ETRUSCOS. EL AMANECER DE ROMA

02/09/2021


 

 
 

Figuras masculinas procedentes de un frontón (Museo Arqueológico Nacional de Florencia)

 

Presentación

Entre las grandes civilizaciones que poblaron las costas del Mediterráneo y los territorios de la Europa actual, la etrusca es, sin duda, una de las más fascinantes, pero sigue siendo una de las menos conocidas por el gran público en la actualidad. La exposición internacional del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) de este 2021, Etruscos. El amanecer de Roma, saca a la luz la historia de la misteriosa y refinada civilización etrusca en su evolución, desde sus orígenes en el siglo IX a.C., hasta su paulatina absorción con el dominio de Roma en el siglo I a.C.

La muestra, que se podrá visitar en Alicante hasta el próximo 12 de diciembre, es una iniciativa de la Fundación MARQ y la Superintendencia de Patrimonio Arqueológico de la Provincia de Pisa y Livorno. Incluye una selección piezas originales del Museo Arqueológico Nacional de Florencia (MAF) y del Museo Etrusco Guarnacci de Volterra, uno de los más antiguos en Italia, y ha contado con la participación de la empresa Contemporanea Progetti, con sede en Florencia.

Etruscos. El amanecer de Roma es un viaje para descubrir la estructura cultural, social, política y urbana de esta civilización italiana. En la colección se pueden admirar valiosos objetos, como la diadema de Orbetello o las pulseras de la necrópolis de Bisenzio. Destacan, además, piezas de armamento y material cerámico. La parte más importante, formada por piezas funerarias, incluye obras como las urnas de Ulises, de las Sirenas y del Rapto de Proserpina de Volterra o el sarcófago masculino de la necrópolis de Rosavecchia en la Toscana.

Con el objetivo de llegar a un público amplio, se incorpora material gráfico y didáctico que incluye proyecciones audiovisuales y herramientas interactivas. Las piezas originales están acompañadas de imágenes y textos explicativos creados a partir de una rigurosa documentación científica.

La visita a la exposición se puede realizar con reserva anticipada, que se puede formalizar a través de la web del MARQ o directamente en el enlace www.marqalicante.com/etruscos. Se aplicará una tarifa genérica para la entrada a las exposiciones temporales de 3 euros, con descuentos para estudiantes y mayores de 65 años y miembros de Asafan. La visita se puede realizar de manera libre o en grupo. En este último caso, se requiere de reserva previa debido a las restricciones de aforo impuestas por las autoridades sanitarias. También para las visitas individuales se recomienda reservar de manera previa. El aforo máximo establecido es de 45 personas por sala, con las distancias e itinerarios marcados y el uso obligatorio de mascarilla.

Dirección y horarios: Plaza Doctor Gómez Ulla s/n, Alicante. Martes a sábado, de 10:00 a 20:00 horas (domingos y festivos hasta las 14:00 horas). Visitas guiadas a las 10:30, 11:30, 12:30, 13:30, 17:30 y 18:30 horas (domingos y festivos, solo las de las 10:30, 11:30 y 12:30 horas).

 

 
 

Ánfora ática de figuras negras (Museo Arqueológico Nacional de Florencia)

 

La antigua Etruria y la civilización etrusca

La primera sección permite al visitante contextualizar geográficamente y cronológicamente el territorio histórico y el período que vio nacer la civilización etrusca, destacando especialmente la relevancia del comercio etrusco en el Mediterráneo antiguo. El nombre griego de los etruscos era "Tyrrhenoi", el nombre latino "Tusci" o Etruscos, mientras que en su lengua se llamaban "Rasna".

Inicialmente, el territorio de Etruria incluía la Toscana, el norte del Lacio y parte de Umbría, luego, gracias a la rica expansión comercial y política, los etruscos llegaron a conquistar también la Campania y el valle del Po.

Con la época conocida como Arcaica (siglos VI-IV a.C.), los grandes centros urbanos independientes se consolidaron y organizaron como verdaderas ciudades-estado, participando activamente en los intercambios comerciales y culturales del Mediterráneo, gracias a su posición altamente estratégica y a la rica presencia de recursos minerales en el territorio.

En el siglo VI, la actividad comercial de las ciudades etruscas creció todavía más, especialmente con la exportación de vino. La recuperación de los pecios permitió reconstruir las rutas seguidas, así como las mercancías transportadas. Las naves y los productos etruscos, tras haber navegado por la costa del sur de Francia, llegaron a la costa de la Península Ibérica.

La segunda sección ilustra las características de la sociedad etrusca: estructura social, política, urbana y hábitos cotidianos, centrándose en la aristocracia guerrera y en el importante papel desempeñado por las mujeres.

