Al interés artístico que posee la talla hay que añadir su singular valor histórico, ya que procede de tierras holandesas, donde fue salvado de un incendio y llevado al municipio onubense de Trigueros por Lucas Francisco Villaseñor y Aguilar y su mujer Isabel Briseño, por entonces administradores de la Orden de Calatrava tras ejercer el esposo funciones de sargento mayor de los tercios españoles en Flandes (1).

El Cristo de los Remedios, muy venerado en la localidad, se halla representado muerto en la cruz, aunque si el espectador no aprecia la llaga del costado puede parecer lo contrario, ya que muestra un acusado rictus de dolor, los ojos abiertos por la violencia de la muerte y la cabeza bastante erguida en el madero, fruto de las rigideces post-mortem. Por lo demás, presenta como caracteres principales su gran tamaño (mide 190 cm de altura), la notable verticalidad de la composición y un estudio anatómico simétrico y simplificado, todo ello propio de la escultura sacra en la zona de Flandes durante el siglo XV. 

Según el sacerdote e historiador onubense Manuel Jesús Carrasco Terriza, la imagen se relaciona con el magnífico Cristo crucificado del retablo mayor de la Cartuja de Miraflores (Burgos), obra de los artistas Gil de Siloé y Diego de la Cruz (1496-99). Asimismo, Terriza informa que la espalda de la escultura, sus manos y el brazo derecho fueron labrados en el año 1962 por el escultor e imaginero sevillano José Rivera García (2).

Actualmente, el Cristo de los Remedios recibe culto en un retablo de madera oscura, obra de Juan Olié (1940), que fue sufragado por los descendientes de Lucas Francisco Villaseñor (3). Forma un Calvario con las también interesantes esculturas de la Virgen Dolorosa y San Juan Evangelista, obras sevillanas de influencia flamenca que fueron talladas en el año 1468, siendo su policromía renovada en la época del barroco (4).