El pasado viernes 2 de marzo, prosiguiendo con el ciclo de actividades culturales, en la exposición Lazos de Sangre organizada por la popular archicofradía murciana de la Sangre (Los Coloraos), se presentó como pieza invitada, dentro de los múltiples actos cuaresmales de dicha corporación, la talla de busto de un Cristo presentado al pueblo (Ecce Homo) atribuido al escultor vallisoletano Alejandro Carnicero.

Carnicero está considerado como uno de los grandes escultores españoles de la primera mitad del siglo XVIII. Gran parte de su obra se conserva en Salamanca y en otras provincias limítrofes. Entre su amplia producción se encuentran varios grupos procesionales para la Semana Santa Salmantina. Los últimos años de su vida los pasó en Madrid, esculpiendo en piedra estatuas de los monarcas hispanos con destino al Palacio Real.

La pieza invitada, de colección particular nunca antes expuesta, es de madera policromada con un tamaño algo menor al académico. El Ecce Homo posee facciones duras, algo típico en la obra de Carnicero. Contempla al espectador con la cabeza ligeramente inclinada, teniendo los ojos de cristal pintado. Las cejas, arqueadas, terminan de apostar viveza a la mirada perdida. La boca entreabierta deja entrever la dentadura.

La cabellera, de finas hebras, se encuentra bellamente tallada. Un mechón cae sobre su hombro izquierdo, dejando ver las bellas orejas. Los prominentes pómulos remarcan el rostro. La barba termina partida en dos rizos, y el bigote no llega a cubrir totalmente la superficie del labio, sino que deja la columna filtral al descubierto. El bello cuello, con los músculos muy marcados debido a la tensión que quiere trasmitir, se encuentra rodeado por la soga original, que hace las funciones de cíngulo.

Remata la pieza una corona de espinas en oro fino, que si bien no es la original que tendría, enmarca bellamente el conjunto junto a la cornucopia también dorada, que permite ver la parte trasera de la obra.