AJOBLANCO. RUPTURA, CONTESTACIÓN Y VITALISMO (1974-1999)

20/05/2014


 

 

Introducción

Ajoblanco ocupa un lugar emblemático en la memoria cultural de, al menos, cuatro generaciones de lectores. A lo largo de más de veinte años y durante dos etapas diferentes -1974/1980 y 1987/1999-, es decir, desde el final de la dictadura franquista hasta la antesala del siglo XXI, la revista se convirtió en un observatorio crítico sobre la vida pública española, un termómetro con el que tomarle el pulso al presente y, finalmente, una escuela donde aprender a disentir de las imposiciones generadas por los sucesivos tiempos históricos.

En total fueron 180 números, 29 especiales y toda una serie de publicaciones adyacentes, entre las que conviene destacar Alfalfa, La Bañera y Xiana, sin embargo, más allá de las estadísticas, basta acercarse a las páginas de Ajoblanco para comprobar hasta qué punto por ellas transitaron las voces más destacadas del momento, así como colectivos, grupos de trabajo y cédulas de pensamiento que aportaron sus respectivas singularidades.

Cada lector tiene para sí un Ajoblanco personal y cada participante posee una idea propia de lo que fue esta publicación o de lo que supuso para su misma biografía. No obstante, entre ambas posiciones se abre la incógnita que alimenta el presente proyecto expositivo: ¿qué pervive hoy del espíritu ajoblanquero y, sobre todo, cómo podemos rescatarlo? Ajoblanco. Ruptura, Contestación y Vitalismo (1974-1999) es una propuesta museográfica que recorre exhaustiva y temáticamente la trayectoria completa de esta publicación, rescatando para ello materiales inéditos o de difícil acceso, reportajes, documentos y líneas de trabajo significativas, junto a los testimonios y escritos producidos por una parte importante de sus protagonistas.

El objetivo que impulsa esta exposición es doble: revisitar Ajoblanco desde el presente, con el fin de explorar sus principales aportaciones y situarlas históricamente, y profundizar en esa inquietud disidente, lúdica y libertaria de vivir la cultura, las ideas y los cambios colectivos y personales apasionadamente.

 

 

Primera época (octubre 1974/mayo 1980)

El nacimiento de Ajoblanco y el denominador común de toda su primera época podría resumirse en dos palabras: ruptura y liberación. Ruptura por parte de los fundadores de la revista, quienes abordaron procesos personales, sociales e ideológicos de quiebra drástica con sus respectivos orígenes y trayectorias; pero también liberación en el sentido de concebir Ajoblanco como un proyecto de acción y transformación colectiva, horizontal e integradora con personajes y grupos en la misma tesitura.

Desde este doble paradigma se entiende de forma precisa la visceralidad del primer Ajoblanco y, a la vez, la inmediata empatía que produjo dentro de aquel tiempo histórico tan hostil y polarizado, pues muchos reconocieron en la revista esa búsqueda de una voz que ya entonces se advertía como apremiante.

Los editoriales de Ajoblanco configuraron un género particular dentro de la revista. A través de estos textos breves, en ocasiones apocalípticos, a veces premonitorios y siempre vehementes, se aprecian los cambios de posicionamiento y la evolución de los contenidos pero, también, la agenda crítica respecto a lo que ocurría fuera de la redacción, es decir, en el escenario histórico de la época. Vistos conjuntamente, los editoriales son una verdadera caja negra de Ajoblanco, de ahí que nos informen sobre temas muy diversos, como los cambios de rumbo y las urgencias de la publicación, los propósitos y objetivos que iban sucediéndose o las entradas y salidas de algunos de sus miembros más emblemáticos.

Aunque los editoriales de Ajoblanco podrían entenderse como una suerte de declaración de principios, la revista utilizó el manifiesto -propio y ajeno- para fijar numerosas ideas recurrentes. A medio camino entre la octavilla y el panfleto, los manifiestos ajoblanquistas participaban de cierto espíritu del momento, donde era esencial importar algunas voces destacadas del agit-prop (propuestas de agitación) exterior. Por otra parte, su agudo humorismo favorecía ese tono cáustico, inconformista y de crítica vital que acompañó a la publicación durante toda su primera etapa. Dentro de la puesta en escena de dichos manifiestos cabe destacar, también, el acompañamiento de historietas gráficas o ilustraciones grotescas.

