EL MODELO NEGRO

28/04/2019


 

 

Presentación

Adoptando un enfoque multidisciplinar, a medio camino entre la historia del arte y la historia de las ideas, El modelo negro, de Géricault a Matisse (Le modèle noir de Géricault à Matisse) analiza las problemáticas estéticas, políticas, sociales y raciales, así como el imaginario revelado por la representación de figuras negras en las artes visuales, desde la abolición de la esclavitud en Francia (1794) hasta nuestros días.

Al margen de su panorama global, esta exposición del parisino Musée d'Orsay se detiene especialmente en tres periodos clave: la era de la abolición (1794-1848), el periodo de la Nueva pintura hasta el descubrimiento por parte de Matisse del Renacimiento de Harlem y los comienzos de la vanguardia del siglo XX y las generaciones sucesivas de artistas de posguerra y contemporáneos.

El modelo negro, de Géricault a Matisse se concentra sobre todo en la cuestión del modelo, y por ende, en el diálogo entre el artista que pinta, esculpe, graba o fotografía, y el modelo que posa. Desarrolla especialmente la evolución de la representación de sujetos negros en obras mayores de Théodore Géricault, Charles Cordier, Paul Cézanne, Jean-Baptiste Carpeaux, Edouard Manet y Henri Matisse, y de los fotógrafos Nadar y Carjat.

De la Revolución Francesa a la abolición de la esclavitud en 1848, de la rebelión de los esclavos en Santo Domingo en 1791, hasta que aparece la negritud en la década de 1930, este casi siglo y medio es el testigo privilegiado de las tensiones, luchas y debates que ocasionan el nacimiento de la modernidad democrática, y del que se ha nutrido el mundo de las imágenes. Lentamente, ve afirmarse, a pesar de todo tipo de reticencias y obstáculos, una iconografía, e incluso una identidad negra.

El modelo negro, de Géricault a Matisse, visitable hasta el 21 de julio de 2019, ofrece al público una nueva mirada sobre un tema durante demasiado tiempo desatendido: la importante contribución de personas y de personalidades negras en la historia de las artes. La elección de un título al singular, a pesar de la diversidad de las representaciones, intenta subrayar los diferentes significados del término "modelo", que puede entenderse como "modelo de artista" y como figura ejemplar.

Muchas mujeres y muchos hombres, mal llamados de color, han cruzado la trayectoria de los artistas y han estrechado relaciones con ellos. ¿Quiénes son, estos grandes olvidados del relato de la modernidad? Son cuantas personas a las que hemos intentado devolver un nombre, una historia y una visibilidad. Desde el estereotipo hasta el individuo, del desconocimiento al reconocimiento, esta interesante (y muy necesaria) exposición intenta abarcar este largo proceso, e intenta poner a la luz uno de los mayores tabúes de la historia del arte, revelando de nuevo esta disciplina como espejo de las ideas y de las sensibilidades, y afirmando de este modo los profundos vínculos de continuidad que unen el siglo XIX con el XX, hasta nuestra época.

 

 

Nuevas miradas. El arte contra la esclavitud

En Francia, más de cincuenta años separan la primera abolición de la esclavitud, en las colonias francesas, de la segunda, proclamada en abril de 1848 por la incipiente Segunda República. El 4 de febrero de 1794, un primer decreto de abolición, doblemente revolucionario, otorga a los emancipados sin distinción de color la plena ciudadanía francesa. En la Francia del Año II, se produce la rebelión victoriosa de los esclavos en la isla de Santo Domingo en 1791, dirigidos por Toussaint Louverture, y el hecho de que la isla, amenazada por las flotas extranjeras, se sume a la República. Sin embargo, a partir de 1802, Napoleón I restablece la esclavitud. Pero las tropas que envía a Santo Domingo se enfrentan a una tenaz resistencia: el 1 de enero de 1804, la isla independiente se convierte en la República de Haití, "primera nación negra" dirá Aimé Césaire. El punto de ruptura que constituye la Revolución Francesa permite la realización de retratos de individuos emancipados, entre ellos los famosos "Jean-Baptiste Belley" de Anne-Louis Girodet y "Madeleine" de Marie-Guillemine Benoist (imagen superior). Aunque estas obras ocupen el espacio artístico creado por la revolución política y social contemporánea, brindan sin embargo el testimonio de ambigüedades propias de su época: como el folleto del Salón de 1800 que acompaña el "Retrato de Madeleine", que no desvela ni el estado doméstico, ni el nombre del modelo, ni claramente las intenciones de la artista, que todavía son fuente de debate en la actualidad.

