RESTAURACIÓN DEL CRISTO DE LA SANTA VERA CRUZ DE
CASTILLEJA DE LA CUESTA (SEVILLA) POR MANUEL LUQUE POSADA


 

 

 

El pasado 17 de febrero, tuvo lugar el regreso a la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, del municipio sevillano de Castilleja de la Cuesta, la talla del Cristo de la Santa Vera Cruz, tras la restauración a la que ha sido sometida en los talleres del conservador Manuel Luque Posada, de Gines (Sevilla).

 

 

 

La imagen, obra catalogada en el siglo XVI, se encontraba en un mal estado de conservación. Se observaron grietas provocadas por los movimientos de contracción y dilatación del soporte de madera, que han producidos levantamientos en la policromía y micropérdidas. Los brazos fueron forzados para clavarlos en la cruz, lo que provocó la rotura de los ensambles de los hombros. Algunas piezas estaban unidas mediante clavos por acusar desprendimientos o roturas, caso del pie izquierdo. La rodilla derecha se encontraba totalmente destrozada a consecuencia de golpes y, posteriormente, había sido pegada con cera, lo que ha provocado la entrada y posterior infección de xilófagos en el interior de la rodilla, extendiéndose la plaga de insectos por toda la pierna derecha.

 

 

 

También se observaban fragmentos desaparecidos y una policromía en estado avanzado de deterioro, con levantamientos y ampollas en toda la pieza en general y con más incidencia en la espalda, lo que ha provocado desprendimientos de policromía en algunas zonas. Se encontraron repintes, concentrados especialmente en el sudario de Cristo, que pasó de ser un estofado de oro a ser lo que actualmente vemos.

 

 

 

La primera actuación que se hizo fue la consolidación de la policromía. El proceso se llevó a cabo mediante adhesivos y espátulas calientes para poder bajar levantamientos y ampollas. Tras retirar las piezas con peligro de desprendimientos, se realizó un tratamiento fungicida: se inyectó por toda la obra un procedimiento de líquidos fungicidas y consolidantes a base de permetrina, y a continuación se introdujo el Cristo en una bolsa hermética con pentaclorofenato sódico para eliminar el resto de insectos que tuviera la imagen en su interior.

 

 

 

Una vez concluido el tratamiento para la desinfección de insectos, y tras varios tests de limpieza, se pudo encontrar la solución más adecuada para eliminar la suciedad superficial de la obra sin dañar la policromía, ya que se llegó al acuerdo de realizar una media limpieza de la escultura: una solución quelante con Mucina.

 

 

Los dedos desaparecidos se volvieron a reconstruir a través de pasta de madera y un alma de madera en su interior; la rodilla, en cambio, se rellenó en su interior de chirlatas de madera de cedro -más dura y venenosa que la madera de ciprés- para no ser atacada por los insectos. A continuación, se reintegró la capa de preparación con estuco tradicional y posteriormente la capa de color con técnicas reversibles mediante rigattino. Unicamente se protegieron las lagunas reintegradas, ya que la policromía original tenía un brillo excelente.

 

 

Para realzar aún más si cabe la talla del Cristo, se realizó una nueva cruz de carácter arbóreo, más acorde con el estilo de la imagen. Para ello, se estudió las formas de la escultura y, de este modo, adaptar la cruz a ella, y no al revés, tal y como se hizo anteriormente, acarreando los problemas de estructura que presentaba la imagen.

 

 

 

También se ha estudiado la manera para que la imagen descanse en la cruz y no esté clavada a ella, para lo cual se ha realizado un perno de acero inoxidable que atraviesa la cruz por su parte central y que une al Crucificado por la parte trasera a la altura del sudario. Este perno, a su vez, se encuentra embutido en la cruz para evitar que pueda verse y sobre éste se ha colocado un tapón con una forma que sigue las vetas de la misma cruz. El madero, de corte cilíndrico, ha sido realizado por el maestro tallista José Manuel Rodriguez Melo.

 

 

 

Los clavos no ejercerán su función; se han dejado como meros elementos decorativos, pues no sujetarán al Cristo, lo cual ayudará a la correcta conservación y, de esta forma, no se volverán a rajar los brazos al no estar realmente suspendido por ellos. Los pernos se han limpiado y se les ha soldado un tornillo para unirlos así a la cruz.

 

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