LA ADORACIÓN DE LOS REYES EN TIJARAFE

José Guillermo Rodríguez Escudero (04/01/2011)


 

 

Dentro del panorama artístico del segundo tercio del siglo XVII, se nos presenta un excepcional momento para la retablística en Canarias, y más concretamente en la Isla de La Palma. Antonio de Orbarán -meritorio arquitecto, escultor y dorador "supuestamente" donostiarra- aparece en la historia del municipio palmero de Tijarafe en 1628, este año en el que este polifacético maestro ejecutó, probablemente, el monumental retablo mayor. Estamos ante la llamada figura cumbre de la primera generación de escultores barrocos asentados en Canarias, establecido en La Palma desde el año 1625, con algunas interrupciones hasta, aproximadamente, 1660. Se llegó a autotitular en su testamento "maestro mayor de todas las facultades que abarcan las Bellas Artes" y, efectivamente, trabajó en todos los campos del arte. Llegó a erigirse como una de las figuras más completas del siglo quien, posiblemente, se ejercitó en el arte de tallar figuras con su progenitor Martín de Orbarán, entallador de Bergara (Guipúzcoa).

La configuración actual de la Parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, en el término municipal de Tijarafe, data prácticamente del siglo XVIII, alzándose en el lugar donde existió la primitiva ermita de hacia 1530. El Decreto 77/1996 de 30 de Abril, declaró a esta iglesia "Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento". La impresión del Visitador General José Tovar en 1705, al visitar el templo, podríamos calificar de "buena". Quesada nos recoge las palabras de elogio de aquella visita: "tiene muy buen cañón, capilla mayor con el mejor retablo que hay en todos los lugares de la Isla". La misma autora informa que "no sorprende el hecho de que Tovar quedase maravillado ante el retablo de esta iglesia, que ocupa todo el testero de la capilla mayor, y cuya autoría se ha atribuido a Antonio de Orbarán, pues éste constituye uno de los pocos ejemplos de cinco calles que se conservan en Canarias".

Tipológicamente estamos ante el único ejemplar, de gran valor e interés artístico, ejecutado por este maestro que ha sido conservado en el Archipiélago hasta nuestros días. De esta aseveración se desprende que no hizo escuela. Se halla ubicado en la capilla mayor, donde está entronizada la bella talla de la patrona del lugar: la Virgen de Candelaria. En 1733, tras la reforma del templo, o su reedificación, se hizo necesario retocarlo. Afortunadamente el retablo fue sometido a unas profundas obras de restauración llevada a cabo por las profesionales del Cabildo y podemos admirarlo actualmente en todo su esplendor.

 

 

Es un precioso retablo cuya originalidad estriba en la "fórmula seguida por Orbarán de situar en los intercolumnios o entrecalles todo el muestrario escultórico de un extraordinario apostolado, con el que adquiere prácticamente la apariencia de once calles".

Estamos ante lo que Trujillo denomina una "solución mixta esculto-pictórica". En relación a esta pieza, Hernández y su equipo de investigadores nos informan de que "el extraordinario retablo mayor (estilo plateresco) contiene las esculturas de doce apóstoles y las pinturas de los misterios del Rosario” (...) “En las calles del primer y segundo cuerpo y del ático aparecen pinturas realizadas al óleo sobre tela. Estos lienzos que representan escenas de la vida de Cristo y de la Virgen, están cortados y clavados sobre las tablas de madera preparadas y estucadas, a excepción de las pinturas del ático que están clavadas sobre bastidor. Las medidas de estas pinturas es de altura 115 cms y ancho 59,5 cms en el primer y segundo cuerpo, y en el ático son inferiores".

Se trata de una bella obra de tres cuerpos, en cuyo ático surge un Calvario desglosado en tres lienzos individualizados: al centro, Cristo Crucificado y la Magdalena a sus pies, a la derecha la Dolorosa y a la izquierda San Juan Evangelista. El resto de lienzos que se distribuyen por todo el altar, de derecha a izquierda, en el primer cuerpo, son la Adoración de los Reyes, la Adoración de los Pastores y la Visitación; en el segundo cuerpo, Pentecostés, la Ascensión, la Presentación en el templo o Purificación, la Resurrección de Cristo y la Asunción.

En el lienzo de la Adoración de los Reyes Magos -entre las imágenes de Santiago el Mayor y San Andrés, y sobre las pinturas de San Agustín, San Gregorio y San Lucas- se aprecia cómo la Sagrada Familia ocupa toda la parte izquierda desde la perspectiva del observador. La Virgen, revestida de ampuloso manto azul y túnica lila de cuello redondo, sujeta sobre su regazo al Niño Jesús, de pelo rubio ensortijado, desnudo y algo desproporcionado. La Madre -de ojos azules como su Hijo- lo presenta al rey Melchor para su veneración. Este anciano monarca, calvo y con barba blanca -de gran parecido a San José, que de pie observa serio la escena- arrodillado, acaricia la planta del Niño con gran delicadeza. Jesús, con una imperceptible sonrisa alarga ambos brazos en actitud de agradecer su total postración y su regalo. Éste, supuestamente una caja que contiene oro, está colocado a los pies de la Virgen junto a la corona y el cetro del regio visitante.

Los otros reyes magos, Gaspar y Baltasar, surgen del tétrico fondo a la derecha del espectador, mostrando sus regalos -incienso y mirra- de pie, coronados y portando cetro real. Asisten silenciosos a la veneración de Melchor mientras aguardan expectantes su turno. Los ropajes de los cuatro hombres imprimen color a la ingenua escena. Sobresale el blanco del armiño de la capa roja de Melchor, la capa canela de San José y la túnica verde de Gaspar.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Diocesano de Las Palmas. Documentación de La Palma, expedientes de los siglos XVII y XVIII. Visita de don José Tovar Sotelo en el año 1717.

"Decreto 77/1996". Boletín Oficial de Canarias, (30 de abril de 1996).

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