El 29 de marzo de 1815, Napoleón I suprime el comercio negrero, decisión que será confirmada por Luis XVIII años después. A pesar de la creciente presión de los abolicionistas, el sistema esclavista perdura. Los gobiernos sucesivos de la Restauración y de la Monarquía de Julio se contentan con reformarlo. En cuanto a los pintores, el tono se endurece. "El comercio de los negros" de François-Auguste Biard causa sensación en el Salón de 1835. Otros se atreven a denunciar lo que sufren las víctimas de un sistema inhumano, como Marcel Verdier, alumno de Ingres, que en 1843 ve rechazado en el Salón su "Castigo de los cuatro piquetes". Hay que esperar hasta el 27 de abril de 1848 para que la incipiente Segunda República pronuncie la abolición de la esclavitud en las colonias francesas. El pintor François-Auguste Biard fue el encargado de celebrar esta medida simbólica: negros y blancos están reunidos en un cuadro en el que la alegría de los emancipados, las cadenas rotas y la bandera tricolor, celebran con énfasis la unidad fraternal del nuevo orden republicano. El inmenso lienzo de Biard hace referencia a las tesis antiesclavistas de Victor Schoelcher. También a partir del Salón de 1848 el escultor Charles Cordier realiza un inventario de la familia humana en su unidad y su singular diversidad.

 

 

Géricault y la presencia negra

Théodore Géricault (1791-1824) es un adolescente cuando Napoleón I, que quiere reconstruir un poderoso imperio francés en las Américas, hace restablecer la esclavitud en el Caribe. La legislación particularmente restrictiva que acompaña este restablecimiento (prohibición de matrimonios interraciales, prohibición de acceso a la Francia continental para los negros de las colonias, etcétera) explica el resurgimiento del movimiento abolicionista, en el que participa Géricault. Éste último pone su fogosidad romántica al servicio de esta causa, multiplicando las representaciones enérgicas y afligidas de los negros. Su correspondencia no dice nada de las mujeres y de los hombres de color a las que hace posar, pero sabemos que recurrió al famoso modelo Joseph, originario de Haití, también representado por Théodore Chassériau.

Para su icónica obra "La balsa de la Medusa", Joseph encarna al marinero de torso desnudo, que mueve, en lo alto del tonel, el pañuelo de la última esperanza colectiva. El cuadro, que relata la funesta expedición colonial de la fragata "La Méduse" durante el verano de 1816, a lo largo de las costas de Mauritania, tuvo varias etapas. Aunque el primer boceto sorprende por la ausencia de cualquier negro, la composición final cuenta con tres, dos más de lo que la historia nos relató. Al multiplicar las figuras negras en su cuadro, Géricault resume su lucha en pos de la fraternidad, y dota la causa abolicionista de un símbolo decisivo.

Fue en el seno de la pequeña población negra instalada en Francia en el siglo XIX que los artistas contrataron, sin duda, modelos que podían posar ocasionalmente para ellos. Los estudios de taller representan testimonios incomparables de la presencia de los negros en París, cuya actividad se concentra entonces esencialmente en los sectores de la domesticidad y el artesanado. Debido a la falta de censo, solo disponemos de algunas fuentes que permiten asociar un nombre o un apodo con un rostro. Son pocos los recursos que permiten devolver su identidad a los diferentes modelos que posaban para artistas como Géricault o Chassériau. Valiosos archivos procedentes de la Escuela de Bellas Artes revelan la edad, dirección y a veces el país de origen, de algunos de ellos. Los estudios pintados que muestran a estas mujeres y a estos hombres en los talleres de los artistas, a la manera de los retratos intimistas e individualizados, contrastan con los cuadros del Salón en los que perdura la ambivalencia de los estereotipos asociados con los personajes negros. Aunque estas representaciones sean cuantas huellas perduran de las relaciones que podían existir entre artistas y modelos, también demuestran investigaciones plásticas que contribuyen a la elaboración de un nuevo universo estético.

 

 

Alrededor de Olympia

Excepto algunas violentas caricaturas, la figura de la sirvienta negra pasó relativamente desapercibida hasta el escándalo que provocó la presentación de la "Olympia" de Manet (imagen superior) en el Salón de 1865, ya que los críticos se concentraron esencialmente en el tema del cuadro, considerado vulgar, y en la ausencia de idealización del desnudo femenino. Esta "invisibilidad" de la mujer negra revela la parte convencional de una representación (actitud deferente, ramo de flores en la mano) de larga tradición orientalista, que juega con los contrastes y la tensión erótica provocada por los acercamientos de los cuerpos negros y de los cuerpos blancos. Sin embargo, Manet realiza un desplazamiento radical, al elegir representar no una escena de aseo en una lejanía exótica, sino una escena de prostitución en el París contemporáneo. La presencia de una criada negra -que remite a un imaginario aristocrático y colonial- se puede leer como un indicador del alto estatuto social de la cortesana y viene a reforzar el poder subversivo del cuadro.

