TRAMPANTOJOS EN MADRID

Mercedes Gómez


 

trampantojo.
(De trampa ante ojo).
1. m. coloq. Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es.
(Real Academia Española)

 

Es más conocida la expresión francesa “trompe l’oeil”, engañar al ojo, aunque ahora comienza a utilizarse la palabra española, trampantojo, trampa a los ojos.

El trampantojo es una técnica pictórica que simula, que aparenta, que intenta suplir la realidad. Los trampantojos pretenden engañar, esta es su principal característica, no debemos confundirlo con la pura imitación o el realismo. Simulan objetos, perspectivas, paisajes, o materiales (madera, mármol...) con el objetivo de ocultar defectos, decorar, ampliar o simplemente alegrar una pared, una estancia, o una medianería.

Puertas falsas, o que imitan madera, ventanas sin fondo, celosías dibujadas, personajes inmóviles, escaleras que no llevan a ninguna parte... Los pintores utilizan la perspectiva para engañarnos y darnos sensación de realidad. Como en el edificio de la Plaza de los Carros donde los balcones falsos se confunden con los verdaderos.

 

 
 

Plaza de los Carros

 

Se trata de un recurso muy antiguo, ya los griegos y romanos lo utilizaron; en el Renacimiento dio profundidad a los techos y a las paredes de iglesias, palacios, etcétera, pero sin duda fue el Barroco su época de mayor brillo. Durante el siglo XVII fue habitual su uso, tanto en la pintura, sobre todo en los bodegones, como en las bóvedas, en los techos y en los muros de los edificios.

Desde el 24 de octubre de 2006 al 7 de Enero del año 2007, tuvimos ocasión de poder visitar una exposición en el Museo del Prado sobre Bodegones españoles con un título muy significativo, Lo Fingido Verdadero, tomado de una obra de Lope de Vega. El Cesto con Melocotones y Ciruelas, pintado por Pedro de Camprobín, es un magnífico ejemplo del bodegón barroco español que recurre al trampantojo, al efecto de engaño visual, la fruta parece que se sale del cuadro, que quiere salirse del marco.

 

 
 

Cesto con Melocotones y Ciruelas

 

La cortina fue otro de los primeros recursos utilizados, también las barandillas; las figuras que se asoman son algo habitual en la pintura del XVII. Otro tema del trampantojo es fingir las figuras dentro de un marco. Un ejemplo, aunque no se encuentra en Madrid, sino en la National Gallery de Londres, es el Autorretrato de Murillo (1670).

Diego Velázquez, durante su segundo viaje a Italia (Noviembre de 1648 - Junio de 1651), con el fin de completar la decoración del Alcázar, contactó con los mejores especialistas italianos en pintura al fresco, y así fue cómo se fraguó el viaje a Madrid de Agostino Mitelli y Michele Angelo Colonna para trabajar al servicio de Felipe IV.

Mitelli y Colonna realizaron varias obras para el Alcázar, lamentablemente perdidas. Tres frescos decoraron los techos de las habitaciones cercanas al “cuarto bajo”, la bóveda central del Salón de los Espejos y una Galería en los Jardines de la Reina. Estos artistas, los más prestigiosos en Italia, llegaron a Madrid en 1658 y se alojaron en la Casa del Tesoro. Ejercieron una gran influencia sobre los pintores del barroco madrileño, introduciendo las técnicas de las perspectivas fingidas para bóvedas y muros, que ellos dominaban, y que imitaban espacios arquitectónicos. Pintores de la escuela madrileña, como Ricci o Carreño de Miranda.

Palomino, cronista en el siglo XVIII, explica muy bien cómo funcionaba este juego ilusionista:

 

“En esta galería pintó Mitelli todas las paredes, enlazando algo la arquitectura verdadera con la fingida, con tal perspectiva, arte y gracia, que engañaba la vista, siendo necesario valerse del tacto para persuadirse que era pintado. De mano de Colonna fueron las figuras fingidas, y los festones de las hojas, y de frutas, y otras cosas movibles, y un muchacho negrillo que bajaba por una escalera, que éste se fingió natural, una pequeña ventana verdadera, que se introdujo en el cuerpo de la arquitectura fingida; y es de considerar que, dudando los que miraban esta perspectiva, que fuese fingida esta ventana (que no lo era), dudaban que fuese verdadera, causando esta equivocación la mucha propiedad de los demás objetos, que eran fingidos”.

 

Como en la plaza del Comandante de las Morenas, en el edificio que, desde el número 1, se asoma a la Calle Mayor y en cuya medianería los verdaderos ventanucos se mezclan con las falsas ventanas.

