RESTAURACIÓN DE LOS LIENZOS DEL SALÓN DE BAILE
DEL REAL CASINO DE MURCIA POR ASOARTE

Texto y fotografías de María del Loreto López Martínez


 

 

La reciente inauguración, tras el largo periodo de restauración, del Real Casino de Murcia ha sido objeto de gran interés por parte del numeroso público que ha visitado el impresionante recinto. La empresa murciana ASOARTE ha participado con la restauración de algunas de sus salas más destacables: el Salón de Baile y el Tocador de Señoras, así como del mobiliario histórico y las esculturas.

Entre los trabajos realizados destaca fundamentalmente, por su enorme complejidad, la pintura sobre lienzos que recubre el techo del Salón de Baile, atribuida a Manuel Picolo López -los dos grandes grupos de músicos y danzas de los extremos- y a Manuel Sanmiguel -todas las escenas, alegorías de las artes y representaciones de personajes ilustres murcianos (Villacís, Salzillo, Floridablanca y Romea) enmarcadas en cornucopias pintadas-, teniendo como referencia cronológica la inscripción en uno de los ángulos de la fecha de colocación de los grandes lienzos, 1876.

 

 
 

 

Cuando se entra a un espacio tan fastuoso, como es el Salón de Baile del Casino de Murcia, normalmente el impacto que causa tanto lujo, aunque sea decadente, no permite percibir la degradación, por eso es muy probable que los visitantes que entren a esta sala tras la restauración no aprecien una gran diferencia, si no les refrescamos la memoria y les mostramos algunos detalles de su estado inicial, pero primero hagamos un breve repaso histórico.

Es la única sala que se conserva de la construcción original del Casino, por lo que probablemente su factura sea del arquitecto Francisco Bolarín, aunque no queda constancia de ello, e incluso pudiera tratarse de uno de los salones del antiguo palacio del conde de Pinohermoso, a cuya viuda, la marquesa de Villaleal, le adquieren el inmueble en 1852. Por el contrario, sí se conocen los trabajos que se realizaron en la primera fase de ampliación del Casino, tal y como la proyectara José Ramón Berenguer entre 1870-1875, dentro del más espectacular estilo neorrococó.

Destaca fundamentalmente la pintura de recubrimiento del techo (17,80 X 10,70 m), obra atribuida en parte, como hemos señalado, a Manuel Picolo López, los dos grandes grupos de músicos y danzas de los extremos, y a Manuel Sanmiguel el resto de la obra, todas las escenas, alegorías de las artes y representaciones de personajes ilustres murcianos (Villacís, Salzillo, Floridablanca y Romea) enmarcadas en cornucopias pintadas; teniendo como referencia cronológica la inscripción en uno de los ángulos de la fecha de colocación de los grandes lienzos, 1876.

 

 
 

 

En 1901 se completa la decoración de los muros, de manos del continuamente referido Manuel Castaño, toda ella en escayolas decorativas policromas y doradas, continuando el estilo neorrococó. El conjunto se complementa con una serie de elementos muebles: en 1885 se ponen los espejos y candelabros, y un año más tarde se compran las cinco deslumbrantes arañas de bronce con baño de oro, con una central de 110 bombillas y 620 piezas de cristal. Los huecos de las paredes se encuentran revestidos con cortinajes de seda adamascada de color dorado.

La sala es de doble altura y cuenta con una triple balconada, denominada Tribuna de la Música, con cortinajes dorados y decoración similar al resto del Salón, poco funcional en dimensiones, sobre la puerta de acceso.

