FIERAMENTE HUMANOS. RETRATOS DE SANTIDAD BARROCA

28/09/2023


 

 

Introducción

Auspiciada por la doctrina contrarreformista y apoyada con fervor por la clientela artística, la representación de santos y santas experimentó un extraordinario auge en el arte español del siglo XVII. Siguiendo las exigencias tridentinas de utilizar estas imágenes para mover a los fieles a devoción, el barroco naturalista de la primera mitad de la centuria alcanzó en estas iconografías cotas de absoluta maestría, en retratos de intenso realismo y enorme carga dramática y efectividad emocional.

En este proyecto de colaboración entre el Museo Carmen Thyssen Málaga (Plaza Carmen Thyssen. Calle Compañía, 10) y el Museo de Bellas Artes de Valencia, una selección de casi cuarenta obras revisará esta temática, proponiendo una mirada actual a estas imágenes, capaces de impresionar hoy, como entonces, de forma muy vívida. Y resaltando su doble condición de instrumentos de propaganda de la fe, con un sentido alegórico de gran calado en la devoción popular, y de descripción universal y atemporal de las flaquezas de unos seres fieramente humanos, alejados de toda belleza idealizada por una pintura casi hiperrealista de las texturas de cuerpos, tejidos y objetos, una iluminación dirigida y contrastada, de sombras negras y amenazantes y potentes haces de luz que destacan a los personajes, y formatos monumentales que aumentan la impresión sobrecogedora de estos lienzos.

Durante más de medio siglo, desde los primeros artistas que se hicieron eco del austero y oscuro naturalismo inspirado por Caravaggio y José de Ribera, hasta la irrupción del barroco pleno, seducido por el color veneciano y las formas exaltadas de Rubens, una larga nómina de pintores exploró la convivencia de realismo y devoción en estas temáticas bajo el eco, siempre presente, del naturalismo más desabrido. Desde Valencia, Sevilla, Madrid, Toledo o Zaragoza, entre otras muchas escuelas regionales, los santos dejaron de ser sólo iconos de divinidad para exudar humanidad y en sus retratos los mejores artistas del período dieron forma a todo un "arte de ver", un extenso caudal de imágenes nacidas para persuadir y conmover y de una belleza y originalidad pocas veces vista en Europa y que en España supuso una indiscutible cumbre creativa.

Horarios: martes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas. Lunes cerrado (excepto lunes festivos). Días 24 y 31 de diciembre de 2023 de 10:00 a 15:00 horas. 25 de diciembre de 2023 y 1 y 6 de enero de 2024 cerrado.

 

 

Modelos de virtud

La santidad y su representación artística fueron dos aspectos que caracterizaron la cultura del Barroco en España. Tras el Concilio de Trento (1545-1563), el culto a los santos como mediadores y la definición del catolicismo como una religión decididamente visual fueron ejes de la reacción católica a la Reforma protestante.

A partir de finales del siglo XVI, en España, las imágenes pictóricas y escultóricas de la santidad se multiplicaron. Su propósito fue mover a los fieles a la imitación devota de los modelos de virtud que en ellas se mostraban y, para lograrlo de forma eficaz, se intensificó su realismo. El objetivo fue llegar al corazón de los espectadores a través de obras de enorme verismo y gran carga dramática y, así, crear imágenes de fuerte impacto emocional.

Del 30 de septiembre de 2023 al 18 de febrero de 2024, Fieramente humanos. Retratos de santidad barroca, realizada en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Valencia y comisariada por su director, Pablo González Tornel, analiza la santidad barroca a través de una selección de 35 pinturas y esculturas españolas y algunos ejemplos italianos que muestran la comunidad de intenciones en el Mediterráneo del siglo XVII. Al mismo tiempo, se propone una mirada actual a las artes como vehículo de las emociones, mostrando su vigencia en la cultura visual contemporánea. Estas obras poseen un realismo casi fotográfico, cristalizado a través del naturalismo de rostros, cuerpos, tejidos y objetos, una iluminación dirigida y contrastada y unos formatos monumentales. En consecuencia, las imágenes de santidad del Barroco son, al mismo tiempo, instrumentos de propaganda de la fe y plasmación universal y atemporal del dolor y las debilidades de unos seres fieramente humanos.