La "Olympia" de Manet, por su complejidad y su poder formal, es un referente del arte moderno, inspirador y deconstruido según el antojo: desde las relecturas de Cézanne o la copia de Gauguin, pasando por las odaliscas de Matisse, hasta las múltiples reinterpretaciones del Renacimiento de Harlem, del Pop Art y de la actualidad. La co-presencia de la figura blanca y de la figura negra es el centro de las relecturas del cuadro. Los juegos formales de la dualidad cromática, del contraste entre la posición tumbada y la posición de pie, interrogan las identidades raciales, sociales y sexuales de ambas mujeres, las relaciones entre Occidente y África, y forjan verdaderos dispositivos plásticos para los futuros artistas. 

Admirador de Manet, Bazille opera una singular mezcla entre el París moderno y un Oriente lejano en "El aseo", obra que fue rechazada en el Salón de 1870. En su "Moderna Olympia" que presenta en la primera exposición impresionista, Cézanne muestra, por su parte, los entresijos del decorado del cuadro de Manet, introduciendo la presencia del cliente y dando un papel activo y teatral a la sirvienta.

 

 

Mestizajes literarios y escénicos

El mestizaje, tema central del Romanticismo francés, se encarna en dos figuras clave de la época: Alexandre Dumas y Jeanne Duval. El autor de "El Conde de Montecristo", nieto de Marie-Césette Dumas, esclava emancipada de Santo Domingo, es el objeto de muchas caricaturas, más o menos benevolentes sobre sus orígenes. El propio novelista abarca francamente el tema de la esclavitud en "El capitán Pamphile" (1839).

Probablemente nacida en Haití en torno a 1827, la actriz Jeanne Duval se convierte, con 15 años de edad, en la amante y la musa de Baudelaire. Figura ideal de la dualidad de los seres y de los amores, atravesó la obra de dibujos del poeta, y se introdujo muy pronto en los poemas exóticos de "Las Flores del mal", los favoritos probablemente de Manet, y seguramente de Matisse.

La presencia de personalidades negras en los entornos del espectáculo y el circo es notable a partir de comienzos del XIX. Entre ellas, contamos con algunos artistas procedentes de Estados Unidos o del Caribe. Así es como Joseph, nativo de Santo Domingo, fue encontrado por Géricault en una compañía de acróbatas en París, o que la música habanera María Martínez, el actor shakespeariano Ira Aldridge y el virtuoso pianista Blind Tom, ambos americanos, buscaron en Francia y en otras partes de Europa, la posibilidad de hacer carrera.

Esta atracción ejercida por el escenario parisino para los negros nacidos al otro lado del Atlántico, es importante a finales del siglo XIX, particularmente en el ámbito circense. Carteles y artículos de prensa dan testimonio de la celebridad de los americanos Delmonico, intrépido domador de fieras, y de Miss La La, acróbata aérea cuya extraordinaria potencia inspira a Degas un cuadro con un encuadre sorprendente. El payaso Rafael, originario de La Habana, desempeña bajo el apodo de Chocolat el papel de Augusto junto a Footit, payaso blanco y tiránico. El dúo inspira varias obras a Toulouse-Lautrec, pero también publicidad, juguetes, marionetas... Fue rodado por los hermanos Lumière, para la Exposición Universal de 1900.

 

 

La "Fuerza negra"

La Primera Guerra Mundial moviliza numerosos soldados negros. A partir del otoño de 1914, los tiradores senegaleses, cuerpo del ejército procedente de las tropas coloniales, participan en el conflicto. Tras un periodo de adaptación, participan en grandes ofensivas, incluida la batalla de Verdún y el "Camino de las Damas". Al contrario de Alemania, que les representa como combatientes caníbales empleados de forma desleal por el enemigo, Francia se aleja de la iconografía colonial del salvaje y procura difundir una imagen de soldado leal y valiente, que da lugar al famoso personaje risueño de los anuncios publicitarios de Banania, denunciada en la década de 1930 por los militantes de la Negritud.

A partir de la entrada en guerra de Estados Unidos en 1917, contingentes de soldados negros americanos integran las trincheras, aportando con ellos una nueva música, el jazz. En 1918, la famosa orquesta del regimiento "Harlem Hellfighters", dirigida por James Reese Europe, electriza la muchedumbre. Esta nueva presencia de una comunidad negra transforma el París de la década de 1920, visto como un refugio cosmopolita para aquellos que huían de la segregación racial. El mundo del espectáculo se ve renovado por artistas procedentes de Estados Unidos o de las Antillas, siendo la bailarina Joséphine Baker la figura más famosa. Varios lugares, películas o revistas celebran las actuaciones de los artistas negros.

