VELÁZQUEZ, REMBRANDT, VERMEER. MIRADAS AFINES

22/06/2019


 

"La unidad de la pintura de Occidente es uno de los grandes hechos que hacen manifiesta la unidad de la cultura europea."

José Ortega y Gasset

 

 
 

Menipo

Diego Velázquez
Hacia 1638
Óleo sobre lienzo
179 x 94 cm
Museo Nacional del Prado de Madrid

 

Presentación

En el marco de la celebración de su Bicentenario, el Museo del Prado presenta del 25 de junio al 29 de septiembre de 2019 la exposición Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Miradas afines, un ambicioso proyecto que, con el patrocinio de la Fundación AXA y la colaboración especial del Rijksmuseum de Ámsterdam, se dedica a la pintura holandesa y española de finales del siglo XVI y del siglo XVII.

La muestra, compuesta por 72 obras procedentes del Prado, el Rijksmuseum y 15 prestadores más -el Museo Mauritshuis de La Haya, la National Gallery de Londres o el MET de Nueva York, entre otros-, propone una reflexión sobre las tradiciones pictóricas de España y los Países Bajos. Si bien la historiografía artística ha considerado a estas tradiciones como esencialmente divergentes, la exposición confronta los mitos históricos y las realidades artísticas de ambos ámbitos para reflexionar sobre los numerosos rasgos que las unen.

Velázquez, Rembrandt y Vermeer. Miradas afines es una exposición que invita al público visitante no solo a disfrutar de la calidad y relevancia de las 72 piezas que la componen, obras de algunos de los pintores más admirados de Europa en el siglo XVII, sino también a establecer puntos de comparación entre ellas.

Durante mucho tiempo ha parecido lógico pensar que el arte realizado en diversas partes del continente era muy distinto: que Velázquez, por ejemplo, es "muy español" y Rembrandt "muy holandés". Esta apreciación parte de la desmedida influencia que la sensibilidad y la ideología nacionalistas de los siglos XIX y XX han tenido en nuestra forma de entender el arte. Los estudiosos de esa época concedieron gran importancia a lo que cada nación tenía de diferente, y se extendió la idea de que esas diferencias se manifestaban en el arte. Ese punto de vista minimiza los rasgos comunes que comparten los artistas europeos.

El caso de la pintura española y holandesa del siglo XVII es sintomático. Separadas por una guerra, su arte se ha interpretado tradicionalmente como contrapuesto. Sin embargo, el legado de la pintura flamenca e italiana, cuya influencia define toda la pintura europea, se interpretó de forma similar tanto en España como en Holanda. En ambos países se desarrolló en el siglo XVII una estética alejada del idealismo e interesada por la apariencia real de las cosas y la forma de representarla. Los artistas cuyas obras se muestran en esta exposición no expresan en ellas la esencia de sus naciones, sino que dan voz a ideas y planteamientos que compartían con una comunidad supranacional de creadores.

Los pintores reunidos en esta exposición trabajaron en un contexto histórico y político poco conocido para muchos españoles, pero mítico en Holanda. En 1568 se iniciaron una serie de revueltas en los antiguos Países Bajos contra el rey de España, Felipe II. Las rebeliones, lideradas por la nobleza local y encabezadas por Guillermo de Orange, dieron origen a la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648). De ella surgieron dos territorios, precedentes de los actuales reinos de Bélgica y de los Países Bajos. El segundo, que solemos denominar Holanda, es el que nos ocupa en esta exposición.

Algunos cuadros pintados allí y en España en el siglo XVII trataron el conflicto, generalmente con intención propagandística. Entre ellos se encuentran "La rendición de Breda", de Velázquez (hacia 1634, Museo del Prado), y "La ronda de noche", de Rembrandt (1642, Rijksmuseum de Ámsterdam).

El nacimiento del nuevo país llevó a muchos historiadores a insistir en su excepcionalidad, y a afirmar que esta se manifestaba en su pintura. Sin negar sus peculiaridades, la pintura holandesa comparte rasgos fundamentales con la realizada en los territorios de la Monarquía de la que se independizó.

 

 
 

Demócrito

Hendrick ter Brugghen
1628
Óleo sobre lienzo
85,7 x 70 cm
Rijksmuseum de Ámsterdam

 

Imagen, moda y pintura en España y los Países Bajos

Desde finales del siglo XVI hasta finales del XVII las élites de España y los Países Bajos (el país que solemos denominar Holanda) vistieron de forma similar, más incluso que otros pueblos europeos. La preferencia por el color negro era una herencia del gusto de la prestigiosa casa ducal de Borgoña, que gobernaría tanto España como los antiguos Países Bajos en las personas de Felipe el Hermoso, Carlos V y Felipe II. Posiblemente por ello, esa moda perduró en España y Holanda hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVII, mientras que en el resto del continente perdió vigencia a partir de la década de 1630.

Sobre la realidad de la vestimenta utilizada por los contemporáneos los pintores crearon las ficciones que constituyen sus retratos. No solo la ropa, sino también las posiciones de las figuras, sus gestos y los complementos que las acompañan, son similares en los retratos holandeses y españoles. Ello se debe a que la tipología del retrato en ambos países se desarrolló a partir de modelos comunes creados en los siglos XV y XVI en Italia y en lo que entonces se conocía como Flandes (la actual Bélgica).