Durante más de medio siglo, los grandes artistas del Mediterráneo, como Ribera, Cano, Vaccaro, Murillo, Giordano, Velázquez, Ribalta, Orrente, Martínez Montañés o Mena, exploraron las relaciones entre realismo y devoción guiados siempre por el naturalismo más crudo. Desde Valencia, Sevilla, Madrid, Milán o Nápoles, los santos bajaron de los altares y se confundieron con los fieles para mostrase ante ellos como seres de carne, sangre y lágrimas. Humanizados como nunca, los héroes y heroínas del catolicismo dejaron de ser iconos y se manifestaron como reales a través de un extenso caudal de imágenes nacidas para persuadir y conmover que supuso una de las cumbres de la historia del arte en España.

Más de trescientos años después, este retrato de una santidad real, humana y emocional se transforma en el mundo contemporáneo para mostrar que ciertos valores de la cultura visual son intemporales. Tres obras maestras del arte español actual fruto de la genialidad del Equipo Crónica, Darío Villalba y Antonio Saura establecen un diálogo franco con el Barroco y muestran que, hoy como ayer, el mundo se mueve a través de las emociones.

 

 

Ser eternos. Santos antiguos y modernos

Los teóricos de la imagen del mundo católico en los siglos XVI y XVII como Gabriele Paleotti, Carlos y Federico Borromeo o Francisco Pacheco dejaron claro que la principal función del arte religioso de la Contrarreforma debía ser la persuasión sensorial de las almas para reforzar su fe. En España, con este objetivo, la pintura y la escultura aspiraron a difuminar la frontera entre realidad física y ficción artística. Así, engañar al ojo y mostrar de manera realista las grandes verdades de la fe católica se convirtieron en objetivos de las artes del Barroco.

La imagen de los santos y santas no escapó a esta vocación de trampantojo realista y lienzos como los que aquí representan al beato Simón de Rojas o al hermano Bernardino de Obregón son retratos verídicos, tomados en el lecho de muerte para capturar las facciones reales del difunto. A partir de esta tendencia, se multiplicaron en el Seiscientos español los verdaderos retratos -"verae effigies"-, realizados en vida o a la vista del cadáver de un individuo fallecido en olor de santidad, o basados en descripciones fisonómicas tomadas de fuentes literarias. Este fue el caso de San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara o Santa Teresa de Jesús, cuyos retratos los convirtieron en santos de carne y hueso, en todo semejantes a los fieles que les rezaban. Esta voluntad realista se extendió pronto a las imágenes de santos antiguos como san Pedro o san Francisco, para las que se emplearon modelos del natural, haciendo que ellos, que habían vivido siglos atrás, parecieran habitantes de la España del XVII.

Retratar la santidad no fue una tarea sencilla para los artistas del Barroco, pues el simulacro debía contener no solo los rasgos físicos de un hombre o una mujer excepcional, sino que se pretendía encapsular también en la imagen su esencia espiritual. Solo así el pintor y el escultor podían presentar al fiel un modelo de perfección cuya humanidad mortal convertía la imitación en posible. Empatía y simpatía fueron los mecanismos empleados por el artista para hacer que sus imágenes de santidad se convirtieran en seres casi cotidianos cuyo sufrimiento y aflicciones podían ser fácilmente entendidos y vividos por cualquier mortal. La muerte en olor de santidad de numerosos hombres y mujeres en el vasto imperio español de la Edad Moderna y el exitoso camino de muchos de ellos hacia la canonización, no hicieron sino alimentar la creencia en que la perfección espiritual en un cuerpo mortal era posible.

Este realismo que acercó al espectador los retratos de la santidad barroca en el siglo XVII tiene hoy la misma fuerza, y su atemporalidad sigue cautivando los sentidos gracias a la profunda humanidad de unas imágenes en la que aún reconocemos a nuestros semejantes, consumidos, entonces como ahora, por las tribulaciones de la vida.