Los conciertos al aire libre, que devenían formas espontáneas de encuentro, manifestación política y lúdica; los espectáculos teatrales donde se ejercitaban nuevas formas artísticas y se practicaba el psicodrama de grupo, así como las fiestas carnavalescas, que permitían subvertir las tradiciones anquilosadas y los roles sociales preestablecidos fueron muy atendidos por parte de Ajoblanco, hasta el punto de que la revista se implicó firmemente en organizar algunos de estos eventos populares.

En su intento por constituirse como una caja de resonancia sobre lo que sucedía fuera de la realidad oficial, Ajoblanco creó una serie de secciones con las que tomarle el pulso al presente de la época y, a la vez, abrir sus inquietudes hacia contextos habitualmente desatendidos. La revista se transformó, así, en algo parecido a una red social donde la información circulaba y era compartida por los distintos lectores, relacionando a gentes inquietas con algún tipo de proyecto.

Desde sus primeros números Ajoblanco devino una plataforma para personas y múltiples grupos que operaban desarticulada y marginalmente en el territorio nacional. Asimismo, la revista impulsó iniciativas que trataban de activar desde la base social el panorama del momento, proponiendo encuentros donde eran ensayados los incipientes paradigmas de la autogestión colectiva. A través de llamamientos y convocatorias abiertas, que ampliaban el campo de acción de Ajoblanco más allá del formato editorial, fueron aglutinándose iniciativas como Cineprajna, Litercrak, Super 8, Oficina de Ayuda al Freak (ODAF). Ecología, Naturismo, Objeción de Conciencia, Presos en Lucha, Homosexuales, Antipsiquiatría o Sexología, que con el tiempo devendrían grupos de trabajo autónomos y con dinámicas propias. De aquí nacieron, también, los dossieres temáticos, los números extra y las publicaciones Alfalfa, La Bañera y Xiana.

A pesar de que los imaginarios colectivos poseían un gran protagonismo durante la primera etapa de Ajoblanco, también es cierto que desde el nº 1 abundan las entrevistas y diálogos con filósofos, artistas, músicos o cineastas, así como con ciudadanos de a pie, quienes componen una especie de Atlas de personalidades donde se refleja el ideario de la publicación. Resulta imposible definir, hoy, qué resortes convertían a un personaje en susceptible de aparecer en Ajoblanco, sin embargo, vistos retrospectivamente, todos ellos dibujan una cartografía de testimonios que nos ayudan a entender ciertos valores de referencia manejados por la revista.

Uno de los principales rasgos de Ajoblanco fue su carácter contestatario, que debe encuadrarse, además, en una coyuntura histórica -el final del franquismo y la transición democrática- marcada por el recrudecimiento de la violencia policial, la polarización de la vida pública y los vaivenes ideológicos de las distintas fuerzas políticas. Desde esta perspectiva hostil con las imposiciones y con lo impostado se entiende que la revista viviese agrias polémicas a lo largo de su andadura, conflictos que forman parte, ya, de la leyenda ajoblanquera. Desde la célebre Escucha Marxista, pasando por el nº 10 dedicado a las Fallas de Valencia hasta la disputa sobre la cabecera de la revista y el logotipo de Coca-Cola, sin olvidar la no menos controvertida anécdota acerca de la presencia de Ajoblanco en la manifestación de la alcachofa, celebrada en Barcelona el día de Sant Jordi en el año 1976, este conjunto de tensiones y diatribas, algunas de ellas ciertamente estrafalarias, contribuyen a entender el clima de estos años, así como el sustrato de persecución e intransigencia que padecía cualquier iniciativa cultural con voluntad crítica y, sobre todo, lúdica.

Barcelona y Madrid son las dos ciudades españolas más intensamente asociadas a Ajoblanco, no obstante, conviene señalar que la revista dirigió su radio de influencia hacia numerosas localidades consideradas periféricas. "Ir a las provincias" suponía, dentro del espíritu de la publicación, rechazar las jerarquías urbanas, económicas y sociales, adentrándose en las complejidades de una cultura popular entonces muy denostada. Por otro lado, atender a aquellos territorios invisibles para los medios de comunicación oficiales significaba, también, rebatir el ideario político imperante durante el fin de la dictadura y la transición, que releía la vetusta unidad nacional a partir de los nuevos acuerdos y pactos democráticos. En este sentido, el mapa de ruta de Ajoblanco no sólo señala quiénes agitaban el panorama español fuera de los focos mediáticos del momento, sino dónde, cómo y por qué se producían estas exclusiones.

