ARTE EN EL VIA CRUCIS MAGNO. CÓRDOBA 2013

Sergio Cabaco y Jesús Abades. Fotografías de Valentín Moyano y Antonio Arrebola (12/09/2013)


 

Realizamos un análisis artístico de siete de las dieciocho esculturas procesionales que formarán parte de la procesión titulada Vía Crucis Magno de la Fe, cuya celebración tendrá lugar el próximo 14 de septiembre en Córdoba con motivo de la proclamación de 2013 como Año de la Fe.

 

 

ORACIÓN EN EL HUERTO

 

La atormentada escultura de Jesús, labrada en madera policromada, representa su agonía en el Huerto de los Olivos, tal y como aparece recogida, por ejemplo, en el Evangelio de San Lucas (Lc 22, 39-43). Fechable hacia 1720, fecha fundacional de su cofradía, algunos autores la atribuyen al escultor Miguel de Zayas (1664-1730); según García Gainza, probable maestro de Fernando Ortiz y discípulo de Pedro de Mena.

Como bien aprecian Patrón Sandoval y Espinosa de los Monteros, se conservan pocas obras documentadas de Miguel Félix de Zayas, pero el análisis de las mismas nos muestra a un seguidor del arte de Mena, aunque de inferior calidad en sus resultados (1). La imagen cordobesa ha sufrido también varias restauraciones; destacamos las efectuadas por Pedro Martos (1941), Talleres Camacho (1975) y Miguel Arjona Navarro (1983).

Arrodillada, la figura proyecta la mirada al cielo, en la dirección señalada por el Ángel Confortador que aparece a su lado, tallado por José Antonio Navarro Arteaga. Anteriormente, la cofradía procesionó la figura angélica primitiva, sustituida a finales de los años 40 por otra modelada por Camacho en escayola e inspirada en el Ángel de Francisco Salzillo para la murciana Cofradía de Jesús, que fue a su vez reemplazada por una talla labrada en madera de pino de Flandes por Miguel Arjona (1982).

Volviendo al Cristo, cabello y barba, tallados en la madera, se hallan partidos a dos aguas y compuestos por finos y ondulados mechones. La mascarilla presenta los ojos de cristal, pestañas postizas en los párpados superiores, nariz de perfil clásico, boca muy abierta en actitud de clamar consuelo al Padre, con la lengua y la dentadura talladas en su interior. Los brazos aparecen extendidos en actitud implorante, y las manos abiertas; presentando, al igual que los pies, un afanoso trabajo de anatomía.

Es obra de vestir, teniendo solo completamente talladas la cabeza, el cuello, la zona superior del tórax, las manos, los pies y la parte inferior de las piernas, siendo el resto un cuerpo abocetado y pintado de azul. Suele recibir culto revestida con túnica de terciopelo blanco y mantolín rojo del mismo tejido.

 

 

JESÚS DE LA REDENCIÓN ANTE CAIFÁS

 

La imagen, tallada en madera de cedro policromada entre los años 1991 y 1992 por el escultor cordobés Miguel Ángel González Jurado para la Cofradía de la Estrella, representa a Cristo de pie, compareciendo ante el tribunal religioso que preside el sumo sacerdote Caifás para proclamar su origen divino. Dicha escena queda reflejada con detalle en el Evangelio de San Mateo (Mt 26, 62-66).

Pese a que apenas ha comenzado el suplicio, Jesús aparece ya exhausto y atormentado, lo que se refleja en las consumidas facciones y la mirada abatida por el sufrimiento. Tiene la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha, quedando enmarcado el semblante por cabellera partida y ensortijada, con mucho relieve para acentuar los efectos de claroscuro. Presenta un rostro delicado, con los párpados caídos, ojos castaños, perfil hebraico, pómulos salientes, carnosos labios entreabiertos y barba bífida provista de rizos similares a los del cabello. Las manos se hallan atadas por delante del cuerpo con un largo cíngulo dorado, por su condición de reo.

Imagen de vestir, provista de brazos articulados, suele venerarse con potencias de plata dorada, diseñadas por Rafael de Rueda y cinceladas por Luis Jiménez (1992), y túnica de terciopelo morado. Se acompaña en el misterio por las hechuras de Caifás, dos miembros del Sanedrín, dos soldados romanos y un esclavo de raza negra, todas ellas realizadas por Miguel Ángel González Jurado entre los años 1996 y 1998.