Los enterramientos etruscos se distinguen desde la época villanoviana por la presencia de armas entre los componentes del ajuar funerario, lo que denota el tradicional deseo de identificar a los difuntos como guerreros. A finales del siglo VIII a.C., con la aparición de la clase aristocrática "principesca", los entierros se hicieron más imponentes y la exhibición de armas se convirtió en un símbolo de ostentación de poder, con piezas tan importantes como una espada y su funda de Vetulonia y un casco montefortino de Volterra.

El territorio de Etruria estaba dividido entre doce ciudades, cuyos representantes se reunían anualmente en una sede común, el santuario de Fanum Voltumnae, situado en Orvieto. Las "alianzas" entre las ciudades solo se referían a las esferas religiosa y económica y nunca se logró una verdadera unidad política. La llamada Dodecápolis etrusca incluía Caere, Tarquinia, Vulci, Roselle, Vetulonia, Veio (más tarde Populonia), Volsinii, Chiusi, Perugia, Cortona, Arezzo y Volterra. Las ciudades se convirtieron en el foco del desarrollo socioeconómico y cultural de la nueva clase dirigente, una clase aristocrática urbana que controlaba el poder a través de las actividades productivas.

Las mujeres gozaban de una emancipación considerable, sin precedentes en el mundo antiguo. Las mujeres etruscas participaban en los actos públicos y podían tener funciones sacerdotales, como atestiguan muchas tumbas femeninas y sus riquísimos ajuares, caracterizados también por objetos destinados a señalar un determinado prestigio social, como el trono o el carro. También tuvieron acceso a la actividad de la escritura, se les concedió el derecho a la propiedad y a la educación.

Uno de los signos más evidentes de la riqueza de los príncipes orientalizantes está representado por su espléndida orfebrería, verdaderas obras maestras del arte de la orfebrería que atestiguan el alto nivel técnico de los artesanos etruscos. Esta sección revela los aspectos más significativos de la vida cotidiana de la sociedad etrusca, desde las finas piezas de orfebrería en oro como el brazalete de Bisencio, el anillo con incrustación de ágata de Populonia o las fíbulas con cabeza de esfinge de Vetulonia.

El banquete es uno de los temas más comunes del arte etrusco arcaico y el momento que más se repite es el dedicado a la degustación de vinos, el llamado "Simposio". Este ceremonial requería el uso de recipientes para el vino, ánforas o "stamnoi", grandes vasijas para mezclarlo con agua, cráteras o "dinoi", para sacar y verter la bebida, simpula y jarras, así como utensilios para filtrar, cola. Por supuesto, también había recipientes para beber, como copas, cálices, "kantharoi" y "kyathoi".

 

 
 

Antefija con Minerva (Museo Arqueológico Nacional de Florencia)

 

Los etruscos y lo sagrado: Aldilà, el más allá

En el tercer bloque de la exposición, los visitantes accederán a toda la información sobre la profunda religiosidad por la que los etruscos eran famosos en el mundo antiguo: los fenómenos naturales no son más que la expresión de la voluntad divina o, mejor dicho, una señal que la propia divinidad envía al hombre, receptor de esa señal, debe descubrir su significado y adaptarse a ella, pues debe actuar según la voluntad divina.

Todo está predeterminado por los dioses y puede ser interpretado por los arúspices o sacerdotes, pertenecientes a diferentes colegios, gracias a las artes adivinatorias que iban desde la observación de las vísceras de los animales sacrificados, en particular el hígado, hasta la interpretación de los rayos y los prodigios en general, desde el vuelo de los pájaros hasta el humo del incienso quemado.

Las divinidades etruscas se organizaban en un panteón inspirado en el griego e influyendo, a su vez, en el futuro romano. En la época más antigua se atribuía un papel fundamental en el ámbito religioso a las fuerzas elementales de la naturaleza, no antropomorfizadas. Fueron los contactos culturales con el mundo griego los que produjeron una helenización radical del panteón, hasta el punto de que las divinidades etruscas asumieron los mismos aspectos y prerrogativas que los dioses griegos, posteriormente asumidos también por los romanos. A pesar de que las principales divinidades del panteón etrusco derivan del griego, siempre habrá figuras divinas de claro origen itálico, como Culsans (o Ianus), Selvans (o Silvanus) y Voltumna (o Vertumno).

En el mundo etrusco, los templos no solo eran espacios de oración, sino también lugares de encuentro, y esta apertura a las cuestiones sociales les daba una importante dimensión política. Algunos se encontraban dentro de las murallas de la ciudad, otros fuera de ella, incluso en campo abierto a lo largo de importantes vías de comunicación, y otros en la necrópolis. Las principales características del templo etrusco eran el alto sótano y la escalera central de acceso en la parte frontal, delante de la cual se situaba el altar, donde se realizaban sacrificios u ofrendas votivas. La práctica de los exvotos tenía un papel central en el ámbito del culto religioso etrusco. Se donaban objetos de todo tipo a los dioses, bien para conmemorar un acto de devoción, bien para pedir una gracia o agradecer que la hubieran recibido.

