LA ICONOGRAFÍA DEL NIÑO JESÚS DORMIDO COMO PREFIGURACIÓN DE SU PASIÓN

04/12/2021


 

 
 
Niño Jesús dormido sobre la cruz, obra de Cornelis Schut (hacia 1670-1680) del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sigue los modelos de Murillo, que realizó varias pinturas sobre la iconografía que fueron muy populares.

 

Uno de los motivos plásticos que más fortuna y difusión cobró a partir del siglo XVII en la escultura naturalista europea es el de los niñitos de pequeño formato, tallados y labrados en variados gestos y actitudes. Un ingente número de evocaciones infantiles -cupidos, angelitos, pastorcillos- abigarraron las decoraciones de altares, frisos, etcétera, convirtiéndose en elementos insustituibles en conjuntos religiosos o profanos y en actores de episodios bíblicos en que los niños eran los protagonistas preeminentes.

Dentro de este amplio grupo cobró especial predilección la figuración de la infancia como temática de manifiesta intención didáctica, y en concreto la del Niño Jesús, pues a través de ella el arte expresaba una nueva dimensión tierna, íntima, pero sobre todo humana, en la representación de la divinidad.

Desde las postrimerías de la baja edad media fueron habituales graciosas imágenes de Cristo rememorado en su más tierna infancia, aunque siempre en actitudes ligadas bien al ciclo litúrgico de la Navidad y reveladoras de su divina condición, bien dotadas de atributos que dramatizan la infancia de Jesús y preconizan su Pasión, evidenciando cuadros dialécticos -motivo de íntima reflexión espiritual- entre la bondad y sencillez infantil del Salvador y la adversidad del drama que habría de protagonizar en su madurez.

Entre dichas imágenes se hallan las que lo muestran sumido en un profundo y melancólico sueño, lo que en ocasiones constituye también una simultánea expresión de duelo y muerte. Tradicionalmente se ha considerado que estas imágenes son una reinterpretación cristiana del Eros o Hypnos dormido, representaciones paganas que alcanzaron una fama considerable tanto en el clasicismo como en época moderna. Esta recreación de un niño alado y sumido en el sueño estaba ligada a la muerte ya desde la Grecia antigua, constituyendo un tema habitual para decorar las tumbas infantiles, aunque no siempre fue su finalidad.

Dormido o despierto, al Niño Jesús en los belenes navideños podemos hallarlo fajado en pañales o totalmente desnudo. El hecho de fajarlo tendría que ver con dos cuestiones: la costumbre de vendar a los recién nacidos por espacio de 40 ó 60 días a fin de proteger su frágil cuerpo de fracturas y golpes, o el deseo de establecer un paralelismo entre el nacimiento y la muerte de Cristo, de modo que el Niño fajado se pone en paralelo con Cristo amortajado, máxime cuando el pesebre en que éste asienta se transforma en un sepulcro.

 

 
 
 
 
Niño Jesús dormido (2021) del escultor José María Bonilla Garrido. Esta pequeña terracota (40 cm) de reciente ejecución trata la figura infantil como si de un Cristo yacente se tratase. Incluye una almohada, elemento propio de esta iconografía en el Barroco, y dispone el encaje a modo de paño de pureza como si fuera un sudario.

 

Los simulacros que, directamente, muestran al Niño Jesús recostado sobre una cruz son, además de una clara alusión a su crucifixión, un símbolo del triunfo redentor sobre la muerte y el pecado. Son piezas que aglutinan un conjunto de características que encajan a la perfección con la mentalidad y el gusto del Barroco, obras amables aun cuando abordan uno de los temas principales de la Pasión, ya que están protagonizadas por hermosos niños y conducen sin aspavientos a una profunda reflexión existencial.

A veces la cruz sobre la que se recuesta el Niño se acompaña de otros elementos pasionistas como la calavera, símbolo del cráneo de Adán, y muy común es también el repertorio en el que el Niño se encuentra plácidamente dormido utilizando el cráneo como almohada, a modo de "vanitas". Este último modelo deriva del "Nascendo morimur", cuya sentencia está tomada de un tratado del siglo I d.C. del astrólogo y poeta Manilio, y de vez en cuando incluye un reloj de arena que potencia más si cabe el inexorable paso del tiempo.

Otras representaciones son las de la "Virgen del Silencio" y sus variantes, escenas domésticas con algunos o todos los miembros de la Sagrada Familia en las que los personajes observan al Niño mientras reposa, siendo frecuente la presencia de San Juan Bautista niño -también conocido como San Juanito; cuyo nacimiento y el de María se ponen en paralelo al de Jesús- con el dedo índice sobre la boca implorando silencio.

En todas estas obras se pretende que tengamos presente que, desde el mismo momento de nuestro nacimiento, comenzamos a morir, y nos conducen a una reflexión acerca de la brevedad de la vida, pues la muerte puede aparecer en cualquier momento de la existencia, como ya anunció San Mateo en su evangelio: "vigilad, pues, porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 23, 13). Por su parte, Santo Tomás de Aquino en la "Summa Theologica" afirma que Cristo conocía al detalle su futura Pasión desde el mismo instante de su concepción.

La mayoría de estas conmovedoras escenas fueron reclamadas indistintamente por la clientela religiosa o seglar para ser usadas como objetos de devoción en tribunas, oratorios privados y otras dependencias domésticas o conventuales de la España barroca. Las escuelas de Sevilla, Granada y Madrid son las que mayor número de imágenes sobre la Pasión en la Santa Infancia, ya sean pinturas o esculturas, han conservado hasta hoy.

Su finalidad, difundida desde el siglo XVI por el concilio de Trento, era conducir al fiel por caminos de infancia espiritual suscitando sentimientos de empatía tales como la contrición o la ternura. Ello dio lugar a una rica y variada iconografía que encontró en numerosos conventos y monasterios sus mejores promotores.

 

 
 
Niño Jesús dormido del Museu Marès (Barcelona). Estatuilla barroca en madera policromada de autor anónimo (hacia 1690) que muestra al niño utilizando la calavera como almohada. Foto: Francisco Valera López.

 

FUENTES

NOGUERA CELDRÁN, José Miguel. "Modelos helenísticos en el barroco dieciochesco. Iconografía del niño adormecido", en Locus amoenus, nº 3, Ediciones de la Universitat Autònoma de Barcelona, 1997, pp. 16-18.

REQUENA BRAVO DE LAGUNA, José Luis. "Algunas consideraciones iconográficas sobre la prefiguración de la Pasión de Cristo en su Santa Infancia en la pintura barroca andaluza", en Aquenda et allende. Obras singulares de la Navidad en la Granada moderna (Siglos XV-XVIII), Ediciones de la Diputación de Granada, 2014, pp. 65-67.

PÉREZ LÓPEZ, Nerea Virginia. "Murillo y los orígenes de la iconografía del Niño Jesús dormido sobre la cruz", en Boletín de Arte, nº 36, Ediciones de la Universidad de Málaga, 2015, pp. 145 y 151-152.

GONZÁLEZ HERNANDO, Irene. "El nacimiento de Cristo", en Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. II, nº 4, Ediciones de la Universidad Complutense de Madrid, 2010, p. 42.

 

 
 
Virgen del Silencio o Virgen con el Niño y San Juanito. Obra del Museo del Prado pintada por Luis de Morales (hacia 1570). Todos los elementos de esta tabla prefiguran la Pasión de Cristo, incluido el velo a modo de mortaja con el que, aparentemente, María protege al hijo de los insectos.

 

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