 

 

Arañar las sombras. Mártires y penitentes

Las imágenes de santidad del Barroco en España se caracterizaron, además de por su realismo, por su intenso sufrimiento. Esta vocación dramática de los retratos de santos y santas no debe extrañar en un contexto en el que la empatía por el padecimiento ajeno se convirtió en uno de los recursos principales para conseguir el éxito del simulacro artístico. La "devotio moderna" ya había fijado durante la baja Edad Media la meditación ritual de los fieles sobre el sufrimiento de Cristo como elemento central de la fe cristiana y la Contrarreforma relanzó este culto de manera decidida. Como ejemplo supremo de las renuncias y padecimientos para alcanzar la redención, las imágenes de la pasión proporcionaron un referente de aceptación resignada del sacrificio. Sufrir por el sufrimiento ajeno, compadecerse, se convirtió en un eje central del hecho religioso y todo creyente fue invitado a llorar por Cristo. Durante el Barroco, la imagen sufriente y sangrante del Hijo de Dios, su versión puramente humana, fue relanzada con gran potencia gracias al recién conquistado realismo figurativo y los santos, como cualquier ser humano, no hicieron sino imitar a Cristo.

La imagen de la penitencia y el martirio permitió a los artistas explorar el realismo visual descarnado a través de la descripción minuciosa de los estragos físicos y mentales que esta lucha había causado en los hombres y mujeres santos. Mártires como San Sebastián o San Pedro mostraron, de la manera más cruel, cómo el ejemplo de Cristo podía ser vivido y actualizado por los creyentes. También los modelos extremos de expiación de los pecados ocuparon un lugar primordial dentro del catolicismo reformado que, como había ocurrido con la eucaristía y el culto al cuerpo de Cristo, situó la penitencia en el centro de su doctrina. Los santos y santas penitentes y anacoretas (San Jerónimo, San Onofre, Santa María Magdalena o Santa María Egipciaca), aislados en parajes inhóspitos de amenazantes sombras, se mortifican para alejar las tentaciones y debilidades que les separan de la perfección espiritual y de la divinidad, resaltando, no obstante, la decrepitud de sus cuerpos. Su inevitable final, trágico y humano como el de todos nosotros, lo recuerdan las calaveras que les acompañan. Un "memento mori" (recordatorio de la muerte) que subraya la vanidad de la vida.

Humanos y divinos, decrépitos y hermosos, pecadores y santos, cercanos y lejanos, los simulacros de la santidad se muestran tan atractivos sensorialmente hoy como en el siglo XVII. Si algo entendieron bien los artistas del Barroco fue cómo los sentidos conectan la realidad sensible con la mente y el corazón del ser humano, y los santos y santas de madera, lienzo y óleo fabricados entonces siguen siendo hoy fieramente humanos, tan reales como quienes los miraron y los siguen mirando.

 

 

Obras contemporáneas

Las pinturas contemporáneas diseminadas en esta exposición proponen una lectura alternativa a la del conjunto que se muestra. Al margen del sentido religioso con el que fueron creadas estas obras durante el Barroco, el arte actual muestra la vigencia de muchos de los conceptos acerca de la condición humana expresados en el siglo XVII.

Inspirados por la vehemencia o la teatralidad barrocas, los artistas contemporáneos se han servido con frecuencia del imaginario de la pintura devota para sus creaciones profanas. Así sucede con ciertas piezas del grupo valenciano Equipo Crónica (Rafael Solbes y Manolo Valdés), que evocan la gran pintura del Siglo de Oro para situar el punto de mira con ojo crítico sobre la situación social y política del país o sobre sus señas de identidad históricas y culturales.