 

 

JESÚS NAZARENO DE LA SANTA FAZ

 

Esta obra del artista sevillano Antonio Dubé de Luque (1987), tallada en madera de cedro policromada, tiene como precedente procesional un Nazareno del siglo XVIII, restaurado en el año 1983 por Antonio Rubio y Andrés Valverde, quienes hicieron nuevo cuerpo respetando la cabeza y las manos primitivas. Actualmente esta imagen se venera en el municipio cordobés de Hinojosa del Duque.

La actual efigie responde al pasaje evangélico de las Hijas de Jerusalén, contemplado por San Lucas en su evangelio (Lc 23, 27). Se trata de una hechura cuya apariencia remite al sevillano Jesús con la Cruz al Hombro, aunque para plasmar sus rasgos el autor emplea elementos mesinos. De dicho Nazareno, titular de la Cofradía del Valle, toma la carga del madero sobre el hombro izquierdo, la inclinación de la cabeza hacia la derecha, la extensión del brazo derecho al mismo lado -donde se halla arrodillada la figura de la Santa Mujer Verónica- y la composición de la cabellera, partida a dos aguas, que deja despejado el ensangrentado rostro.

Sin embargo, la amplia zancada, el noble semblante y el modelado de los mechones de cabello y barba son deudores del maestro cordobés Juan de Mesa y Velasco, a quien llega a copiar mediante el detalle de la espina atravesando una de las cejas. La cruz, cilíndrica y arbórea, fue tallada en pino por Juan Mayorga (1988).

El Nazareno de Dubé de Luque, concebido para vestir, posee la cabeza, las manos y los pies totalmente tallados y encarnados. Las Santas Mujeres que lo acompañan, siendo una de las tres la Verónica que sostiene entre sus manos el lienzo con la faz impresa de Cristo, fueron realizadas por Antonio Salto (1988-1989).

 

 

CRISTO DEL AMOR

 

Una rigurosa monografía histórica llevada a cabo por Juan Carlos Jiménez Díaz atribuyó por primera vez, en el año 2006, la autoría de este Crucificado al escultor cordobés Martín de la Torre. El estudio está avalado por el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba, Alberto Villar Movellán, que sostiene que este artista sea el autor de la imagen, fechada en la segunda mitad del siglo XVI. El estudio apuesta además por la tesis de que las imágenes de la Dolorosa y San Juan, que le acompañan en su capilla y que iban con el Cristo en el paso, sean de la misma mano, aunque de años sucesivos. Lo mismo sucede con las figuras de los ladrones, que se debieron de realizar después del grupo principal.

Dos cofradías penitenciales le han rendido culto desde el siglo XVI: la Hermandad del Santo Crucifijo, con ermita propia situada en la Plaza de la Magdalena -hacía estación de penitencia el Jueves Santo, probablemente con el grupo escultórico completo formado por el Señor, la Dolorosa, San Juan y los ladrones. El autor documenta que el Santo Crucifijo participó algunos años en la procesión oficial del Santo Entierro que se empezó a celebrar en Córdoba a partir de 1850, aunque poco después su cofradía se extinguió- y la actual Hermandad del Cristo del Amor, fundada en 1955 en la Parroquia de Jesús Divino Obrero.

Una de las etapas menos conocidas es la que va desde la desaparición de la antigua cofradía hasta la fundación de la Hermandad del Amor. Durante este tiempo se mantiene el culto a la imagen, en honor de la cual hay constancia de que se celebran misas, quinarios y Via Crucis. La antigua ermita se cierra en 1890, cuando la vecina Iglesia de la Magdalena pasa a ser auxiliar de San Pedro, pero el Crucificado continúa participando en actos. En 1945 presidió unas misiones en San Lorenzo, al igual que en 1954, cuando viaja por primera vez hasta el que será su barrio. Allí visita la capilla de Jesús Obrero, antecedente de la actual parroquia, y es entonces cuando el obispo de Córdoba, Albino González Menéndez-Raigada, propone la actual advocación.

Poco después, el propio prelado tiene la idea de trasladar la imagen de forma definitiva a la parroquia nueva de la barriada que se estaba construyendo en El Cerro, siguiendo con su vinculación misional. Con el titular van la Dolorosa y San Juan. Fue su sobrino, Pelayo González, párroco de la nueva iglesia de Jesús Divino Obrero, quien tuvo la idea de crear la cofradía que desde 1955 rinde culto al Cristo del Amor, una imagen que es ahora la gran devoción del barrio, hasta el punto de que da nombre a la plaza en que se enclava la iglesia (2).

