LAZOS DE SANGRE (XI)

Con información y fotografías de Pedro Ayala Martínez (16/11/2016)


 

 

 

Ayer martes 15 de noviembre, siguiendo con el ciclo de actividades culturales dentro de la exposición mensual Lazos de Sangre, organizada por la popular archicofradía murciana de la Sangre (Los Coloraos), se presentó como pieza invitada para este mes un cristo de estilo románico en madera policromada, obra del año 1951 del escultor José Sánchez Lozano, de colección particular y nunca antes expuesta.

La presentación de este encargo al artista de Pilar de la Horadada (Alicante), firmado y fechado en la base de la peana, fue llevada a cabo por José Emilio Rubio Román, mayordomo de la citada archicofradía, experto en la historia de la Semana Santa de Murcia y provincia, colaborador en numerosas revistas especializadas.

 

 

 

Rubio Román explicó a los asistentes lo atípico de esta pieza en la producción de Sánchez Lozano, quien adquirió gran fama por ser un excelente continuador y copista de la obra de Salzillo. El experto enumeró la gran cantidad de dolorosas y pasos de la Oración en el Huerto que el escultor llevó a cabo -entre otras numerosas obras de diversa avocación- y elogió la magistral actuación que llevó a cabo a la hora de restaurar el Cristo de la Sangre y las imágenes de Pilatos y el sayón "Verrugo" para el paso del Pretorio de dicha archicofradía.

Román también detalló las características de los cristos románicos, de los cuales los templos y las cofradías de la Región de Murcia no conservan ningún ejemplar al ser típicos de aquellas zonas que no estaban por aquellos tiempos bajo domino árabe en la Península Ibérica. Explicó igualmente la simbología del sol y la luna que rematan la cruz del Cristo, y los muchos significados que, a lo largo de la historia, han recibido estos atributos, más comunes en la pintura que en la escultura románica.

 

 

 

El cristo de Sánchez Lozano, cuyo tamaño lo hace propio de oratorio privado, se encuentra clavado en una cruz de color verde, típica del románico, recreando el árbol de la vida; con la cabeza coronada, no con la típica corona de espinas, sino con una corona real, símbolo de su divina majestad. Dotado de grandes ojos abiertos, con la cabeza ligeramente inclinada, mirando fijamente al espectador, aún vivo, sereno y tranquilo, la sangre escasa y nada estridente, el paño de pureza grande y amplio llegando por debajo de las rodillas.

Remata el patibulum el sol, a la derecha, y la luna, a la izquierda, muy al gusto del románico, con su distinta simbología que, desde el siglo VI, se interpreta de manera distinta: la Jerusalén celeste, el eclipse del día que murió Jesús, el sentido estético de clara simetría que luego estaría ocupado por san Juan y la Virgen en el Calvario -o el de Longinos y Stephaton-, la representación del horror vacui de la que suelen adolecer los artistas populares... si bien todas estas y muchas más explicaciones teológicas carecen de base o fundamento. Dichos símbolos son en realidad consecuencia de herencias paganas, contemporáneas al cristianismo; por tanto, todo ello representaría un intento de conciliar doctrinas distintas. Sánchez Lozano quiso reflejar eso en su obra, hasta con los detalles típicos de la época al dotar de rostros a los astros celestes.

 

 

 

La pieza invitada podrá ser visitada hasta el próximo 13 de diciembre, en horario de martes a sábado, de 10:00 a 13:30 y de 17:00 a 20:00 horas, y los domingos de 10:00 a 13:30 horas. En los Bajos del Martillo de la Glorieta de España de Murcia, justo con el resto de obra del patrimonio de la Archicofradía de la Sangre.

 

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