LA CUSTODIA DE SOL DEL MUSEO NACIONAL DE ARTES DECORATIVAS

Javier Alonso (19/06/2020)


 

 

Una custodia es un templo en sí misma, independientemente de la forma que se le quiera dar. Es una estructura de carácter suntuario diseñada para albergar en su interior el cuerpo de Cristo que, mediante el milagro de la transustanciación, toma la forma física de un pan ácimo circular denominado hostia. Como norma, solo los objetos realizados con los materiales de mayor nobleza podían entrar en contacto con el cuerpo y la sangre de cristo. Siendo estos metales, se emplearon con preferencia el oro y, sobre todo, la plata.

Son piezas de las consideradas esenciales en determinadas celebraciones y solemnidades del rito católico, por lo que, de forma habitual, se encontraban entre los vasos sagrados de todos los templos. Actualmente, muchas custodias han pasado a formar parte de los fondos de museos privados y públicos, como ocurre con este ejemplar firmado, de origen panormitano, que llegó al Museo Nacional de Artes Decorativas en 2003.

Esta Custodia de sol fue cincelada en 1798 por Gesualdo Vesco, miembro de una destacada saga de orfebres en Palermo. Su actividad consta documentada desde el año 1770. Para esta obra Vesco empleó plata torneada, fundida, cincelada y sobredorada, con diamantes y esmeraldas engastadas. Mide 79 x 37 cm. Llevas como marcas un águila con alas explayadas sobre V entre dos puntos y otra marca frustra. En la custodia figura una inscripción que reza lo siguiente: "FATTA NEL GOVERNO DI S·E· REVMA SIGra D VINCENZA GIOCHINA SICOMO ANNO 1798. GESVALDO VESCO FECIT".

Los ostensorios se adaptaron a los rituales de presentación, adoración y procesión del cuerpo de Cristo durante la Edad Media, para alcanzar su máxima expresión en los siglos XV y XVI con la confección de magníficas custodias procesionales de asiento. Estas, además de funcionar como templos, lo parecían, dado que los plateros que las llevaban a cabo se inspiraron en la arquitectura para construir estructuras de fingido carácter edilicio.

No considerándose suficiente la magnificencia que aportaban los metales preciosos, los ejemplares más lujosos retomaron las tradiciones altomedievales del enjoyamiento de objetos de orfebrería litúrgica. La plata y el oro, con una versatilidad sin parangón, permitieron a los lapidarios y diamantistas engastar en su superficie gemas de diverso tipo, con la finalidad de reforzar el valor sagrado y mágico de estos artefactos. Las custodias deslumbraban a los fieles y los engastes de piedras preciosas daban mayor realce al hecho milagroso, elevando al dios, abstraído en una forma circular, blanca y misteriosa, a un plano superior, todopoderoso y alejado de la realidad mundana de los fieles.

A pesar de la complejidad estructural o estética que puedan manifestar algunas custodias, su parte principal es el viril: un receptáculo circular cerrado por dos vidrios dentro del cual se instala la hostia. A partir del siglo XVII, fue muy común que estos viriles se rodeasen de rayos y resplandores, con haces rectos, flameados y, ya en el siglo XVIII, en forma de ráfaga. De esta manera, el cuerpo del viril compondría una especie de astro solar que recibía los mejores engastes de la pieza, cuando estos existieron. Las piedras preciosas se disponían en círculos concéntricos e iban engastadas en carriles o en boquillas independientes que luego se aplicaban a la pieza. Si bien su valor cromático ha sido tomado como parte de la razón de ser de estos engastes, no se pueden olvidar las facultades protectoras que se les atribuían a las gemas desde los lapidarios medievales, unas virtudes que, por ser cuestión de fe o por simple superstición, no se habían olvidado durante la Edad Moderna.

La plata y las piedras preciosas componían un todo casi perfecto; mejor si iba acompañado de alguna representación relacionada con la historia sagrada o algún personaje unido a la vida de Cristo. Su madre, la Virgen, en las custodias italianas adquirió una característica modalidad de Madonna, de complexión física vigorosa y gesto triunfante. Ella, como parte de la estirpe divina, también tendría derecho a portar algunas gemas, como ocurre en este ejemplar.

Las técnicas de engastado han evolucionado a lo largo de la historia, del mismo modo que lo han hecho los cortes de las piedras preciosas. Tras la invención del disco de corte, el típico cabujón pulido medieval dio paso a formas geométricas con superficies llenas de facetas y tablas, que aprovechaban mejor las propiedades que los cristales tienen para reflejar la luz.

Los métodos de aplicación se pueden dividir en dos categorías: engaste directo, cuando se trabaja directamente sobre la superficie de la pieza para incrustar la gema, y engaste indirecto, cuando la gema se monta en una estructura metálica independiente que, posteriormente, se aplica a la superficie del objeto. Los engastes indirectos fueron los más habituales en la platería de la Edad Moderna y se suelen encontrar en dos variantes:

 

1. Boquilla
Un aro metálico abraza la zona más saliente del perímetro de la piedra, se ajusta a su forma y puede crear una cazoleta para abrazarla por debajo. Hasta el siglo XIX, era común que estos engastes tuviesen una cobertura posterior completa.

2. Pavé
En una estructura preparada para acoger las piedras, se van encajando unas al lado de otras en hileras o grupos. Van aseguradas con puntas de metal o granos que las fijan a la montura.

 

Ambas variantes se pueden observar en esta custodia firmada por el platero Gesualdo Vesco, para cuya ejecución contó con la mano de un engastador. En el año de su data (1798), ya se daba la especialización por labores en los principales talleres de platería europeos del recién estrenado Nuevo Régimen.

 

 
 
Javier Alonso es integrante del Departamento de Difusión del Museo Nacional de Artes Decorativas (Calle de Montalbán 12, Madrid). El proyecto Obras hermanas pone en diálogo obras de la Colección del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC. Avenida de los Reyes Leoneses 24, León) con obras de otras colecciones de distintos museos con diferentes objetos de estudio. En esta ocasión se hermana esta Custodia de sol con una obra de la Colección MUSAC titulada Ajuste de cuentas (imagen superior), de la artista Teresa Margolles, una obra en vidrio incrustado en oro, vitrina de madera y técnica mixta (170 x 40 x 40 cm) realizada por la artista en 2007 con los restos de cristales causados por asesinatos, peleas y conflictos en su región natal, Sinaloa (México). Dos piezas que se elaboran en orfebrería, si bien, su uso, significado y realidad a la que aluden son muy distintos.

 

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