A lo largo de su primera etapa Ajoblanco llevó a cabo una serie de dossieres temáticos que anticipaban el camino de la revista durante el período posterior, ya en los últimos años de la década de los 80 y la década de los 90. Se trata de reportajes escritos con una perspectiva más periodística, aunque sin renunciar al tono beligerante característico. Estos artículos, a menudo insuficientemente estudiados por los analistas de la publicación, constituyen una importante crónica de la época, sobre todo en lo que se refiere al contexto político y económico internacional, así como a cuestiones relacionadas con las libertades sexuales, los problemas de marginación urbana, la ecología, la vivienda, la alimentación y la violencia del aparato policial.

Ajoblanco participó muy activamente de los valores encarnados por el libertarismo, desarrollando una intensa tarea pedagógica donde se explicaron y propagaron sus principales fundamentos. Además de los dossieres que la revista dedicó a la figura de Buenaventura Durruti (nº 17), a la educación, los ateneos y la cultura libertaria (nº 19, 21 y 22, respectivamente) y de los numerosos artículos y documentos acerca de las Jornadas Libertarias de Barcelona (1977) en sus diversas secciones, aparecieron escritos de autores seminales del movimiento, así como experiencias y testimonios sobre la evolución de éste en el estado español.

 

 

Segunda época (octubre 1987/diciembre 1999)

La segunda época de Ajoblanco se caracteriza por un nuevo formato editorial que tiene su correlato en los significativos cambios producidos dentro del horizonte ideológico de la revista. Desaparecen la calle como territorio de trabajo y los colectivos como canal de expresión, se renueva el interés por las individualidades y, consecuentemente, desde su misma portada, Ajoblanco parece poblarse con algunas de las personalidades más reconocibles de este período. Si el primer Ajoblanco reaccionó ante el final de la dictadura y el inicio de la transición democrática apelando a construir una sociedad basada en valores como la autogestión, la pedagogía libre o la apertura sexual, Durante los doce años que forman esta segunda etapa, la revista devino un verdadero faro crítico sobre la realidad española, denunciando insistentemente la banalización de la cultura, la mercantilización de la sociedad y, en especial, la corrupción de los sistemas políticos.

Durante su segunda época Ajoblanco prestó especial atención a uno de los grandes temas de los años noventa: el análisis de la ciudad contemporánea. La caída del Muro de Berlín, las guerras de Yugoslavia y el Cáucaso, el desmembramiento socio-económico ocasionado por el Tatcherismo, así como las oleadas de emigración africana hacia distintas poblaciones españolas fueron algunos aspectos históricos que la revista exploró, llevando a cabo reportajes de firma que solían estar acompañados por crónicas fotográficas hechas in situ. A medio camino entre la literatura de viaje y el ensayo sociológico, este tipo de artículos señalan los nuevos horizontes temáticos de Ajoblanco y su giro hacia la profesionalización y calidad en los contenidos. Por otra parte, merece destacarse el interés hacia los conflictos políticos y culturales de las urbes latinoamericanas y africanas.

El reportaje monográfico y de investigación, derivado de los dossieres de la primera época, cobró gran importancia en las páginas de Ajoblanco. Se trataba de análisis sobre temas muy diversos, entre ellos el multiculturalismo, la eutanasia, el paro, la educación, la biogenética, la sexualidad o la globalización, por poner algunos ejemplos significativos. Más que crónicas acerca de la actualidad, estos artículos funcionaron como un indicativo en torno a los cambios históricos por venir y, desde esa perspectiva, cabe calificarlos como un observatorio de las ideas más apremiantes de aquellos momentos.

Ajoblanco asistió a una época del arte contemporáneo especialmente intensa, que abarcó desde el triunfo de la pintura expresionista como imagen de la marca España hasta la incipiente aparición de la nuevas tecnologías en el campo de la estética. Entre los diferentes posicionamientos artísticos la revista se decantó por las prácticas pictóricas y la performance, dedicando distintos reportajes a creadores como Miquel Barceló, Carlos Pazos, La Fura dels Baus, Anselm Kiefer, Ferran García Sevilla y Marcel·lí Antúnez, entre otros. Sin ser una publicación especializada en el ámbito de la estética, Ajoblanco se mantuvo atenta a los debates del momento, tal y como atestiguan los numerosos artículos sobre dichas cuestiones. La serie de crónicas acerca del arte de los años 80, firmadas por Kevin Power, son un buen ejemplo de la intensidad con que se abordó este tema.