Además del lenguaje de los medios de comunicación de masas -colores planos, dibujo perfilado- y el propósito crítico, la tradición constituye una herramienta iconográfica muy efectiva para estos artistas. En "El patio de las tentaciones" (1972) se produce una interesante síntesis entre alta y baja cultura; un perfecto ejemplo de cómo el Equipo Crónica somete las pinturas clásicas de Velázquez, Goya o El Greco a anacronismos y descontextualizaciones. Con un estilo aséptico, despojado de toda emoción, el pastiche barroco se complementa con elementos surreales. En este caso, son evidentes las referencias a "Nudos rosas" (1937), de Paul Delvaux, en los lazos de la obra (y del propio marco) y en el pavimento sobre el que se presenta la figura.

Se trata de la mistificación y el apropiacionismo del pop al servicio de un retrato de Santa Teresa de Jesús en clave paródica. Una reinterpretación que socava el carácter sagrado de las imágenes y su valor trascendente y moralizante en pro de la esencia "fieramente humana" del misticismo barroco.

Las obras modernas que aquí se presentan, en diálogo con sus semejantes del siglo XVII, revelan cómo el Barroco ha cautivado la imaginación de un sinfín de artistas contemporáneos. Seducidos por la expresividad, la monumentalidad, el lirismo o el dramatismo del arte del pasado, así como por un realismo de sólido abolengo, los seres mundanos de la devoción popular resucitan en las creaciones más vanguardistas del arte español del siglo XX.

Del vasco Darío Villalba (1939-2018) se ofrece una obra emblemática: "Místico" (1974), propuesta fotográfica de gran formato que entronca con las visiones barrocas más descarnadas. La pieza, abierta a la interpretación, remite a la alienación del hombre moderno, que es anónimo e impío, y plantea una efigie restaurada del misticismo doliente que, no obstante, adquiere un carácter prosaico carente de todo sentido ascensional.

De Antonio Saura (1930-1998) se muestra la relectura de un tema barroco por antonomasia, la "Crucifixión" (1959), que en los pinceles del aragonés plantea una reflexión plástica e histórica sobre la identidad de lo sagrado, además de una apología del Expresionismo figurativo. Las características más destacadas de la producción de Saura, como el énfasis en el negro o la pincelada violenta, están ligadas a la llamada "veta brava" de la pintura española -linaje imaginario que remite tanto al Barroco, como a las Pinturas negras de Goya o al tremendismo de Zuloaga y Gutiérrez Solana-.

En el arte contemporáneo se produce una distorsión radical del realismo naturalista del Barroco mediante la representación de espacios impenetrables, el exceso matérico de la pintura o la desfiguración grotesca e irracional. La carga dramática ya no descansa en la estética tenebrista o en el realismo exacerbado, sino en la embriaguez del gesto y su expresividad. Una expresión que para el artista es puro desgarro, pero sin rastro de fe ni esperanza.

 

 

Actividades paralelas

Visitas guiadas: los guías del Museo acercarán a los visitantes los contenidos de esta exposición dedicada a la representación de la santidad en el siglo XVII español y que propone, al mismo tiempo, una mirada actual a estas imágenes, capaces de impresionar, hoy como entonces, de forma muy vívida. Fechas y horario: 12 y 26 de octubre de 2023 a las 18:00 horas. Precio: 10 euros. Actividad gratuita para Amigos del Museo (previa reserva online).

Arte en movimiento. "¿A mí que me importa el Barroco?": Dirigida a niñas y niños de 11 a 14 años de edad. Con el apoyo de la coreógrafa y bailarina Vanesa López, el Museo propone una actividad para ampliar la mirada sobre la época barroca y su conexión con el mundo contemporáneo, a partir de la vulnerabilidad del cuerpo representado y la belleza de sus movimientos. Inspirada en la exposición, esta actividad juega e investiga con la fisicidad de los cuerpos para transformarlos en arte viva y conectarla con nuestra actualidad. El cuerpo, que interviene como herramienta coreográfica, nos desvelará lo concreto y la cotidianidad que encierra este período artístico para descubrir juntas las referencias de lo barroco en las estéticas de nuestros días. Fechas y horario: 8 de octubre de 2023 a las 12:00 horas. Inscripción online desde el lunes 25 de septiembre a partir de las 09:00 horas. Precio: 4 euros por participante (3 euros en el caso de las familias numerosas y de los Amigos del Museo).

 

 

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