La cuarta sección de la exposición trata del mundo de la de la vida después de la muerte y de los rituales funerarios practicados por los etruscos. El profundo sentido místico de los etruscos entre la esfera celestial y el mundo terrenal se refleja aún más vívidamente en su concepción del inframundo.

En esta sección, el visitante se sumerge de lleno en el mundo funerario, el aspecto más sagrado e íntimo de los etruscos, quienes creían en la continuidad del más allá. Por esta razón, las tumbas etruscas reproducen las viviendas de los vivos y se llenan con el mobiliario y los objetos de uso común: así, incluso en la otra vida, el difunto permanece rodeado de sus joyas y sus "insignias". Sin embargo, el deseo de sus familiares es también que su memoria perdure. De hecho, los muertos se reproducen a menudo en las tapas de urnas o sarcófagos.

Poco a poco, la influencia de la civilización griega demonizará la escatología primitiva, es decir, la antigua concepción del destino de los hombres. El inframundo se convierte en un mundo subterráneo, oscuro, sin esperanza y cerrado por puertas pesadas, donde las almas son segregadas y separadas permanentemente del mundo de los vivos. Los usos funerarios incluían dos formas, según las épocas y las zonas, la incineración y la inhumación. Las dos prácticas reflejan concepciones y creencias diferentes.

En la imaginería iconográfica etrusca, la inminencia de la muerte está simbolizada por la presencia de demonios infernales Vanth y Charun, que son los principales seres infernales de la demonología etrusca, quienes acompañaban al difunto para llegar al inframundo en su último viaje en carro, a pie o a caballo hasta las puertas de Hades, la frontera sin retorno entre el mundo de los vivos y el de los muertos. 

 

 
 

Urna cineraria (Museo Etrusco Guarnacci de Volterra)

 

Los etruscos y Roma

A pesar de que el dominio etrusco sobre Roma terminó con la expulsión del último rey, parece que durante todo el siglo V persistió un importante equilibrio de poder entre etruscos y romanos.

No fue hasta el siglo IV cuando comenzó la expansión romana, dirigiéndose en primer lugar hacia Etruria, enfrentándose y derrotando a la cercana ciudad de Veio en el año 396 a.C. El proceso de romanización fue lento y progresivo: entre la segunda mitad del siglo IV y las primeras décadas del siglo III la mayoría de las principales ciudades etruscas ya estaban incorporadas a la órbita de Roma. El proceso de romanización concluyó en el siglo I a.C. con la definitiva asimilación social, política y territorial de todas las ciudades etruscas y la Lex Julia de Civitate, que marcó el fin de las autonomías regionales de la antigua Italia.

Los romanos heredaron de los etruscos la mayoría de sus costumbres y símbolos. De derivación etrusca son la llamada "sella curulis", símbolo del poder judicial inicialmente reservado para reyes y, más tarde, para magistrados, y las "fasces lictoriae", haces de varas de madera atadas con un hacha que se convirtieron en el signo de la autoridad romana.

Sin embargo, la mayor influencia de los etruscos en los romanos se observa en el ámbito religioso. Las deidades romanas eran las mismas que adoraban los etruscos y de ellos tomaron también las doctrinas augurales y la aruspicina así como el "lituus", el bastón curvo del sacerdote, adoptado por los augures romanos.

También son de origen etrusco el sistema numérico, la geometría, la topografía, la arquitectura, la música e incluso la actividad teatral y la organización de juegos. Solo la lengua de los etruscos fue definitivamente oscurecida por los romanos, sin dejar huellas.

 

 
 

Tesorillo de Peña Negra (MARQ)

 

Huellas etruscas en Alicante

Como complemento a las piezas de la exposición, el MARQ expone la muestra Huellas etruscas en Alicante, donde se contempla un conjunto formado por 22 piezas que muestran la impronta de esta cultura itálica en el actual territorio de la provincia de Alicante.

Huellas etruscas en Alicante se halla integrada por un conjunto de 21 piezas que revelan la importancia de los rituales relacionados con la orfebrería y con el vino practicado en la época ibérica de las tierras alicantinas, como el ánfora y los objetos de bronce para el servicio y el filtrado del vino, como la jarra y el rallador de El Oral (San Fulgencio) y los embudos-coladores de Jávea y la necrópolis de Poble Nou en Villajoyosa.

También se pueden contemplar testimonios de la típica cerámica etrusca, llamada "bucchero nero", procedentes de La Fonteta (Guardamar del Segura), unas piezas que se encuadran entre el siglo VII y el V a.C. y que actualmente se custodian en el Museo Arqueológico y Etnográfico "Soler Blasco" de Jávea, en el Vilamuseu de Villajoyosa, en el Museo Arqueológico Municipal de Guardamar del Segura (MAG) y en el MARQ.

 

 
 

Relieve votivo con Mercurio y Hércules (Museo Arqueológico Nacional de Florencia)

 

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