 

 
 

Autorretrato como Apóstol San Pablo

Rembrandt Harmenzoon van Rijn
1661
Óleo sobre lienzo
91 x 77 cm
Rijksmuseum de Ámsterdam

 

Ficciones realistas

Los pintores españoles y holandeses del siglo XVII compartieron su afán por humanizar los asuntos que pintaron. Los dioses, santos o sabios antiguos que aparecen en sus obras son personas de rasgos comunes, que visten ropajes humildes y habitan espacios de aspecto cotidiano.

El realismo de la pintura holandesa y española fue parte de una corriente internacional que surgió como alternativa al idealismo renacentista vigente en los últimos años del siglo XVI. Mientras que en Italia, Francia y otros lugares esta tendencia cedió pronto, en la década de 1620, en España y Holanda pervivió hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVII. Esa precisamente es la principal razón de la afinidad que existe entre muchos pintores españoles y holandeses.

En todo caso, el término "realismo" es equívoco. La pintura es una transformación de la realidad, no una transcripción. Ni Velázquez, ni Rembrandt, ni Vermeer pintan sencillamente lo que ven. Aunque se esforzaron por conseguir que lo representado pareciese próximo, lo que nos ofrecen sus cuadros es arte, no realidad.

 

 
 

Emblema de la Muerte

Pieter Steenwijck
Hacia 1635-1640
Óleo sobre tabla
36 x 46 cm
Museo Nacional del Prado de Madrid

 

Pintura de naturalezas muertas en España y los Países Bajos

Numerosos escritores en España y los Países Bajos (el territorio que solemos denominar Holanda) han manifestado su orgullo por las naturalezas muertas o bodegones que en el siglo XVII pintaron artistas como Francisco de Zurbarán o Pieter Claesz. Este género pictórico surgió a finales del siglo XVI a partir de un sustrato cultural común a toda Europa, y se desarrolló simultáneamente en España, Francia, Italia, los Países Bajos del sur y del norte, y otros lugares.

Es tradición que los historiadores se fijen en las características locales de la pintura de naturalezas muertas. El británico Simon Schama ha afirmado que las realizadas en los Países Bajos muestran la "habilidad holandesa para crear mucho con poco". Sin embargo, la austeridad y el cuidado en la ejecución caracterizan a muchas naturalezas muertas, no solo a las holandesas. Y lo mismo puede decirse de otro tipo de bodegones, que expresan el cada vez más extendido gusto por el lujo.

La exposición Velázquez, Rembrandt y Vermeer. Miradas afines, comisariada por Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura flamenca y escuelas del Norte hasta 1700, muestra cómo las afinidades y diferencias de las naturalezas muertas europeas dependen menos del origen geográfico de sus autores que de su interés por diferentes corrientes estéticas y del momento en el que se realizaron.

 

 
 

El geógrafo

Johannes Vermeer
1669
Óleo sobre lienzo
51,6 x 45,4 cm
Städel Museum de Frankfurt

 

Contactos directos entre artistas y mecenas de España y los Países Bajos Ámbito

En otras secciones de esta exposición se reflexiona sobre la cultura artística que compartieron los pintores holandeses y españoles del siglo XVII. Aquí se muestran tres casos en los que existieron contactos directos entre artistas y coleccionistas de esa misma procedencia.

Algunas fuentes afirman que Gerard ter Borch (1617-1681) viajó a España y que retrató a Felipe IV. Sabemos con seguridad que trabajó para el conde de Peñaranda en Münster, cuando este encabezó la delegación española que firmó el fin de la Guerra de los Ochenta Años entre España y Holanda.

Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682) pintó algunas escenas de jóvenes humildes y traviesos, influido por cuadros holandeses que conoció gracias a comerciantes de ese origen que residían en Sevilla.

Hacia 1633-1641 el rey Felipe IV encargó cerca de 45 paisajes para decorar el palacio del Buen Retiro de Madrid a artistas que trabajaban en Roma. Entre ellos se encontraban tres holandeses: Herman van Swanevelt (1603-1655), Jan Asselijn (hacia 1610-1652) y Jan Both (hacia 1618/1622-1652), de quien se muestran aquí dos cuadros.

 

 
 

Vieja usurera

José de Ribera
1638
Óleo sobre lienzo
76 x 62 cm
Museo Nacional del Prado de Madrid

 

Pintar a golpes de pincel groseros

Muchos pintores españoles y holandeses del siglo XVII comparten una técnica de pincelada suelta y aspecto abocetado, que deja muy a la vista en la superficie de los cuadros las huellas de su creación -un crítico español de la época la describió como "pintar a golpes de pincel groseros"-.

Esta forma de trabajar era heredera de Tiziano y otros venecianos del siglo XVI, y transgredía las normas anteriores, que favorecían una técnica más descriptiva y de aspecto más "suave y pulido". La influencia de la pintura veneciana perduró en España y Holanda mucho más que en otros centros artísticos del continente. Consecuencia de ello son las afinidades entre importantes pintores de ambos países.

Guiados por un sentimiento y una ideología nacionalista, muchos historiadores del arte de los siglos XIX y XX buscaron en las obras de arte argumentos para afirmar las diferencias entre las naciones. La técnica pictórica de los artistas cuyas obras se muestran en esta sección de la exposición Velázquez, Rembrandt y Vermeer. Miradas afines demuestran que los rasgos que comparten son, al menos, tan importantes como sus diferencias.

 

 
 

San Jerónimo

Antonio de Pereda
1643
Óleo sobre lienzo
104,3 x 84 cm
Museo Nacional del Prado de Madrid

 

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