RUSIÑOL Y LA ALHAMBRA
Francesc Quilez y Mercedes Palau-Ribes (04/06/2025)
El Patronato de la Alhambra y Generalife organiza Rusiñol y la Alhambra: El despertar de un pintor poeta, la primera exposición monográfica dedicada al pintor catalán Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 - Aranjuez, Madrid, 1931) en la Alhambra (Sala de exposiciones temporales del Museo de Bellas Artes de Granada. Palacio de Carlos V), donde este artista desarrolló buena parte de su producción. Aquí estableció estrechos lazos con la intelectualidad granadina de las primeras décadas del siglo XX, a través de Antonio Barrios "El Polinario", en cuya taberna de la Calle Real, que fue transitada por intelectuales granadinos y visitantes, tenían lugar intercambios artísticos de toda índole. Este episodio pictórico constituyó un hito histórico en el devenir de la modernidad artística, ya que transitó por un camino alternativo que consistió en restablecer la relación de la pintura con la naturaleza, actuando el pintor a contracorriente en la tradicional forma de acceder y entender el mito de la modernidad. Lejos de emplazar la ciudad en el centro del programa pictórico, Rusiñol se decantó por erigir en protagonista de su obra a la naturaleza, encontrando en la imagen del jardín simbólico y poético la cristalización de su ideario estético. Su propuesta también contribuyó a desterrar la visión romántica de una ciudad, Granada, que, a partir de este momento, empezó a ser reinventada. De su extensa producción granadina, son pocas las obras conservadas en esta ciudad, por lo que esta exposición constituye una oportunidad única de ahondar en la figura y la obra del genial pintor catalán en un contexto artístico de cambio. Figura sobresaliente del arte español de finales del siglo XIX e inicios del XX, Rusiñol mantuvo un gran idilio con una ciudad, Granada, y un paisaje, principalmente el de los jardines de la Alhambra y el Generalife, que se erigió en el protagonista de algunas de sus composiciones más emblemáticas. Desde el primer viaje, que realizó en 1887, se fueron sucediendo, de forma intermitente e intensificándose a partir del año 1895, unos encuentros que contribuyeron a convertir la práctica pictórica en una experiencia poética en la que la imagen era un pretexto para hacer visible la emoción sensible. En este sentido, bien podría decirse que con su propuesta Rusiñol inició un camino de no retorno en el arte español y se erigió en el precursor de una tendencia que ejerció un fuerte efecto de imantación sobre otros pintores que como él también sintieron la necesidad de adaptar su lenguaje pictórico, acomodarlo, al paso del tiempo, al devenir de un paisaje que con su transformación cíclica alertaba sobre la ensoñación de una modernidad que contemplaba la naturaleza con mirada condescendiente, ya que la consideraba una adherencia sentimental que había que eliminar. Rusiñol y la Alhambra: El despertar de un pintor poeta permite intuir algunas de las fuentes del imaginario de Rusiñol y que van desde la pintura impresionista, la influencia de la estampa, la cultura visual japonesa, la estética simbolista o el uso de la fotografía. Todas estas referencias fueron asimiladas y confluyeron en un diálogo fluido y enriquecedor que el autor mantuvo con el entorno natural. Esta dinámica creativa cristalizó en una propuesta visual muy original, en las que las cosas más triviales e insignificantes, las flores, las plantas, la vegetación se erigieron en las grandes protagonistas de una obra que ayudó a resignificar la imagen de la Alhambra y por extensión la de toda una ciudad. La muestra, comisariada por Mercedes Palau-Ribes y Francesc Quilez, podrá visitarse hasta el 14 de septiembre de 2025 en horario de 10:00 a 20:00 horas (martes a domingo). |