El Cristo del Amor, restaurado en 1984 por Luis Álvarez Duarte, se halla representado muerto, clavado al madero por tres clavos y con la cabeza desplomada hacia el lado derecho. Su afilado rostro, cuyo gesto doliente es similar al de varias hechuras del círculo de Roque Balduque, como los Crucificados de la Vera Cruz de Marchena (Sevilla) y Villamartín (Cádiz), muestra los ojos y los labios entreabiertos. El pelo se encuentra apelmazado y pegado al casco, cayendo una delgada guedeja sobre el hombro derecho. Igualmente, coinciden en el estilo de Balduque -como el Cristo de la Misericordia de Jaén o el también cordobés Crucificado del Via Crucis- los marcados relieves del tórax, la estrechez de la cintura, el vientre hundido, los brazos y las piernas con los músculos y tendones resaltados, las huesudas rodillas, las piernas levemente arqueadas y los pies cruzados, con el derecho superpuesto sobre el izquierdo. El paño de pureza es de pliegues curvos, formando una gran lazada en la cadera derecha y cayendo diagonalmente por el lado contrario.

 

 

DESCENDIMIENTO

 

La imagen del Cristo del Descendimiento es la única que se conserva del grupo escultórico de talla completa labrado por el escultor valenciano, afincado en Córdoba, Amadeo Ruiz Olmos entre los años 1937 y 1968. El simulacro representa a Cristo muerto, en el momento de ser descendido del madero por los Santos Varones, tal y como narra San Juan en su evangelio (Jn 19, 38-42). En el año 1992 fue restaurado por Miguel Ángel González Jurado, quien intervino en la policromía de la talla.

Imagen de gran peso, ya que es de madera maciza, posee una anatomía elegante dentro de la impronta academicista cultivada por su autor, dotada de gran pureza de líneas y lejana a los artificios dramáticos del barroco. El alargado rostro queda enmarcado por sinuosa cabellera peinada al centro que se derrama sobre el hombro derecho por la inclinación de la cabeza al mismo lado. Posee los ojos y la boca semicerrados, cejas rectas, perfil hebraico, consumidas mejillas y barba bífida y corta.

Su brazo derecho queda suspendido en el aire, sujeto por un extremo del sudario, mientras que el izquierdo y los pies siguen clavados en la cruz. El torso es atlético y en él se detallan minuciosamente las costillas y los músculos pectorales y abdominales. Las piernas se disponen frontales y paralelas. Lleva un escueto sudario, cordífero, que no cubre la cadera izquierda y en el que está grabado el nombre del artista y el año de ejecución.

Las actuales carnaciones del Cristo, carente de exorno, resultan más oscuras que las originales. Primitivamente su cruz era de madera plana, pero en 1944 fue sustituida por una arbórea realizada por el mismo Ruiz Olmos, y en el año 2001 por otra también arbórea a cargo de José Carlos Rubio Valverde.

El misterio lo completan una Dolorosa con la advocación de María Santísima del Refugio, el apóstol San Juan, María Magdalena y las dos Marías, María Salomé y María de Cleofás, todas ellas realizadas para vestir por Miguel Ángel González Jurado (1993-1999); por otro lado, los Santos Varones, presentados en La Hornacina entre el 31 de julio de 2009 y el 27 de febrero de 2010, fueron realizados por Alfonso Castellano Tamarit.

 

 

SANTO SEPULCRO

 

La talla anónima de Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro representa a Cristo yacente en la sepultura, culminando así lo relatado por el apóstol San Mateo en su evangelio (Mt 27, 59-60). Podemos catalogarla en torno al año 1600, si bien su aspecto se encuentra algo alterado debido a sucesivas restauraciones: en época barroca le fueron mutilados la cabellera y el perizoma para adaptarle peluca postiza y sudario de tejido natural, respectivamente; en 1975, año en que la cofradía quiso encargar a Luis Ortega Bru una nueva imagen de Cristo Yacente -encargo que no prosperó-, Rafael Valverde Luján repolicromó la espalda y los pies de la figura; por último, en 1983 Francisco Peláez del Espino reforzó los ensambles y ajustó los brazos.