 

 
 

Plaza del Comandante de las Morenas

 

El barroco madrileño nos ofrece varias muestras perfectas de esta técnica pictórica. En el Monasterio de las Descalzas Reales hay maravillosos ejemplos: La escalera principal del palacio, del siglo XVI, es realmente espectacular. Los murales sin embargo son la mayoría del siglo XVII, obra de pintores de la Escuela Madrileña.

Claustros y jardines con estatuas provocan la ilusión óptica de que la escalera se prolonga más allá de la realidad. Puro trampantojo. En la Sala Capitular también las paredes están completamente cubiertas de obras pictóricas. Pinturas murales y catorce lienzos clavados en la pared simulando frescos enmarcados por arquitectura fingidas.

La culminación del trampantojo es la Capilla del Milagro, aunque se encuentra en la clausura y no forma parte de la visita. Toda la capilla está decorada de forma ilusionista al trampantojo. Hasta la puerta de entrada pretende engañar, es de madera pero simula una reja de bronce dorado. Las dos estancias, la antecapilla y la capilla propiamente dicha están decoradas con maravillosas pinturas de arquitecturas fingidas y falsas esculturas.

 

 
 

Capilla del Milagro (Descalzas Reales)

 

La bóveda de la Iglesia de San Antonio de los Alemanes, San Antonio de Padua en Gloria (1665-1668), pintada por Juan Carreño, es otro magnífico ejemplo, una obra maestra. Juan Carreño de Miranda (1614-1685), fue Pintor del Rey en 1669 y Pintor de Cámara en 1671. Contemporáneo de Francisco Ricci, ambos trabajaron en las decoraciones al fresco y al temple de San Antonio de los Alemanes, y ambos trabajaron juntos también en otras obras perdidas, como las de la Iglesia de Atocha, o en el Alcázar, donde lo hicieron a las órdenes de Mitelli y Colonna. Mateo Cerezo, Juan Martín Cabezalero, Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, Jiménez Donoso y Claudio Coello fueron otros pintores de la escuela madrileña, discípulos de Carreño.

La cúpula de la Iglesia del Sacramento (1690-1744, reconstruida en los años 40 del siglo XX) en la calle del mismo nombre, y hoy día Iglesia Arzobispal de la Fuerzas Armadas, está decorada también con fantásticos trampantojos.

En la Capilla de la Iglesia de la Venerable Orden Tercera (1679-1686), junto a San Francisco el Grande, el techo de la Sacristía, obra de Teodoro Ardemans, representa personajes asomados a una barandilla una vez más, y arriba el cielo y el Arrebato de San Francisco. Durante la visita a esta iglesia, la guía comenta que quizá Francisco de Goya pudo inspirarse en esta obra para realizar sus frescos de San Antonio de la Florida.

 

 
 

Sacristía de la Capilla de la VOT

 

Sobre la escalera del Hospital de dicha V.O.T., el techo también es obra de Teodoro Ardemans, y en su capilla abundan los falsos mármoles y dorados.

El interior de la Ermita de San Antonio de la Florida, edificio construido entre 1792 y 1798 según diseño de Felipe Fontana, presenta una impresionante decoración al fresco realizada por Francisco de Goya. En la cúpula, alrededor de una barandilla fingida y con un fondo de paisaje, una multitud de personajes del pueblo asisten al milagro de San Antonio, que resucita a un hombre asesinado para que testifique la inocencia de su padre, acusado del crimen.

 

 
 

San Antonio de la Florida

 

Pero no todos los trampantojos se encuentran en las iglesias o conventos. En los Jardines de El Capricho hay un pequeño embarcadero junto a la desembocadura de la ría, conocido como la Casa de Cañas por estar revestido de dicho material; el edificio incluía un pequeño pabellón de reposo que servía como comedor ocasional. El autor es Ángel María Tadey, pintor, decorador, escenógrafo y tramoyista milanés, que entre los años 1792 y 1795 construyó una serie de edificios para disfrute de los visitantes.

 

 
 

Casa de Cañas

 

Tanto el interior del embarcadero como el salón están decorados con pinturas murales que simulan falsa arquitectura, con la técnica pictórica del trampantojo que sirve para que el espectador que está dentro de los edificios pueda contemplar un paisaje dibujado a través de huecos también pintados.

En el embarcadero, unos falsos cortinajes simulan el interior de una tienda de campaña, y en el comedor unas finas columnas sostienen un toldo. A través de los huecos pintados en los muros el espectador contempla un paisaje inexistente a la vez que contempla la realidad por las ventanas auténticas. Al igual que el edificio, los murales fueron restaurados entre los años 1999 y 2001.