La entrevista de Ajoblanco era, quizás, una de las secciones más esperadas y seguidas en cada número. Por ella transitaron personajes históricos o iconos del momento, intelectuales en ciernes o literatos consagrados: todo un bestiario donde aparecen los protagonistas de una época rendida al culto de la personalidad. Con estas charlas se instauró otro tipo de tono en cierta forma más sosegado, que facilitaba una mirada particular hacia estas variopintas identidades. La nómina de entrevistados resulta apabullante, sin embargo fueron especialmente interesantes las conversaciones con Charles Manson, Noam Chomsky, José Luis Aranguren, Eugenio Trías, Víctor Erice, Antonio Escohotado, Pierre Bourdieu, Michel Houellebecq y Toni Negri, entre otros muchos.

Aunque sigue manteniéndose el interés por distintas ciudades españolas consideradas periféricas, lo cierto es que en la segunda etapa de Ajoblanco la presencia de Madrid y Barcelona adquiere gran importancia. La movida madrileña y los Juegos Olímpicos del año 1992 son, quizá, los acontecimientos más visibles de este momento y, en consecuencia, la revista los atiende desde posiciones muy críticas. No obstante, existen numerosos reportajes que exploran aspectos menos evidentes de ambas urbes, relacionados sobre todo con sus respectivas subculturas urbanas y con sus movimientos sociales marginales.

La corrupción en la sociedad y la política española fue uno de los temas más recurrentes de Ajoblanco, especialmente a partir de 1994, cuando saltan a la palestra pública escándalos vinculados con el gobierno socialista. Desde entonces, la revista lleva a cabo unos artículos donde analiza con gran dureza la situación de la democracia en España. Singularmente interesante es el especial "Fin de régimen" del nº 83.

La relevancia de la música en la segunda etapa de Ajoblanco es tan notoria que le llevaría a producir, incluso, discos propios. Aquí encontramos unidos los sonidos electrónicos, y más en concreto el festival Sónar, con los ritmos africanos o argelinos, el flamenco mezclado con el punk, o el son cubano conviviendo junto al hip hop. Tal y como sucede respecto al territorio del arte, a pesar de no ser una revista dedicada a la reflexión musical, Ajoblanco desarrolló un seguimiento continuado sobre este tema, explorando el trasfondo político de las tribus urbanas y sus respectivos mundos sonoros.

Acorde con el protagonismo social que adquirió la literatura en España durante los 80 y 90, Ajoblanco llevó a cabo numerosos artículos que auscultaban el panorama de la narrativa española y latinoamericana. En este sentido, podría hablarse de un cierto canon literario ajoblanquero, donde situaríamos a autores tan significativos como Allen Ginsberg, Eduardo Mendoza, Günter Wallraff, Roberto Bolaño, Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytisolo, Pere Gimferrer, Carmen Martín Gaite, Antonio Muñoz Molina o Hans Magnus Enzensberger, entre otros. Merecen destacarse, también, los reportajes dedicados a la industria editorial del momento, a los hábitos de lectura nacidos con la sociedad del bienestar y al estatuto del escritor como nuevo paradigma mediático.

Una de las secciones más arriesgadas y novedosas de Ajoblanco fue la dedicada a los debates temáticos con interlocutores especializados, que transformaban la revista en una especie de ágora abierta. Algunos de estos encuentros (La telaraña de Euskadi, Vacío de valores. Crisis de Occidente o ¿Ficción o pensamiento?, El estado de la cuestión) anticiparían cuestiones y conflictos posteriormente candentes, por lo que constituyen un documento esencial para adentrarse en las complejidades y contradicciones históricas de aquella época.

 

 

El ajo pica y repite (por Pepe Ribas)

Una mañana de enero del 73, cuando las utopías californianas y parisinas se estaban comercializando y el franquismo entraba en decadencia, una pandilla de jóvenes con inquietudes y sin tiempo para el lamento convocó una exposición poética en la facultad de Derecho. Una semana después, alrededor de 500 poemas cubrían los muros del vestíbulo de esa facultad barcelonesa, entre huelgas, carreras y manifestaciones.

