UN THYSSEN NUNCA VISTO

04/11/2016


 

 
 

Retrato de una joven dama con rosario

Peter Paul Rubens
Hacia 1609-1610
Óleo sobre tabla
107 x 76,7 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Introducción

En 1992 abría sus puertas en el Palacio de Villahermosa de Madrid el Museo Thyssen-Bornemisza, formado por una colección admirable que ofrecía un recorrido por el arte desde el siglo XIII hasta finales del XX.

El museo celebra ahora sus 25 años y lo hace colaborando de nuevo con la Obra Social "la Caixa" para permitir que viajen hasta CaixaForum Barcelona (Avinguda de Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8) la mayor selección de obras que nunca han salido de sus salas. El resultado es Un Thyssen nunca visto, un proyecto excepcional tanto por la oportunidad que representa poder contemplar 63 obras fundamentales de la colección Thyssen-Bornemisza en una exposición irrepetible, como por el orden inédito que propone la exposición, más allá de la estructura cronológica habitual en las salas madrileñas, estimulando nuevas lecturas y analogías pictóricas excepcionales entre artistas de siglos y geografías lejanas.

De las 63 piezas, la selección más amplia que nunca ha salido del museo madrileño, 49 no han viajado en estos 25 años a Barcelona e incluso algunas de ellas no han salido nunca del museo en este tiempo. Cabe destacar la inclusión también de ocho obras cedidas por el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) procedentes de la Colección Thyssen-Bornemisza que se puede ver habitualmente en las salas del centro catalán.

La muestra, comisariada por Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, quiere dar a conocer este inconmensurable fondo rehuyendo la visión cronológica habitual en las salas del Palacio de Villahermosa y agrupando las obras por géneros. Así, Fra Angelico convive con el Greco y Marc Chagall; Hans Memling con Tiziano y Lucian Freud; Jan Brueghel con Gustave Courbet y Emil Nolde; y Canaletto con Camille Pissarro y Wassily Kandinsky, entre muchos otros.

El proyecto se completa con la edición de una publicación a cargo de la Obra Social "la Caixa" que cuenta con ensayos a cargo de Guillermo Solana y de Marta Ruiz del Árbol, conservadora de Pintura Moderna del Museo Thyssen. Como es habitual, a partir de la muestra, CaixaForum despliega un programa de actividades para todos los públicos, que incluye una conferencia a cargo del director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, así como visitas específicas para personas mayores, público familiar y grupos escolares.

 

 
 

Johannisstrasse, Murnau

Wassily Kandinsky
1908
Óleo sobre cartón
70 x 48,5 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Un montaje concebido especialmente para las salas de CaixaForum Barcelona

La exposición descubre un Museo Thyssen como nunca ha podido verse en Madrid. El relato propone una lectura inédita de las grandes obras maestras, abandonando el criterio tradicional de ordenación de la colección Thyssen-Bornemisza, que desde su primera exposición en 1930 hasta su instalación actual en el Museo se ha organizado por escuelas nacionales y por siglos. Así, el recorrido se estructura a través de cinco grandes géneros de la tradición artística occidental: pintura religiosa, retrato, naturaleza muerta, paisaje y paisaje urbano. El resultado es un juego de analogías y contrastes entre artistas y obras de diferentes épocas que permite al espectador vivir la experiencia artística con una renovada plenitud.

La pintura religiosa es la matriz de donde surgen los géneros pictóricos y en la que se plantean los problemas fundamentales de la representación artística. Está centrado en un grupo de obras de arte religioso realizadas entre los siglos XIV y XVI, y pretende rastrear como apuntan en ellas los futuros géneros pictóricos y sus problemas específicos relativos a la organización del espacio, la representación del individuo o la integración de figura y paisaje, entre otros.

Las siguientes secciones se centran sucesivamente en el retrato, la naturaleza muerta, el paisaje y la veduta urbana. Retratos y personajes aborda el origen moderno del retrato a partir de la imagen del donante; desde ahí se destacan aspectos de este género como la teatralidad y la ficcionalidad. La destrucción del objeto se ocupa de la naturaleza muerta partiendo de un tópico clásico, la vanitas o alegoría de la vanidad, pero siguiendo sus consecuencias hasta bien entrada la modernidad.