La imagen, de 170 cm de altura, posee el cabello peinado al medio, quedando despejadas la frente y la oreja izquierda al tiempo que una sinuosa guedeja, con remate en forma de roleo, se derrama sobre el hombro derecho. El piadoso simulacro muestra un rostro alargado de expresión serena, con las cejas arqueadas, los párpados cerrados y muy marcados, y las pestañas pintadas en la madera. Los pómulos son prominentes y las mejillas se hallan parcialmente cubiertas por una barba bífida y trabajada a base de ondulados mechones. La nariz es alargada, con las fosas nasales cavadas. Tiene la boca entreabierta y ahuecada, dejando ver en su interior la dentadura tallada. En el cuello se aprecia la tensión que sufren los tendones laterales debido a la rigidez del cadáver. El tronco y los miembros se organizan en formas prietas y sólidas, más preocupadas por reflejar la robustez del Varón que por el realismo de los volúmenes.

La hechura, de cálidas carnaciones y moderado dramatismo en la recreación de heridas, tuvo brazos articulados para participar en la Ceremonia del Descendimiento hasta que fue prohibida esta costumbre en 1744, momento en que debieron fijarse los brazos. Su cofradía estrenó un nuevo y rutilante trono para la Semana Santa del año 2007. De estética neomanierista, fue definido como un retablo andante, con diseño de Jorge Mellado Lucena, partes de madera talladas por Juan Pérez Sánchez, y otras cinceladas en plata por Manuel Valera. El pan de oro ha sido aplicado por Antonio Varo, los óleos sobre tabla pertenecen a Luis López de Pereda y los faldones llevan bordados en oro y sedas de Jesús Rosado Borja. Los únicos elementos que conserva del antiguo paso son cuatro jarras de plata, realizadas por los Hermanos Zamorano y Manuel Valera en el año 2001.

 

 

RESUCITADO

 

La imagen, tallada en tilo policromado por el escultor sevillano Juan Manuel Miñarro (1988), representa a Jesús de pie, en el momento de salir del sepulcro, con la mano derecha alzada a media altura y la izquierda portando un báculo en forma de cruz, símbolo de la victoria sobre la muerte. La imagen fue restaurada en 1992 por su propio autor para reforzar su base, reparar una grieta en la espalda producida porque la madera no estaba lo suficientemente seca, incorporar tres fundas de metal en la cabeza para el acople de las potencias, y arreglar los dedos meñique y anular de la mano izquierda.

Se trata de una composición hierática y monumental que remite a los cánones clásicos del barroco sevillano. El noble rostro, enmarcado por ondulada cabellera peinada al centro, posee cejas rectas, párpados entornados, ojos policromados en la madera, afilada nariz, pómulos angulosos, labios carnosos y cerrados, y barba bífida y trabajada de modo similar al cabello. Todo ello bajo inequívocos dictados montañesinos.

Es una figura corpulenta (mide 182 cm de altura), de miembros robustos, marcando con precisión el autor los detalles óseos y musculares en el torso, concebido como una poderosa coraza, los brazos y las piernas, éstas últimas en actitud itinerante y adelantada la derecha con respecto a la izquierda. Las carnaciones son oscuras y el sudario, cordífero, deja descubierta la cadera izquierda del Varón.

Le acompañan en el paso las figuras de un Ángel (2001) y dos soldados romanos (2004), obras de Antonio Bernal Redondo. La imagen del Ángel que anuncia la Resurrección mide 165 cm y se halla realizada en cedro real, con las alas doradas y plateadas en metal fino y terminadas al temple, sudario estofado y dorado y bruñido en determinadas zonas, encarnadura al óleo en tonos claros y transparentes, y ojos tallados y pintados, presentando el iris policromado en color verde. Los romanos, aterrados ante el suceso, presentan similares características técnicas y lucen túnicas y capas con galones de Rafael Rubio y corazas en cuero de José Rodríguez, con aplicaciones de orfebrería y cascos en plata realizados por Díaz Roncero según diseños de Bernal Redondo.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) http://www.lahornacina.com/articulostarifa.htm

(2) MIRANDA, Luis. "Un estudio histórico atribuye a Martín de la Torre el Cristo del Amor, La Dolorosa y San Juan, que le acompañan", publicado en el diario ABC, Sevilla, 04-07-2006.

 

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