Al final del verano, la joven mujer de un torero sin suerte nos cocinó en su pequeño restaurante el plato típico de su pueblo: Ajoblanco. Y en el brindis por el reencuentro del grupo Nabucco en esa "Noche del Ajoblanco", planteé una decisión irreversible. Iba crear una nueva revista libre y legal, fuera de los ambientes universitarios. Pensaba distribuirla por todos los quioscos de España. La publicación, en ningún caso elitista, debía ayudarnos a crecer y a formarnos hasta llegar a vivir tal como pensábamos. Un año más tarde descubrimos que éramos miles los que estábamos hartos de permanecer callados y temerosos. Necesitábamos romper con la represión franquista y con los dogmas de nuestros hermanos mayores acerca de cómo luchar, cómo crecer y qué leer.

Gran parte de esa nueva generación a la que pertenecíamos detestaba cualquier autoritarismo y buscaba un universo propio y solidario en el que fuera posible la fraternidad, el juego, la creatividad y el vivir tal como pensábamos. Aún corrían en la sociedad grandes dosis de altruismo.

Las actitudes de la contracultura norteamericana, las publicaciones underground europeas, la nueva literatura, el rock y las ganas de abrir un circuito alternativo generaron un proceso abierto y plural desde el nacimiento de la revista Ajoblanco. Mediante los encuentros callejeros, el diálogo hasta la madrugada, las convivencias comunales y la correspondencia con jóvenes de distintos lugares de España, conseguimos articular en poco menos de dos años un nuevo universo alternativo, que aglutinó los sueños y las inquietudes de una generación con mitos pero sin maestros. En España, las circunstancias nos forzaron a ser autodidactas. Nos formamos gracias a un cúmulo de encuentros, lecturas desordenadas, viajes y azar.

El primer Ajoblanco fue un proyecto colectivo en el que participaron miles de lectores que también llenaban las páginas de la revista. El proceso cubrió hasta 1980 y atravesó varias etapas. El mundo underground, las sustancias psicodélicas, la liberación de la sexualidad, el mundo de los freaks, el arte conceptual, el arte pobre, Pasolini, los mensajes libertarios de la nación de Woodstock, el teatro en la calle, la cultura de foro y el situacionismo nos ocuparon los dos primeros años de la revista.

En el verano del 1976 redescubrimos a Durruti tras la suspensión de la revista por cuatro meses tras un consejo de ministros. El fenomenal escándalo lo causó el dossier fallas. Fue en Menorca durante aquel verano sin revista cuando once personas del equipo compartimos una pequeña casa entre huertos. Alejados de una rutina que te comía el tiempo, descubrimos el mensaje cultural y social del anarquismo español anterior a la guerra civil. Nos entusiasmamos con sus logros y por ello nos olvidamos de la contracultura norteamericana y nos sumergimos en la relectura de estos hechos y mensajes. Sin olvidar nuestra apuesta por una revolución cultural potenciamos los dossieres sobre ecología, energías libres, antipsiquiatría, educación antiautoritaria, naturismo, libertad sindical, presos, las comunas como alternativa a la familia, el cooperativismo y los ateneos libertarios.

Tras las Jornadas Libertarias de julio del 77 y alcanzar los cien mil ejemplares de venta, llegaron los pactos de la Moncloa, el terrorismo de Estado, la Euro represión y la nueva Constitución. Fue entonces cuando nos desmarcamos de la actitud de los nuevos partidos políticos, derechas e izquierdas, y denunciamos en textos claros y aún vigentes las carencias democráticas que conllevaban la concentración de todo el poder en los partidos de forma jerárquica e impositiva. Sin duda, una parte de la historia de este país permanece encerrada en aquellas páginas, que concluyeron en junio de 1980, en parte por agotamiento, en parte porque ya habíamos elaborado el proyecto de la sociedad en la que podíamos creer. Nuestra ciudad también había cambiado.

Hoy, en 2014, cuando se alumbra un nuevo proceso constituyente, sería bueno atender parte de aquellas propuestas colectivas por ser alternativas posibles para un mejor funcionamiento de esa democracia que muchos aspiramos, además de favorecer la convivencia y la pluralidad.

El segundo Ajoblanco fue fruto de un encuentro casual entre viejos y nuevos miembros del equipo en tiempos de Thatcher, Reagan y Felipe González. En octubre de 1987 Ajoblanco repite con la pretensión de democratizar la cultura y aportar textos e imágenes estimulantes para ayudar a tejer una sociedad civil lo más abierta y creativa posible. Quisimos despertar el interés por otros credos y otras culturas. Si en el primer Ajoblanco fuimos agitadores, en el segundo nos profesionalizamos para generar la mejor revista cultural en castellano. Para ello, estudiamos las publicaciones de tendencias que se publicaban en Europa. Viajamos y trabajamos junto a ellos.