El imaginario pintoresco A pesar de haber realizado un primer viaje a Granada en 1887, la relación de familiaridad de Santiago Rusiñol con la ciudad eclosionó ocho años más tarde. El viaje que emprendió, en otoño de 1895, acompañado, entre otros, de sus colegas pintores Arcadi Mas y Fondevila y Macari Oller, supuso un punto de inflexión en su trayectoria como pintor y abrió paso a un período creativo centrado en la representación de los motivos de jardines de la Alhambra y el Generalife. Sin embargo, esta querencia por una temática que contribuyó, de manera decisiva, a situarlo en el mapa de la pintura europea, en un primer momento coexistió con un interés por la repetición de algunos de los estereotipos que, a lo largo del siglo XIX, más contribuyeron a consolidar la imagen pintoresca y folclórica de la capital nazarí. En cierto modo, buena parte de la iconografía reunida en este ámbito viene a subrayar el éxito de una fórmula, la del tipismo andaluz, que, a pesar del tiempo transcurrido, aún seguía concitando un gran consenso entre la mayoría de artistas-viajeros. En este sentido, en la construcción de este imaginario europeo confluyeron toda una serie de prejuicios culturales que potenciaron el mito de una ciudad que no había sufrido la pérdida del aura que sí que habían padecido las ciudades del Norte de Europa. Sin ir más lejos, la imagen icónica de la "Granadina" o "Gitana del Albaicín" (Museu del Cau Ferrat, detalle en la imagen superior), obra de Rusiñol, es deudora del modelo pintoresquista y se erige en un emblema racial. |
La imagen de Granada y la Alhambra Siguiendo los pasos de los pintores catalanes Mariano Fortuny, su maestro en dibujo Tomás Moragas y su amigo Ramón Casas, Santiago Rusiñol llega por primera vez a Granada en otoño de 1887. La belleza de Granada le deslumbra y le cautivan los soberbios palacios de la Alhambra, los jardines del Generalife, los cármenes del Albaicín, la inmensa y fértil vega a los pies de Sierra Nevada, y el Sacromonte de los gitanos. Todo le resulta fascinante al pintor novel que va en búsqueda de la belleza del paisaje, sediento de impresiones que hacen vibrar su cuerda de artista. Su fascinación por Granada será grande y duradera, como lo atestiguan las cinco estancias que transcurren en la ciudad en los años 1887, 1895, 1898, 1909 y 1922. Es precisamente en Granada donde Rusiñol encuentra el camino que busca y que le lleva a su consagración como pintor. Los bellos jardines granadinos, con sus peculiares imponentes glorietas, con cipreses recortados en caprichosas formas, animados con el alegre juego del agua de sus fuentes, la Alhambra con su arquitectura de ensueño, el patio de la Alberca deslumbrante de luz y de reflejos, el íntimo patio claustral de Lindaraja, y el Patio de la sultana, o los jardines altos del Generalife, son motivos recurrentes de sus pinturas, expresadas con emoción y sensibilidad de pintor-poeta y evocadores de recuerdos y de un pasado glorioso próximo a desaparecer. |
El jardín poético y sentimental La práctica de la pintura de jardines intensificó la condición simbólica de la propuesta estética formulada por Rusiñol. La aparente espontaneidad del ecosistema (plantas, flores, boscaje, vegetación, agua, etcétera) que se regía de acuerdo con el ritmo de su propio ciclo biológico, se veía alterada por la mano del hombre que ordenaba el caos, organizaba e incluso, en determinadas ocasiones, sometía el comportamiento instintivo e imprevisible de un organismo vivo que no seguía unas leyes de actuación lógicas. En cierto modo, el jardín se convirtió en el refugio del nostálgico, Rusiñol transformó estos espacios, algunos de ellos idealizados o embellecidos por su paleta cromática, en la única certidumbre que alentó su propósito de vivir en comunión con la belleza. En este ejercicio también estuvo muy presente el valor de la naturaleza, como fuente inspiradora, como musa que le obligó a mantener una disciplina creativa, para reconectar, en el sentido más literal del término "religare", al hombre con su entorno. El modelo del jardín, más allá de configurar un pequeño microcosmos, ejemplificaba a la perfección una situación a caballo entre el orden y el caos. El pintor se esforzó en reflejar los estados de ánimo provocados por el paso del tiempo, el sentido efímero de un sentimiento, el de la belleza, que, lejos de ser perdurable, no podía convertirse en una experiencia duradera, sino que era un fogonazo de luz que servía para iluminar las zonas oscuras de la existencia. |
