LA PINTURA NOVOHISPANA DE LA PROFESA

24/10/2022


 

 

La Profesa es el apodo de un templo barroco de Ciudad de México. La Compañía de Jesús fue la primera poseedora del inmueble, que recibió el título de San José el Real. Con la expulsión de los jesuitas de los territorios españoles en 1767 -incluido México, por aquel entonces Virreinato de la Nueva España-, el templo pasó a los filipenses, que lo recibieron en 1771 y le dieron el nombre -que aún conserva- de Oratorio de San Felipe Neri. El primer templo era de 1610, el actual fue diseñado con fuerte inspiración española por el arquitecto novohispano Pedro Arrieta, que concluyó sus trabajos en 1720.

El rico acervo pictórico de La Profesa cuenta con piezas de enorme relevancia para la pintura novohispana. Una parte del mismo puede admirarse en el templo, casi como en sus orígenes. La Pinacoteca creada en 1977, en cambio, ha debido considerar su riqueza temática y dividir la obra en las salas del ala norte que le quedaron, manteniendo la doble herencia de las congregaciones que habitaron y habitan uno de los más emblemáticos edificios del centro histórico de Ciudad de México.

Entre las obras de La Profesa que mejor representan a la congregación religiosa jesuita se encuentra una muy temprana representación del aún no canonizado Francisco de Borja, debida al pincel de Alonso López de Herrera, y un cuadro que muestra a dos jóvenes jesuitas adorando el Santo Nombre de Jesús en un óvalo con las siglas IHS, que funciona como emblema y escudo de la compañía fundada por San Ignacio de Loyola. Esta bella pintura se ha atribuido a José Juárez, el gran pintor de la Nueva España de mediados del siglo XVII. También se conserva una delicada representación de San Luis Gonzaga que recibe la visita de la Virgen con el Niño, obra temprana atribuida a Baltasar de Echave Ibía por el gusto de los azules que exhibe, y dos pinturas que se ocupan de la labor misionera y muerte en el Oriente de San Francisco Javier: una realizada por Antonio de Torres que debió formar parte de un retablo con escenas de la vida del santo, pues se conservan otras dos pinturas con las que hace juego -una en La Profesa y la otra en el Colegio de las Vizcaínas-, y otra de gran formato que ilustra el momento en que el santo muere antes de poder entrar a China, signada por Gaspar Conrado, un interesante pintor activo hacia mediados del XVII en la ciudad de Puebla.

Entre las obras de La Profesa que mejor representan a la congregación religiosa filipense tenemos una serie que aborda la vida de San Felipe Neri realizada a principios del siglo XVIII por Antonio de Torres. La otra es una bella muestra del quehacer plástico de Cristóbal de Villalpando, en la que vemos a los santos Felipe Neri y Francisco de Sales en actitud reverente ante un altar en que se venera una imagen de la Virgen con el Niño. Esta pintura recibe el título de "La Virgen de la Escalera" en alusión a la pintura que los filipenses veneraban en su casa. Otros claros ejemplos son el Retrato de Manuel Bolea Sánchez de Tagle, prepósito de los oratorianos a principios del siglo XIX y actor importante en la remodelación al gusto neoclásico del interior del templo de La Profesa. También el cuadro con el Patrocinio de San José, que por los personajes representados es testimonio del traslado de dominio de La Profesa a los filipenses. 

Una perfecta síntesis plástica de ambas congregaciones se refleja en un cuadro del último tercio del siglo XVIII, firmado por José de Alcíbar, en el que aparecen San Ignacio de Loyola y San Felipe Neri, cabezas de la Compañía de Jesús y de la Orden de San Felipe Neri, respectivamente, bajo la protección de la Virgen Dolorosa, advocación titular adoptada para la casa de ejercicios en tiempos de los filipenses.

 

 

Por otro lado, en la Pinacoteca de La Profesa permanecen varias importantes escenas cristológicas, entre las que destacan el Ecce Homo de Villalpando, la espléndida Oración en el Huerto de Miguel Cabrera y otras de distintos artistas de mediados del siglo XVIII con temas de la Pasión de Jesús como la Flagelación, la comparecencia ante Caifás y su presencia en la corte de Herodes. Un cuadro anónimo del XVIII representa al Buen Pastor, y un lienzo muestra la "vera imagen" del Señor de Chalma, debida al pincel de José de Mora, artista que durante las primeras décadas del XVIII se especializó en copias de la venerada imagen.