Los dos últimos ámbitos tratan de sendas vertientes del paisaje. El paisaje de la naturaleza está marcado desde su nacimiento como género hacia 1500 por la disyuntiva entre el paisaje cósmico y el interior del bosque, el cual triunfara en el siglo xix. El último ámbito recorre el proceso que conduce desde la clásica veduta urbana hasta su antítesis, la imagen de la metrópolis moderna como laberinto.

 

 
 

Autorretrato con gorra y dos cadenas

Rembrandt Harmensz van Rijn
Hacia 1642-1643
Óleo sobre tabla
72 x 54,8 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Una colección deslumbrante

La historia de la colección Thyssen-Bornemisza se remonta hasta el siglo XIX, con el interés que mostró por el arte August Thyssen (1842-1926), creador del imperio familiar e iniciador de la afición por el coleccionismo. Así queda demostrado en la correspondencia que mantuvo con Auguste Rodin y en el encargo de siete esculturas que realizó (cuatro de ellas se encuentran hoy en el vestíbulo del museo madrileño).

Fue su hijo Heinrich, el primer barón Thyssen-Bornemisza (1875-1947), el verdadero iniciador de la colección con la adquisición de numerosas obras en pocos años. La primera muestra de la colección la realizó el barón en 1930 en la Neue Pinakothek de Munich. La muestra "llamada Sammlung Schloss Rohoncz" ("Colección del palacio Rohoncz") incluía 428 pinturas, repartidas entre una sección principal (361), dedicada a los maestros antiguos, y una sección menor (67) sobre pintura del siglo XIX donde lo más avanzado eran un Renoir y un Pissarro.

Tras la muerte de Heinrich en 1947, la colección Thyssen-Bornemisza parecía destinada a un final prematuro cuando sus herederos se repartieron las obras. Pero el hijo menor, Hans Heinrich, conocido como "Heini", asumió la misión de reconstruirla. En mayo de 1961, con la adquisición de la acuarela de Nolde Una joven pareja, Heini comenzó una nueva etapa como coleccionista, muy centrada en el arte moderno y contemporáneo, incluyendo el arte más reciente de los Estados Unidos. Se sumaron a la colección casi todos los grandes de la primera vanguardia, desde el cubismo o el futurismo hasta el surrealismo y el pop art, pasando por las vanguardias rusas. Ello no significó dejar de ampliar a su vez la colección de maestros antiguos.

Entre 1959 y 1961 tuvieron lugar tres exposiciones en Róterdam, Essen y Londres que evidenciaron el cambio en la manera de gestionar la colección. Serían el precedente de los grandes tours de la colección que tendrían lugar durante la década de 1980, cuando viajó de Estados Unidos a la Unión Soviética, de Europa a Australia o Japón. Durante uno de aquellos tours, en 1986, una selección de obras recaló en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Palau de la Virreina en Barcelona. Esa parada resultó fundamental en la decisión del barón de buscar un emplazamiento para la colección y decantarse finalmente por España gracias a la mediación de Carmen Thyssen y la predisposición del gobierno.

La inauguración del Museo Thyssen-Bornemisza el 8 de octubre de 1992 significó la consolidación de dos de las máximas que la colección había tenido desde que Heinrich Thyssen padre la iniciase muchos años antes: el museo madrileño garantizaba la vocación pública que ambos barones siempre habían deseado para sus obras y además aseguraba que el conjunto no se volvería a disgregar.

Desde la apertura del museo, la colección Thyssen-Bornemisza ha tenido una presencia constante en Cataluña; primero en el monasterio de Pedralbes y desde el año 2004 en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), que acoge de manera permanente obras de arte gótico, del Renacimiento y del Barroco.

 

 
 

Cristo y la samaritana

Duccio di Buoninsegna
1310-1311
Temple y oro sobre tabla
43,5 x 46 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Mysterium Sacrum. La pintura religiosa como matriz

El arte religioso del primer Renacimiento contiene, en germen, los diversos géneros que muy pronto cobrarán vida independiente: retrato, paisaje, naturaleza muerta... En esta etapa temprana se plantean ya los grandes problemas de la representación pictórica: la integración de la figura humana en el espacio, la tensión entre forma y color, la caracterización del rostro individual, la expresión de las emociones...

 

 
 

Retrato de un hombre joven orante (anverso) y Florero (reverso)

Hans Memling
Hacia 1485
Óleo sobre tabla
29,2 x 22,5 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Dramatis Personae. Retratos y personajes

La imagen del donante, la persona encargada de patrocinar la imagen religiosa, fue conquistando a lo largo del Renacimiento un lugar cada vez más relevante en el arte de culto y devocional. Y lo que había comenzado siendo humilde subordinación a lo sagrado terminó convirtiéndose en pura exaltación del individuo. De ahí resurgió el género del retrato.

