EL BELENISMO Y SU VIGENCIA CONTEMPORÁNEA
05/01/2024
Matteo Ferrigno
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Una de las tradiciones populares más arraigadas en nuestra cultura es la construcción de belenes. Aunque los belenes que hacemos en casa, tal y como los conocemos en la actualidad, se popularizaron a finales del siglo XVIII, detrás hay una larga historia de devoción y representación del nacimiento de Jesús que nos remonta al siglo XIII. La devoción por el Nacimiento empezó con uno de los impactos espirituales más importantes de la Edad Media: la misa de Navidad celebrada en Greccio (Italia) en 1223 y que preparó San Francisco de Asís. El "poverello" pidió permiso para celebrar la misa de Navidad fuera de la iglesia y preparó, en una cueva cercana, un espacio para celebrar la eucaristía con una mula y un buey vivos, alrededor de una cuna repleta de heno. Cuenta la tradición que en dicha celebración una imagen del Niño Jesús tomó vida y el santo de Asís la cogió en sus brazos. Esta experiencia mística propició que la Iglesia autorizara las representaciones plásticas del nacimiento de Jesús. San Francisco organizó esta celebración para que los feligreses vivieran de algún modo la magia y la ilusión de ese momento; es decir, para conmover, no con una voluntad estética. Previamente a este hecho, encontramos ya representaciones artísticas muy diversas del relato del Nacimiento, pero es cierto que con el impulso de órdenes religiosas como los franciscanos, carmelitas, servitas, dominicos y, posteriormente, jesuitas y teatinos, entre otros, esta devoción se fue diseminando. |
Antonio Ortega
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En un primer momento, los belenes los encontramos dentro de la iglesia, como representaciones ligadas al culto de los días de Navidad. En paralelo, las órdenes conventuales femeninas desarrollaron una rica tradición de escenificaciones relacionadas con el nacimiento. todo empezaba el primer día de Adviento con la canastilla, una especie de sorteo en la que a cada monja le era asignada una tarea a desarrollar durante el tiempo que va del Adviento a la Candelaria. A lo largo de los años, el belén se había ido nutriendo de muchos elementos simbólicos que ligaban el nacimiento de Jesús con otros episodios de la Biblia, con textos procedentes de los evangelios apócrifos, o bien con elementos de la pasión de Cristo; es decir, aparte del nacimiento de Jesús se presentaban escenas paralelas, con mucha riqueza de símbolos que ayudaban a estimular la meditación. No se trataba de un belén historicista ni realista, sino ante un entramado de símbolos que la gente conocía y podía interpretar. En el siglo XVIII, y por influencia del rey Carlos III, se implanta el gusto por el belén en las familias aristocráticas españolas. El monarca, que había estado reinando en Nápoles, trajo un nuevo tipo de belén que se practicaba en esos lugares. Ya no era un belén eclesiástico y, por tanto, cargado de simbolismo estrictamente religioso, sino que era un auténtico cuadro de costumbres, signo de ostentación, pretexto para el coleccionismo, muestra de sensibilidad artística y signo de afirmación personal, que el monarca había cultivado durante su reinado en Nápoles como Carlos VII. Un juego palaciego, ocio de elite al que se atendía en las horas desocupadas del día y que se convertía en un divertimento elegante y refinado para los nobles y burgueses ricos. Esta etapa aristocrática del belén llevó a algunos de los mejores escultores de la época a dedicarse a hacer figuras para los belenes de las casas ricas. Tanto las figuras napolitanas como las realizadas por Ramon Amadeu y Francisco Salzillo representaban a la gente y sus costumbres de la propia tierra. A partir de ahí, y queriendo emular lo que hacían las clases más altas, el belén fue entrando en las casas de todos. Las figuras del nacimiento popular eran representaciones de la vida rural que mucha gente había dejado atrás al desplazarse a las ciudades. El belén de las casas constituye la representación de un mundo que ya no volverá, de unos trabajos y costumbres que forman parte de la vida de los antepasados. Con el nacimiento popular se expresa de forma ideal el paisaje que se añora y, como dice Roma, constituye una verdadera etnografía del deseo. |
Richard García Palacios
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La progresiva secularización de la sociedad fue borrando paulatinamente el lenguaje simbólico del belén. Todos los elementos que se apartaban de un pretencioso academicismo se consideraban impropios de un belén serio y relegaron el nacimiento popular al infantilismo. Al final, el realismo pretendidamente historicista ganó la batalla del belén frente a quienes defendían que debía mantener un vínculo emocional con el espectador a partir de una ambientación localista. Los belenes ya no tendrán una pretensión de presentar lo sobrenatural, ni de representar el paisaje idealizado de los antepasados, sino de recrear un ambiente "étnico" del nacimiento de Jesús. En esta transición, avalada por las asociaciones de belenistas, desaparecieron muchas figuras de estilo costumbrista. Este cambio de orientación en los belenes rompe con su origen y con su función de autorrepresentación. Cuando se hace cualquier representación del nacimiento de Jesús, hay que tener presente que no se está representando un hecho histórico, sino un relato que encontramos en el inicio de los evangelios de Mateo y de Lucas. No se trata de textos que tengan una pretensión biográfica, sino de unas interpretaciones teológicas del nacimiento de Jesús escritas, después de haber recopilado todo lo referente a su vida pública, con la intención de dar sentido al inicio de la vida de ese personaje tan especial para los cristianos. A lo largo de la historia del arte podemos ver representaciones de la Natividad que, en paralelo, hablan de las preocupaciones de la época en que están hechas. Como proponía Garrut hace más de medio siglo, no se trata de una construcción conmemorativa ni de una representación histórica, "el belén es ni más ni menos que una "presencia", una presencia viva llevada a nuestro tiempo, con nuestra manera de ser de actuar y de obrar". En definitiva, hacer el belén es una actividad que tiene un origen religioso, pero que, como toda tradición popular, va más allá de lo que la ha originado para convertirse en una actividad con un fuerte componente etnológico. Sin embargo, en la actualidad, constatamos que cuando se rompen las reglas clásicas o de aire historicista en la representación del nacimiento de Jesús se genera una controversia importante, especialmente si se trata de un belén situado en el espacio público. La aparición de belenes con temática social o de belenes que adoptan formatos propios del arte contemporáneo, a pesar de ser dos modalidades que ya tienen un cierto recorrido, no siempre son bien aceptados por todos. |
José Luis Mayo
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FUENTES BENAVENT VALLÈS, Enric. "Actualización del relato de navidad en forma de belén social. Posibilidades y límites", en Antropología experimental, n º 24, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén, 2024, pp. 192-193. |
Ulderico Pinfildi
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