Equipos técnicos del Ministerio de Cultura y Deporte (MECD), del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) y del Museo Arqueológico Nacional (MAN) han constituido un grupo de trabajo transversal para actualizar los informes disponibles sobre el estado de conservación de la Dama de Elche (imagen inferior), la Dama de Baza (imagen superior) y la Dama oferente del Cerro de los Santos. El objetivo es conocer el estado actual de estas tres piezas, referentes de la cultura íbera, que custodia el MAN.

El grupo, en cuya formación se trabaja desde el pasado año, ha sido convocado por el director general de Bellas Artes, Isaac Sastre. En esta primera reunión, los técnicos han acordado el estudio de la distinta documentación existente sobre el histórico de pruebas realizadas a las tres piezas. Está previsto que, en las próximas semanas, vuelvan a reunirse para decidir un plan de trabajo y un cronograma.

Este grupo de trabajo será el encargado de seleccionar las técnicas de análisis más adecuadas para conocer el estado de conservación actual de las piezas. Todas las pruebas necesarias se realizarán en la propia sede del MAN donde se encuentran las piezas expuestas. El carácter técnico del grupo permitirá abordar, además, su objetivo desde una perspectiva científica, apoyándose en los últimos avances tecnológicos y metodologías utilizados en las ciencias aplicadas al estudio del patrimonio.

Este grupo de trabajo está formado por especialistas de la Subdirección General de Museos Estatales, la Subdirección General del IPCE y el MAN. Un equipo plural formado por distintos expertos de la restauración-conservación de material arqueológico y del tratamiento de fondos museográficos.

La Dama de Elche (hacia el 500-300 a.C.) es una obra de fuerte influencia griega, posiblemente realizada por un artista de este origen, tal vez ligado al cercano puerto de Santa Pola, tras recibir el encargo de un personaje ibérico de alto rango. Sobre su función se especula si fue un recipiente funerario. Representa una diosa, una sacerdotisa o un personaje regio o de la aristocracia adornada para una ceremonia especial y ataviada con sus mejores galas. Fue hallada casualmente en el yacimiento de la Alcudia, la antigua ciudad de Ilici (Elche, Alicante), en un escondrijo. Seguramente, éste no era el lugar donde estuvo originariamente, sino que se trataba de una ocultación para librarla de algún peligro. Una vez descubierta, fue adquirida rápidamente por el hispanista francés Pierre Paris y llevada al Louvre. En 1941, tras un intercambio de obras de arte entre España y Francia, pudo regresar junto a otras obras, como los sillares ibéricos de Osuna, que también se hallaban en Francia. Quedó depositada en el Museo del Prado y desde 1971 forma parte de los fondos del MAN.

La Dama de Baza (hacia el 400-350 a.C.) se interpreta como la representación de una mujer perteneciente a la aristocracia de la ciudad de Basti (Baza, Granada) heroizada mediante un destacado ritual funerario. Fue hallada en el interior de una cámara subterránea durante la excavación de la necrópolis ibérica del cerro del Santuario de Baza (Granada) y, por tanto, en su contexto original. Su singularidad reside en su función como urna cineraria y en los elementos de carácter simbólico que la acompañan: el sillón alado, símbolo de la divinidad y el pichón que lleva en la mano, interpretado como nexo entre la mujer mortal y la diosa que actúa de protectora tanto del ave como de los huesos de la difunta.

La Dama oferente del Cerro de los Santos (imagen inferior, hacia el 300-200 a.C.) fue hallada en 1870 entre un gran número de estatuas amontonadas al pie de la ladera occidental del Cerro de los Santos, en la localidad de Montealegre del Castillo (Albacete), donde se descubrieron a mediados del siglo XIX los restos de un santuario ibérico. La escultura está apenas labrada en su parte posterior, lo que hace suponer que estaba pensada para ser vista de frente. Su vestimenta y sus joyas ayudan a conocer como vestiría una dama de alto estatus dentro de la sociedad ibérica y su actitud al presentarse ante la divinidad como parte de un rito de paso de edad, con sus mejores galas y ofrecer el producto contenido en el vaso o el propio recipiente.