Desatascamos la relación creativa, humana y cultural con Latinoamérica, escuchando a sus creadores en su propio territorio, y nos hicimos un poco porteños, mexicanos o cubanos. Recorrimos África, Europa del Este y Japón. Bloqueamos durante más de un mes, mediante el Fax de la Libertad, el comercio internacional de China en 1988, tras los sucesos de Tiananmen.

El vacío de valores, las carencias democráticas, el contexto que exige la creación cultural en todos los terrenos y una actitud muy crítica frente a los poderes que asfixian el progreso social y político fueron también armas de una revista que nunca quiso acomodarse. La vida, el ocio, la multiculturalidad y el urbanismo en las ciudades contemporáneas ocuparon parte de nuestras inquietudes. Y lo hicimos desde la independencia y la vocación. En verdad, ejercimos un periodismo de anticipación y también nos convertimos en una escuela de nuevos periodistas y de nuevos gestores culturales puesto que por la publicación, que siempre buscaba renovarse, pasaron más de mil colaboradores.

Por desgracia, llegó un momento, en el que el mercado global dirigido por los grandes grupos económicos y mediáticos coparon todas las redes de distribución. Las revistas independientes de gran tirada con influencia y vocación social fueron derribadas. El periodismo independiente escrito empezó a ser uno de los ejercicios más difíciles de practicar. El segundo Ajoblanco expiró en diciembre de 1999. Aunque en 2004 Ajoblanco editó un par de números y un especial, hasta ese momento permanece esperando picar de nuevo. Quizá esa exposición despierte un nuevo ciclo.

 

 

Jornadas Ajoblanquistas para el debate (del 28 de mayo al 19 de junio)

La exposición Ajoblanco: Ruptura, Contestación y Vitalismo (1974-1999) recupera un legado cultural y colectivo en un momento excepcional. Vivimos en un espacio social en el que las injusticias, los conflictos, las carencias y las incertidumbres propician revueltas, angustia y nuevos retos. Ajoblanco busca abrir debates innovadores alrededor de esta muestra, con la pretensión de aportar estímulos, armas, coraje e ilusiones que ayuden a revitalizar una sociedad muy castigada y para que estos cambios que no admiten demora se produzcan.

El programa de las jornadas es el siguiente:

 

28 de mayo. 19:30 horas
La experiencia en un Ajoblanco que siempre pica y repite
Javier Esteban entrevista a José Ribas

30 de mayo. 19:30 horas
La recuperación del arte, la vitalidad y la rebeldía de Ajoblanco
Toni Puig

3 de junio. 19:00 horas
Presentación del proyecto expositivo Ajoblanco: Ruptura, contestación y vitalismo
Valentín Roma, comisario de la muestra

3 de junio. 20:00 horas
Cultura popular en Ajoblanco
Pedro G. Romero

4 de junio. 19:00 horas
Del underground a las plazas: revolución cultural, ayer y hoy
Leónidas Martín y Amador Fernández-Savater

11 de junio. 19:00 horas
Las Transiciones alternativas que también tuvieron lugar
Jordi Mir

11 de junio. 19:45 horas
La experiencia Ajoblanco: vida, memoria y democracia (1974-2004)
Germán Labrador

11 de junio. 20:30 horas
Debate entre profesores y público

12 de junio. 19:00 horas
Ciudad, pasión, pensamiento, cultura y autonomía
Marina Garcés, César Rendueles y Pablo Carmona

13 de junio. 17:00 horas
Los dos mil a destajo. Una cita secreta-pública con el presente del pasado
Invitan: María Salgado y Rafael Sánchez Mateos Paniagua

18 de junio. 19:30 horas
Conflictos, tensiones, logros y fracasos del primer Ajoblanco
José Manuel Costa, Javier Valenzuela, Karmele Marchante y Luis Racionero

19 de junio. 19:30 horas
Contra quién y en favor de qué: segundo Ajoblanco. ¿Es posible hoy un periodismo crítico desde la independencia y en que formato?
Antonio Baños, Jordi Costa y José Ribas

 

 

Del 28 de mayo al 21 de septiembre de 2014 en el Conde Duque de Madrid (Calle Conde Duque, nº 11)
Horario: martes a sábado, de 10:00 a 14:00 y de 17:30 a 21:00 horas; domingos y festivos, de 10:30 a 14:00 horas.

 

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