Otro edificio es la Ermita o Casa del Ermitaño. Tadey quiso darle aspecto de ruina y envejecimiento, para lo cual pintó el exterior resquebrajado usando la misma técnica, al reproducir en los muros exteriores e interiores falsas grietas, ventanas inexistentes y mobiliario fingido. Fue restaurada en 2001, eliminando la capa de enlucido que escondía los trampantojos y consiguiendo en el interior una iglesia también en ruinas, con falsas esculturas.

 

 
 

Casa del Ermitaño

 

Pero volvamos al siglo XVII, época en la que además del fresco ilusionista fue habitual la construcción de elementos de arquitectura fingida. Se trataba de arquitecturas construidas a propósito para los festejos espectaculares, como las entradas de nuevas reinas, etcétera. Normalmente, la arquitectura para dichos festejos de la Corte del Barroco eran efímeras, construidas especialmente para la ocasión, por lo que raramente se utilizaba la piedra, sino la madera, pasta de papel o la tela, materiales con los que se construían fachadas, arcos, obeliscos, castillos, montañas, galerías, perspectivas fingidas... Al final de las celebraciones, los materiales se subastaban y eran reutilizados, sobre todo la madera. En su construcción participan todos, arquitectos que diseñaban, pintores que decoraban, escultores, maestros de obras, carpinteros, sastres, “maestros de apariencias” en definitiva.

Un ejemplo: en el año 1680, se construyó la Galería o Calle de los Reinos, arquitectura fingida levantada para decorar el recorrido de la entrada en Madrid de María Luisa de Orleans, futura esposa del rey Carlos II, a la salida del Real Sitio del Buen Retiro, en el paso que comunicaba el palacio con el Prado de San Jerónimo. Su traza fue obra de Claudio Coello y José Jiménez Donoso.

Hoy día cada vez más ciudades en el mundo lo utilizan para decorar sus calles, y no únicamente las paredes, sino también el suelo. Es famoso Julian Beever que ha trabajado en varios lugares del mundo (Reino Unido, Francia, EEUU, etcétera) y llegó a Madrid en Julio de 2007 para mostrarnos su habilidad. Podríamos decir que se trata de un recurso artístico muy distinto a los graffiti, ya que únicamente busca decorar, alegrar, mejorar, de una forma constructiva, cosa que no siempre ocurre en el otro caso.

 

 
 

Graffiti en la Calle Doctor Esquerdo, 33

 

A sí mismos, los graffiteros se llaman “escritores”, incluso son valorados en ciertos círculos artísticos convencionales. El año 2006 hubo una exposición de graffitis en Leganés, el Museo del Graffiti al aire libre. Y aunque en teoría el graffiti también tiene una dimensión creativa, y de ellos podemos encontrar muestras en Madrid, la realidad es que en muchos casos tiene un componente de egocentrismo, y en la mayoría de ellos supone un problema para las ciudades. A veces no parece claro el límite entre el presunto arte de algunas acciones y la simple falta de civismo por parte de los autores de la mayoría de pintadas sobre monumentos, mobiliario urbano, etcétera. Madrid gasta cerca de seis millones de euros al año en la limpieza de los muros, estatuas, etcétera. Muchos de los mejores trampantojos madrileños están manchados por los graffitis, como el de la calle de la Montera.

 

 
 

Calle de la Montera, 22

 

Aunque hay otros casos muy interesantes como el de “El Tono”, antiguo graffitero en París y actualmente “pintor de puertas” en Madrid. Uno de los muros de la Fundación Elorz, en la calle Conde Peñalver, que fue antigua cárcel en la que estuvo Miguel Hernández, hoy residencia con un bonito jardín, muestra una de sus “obras”.

 

 
 

Calle Juan Bravo, 22

 

Gran parte de los murales y trampantojos que decoran Madrid hoy día datan de los años 80 del pasado siglo XX. Como los de Puerta Cerrada, obra de Alberto Corazón, realizados en el año 1983. Uno de ellos, el Gallo Carnicero que nos observaba desde la medianería del nº 3 de la plaza, junto al enorme río de frutas y verduras que adornan el muro vecino, desapareció en 1995, al producirse una reforma en el edificio. Sí pervive el falso paisaje del edificio contiguo, así como también enfrente, la celosía de madera con falsas enredaderas junto al pedernal que nos recuerda que Madrid fue sobre agua edificada y que sus muros son de fuego, antigua leyenda.