 

 

Voz y contravoz del imperio colonial

Mientras se celebra la conquista colonial a través de exposiciones universales y decorados de pueblos indígenas reconstituidos, la relación con "el modelo negro" se transforma sin embargo sensiblemente con el cambio de siglo. Un imaginario de la lejanía se constituye a partir, en particular, del primer viaje de Gauguin a Martinica (1887) y de los bosques tropicales oníricos de Rousseau. Estas visiones idílicas de un paraíso perdido, asociadas con el descubrimiento por Derain, Picasso y Matisse de la estatuaria africana, a partir de los años 1906-1907, dan lugar a una nueva estilización que replantea la mera relación con el modelo. Picasso sustituye el rostro de una de las cinco figuras de sus "Señoritas de Aviñón" por una máscara Baulé, mientras Matisse pinta un desnudo azul radical. Esta plástica adquiere, con la siguiente generación, una dimensión política. El movimiento Dadá y Surrealista erige en modelo anti-occidental y anti-burgués una fantasía de África, la que entrega la obra estrafalaria y poética de Raymond Roussel, "Impresiones de África", o la que se lleva a cabo a través de interpretaciones como la lucha entre Arthur Cravan y el campeón de boxeo negro americano, Jack Johnson.

 

 

La Negritud en París

El París de la década de 1920 conoce una verdadera moda por el jazz y los artistas negros, cuyos cuerpos erotizados se encuentran en numerosas obras del Art Déco. Se realizan retratos de las fugaces musas de la bohemia parisina, como Aïcha Goblet o Adrienne Fidelin. En 1919, uno de los principales actores del Renacimiento de Harlem, W.E.B. du Bois, organiza la primera conferencia panafricana que plantea las primeras bases de una reivindicación de la autodeterminación de los negros.

A partir de la década de 1930, en plena hegemonía colonial y crecimiento de los peligros fascistas, la afirmación en París de la negritud se difunde con la creación en el año 1931 de la Revue du Monde noir y mediante los poetas Léon Gontran Damas, Aimé Césaire y Léopold Sédar Senghor que fundan en 1935 la revista "L'Etudiant noir". Michel Leiris y la revista "Document de Bataille" reivindican, por su parte, un enfoque etnográfico y sociológico de los objetos africanos; los surrealistas se asocian al Partido Comunista para organizar una contra exposición, frente a la gigantesca exposición colonial de 1931.

Durante la travesía hacia Nueva York, huyendo del régimen de Vichy en 1941, André Breton, acompañado por los pintores Wilfredo Lam y André Masson, descubre, fascinado, en Fort-de-France, el poema de Césaire, "Cuaderno de un regreso al país natal"; escribe con Masson un doble homenaje sincrético, a la Martinica y al aduanero Rousseau: "Martinica, la encantadora de serpientes" (1948).

 

 

Matisse en Harlem

En 1930, Matisse emprende un largo viaje con destino a Tahití, pasando por Estados Unidos. Descubre por primera vez Nueva York, fascinado por los rascacielos, la luz y los "musicals" de Harlem. Descubre el barrio negro en pleno "renacimiento", cuando intelectuales como Du Bois o Alain Locke, músicos como Louis Amstrong o Billie Holiday, y fotógrafos como James van der Zee, defienden una cultura negra moderna y urbana. Nutrido por el jazz, gracias a los discos que su hijo, Pierre, galerista neoyorquino, le trae, Matisse acude a los clubes de Harlem, en particular al famoso Connie's Inn. Regresa a Francia habitado por la rítmica del jazz, mezclada con sensaciones coloridas y vegetales de Tahití.

Esta experiencia conforma el crisol de sus últimas obras. Trabaja entonces a partir de varios modelos mestizos: Elvire van Hyfte, belga-congolesa, que personifica Asia en un muy bello cuadro de 1946, Carmen Lahens, haitiana, que posa para los dibujos de "Las Flores del mal" de Baudelaire, evocación lejana de la amante del poeta, Jeanne Duval, o también Katherine Dunham, la fundadora de los Ballets Caraïbes al final de la década de 1940 y que inspira al pintor uno de sus últimos grandes papeles cortados, "La Bailarina criolla" (1951). Son figuras concisas y gráficas, porque el dibujo de Matisse se aparenta a la línea melódica improvisada del jazz.

 

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