EL SAN SEBASTIÁN DE FELIPE VALERO

20/01/2021


 

 
 
Foto: JBF

 

El escultor mexicano Felipe Valero, activo entre 1842 y 1867, fue pensionado en Roma por la Academia de San Carlos (México) -fundada por el rey español Carlos III en 1781 con el título de Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos de la Nueva España-, con el fin de estudiar el arte de la escultura. Consta además que el por entonces joven artista recorrió por más de nueve años las principales capitales de Europa para ello.

En Roma, Felipe Valero fue discípulo de Pietro Galli. Para dar cuenta a la Academia de San Carlos de sus adelantos en el taller del escultor italiano les remitió varias obras, entre las que se encuentran el vaciado en yeso con pátina de la estatua de San Sebastián, que concluyó en 1853 -hoy en el Museo Nacional de Arte (MUNAL) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) de México-, y la obra terminada en mármol, que es la que nos ocupa y que es la que se conserva en el Museo Nacional de San Carlos, cuyos fondos se hallan conformados por las colecciones europeas de arte recogidas por la Academia de San Carlos.

El San Sebastián de mármol, cuyo tamaño es superior del real (202,5 x 70,6 x 82,5 cm), demuestra, entre otros detalles, el esteticismo de la Academia de San Carlos y el uso de un modelo natural. Valero se acogió en este caso a una iconografía tradicional en la que el atlético soldado está atado al árbol donde fue asaeteado.

El conocimiento que Valero había adquirido en la práctica de la escultura le permitió un correcto manejo de las proporciones del cuerpo masculino, pero la actitud del santo recuerda más una pose que la recreación de una experiencia vivida y, no obstante la perfección en la relación de las medidas, el tratamiento de los volúmenes y de la superficie marmórea resulta tan rígido como la solución misma de la figura.

 

 

El verdadero interés escultórico de la figura se concentra en el trabajo de los pliegues del paño que cubre la parte inferior del cuerpo, en la manera como se entrelaza con la cuerda que sujeta al santo al árbol y en el entretenimiento visual y táctil que genera la tela sobre una protuberancia del tronco.

En este San Sebastián la desnudez del santo es un claro referente anecdótico, pero carece de la intención expresiva que el escultor Felipe Valero ya había sido capaz de manejar en otra de las obras que envió desde Roma: la estatua del "Pastor Olimpo" que copió a la de su maestro Pietro Galli.

A pesar de ello, el San Sebastián de Valero, en sus dos versiones de yeso (imagen superior) y mármol, demuestra una escultura trabajada con inteligencia, gusto y propiedad, además de ser una obra que, mientras más se mira y analiza, se le encuentran nuevos encantos y atractivos, como ya afirmaron los expertos cuando ambas fueron presentadas en la décima exposición de la Academia de San Carlos.

La representación del mártir, muy invocado contra las epidemias, fue común en Nueva España desde el siglo XVI. Dentro de la referida iconografía tradicional, se le presenta como hombre adulto atravesado por flechas, atado a un árbol y sin ropas, característica que permitió a los artistas clásicos representar el desnudo masculino. Menos frecuente es mostrarlo barbado, como hizo Valero, ya que su imagen solía ajustarse más a la del afeitado propio de la milicia romana a la que pertenecía, rozando incluso a veces los rasgos adolescentes.

 

 
 
Foto: JBF

 

FUENTES

AA.VV. Los niños: su imagen en la historia, México D.F., INAH, 2018.

RODRÍGUEZ PRAMPOLINI, Ida. La crítica de arte en México en el siglo XIX: estudio y documentos, 1810-1858, México D.F., UNAM, 1997.

 

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