A PROPÓSITO DEL III CONGRESO NACIONAL DE ADVOCACIONES
DE JESÚS NAZARENO (III) - CÁCERES

Con información de José María Torres Pérez (31/01/2007)


 

 

A raíz del III Congreso Nacional de Advocaciones de Nuestro Padre Jesús Nazareno, venimos realizando cinco especiales dentro de esta sección del portal sobre cinco simulacros de Jesús con la cruz al hombro en nuestro país que nos han merecido un especial interés. Tras el titular de la cofradía anfitriona de Cartagena y el valioso lienzo de la Catedral de Granada, nos trasladamos a Cáceres, donde la Pontificia y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Misericordia da culto a una magnífica talla realizada en 1609 por el escultor e imaginero salmantino Tomás de la Huerta.

Se trata de una imagen de talla completa y brazos articulados, que mide 175 cm e importó la suma de 300 reales. Se encuentra revestida con túnica de terciopelo, bordada en oro, y porta sobre su hombro izquierdo una valiosa cruz cepillada de carey con apliques de plata, labrada en el año 1765 por el orfebre Pedro Barrés. 

Tomás de la Huerta, escultor activo durante el primer cuarto del siglo XVII, es autor entre otras obras del Cristo Yacente de Torremocha, de brazos articulados y tamaño ligeramente inferior del natural, así como del San Bartolomé que recibe culto en su ermita de Casar de Cáceres. Junto con el también escultor Juan Hernández, realizó entre los años 1605 y 1608 la decoración escultórica del retablo mayor de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, también para Casar de Cáceres.

Según la opinión de José María Torres Pérez, Tomás de la Huerta es un escultor de segunda fila, romanista retardario, discreto, de sencillas composiciones, torpe modelado y recursos plásticos pobres y limitados. Varias de sus obras, aunque se contratarán con él, fueron ejecutadas por oficiales de su taller, caso de Pedro de la Quadra, según se desprende de los documentos existentes.

También señala el historiador una desproporción en las manos de sus esculturas, de dedos distorsionados, que resulta igualmente evidente en la imagen del Nazareno de Cáceres. Sin embargo, el rostro presenta una notable viveza expresiva, a medio camino entre la fatiga y el lamento de dolor, que confiere a la hechura un gran dramatismo, consideramos que nada exagerado frente al parecer de Torres Pérez. 

 

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