En cuanto al estado de conservación, podemos decir que nos enfrentábamos a una auténtica y bien camuflada, por sus oropeles, ruina. Los muros habían cedido en algunos puntos, las grietas eran más que alarmantes, las instalaciones absolutamente obsoletas y mal integradas, el envejecimiento de los materiales de revestimiento, los repintes alterados, las pérdidas de elementos y un largo etcétera

Pero si todo lo que ibamos observando en las paredes y yeserías era digno de un manual de patologías, al acceder al techo las cosas aun se complicaban más. Los estragos de la humedad eran apreciables a simple vista, así como la suciedad, principalmente por humo -hay que tener en cuenta que, durante muchos años, la sala se había utilizado para fiestas de todo tipo y, además, de que en sus inicios la iluminación fue de gas, con el consiguiente humo generado, la prohibición de fumar en este lugar era algo muy reciente-; pero lo más preocupante es que los 64 lienzos que, como un puzzle, componen el techo contaban con arrastres importantísimos en las pinturas, sales higroscópicas que habían descompuesto zonas, hongos de pudrición, deformaciones en las telas, por las tensiones de la estructura portante y el peso de la acumulación de escombros sobre ellos, habiendo llegado a desgarrar algunas, siendo la grave situación de la estructura lo que sin duda suponía un peligro mayor.

 

 

De los trabajos realizados en el Salón de Baile, el que supuso un auténtico reto para nuestros técnicos fue el desmontaje completo de los lienzos que componen el techo pintado, algo que en principio no estaba previsto y que entrañaba numerosos problemas a solucionar, pero del todo necesario para conseguir salvarlo de una segura destrucción. Los seis paños centrales, de 7,00 x 2,50 m cada uno, se encontraban claveteados y pegados con bandas de hilo y telas a grandes bastidores de madera, que pendían de un techo formado por un armazón de yesos y cañas, eran los que en mayor medida se habían visto afectados por todo tipo de patologías, especialmente por la humedad y la acumulación de escombros desprendidos, junto con suciedad de todo tipo, incluidos roedores, larvas de polilla, etcétera. El peso había provocado una gran distensión de las telas, que colgaban abolsadas, aunque solo eran perceptibles a corta distancia, estando la mayoría de las bandas de tela encoladas del reverso desprendidas.

En el perímetro, donde los más de 50 paños de tela de distinto tamaño se encontraban encolados directamente a la escocia de yesos, el panorama no era mejor; las grandes grietas y los desplazamientos del soporte estaban desgarrando las uniones entre piezas, los clavos de fijación oxidados, la humedad también presente, etcétera.

Antes de iniciar el desmontaje se eliminaron todas las sales higroscópicas que a borbotones parecían emanar de algunas zonas, así como los hongos de pudrición y se engasaron las pinturas en claro peligro de desprendimiento, para protegerlas durante su manipulación, se prepararon estructuras portantes, para que al ir desclavando los paños con el peso de los escombros no cayeran incontrolados desgarrándose, y se habilitaron tubos para poder enrollar los grandes lienzos y poder bajarlos sin peligro, el andamio se encontraba a mas de 8 m de altura.

 

 
 
 

 

La estructura del techo fue completamente reparada por los trabajadores de la UTE Casino de Murcia, de las empresas constructoras Villegas y García Rico, aprovechando por nuestra parte este tiempo para efectuar los trabajos de restauración de los lienzos ya a ras de suelo, la limpieza, consolidación, hidratación, refuerzos perimetrales del tejido y parcheado de faltas, eliminación de las deformaciones, estucado y una primera fase de reintegración de carencias en la pintura, también se reforzaron los bastidores portantes con la incorporación de más listones de madera, todo ello antes de empezar a componer el gran puzzle de más de 200,00 m2, que una vez colocados se terminaron de reintegrar y proteger.

En los muros nuestro trabajo consistió fundamentalmente en el sellado de grietas, con un cosido a base de varillas de acero y resinas epoxídicas en las de mayor tamaño, la renovación de los dorados en mal estado, con pan de oro, y la aplicación de una pintura mineral, por su gran resistencia, con los esquemas de color originales que habíamos encontrado ocultos. Los operarios de la UTE habían actuado en los problemas estructurales de la zona baja, solucionando las afectaciones de humedad y renovando las instalaciones.

Y una vez eliminados los andamios es cuando en la distancia apreciamos algunas faltas a corregir. Entonces sólo podiamos acceder -en este caso, accedí- a través de un elevador vertical.

 

 

 

Nota de La Hornacina: María del Loreto López Martínez es
Master en Restauración del Patrimonio y Directora de Asoarte.

 

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