 

 
 

Puerta Cerrada

 

Alberto Pirongelli es el autor de varios de los trampantojos más conseguidos, como el que podemos contemplar subiendo por la cuesta de la Carrera de San Francisco, a espaldas de la Iglesia de San Andrés. Resulta difícil diferenciar la falsa fachada de la verdadera.

 

 
 

Carrera de San Francisco

 

Este pintor y extraordinario muralista es autor también del de la plaza de los Carros, de la calle San Bernardo y de la calle de la Montera. Otros trampantojos, muy cerca, en la calle Segovia o en la Costanilla de San Andrés muestran un recurso bastante habitual, los falsos sillares dibujados en las paredes de los edificios.

 

 
 

Calle Segovia

 

En la calle de la Cruz, allá donde en el siglo XVII estuviera el famoso Corral de Comedias, bajo el cielo azul una calle imaginaria se abre ante nuestros ojos.

 

 
 

Calle de la Cruz

 

A un paso de la Plaza Mayor de Madrid nos saludan los personajes creados por Antonio Mingote que se asoman en animada tertulia a los balcones de la Calle de la Sal.

 

 
 

Calle de la Sal

 

En la Cava Baja el amable cocinero nos invita a entrar en la antigua Posada de la Villa.

 

 
 

Cava Baja

 

Incluso decorando lonas publicitarias o simplemente ocultando las obras en los edificios. Hay preciosos trampantojos por toda la capital de España, y no únicamente en el centro. En la calle Azcona, esquina con Francisco Silvela, algo deteriorado, un reloj de sol en Embajadores, etcétera.

 

 
 

Calle Azcona

 

El Madrid del siglo XXI continúa escribiendo páginas en su contribución a la historia del arte. Comprobar que las técnicas descubiertas en la más remota antigüedad y llevadas a la más pura perfección en el siglo XVII son utilizadas hoy día de esta forma resulta muy gratificante.

Los ejemplos son interminables: Una antigua corrala, a un paso del Paseo de la Castellana, en la calle Fernández de la Hoz, luce un gran trampantojo dibujado por el artista José Luis Tirado en el año 1987, que representa a un gigante avanzando entre los edificios.

 

 
 

Calle Fernández de la Hoz, 63

 

O las clásicas pinturas del Palacio de Abrantes en la calle Mayor. O uno de los trampantojos más puros, desconocidos y acertados en su propósito de engañarnos, la falsa puerta en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Se trata de un maravilloso tapiz que reproduce la antigua y desaparecida puerta de entrada al Palacio, obra de Churriguera, anterior a la restauración del edificio de la calle de Alcalá.

 

 
 

Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

 

Y por fin, en la calle Alfonso XI, bajando desde el Parque del Retiro por la calle Valenzuela, vemos un trampantojo con el Palacio de Correos -hoy Palacio de Cibeles- al fondo, más emparentado con el arte moderno que ninguno de los visitados hasta el momento. Obra de Vaquero Turcios, simula altos edificios en blanco y negro, y es de los más fotografiados y a menudo utilizado en películas y spots publicitarios.

 

 
 

Calle Alfonso XI

 

Ya sólo resta animar a todos los posibles curiosos que hayan llegado hasta aquí a pasear por Madrid, a “mirar” Madrid y continuar descubriendo los preciosos trampantojos y murales que adornan la villa. Y a cuidarlos, pues sin duda forman también parte de nuestro patrimonio artístico y cultural.


BIBLIOGRAFÍA

BONET CORREA, A. Iglesias madrileñas del siglo XVII. CSIC 2ª ed. Madrid 1984.

FEINBLATT, Ebria “A ‘Boceto’ by Colonna-Mitelli in the Prado“. The Burlington Magazine. Jul. 1965.

GARCÍA GARCÍA, Bernardo J.. “Arquitectura y efectos de la fiesta“. SEACEX Catálogo “Teatro y fiesta del Siglo de Oro en tierras europeas de los Austrias”. Mayo 2003.

MARTÍN GONZÁLEZ, J.J. “Acerca del trampantojo en España”. Cuadernos de arte e iconografía, Tomo 1, Nº. 1, 1988.

Bodegones Españoles”. Folleto exposición. Museo del Prado. Octubre 2006.
El Real Alcázar de Madrid.” Catálogo Exposición 1994.
Las Descalzas Reales. Guía de Visita“.
San Antonio de la Florida“. Guía.

Paneles informativos en el Jardín de El Capricho.

Diarios El País 21 abril 2006, El País 11 julio 2007, ABC 21 nov 2006, El Mundo 27 agosto 06, ADN, 8 enero 2007.

 

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