El Panteísmo naturalista Santiago Rusiñol compaginó el cultivo de la pintura de jardines con el del paisaje, componiendo verdaderos poemas visuales. A lo largo de su carrera se reveló como un autor bien dotado para convertir el paisaje en un espejo destinado a reflejar un amplio abanico de sentimientos y estados de ánimo. Partiendo de una composición de características convencionales, Rusiñol supo evolucionar y arrumbar estos modelos tradicionales para adaptar el género a las transformaciones del lenguaje figurativo, incorporando novedades en la práctica de la pintura al aire libre y en soluciones compositivas con nuevos estímulos estéticos. Uno de los efectos más destacados fue la adopción de un lenguaje más vanguardista que le ayudó a romper con la tradicional perspectiva occidental y alcanzar logros formales. Sus composiciones adoptaron un carácter escenográfico cuyo efecto decorativo le condujo a convertir la naturaleza en un espectáculo visual. En algunas producciones emerge una naturaleza luminosa, sin límites racionales a la capacidad regenerativa, ni al comportamiento imprevisible del medio natural. La práctica de la fotografía se convirtió en una herramienta imprescindible para entender la pintura como un espacio abierto a la experimentación, a convertir la tela en un medio de expresión, en un sistema lingüístico de luz, color y efectos atmosféricos, contribuyendo a ensanchar la mirada, e incluyendo nuevos encuadres y puntos de vista que vinieron a alterar la concepción cerrada y unidireccional del espacio pictórico. |
Jardines de España, 1903 y 1914 En 1903 la Casa Thomas de Barcelona editó el álbum "Jardins d'Espanya", consistente en 40 fotograbados de pinturas de Santiago Rusiñol, precedidas por poesías y prosas en catalán de autores de reconocido prestigio: Joan Alcover, Gabriel Alomar, Miquel Costa i Llobera, Emili Guanyabens, Apeles Mestres, Joan Maragall, Miquel dels S. Oliver y Francesc Matheu, y un primer texto, firmado por el mismo Rusiñol, donde explica y defiende la belleza poética de los jardines que iban desapareciendo con el tiempo. Realizado con los medios gráficos más modernos y sofisticados del momento, "Jardins d'Espanya" reproduce con la mayor fidelidad las pinturas que habían consagrado a Rusiñol como artista moderno tanto en París como en Barcelona. Agotada la edición de 1903, los talleres de Antonio López realizaron una nueva edición en 1914, con algunos cambios en cuanto a contenido. Se añadieron poemas en castellano de renombrados autores: Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado, Eduardo Marquina, Ramón Pérez de Ayala, Enrique Díez-Canedo, Francisco A. de Icaza, y María Lejárraga que firmó como Gregorio Martínez Sierra, y se completó la serie de jardines de Granada, Aranjuez, Mallorca, Barcelona, Montserrat, Sitges, La Granja y Tarragona, con otros de Gerona, Valencia, Mallorca y Aranjuez de creación más reciente. "Jardins d'Espanya" marca un hito en la producción literaria de Rusiñol, por el ideario estético que contiene, además de suscitar el interés por su visión poética e intemporal de los jardines, en especial los de Granada, y la inspiración que estos han ejercido en la creación musical de destacados compositores como Claude Debussy y Manuel de Falla. |
La leyenda del artista Rusiñol fue una de las personalidades más retratadas de su tiempo, una situación en la que el protagonista siempre se sintió cómodo y que acostumbró a contar con su complicidad. En la fotografía encontró la herramienta idónea para difundir la imagen de un creador que, a pesar de su tendencia a la melancolía y al desapego social, no rehuyó los efectos benéficos que le reportó un sistema de reproducción con el que mantuvo una gran complicidad. Rusiñol explotó algunos de los rasgos de su propio personaje; atrayendo a dibujantes que descubrieron en él una fuente iconográfica inagotable y potenciaron los rasgos más caricaturescos, ofreciendo, incluso, una imagen irónica y satírica. Algunos de estos caricaturistas redujeron y banalizaron una personalidad compleja y lo que hicieron, de una manera injusta, fue denunciar una supuesta impostura del personaje, sin reparar en la profundidad de su poética. Uno de los lugares comunes que abordaron muchos dibujantes de la época, después de convertirse en uno de los especialistas más reputados en la pintura de jardines, fue el de mostrar algunas de las contradicciones que generó la distancia entre la pulsión idealista y el insaciable apetito del mercado. Por un lado, él siempre procuró proyectar una imagen estudiada de una figura que se situaba en los límites de las convenciones sociales, despreciando los valores de la sociedad burguesa y, sin embargo, la propia dinámica productiva le reportó grandes beneficios económicos a consecuencia de la venta de los trabajos centrados en la temática de jardines. |
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