Entre las pinturas en las que la Virgen María es la gran protagonista, cuatro cuadros ilustran momentos de su vida terrena y otros muestran diferentes advocaciones con las que fue venerada por jesuitas y filipenses. Entre los primeros, la encontramos como recién nacida, siendo consagrada por sus padres a la Santísima Trinidad, en una composición singular debida a Villalpando; así como en las escenas de la Anunciación y de sus Desposorios con San José, dos cuadros de Miguel Cabrera que debieron formar parte del remate en un retablo o estar a los lados de una ventana, y por último, en el momento del Pentecostés, hermosa tabla que los estudiosos atribuyen al gran pintor de origen vasco Baltasar de Echave Orio, y que parece ser que formó parte de un retablo erigido para los jesuitas por este afamado pintor. Del grupo de representaciones de advocaciones marianas tenemos a la bella Virgen del Apocalipsis signada por José de Ibarra, de evidentes resonancias rubenianas, pero inscrita dentro de un singular enmarcamiento fingido en forma de óvalo. Se incluye el cuadro Reina María Santísima de la Aurora, que además de ser la primera obra conocida de Andrés López -prolífico artista que trabajó desde la década de 1760 hasta la primera década del siglo XIX-, resulta interesante por ser la única obra conocida en la Nueva España con esta advocación. Otras dos pinturas son magníficos ejemplos de "verdaderos retratos": una copia de la Virgen del Rosario venerada en su capilla de la iglesia de Santo Domingo de la Ciudad de México, transcrita por Villalpando, y la conocida como "La Porterita", según la tradición venerada por los filipenses en su casa original; de autor desconocido, en tiempos recientes se ha atribuido a Nicolás Enríquez, longevo e importante artista cuya actividad atravesó prácticamente todo el siglo XVIII. A destacar también el lienzo con el Patrocinio de la Virgen a toda la humanidad, representación dividida en dos grupos que aluden a los poderes civil y eclesiástico, con la presencia del rey de España, seguramente Fernando VI, y en el que encuentran cabida al parecer dos jesuitas, denotando así el poder y prestigio que tenían antes de caer en desgracia.

Respecto a las vidas de santos, se conserva una pieza de Villalpando que muestra a San Pedro y San Pablo, y un San Juan Bautista muy cercano al pincel de Juan Correa. De José de Miranda se expone San Emigdio, y de Nicolás Rodríguez Juárez se muestra La visión del profeta Isaías. Al ser La Profesa conocida, como hemos dicho, con el nombre de San José el Real, no es extraño encontrar representaciones suyas en la Pinacoteca, caso de Santa Teresa recibiendo el velo y el collar de la Virgen y San José, de Villalpando; dos pinturas de una serie que representan la Huida a Egipto y el Sueño de San José, pintadas por Nicolás Rodríguez Juárez, y un San José arrodillado de buena factura y tamaño, de algún buen pintor del primer tercio del siglo XIX.

Los ejercicios espirituales escritos por San Ignacio de Loyola fueron para los jesuitas y la comunidad oratoriana un punto de coincidencia, y permitió a ambas comunidades enlazar el retiro, la oración y la disciplina. Para los jesuitas, la guía de su fundador era fuente de inspiración. Los oratorianos destinaron un espacio a su Casa de Ejercicios, pero las Leyes de Reforma del siglo XIX modificaron el espacio de la antigua Casa Profesa. La catequesis urbana destinada a la formación de principios religiosos sólidos contempló el uso de iconografías con diferentes temáticas, entre las que encontramos representaciones de la vida de Cristo vinculadas al ciclo de la Semana Santa, y otras favorecedoras de los contrastes de la vida mundana y la espiritual, donde las imágenes funcionaban ya no solo como predicadores mudos, sino como mediadores extraordinarios de la fe y la devoción. Así vista, la vida de Cristo se renueva en el ciclo litúrgico, pero también, como lo demuestra el Señor del desmayo pintado por Francisco Antonio Vallejo, cualquier escena del ciclo pasionario es oportuna para asistir a ella personalmente y llorar su escenificación. La Profesa también custodia dos espléndidas composiciones debidas al pintor José de Páez: la Conversión de San Telmo y la Conversión de San Bruno, relacionadas con el tema de la conversión de la vida mundana.

Hasta el próximo 15 de enero de 2023 se podrá visitar una selección de 45 piezas pictóricas de la Pinacoteca en una interesante exposición titulada Joyas de la Pinacoteca de La Profesa. Dos congregaciones y una colección. 22 de dichas piezas han sido expresamente restauradas para la muestra, lo que conjuga dos de las líneas de acción que han caracterizado a la institución mexicana durante su trayectoria: el apoyo al estudio y difusión de la pintura novohispana, y la restauración y conservación de obras de arte.

 

 

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