El retrato pictórico tiene que atender al mismo tiempo a la descripción física del modelo y a los atributos simbólicos de su estatus social (desde su indumentaria hasta los diversos objetos que lo acompañan). El retrato entraña siempre una dosis de ficción: siempre es creación de un personaje. Así sucede especialmente en el caso del autorretrato, que no es una confesión espontánea y sincera, sino una puesta en escena en la que el artista, desde Rembrandt hasta Picasso, se presenta ante nosotros con distintas máscaras.

 

 
 

Vasos y frutas

Pablo Picasso
1908
Óleo sobre tabla
27 x 21,6 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Vanitas. La destrucción del objeto

El género de la naturaleza muerta está dominado desde el Renacimiento por la vanitas, la alegoría de la vanidad. La vanitas supone una exhortación a renunciar a los efímeros placeres terrenales. Porque las cosas materiales están habitadas por la nada, que las devora desde dentro. En los bodegones tradicionales, esa idea se plasma en diversas formas: un vaso de cristal roto, un plato a medio comer, la ceniza y el humo del tabaco.

En la pintura del siglo XX, la naturaleza muerta ya no representa la destrucción física de los objetos, sino su desmaterialización. El objeto se convierte en signo; signo pictórico, fotográfico o tipográfico, casi siempre enigmático o difícil de descifrar.

 

 
 

El arroyo Brème

Gustave Courbet
1866
Óleo sobre lienzo
114 x 89 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

De rerum natura. Del paisaje cósmico al interior del bosque (y viceversa)

Hacia el año 1500, el pintor flamenco Joachim Patinir acuñó el llamado "paisaje cósmico", una representación compuesta del mundo desde un punto de vista elevado. Las pinturas de Patinir conservan el tema religioso, pero las figuras disminuyen de tamaño mientras que el paisaje crece a su alrededor. Quizás porque en esas fechas el mundo también se había dilatado, gracias a Colón y otros grandes navegantes. El paisaje cósmico está vinculado a un impulso cartográfico que aspira a dominar todo el planeta.

El paisaje cósmico se desarrolló a lo largo del siglo XVI y terminó desapareciendo en la pintura de paisajes holandesa del siglo XVII, prosaica y realista, con un punto de vista más cerca del suelo.

El Romanticismo difundió otra idea del paisaje que, en vez de abrazar toda la tierra, buscaba la intimidad de la naturaleza en el interior de bosque. Frente al tradicional formato horizontal, el interior de bosque tiende a adoptar un formato vertical (bajo la influencia del género del interior de iglesia). El Romanticismo vio nacer también el paisaje sublime y visionario en el que se plasma una experiencia extática, casi religiosa, de la naturaleza, y en el que se funden el mundo exterior y el interior.

 

 
 

Il Bucintoro

Giovanni Antonio Canal, Canaletto
Hacia 1745-1750
Óleo sobre lienzo
57 x 93 cm
Colección Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC)

 

Scaena Urbis. De la veduta al laberinto urbano

Cuando se habla de vedute y vedutisti, enseguida pensamos en Venecia y en Canaletto, en un cuadro del Gran Canal que un caballero inglés del siglo XVIII se lleva a casa de recuerdo a la vuelta de su clásico viaje por Italia. Pero el origen de la veduta se remonta al siglo XVI, en los Países Bajos, donde nace este género que aspira a describir el espacio urbano con la máxima claridad y efecto escenográfico.

La antítesis de la veduta es la imagen de la metrópolis moderna como laberinto, típica del arte de vanguardia del siglo XX: la arquitectura dislocada, la unidad perspectiva fragmentada, el vértigo de ritmos y colores.

 

 
 

Omega 5 (Objetos de imitación)

Paul Klee
1927
Óleo y acuarela sobre lienzo clavado sobre cartón
57,3 x 43 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Del 4 de noviembre de 2016 al 5 de febrero de 2017 en CaixaForum Barcelona
(Avinguda de Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8) Horario: todos los días, de 10:00 a 20:00 horas.

 

 
 

La Anunciación

Paolo Caliari, Veronés
Hacia 1580
Óleo sobre lienzo
110 x 86,5 cm
Colección Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC)

 

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