ser vestida, luce preseas y otros atributos que se corresponden con su fecha de ejecución (siglo XIX), y constituye una inspiración de un icono mariano anterior que fue muy venerado en la serranía onubense. A diferencia de la efigie de Lucena, está realizada en madera y conserva íntegramente su policromía y facciones originales. Es probable que haya sido objeto de algún repinte, pero ello no ha desfigurado en absoluto su impronta original.
     
     
 
     
     
La Virgen se inspira en una magnífica obra del escultor e imaginero archidonés Juan de Astorga Cubero que, desde su ejecución en el año 1813, para sustituir a una talla anterior de José Montes de Oca, hasta su destrucción en los disturbios de la Guerra Civil, fue Patrona de Aracena (Huelva). Dicha efigie gozó de un extraordinario culto, no sólo en la mencionada localidad, sino en los demás municipios de la sierra onubense que lleva su nombre (Almonaster la Real, Linares de la Sierra, Cortegana, etcétera), así como en otros lugares de la mitad norte de la provincia de Huelva, caso de Zalamea la Real. Sirva como testimonio la presente estatuilla de devoción particular.

 

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