EL CRUCIFICADO DE LA SALUD DE GUADALCÁZAR (CÓRDOBA)
Y SU RESTAURACIÓN POR SEBASTIÁN MONTES CARPIO


 

 

 

Descripción de la obra

El Cristo de la Salud es una obra tallada en madera de pino, de escala reducida (mide apenas 20 cm de altura), que representa a Jesús crucificado y muerto en la cruz. Su hechura es anónima y data del siglo XVI.

 

 

 

Origen histórico de la obra (I)

Sobre la procedencia de la venerada imagen hay dos hipótesis, aunque con certeza podemos decir que se debe al Marquesado de Guadalcázar. La primera de estas hipótesis nos lleva a la figura de Luis Fernández de Córdoba y Puertocarreño, nacido en febrero de 1555 en Córdoba, hijo del octavo señor de Guadalcázar.

Desde que tenía 11 años, hay constancia de la presencia de Luis Fernández de Córdoba en la Universidad de Salamanca, dónde obtendrá el doctorado de Derecho Civil y Canónico; posteriormente, se traslada a Roma y el pontífice Gregorio XVIII lo nombra deán de la Catedral de Córdoba. Es en este tiempo cuando San Juan de la Cruz interviene en el Convento de San Roque de Córdoba y en el de los Carmelitas de la Caridad, de Guadalcázar, junto con la firma del vicario provincial de Castilla y algunas provincias de Andalucía.

Felipe III propone a Fernández de Córdoba como obispo de Salamanca, siendo ordenado en Valladolid. El 9 de febrero de 1613 es nombrado obispo de Málaga, donde permanecerá hasta el 4 de julio de 1622, año en que es nombrado arzobispo de Santiago, título que sólo podía ser concedido a la nobleza. De arzobispo de Santiago pasa a serlo de Sevilla, tomando posesión el 23 de marzo de 1625. Fallece el 12 de julio de ese mismo año.

Luis Fernández de Córdoba es enterrado en la capilla de la Virgen de la Antigua de la Catedral de Sevilla, pero en su testamento designa el mencionado convento de la Virgen de la Caridad de Guadalcázar como el lugar donde quiere ser enterrado, nombrándolo además heredero universal de todos sus bienes. Cumpliendo sus designios, es sepultado a los pies de la venerada imagen mariana de la Caridad; por lo tanto es muy probable que la imagen de este Crucificado, que podría ser de oratorio particular o de campaña, se encontrara dentro del legado de Luis Fernández de Córdoba y Puertocarreño que pasó al convento de la Virgen de la Caridad.

 

 

 

Origen histórico de la obra (II)

Una segunda hipótesis nos lleva hasta la figura de Diego Fernández de Córdoba y Melgarejo de Roelas, sobrino del anterior. Nació en Sevilla, en 1578. Hijo del noveno señor de Guadalcázar, cuando muere su padre pasa a ser el décimo hasta que Felipe III eleva este título a la categoría de Marquesado, convirtiéndose por tanto en el primer marqués de Guadalcázar el 28 de enero de 1609 (título que en la actualidad sigue vigente); además, dicho monarca le concede otros títulos como señor de Posadas, gentilhombre de cámara y embajador extraordinario de Alemania para recibir a la esposa del rey, Margarita de Austria. Este último hecho afianza la teoría de que la imagen del Cristo proceda de Flandes, y es posible que formara parte del oratorio de campaña de este señor.

Fernández de Córdoba llegaría a ser nombrado Virrey de Nueva España, primero de México y luego de Perú, donde fallece su mujer. En el testamento de la misma también recae parte de sus bienes en el Convento de la Caridad de Guadalcázar (Córdoba), donde, entre otras piezas destacables, nos encontramos con un relicario de Santa Teresa de Jesús que posee en la actualidad la Virgen de la Caridad.

Cuando muere Felipe III, su sucesor Felipe IV destituye de sus cargos a Fernández de Córdoba, que regresa a Guadalcázar, donde, hacia 1620, construye un palacio con una iglesia anexa, cuyo título es Nuestra Señora de Gracia. Es allí donde fallece, siendo también enterrado a los pies de la Virgen de la Caridad. Al igual que Luis, nombra heredero de todos sus bienes al convento de los carmelitas descalzos, entre los que se incluyen tierras, obras de arte, etcétera. Entre estos bienes podría encontrarse el Santísimo Cristo de la Salud.

 

 

 

Origen histórico de la obra (III)

San Juan de la Cruz menciona este Cristo en un manuscrito que escribió acerca de los milagros de la Virgen de la Caridad y del Santísimo Cristo de la Salud, recogido de la gente que lo transmitía verbalmente. El santo escribió dicho manuscrito durante una temporada que pasó en el Convento de la Caridad de Guadalcázar, por la circunstancia de caer enfermo durante un viaje. El manuscrito se perdió con el paso del tiempo, pero hay firme constancia de su existencia; además de que, en el Convento de Santa Ana de Córdoba, se conserva una copia que realizó poco después un fraile del mencionado cenobio carmelita de Guadalcázar.

 

 
     
     
 
     
     
 

 

Estado de conservación de la obra

La talla del Cristo de la Salud se encontraba en un lamentable estado de conservación, ya que no existe constancia alguna de que, a lo largo de su historia, haya sido intervenido.

Presentaba grietas provocadas por el desencolado de las piezas de madera que forman su estructura, caso de las uniones de los brazos al torso. Una de las patologías más importantes era la pérdida de adhesión del estrato de estuco, provocando grandes pérdidas de materia, dejando a la vista la madera subyacente.

Nos encontramos también con la falta de soporte original; por ejemplo, dos dedos y parte de la cabellera habían desaparecido. En líneas generales, la capa polícroma de la escultura presentaba un estrato de suciedad adherida que provocaba una alteración de los colores originales de la obra.

 

 
     
     
 

 

Proceso de intervención de la obra

En primer lugar, han sido tratados, a la mayor brevedad posible, los problemas de falta de adhesión entre estratos con tratamientos que protegen la zona y evitan más desprendimientos.

Tras lo anterior, la obra ha sido sometida a un exhaustivo proceso de limpieza químico-mecánica de la policromía, apareciendo tras dicho proceso sus tonos originales. Seguidamente se han restañado las grietas que presentaba la madera en los ensambles y en otras superficies, saneando el material desde el interior.

También han sido repuestas las pérdidas de materia en toda la superficie de la obra, con nuevas lagunas de estuco y reintegración cromática, así como la reposición de las faltas de soporte original.

Por último, la talla ha sido protegida con una fina capa de barniz Lefranc con vistas a su futura conservación.

 

 

 

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