SOROLLA. TIERRA ADENTRO

09/02/2016


 

 

Introducción

El género del paisaje fue central en la evolución de la pintura moderna: considerado "menor" por la Academia hasta el siglo XIX, fue en cambio colocado por el realismo en la vanguardia de la innovación y la experimentación. Si algo identifica la pintura de Sorolla es su trabajo al aire libre y en plena naturaleza. Los escenarios de luz intensa de las costas de Valencia y Levante son su referente más conocido; sin embargo, "tierra adentro" realizó numerosos paisajes de enorme calidad e importancia: estos paisajes interiores sitúan a Sorolla en el contexto general de las inquietudes artísticas del realismo final y también de las corrientes intelectuales renovadoras de la Institución Libre de Enseñanza y los regeneracionistas españoles.

Sorolla estudió en la Escuela de Bellas Artes de Valencia con Salvá, que lo introdujo en el realismo francés, y Pinazo, que le dio a conocer a los macchiaioli italianos; y en sus viajes a París entró en contacto con las versiones realistas del luminismo, el impresionismo y el postimpresionismo, que él integró a su manera, dentro de la particular estética renovadora del paisaje español de su tiempo, que intentaba hallar un carácter diferencial en el nuevo arte encajando la tradición realista nacional en la modernidad internacional.

Tras la fracasada Revolución del año 1868 y el desastre de las colonias, tanto los pensadores como los artistas coetáneos de Sorolla buscaron una imagen nueva el país, alejada de la representación historicista de las glorias pasadas, y la encontraron en el puro paisaje, tanto en las regiones de la periferia peninsular como en la Meseta Central y de Castilla; en ésta particularmente se descubrió una estética geológica del suelo -según término acuñado por Giner- y un espiritualismo en línea con el gusto decadentista europeo. Para ellos, el territorio de Castilla -sobrio, austero y trascendente- sería la imagen más auténtica de la nación.

Inmerso en aquella cultura, y en contacto con gran parte de sus protagonistas, Joaquín Sorolla dio unas nuevas versiones a los diversos paisajes españoles, profundizando en su nuevo sentido y significación, desde los de la Alhambra deshabitada a aquellos de los campos desolados y viejas ciudades castellanas, que Sorolla descubrió en compañía de Aureliano de Beruete, magnífico pintor de paisaje e ilustre institucionista.

 

 
 

Barracas de Valencia

Hacia 1890
Óleo sobre cartón
8,6 x 12 cm
Museo Sorolla

 

Mitología regionalista y naturaleza. La Valencia de Sorolla

Después de formarse en Valencia, donde sus maestros lo animaron a pintar del natural, y tras sus años de estudio en Italia, Sorolla se estableció en Madrid, pero nunca dejó de pasar temporadas en Valencia, donde la temática de sus obras de juventud representa el interés por lo popular que fue característico del fin de siglo.

Los pinceles de Sorolla se centran en su ciudad, en el puerto de Valencia, en sus playas, sus plazas y puentes y no olvidan el campo valenciano: la huerta, las alquerías y las barracas con su peculiar arquitectura popular.

 

 
 

Paisaje de Guipúzcoa

1911
Óleo sobre lienzo
63 x 95,5 cm
Museo Sorolla

 

Sorolla en verde y gris

Sorolla viajó durante muchos veranos al norte de España. En la localidad de Muros de Pravia (Asturias) se unió a la colonia de paisajistas que había organizado el pintor asturiano Tomás García Sampedro siguiendo el modelo de la escuela francesa pintura al plein air de Barbizon. Y con su familia pasaría muchos veranos en las ciudades vascas de San Sebastián, Zarautz y Biarritz. En el norte, la luz más gris del mar Cantábrico y los verdes brillantes de los prados de Asturias dieron a su producción otras tonalidades.

 

 
 

El Arco Iris, El Pardo

1907
Óleo sobre lienzo
62 x 92 cm
Museo Sorolla

 

La invención de Castilla como emblema nacional

Sorolla recorrió Castilla en múltiples viajes y se unió a la fascinación por su paisaje de los institucionistas y de la Generación del 98. Un paisaje inédito hasta entonces como tema en la pintura, pero que emocionaría a toda una generación de escritores y artistas con el descubrimiento de su carácter sublime y su poética del vacío.

Sorolla representa Castilla sin perder su natural sensibilidad para la captación de la luz y sin dejar de hacer sorollas. Pinta sus ciudades monumentales -Toledo, Ávila, Burgos- y también su naturaleza, centrándose en las nubes y sus transformaciones, y en las luces cambiantes del cielo.

 

 
 

Alrededores de Sevilla

1914
Óleo sobre lienzo
53,5 x 93 cm
Museo Sorolla

 

La "España blanca" de Joaquín Sorolla, una versión moderna de la invención romántica

Durante un rápido viaje en 1902 llega Sorolla por primera vez a Andalucía, a la que habría de volver muchas veces en los años sucesivos. Alejándose del tópico todo lo posible, Sorolla busca la autenticidad de aquellas tierras. En Sevilla pinta sus jardines, pero también los paisajes insólitos de sus zonas secas donde solo prosperan las chumberas; en Jerez de la Frontera, los inmensos viñedos que le ofrecen un puro espectáculo de color.

Granada en especial le impacta profundamente: a sus barrios, a su Sierra Nevada y a la Alhambra dedicó hasta 47 paisajes en tres viajes en 1909, 1910 y 1917, siempre a finales del otoño o en pleno invierno, siempre solitarias, melancólicas, con la hondura de una visión enteramente personal.

 

 

Del 9 de febrero al 5 de junio de 2016 en el Museo Sorolla de Madrid (General Martínez Campos, nº 37) Horario: martes a sábado, de 09:30 a 20:00 horas; domingos y festivos, de 10:00 a 15:00 horas. La exposición se compone de 35 piezas, todas ellas de pintura, obras de Sorolla pertenecientes a la colección del Museo. Esta muestra ha sido organizada en colaboración entre el Museo Sorolla y la Fundación Museo Sorolla.

 

Especial Relacionado en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com